Del río a la carretera

Curré era un caserío junto al río…
No junto al río, más que eso, vuelto hacia el río:
De frente al río, en torno al río.
Ese era el tiempo del río.
Tres mil años antes,
aquel sitio ya había sido habitado por ancestros  indios
que también vivían de cara al río.

Los abuelos de Curré habían bajado de Boruca
Habían venido a ocupar estas tierras ”buenas para el arroz”
porque desde aquí era fácil viajar al Pozo, Puerto Cortés,
a vender maíz y manteca, a comprar ollas y telas.
En aquel tiempo el río era como una carretera llena de peces
y Curré era verde y los animales andaban mansitos,
las pavas, las dantas, y los cerdos.
Curré era un puñado de ranchos dispersos junto al río.

Cuentan que un día llegaron unos fuereños.
“Como siempre los chiquillos nos quedamos viendo por las hendijas
y solo salió el abuelo, primero con desconfianza,
luego dio unos pasos y conversó con los sikuas…”
Decían que iban a hacer una gran carretera paralela al río,
Qué va, dijo el abuelo… En esta montaña tan cerrada no la hacen…
y se fue p’ al monte a traer palmitos…

Pero así fue:
Una mañana los tractores empezaron a sonar en Curré…
Dice doña Pola que los monos saltaban de un palo a otro gritando
y los chucuyos  pegaban chillidos mientras los árboles caían…

Telésforo Lázaro era entonces un muchacho
y vio que la carretera iba a pasar directamente por su rancho,
destruyéndolo… 

Entonces los sikuas trajeron pangas de motor que surcaron el río,
Y dinamita.
Tenían otras costumbres,
Comían hojas, lechugas y repollos…
Traían prostitutas y licores…
Tenían dinero, compraban comida…
Compraban tierra
Ofrecían hasta 150 colones por hectárea
“ y nosotros apenas ganábamos 5 colones diarios…”
Era el progreso en Curré…

Algunos sikuas se casaban con indias y se quedaban…
“Eran personas trabajadoras… No los rechazábamos…”
Hubo quienes se opusieron, algunos mayores…
Era un mundo nuevo que llegaba por la carretera,
Era el mundo de la carretera, que llegaba.
Algunos indios trabajaron en la carretera. 

“Un buen día me quedé pensando,
voy más rápido en bus, en cazadora…”
Ese día Francisco Mavisca dejó de navegar en bote por el río, hasta el Pozo.
Y se acabó el mundo del río.
Lo mismo hizo Abelardo, lo mismo hicieron Leoncio y Rodolfo.

Curré entero se volvió hacia la carretera, de espalda al río.
Se inició así “el mundo de la carretera”.
La carretera fue entonces el mundo que pasa
El mundo que viene de fuera…
“Fue entonces cuando empezamos a vender artesanía,
Antes la hacíamos para usarla  nosotros mismos” 

Ya no teníamos tierras
“Éramos peones en las tierras que antes eran nuestras…”

Un día de tantos regresó Cristino Lázaro de un corto viaje
Se encontró plástico en vez de guacales
Zinc en vez del techo de paja
Cerveza en vez de chicha.
Y vio los cerros pelones.
No lloró, pero se enfureció amargamente.
Sintió “como una ira por dentro…”
Y pensó que las orillas del río
Eran sagradas. 

Con el tiempo empezó a sentirse un dolor.
Un dolor muy grande en todo el pueblo.
Es el dolor que se siente cuando algo hermoso se ha perdido…
Entonces los mayores dijeron tenemos que hacer algo…
Fue cuando Lucas Rojas dijo
Tenemos que rescatar el “Juego de los Diablitos”.

 Fue un momento difícil, algunos fuereños se opusieron
Porque no entendían ese esfuerzo de los curreseños
que se aferraban a su pasado indígena 

Pero don Lucas no estuvo solo.
Con él estuvo doña Anita Rojas
Que estaba embarazada, en ese entonces,
Y muchos otros.

Por eso se dice que Curré es como “los diablitos”
A veces parece que se muere,  pero no es cierto.
Como los diablos en el juego ritual,
Curré vuelve a  nacer, una y otra vez.

 

Esto fue, en resumen, lo que me contaron allá en Curré,

Lo que recogí en mi grabadora y mis notas de campo,

Lo que quedó dicho, en ese sitio ubicado entre el río y la carretera.