El sueño de Juan Chiricano:
La primera cosecha

A veces la historia es como un cuento…

 

Todo estaba listo: el arroz pilado, el piloto y el marinero hablados, pero Juan casi no pudo dormir aquella noche. Juan Chiricano se acostó ilusionado pensando en la travesía del día siguiente. El bote estaba esperando en el embarcadero de Caracucho. Tenía que levantarse temprano para hacer el viaje por el río Coto y luego por el río Térraba, desde Potrero Grande hasta el Pozo, como se le llamaba entonces a Ciudad Cortés. En el Pozo vendería su arroz a algún comerciante chino, quien lo más seguro, lo revendería después en Puntarenas.

Ese día Juan cumplía 20 años y aquella iba a ser su primera venta de arroz. Hasta ahora había trabajado con su padre y había viajado en su compañía al Pozo a vender la cosecha. Pero esta vez sería su propio arroz. Había volteado montaña, había preparado la tierra, había sembrado, había cosechado, había asoleado, había desgranado, había pilado, había hablado con el piloto y el marinero…

Pero eso no era todo. En el Pozo iba a comprar ropa para estrenar en las fiestas de Potrero Grande, el día de la Candelaria. Ahh un buen pantalón, y aperos para su caballo. Una buena silla. Bueno… ¡Quién sabe si alcanzaría para tanto!

Juan se imaginó luciendo su caballo y su sombrero nuevo en las fiestas de Potrero Grande. Y es que decían los chiricanos viejos que un hombre a caballo, sin sombrero, no tenía estampa ni compostura para ser jinete. Se imaginó con botas nuevas y se imaginó compitiendo en la carrera de caballos. Y se imaginó apostando en la pelea de gallos, a la sombra de los palos de naranja. Y se imaginó escuchando el sonido alegre de la cumbia y vio a don Maximiliano Morales tocando su acordeón, y se imaginó echándose un guacal de buena chicha, y se imaginó atravesando el salón de baile con su pantalón nuevo para sacar a bailar a la muchacha más bonita del pueblo. Y se imaginó echando décimas y sacando una saloma larga larga desde lo más hondo del pecho.

Eran aquellos los años cuarenta y Potrero Grande estaba todavía habitado por gente de origen chiricano. Era una sabana con ranchitos de paja…

Y siguió Juan soñando y soñando y empezó a oír como un ruido de agua, como el rum rum del Térraba en los rápidos de la Zumbona, que de tarde en tarde se dejaban oír desde lejos, desde su rancho en Potrero Grande… y se fue quedando dormido. El río de los sueños, como una brisa, se fue llevando el polvo del día y solo quedó en su mente el agua profunda y oscura de la noche. A veces la historia es como un cuento y la vida fluye como las aguas del Térraba…

Ha pasado más de medio siglo desde aquel entonces. Ya los botes no navegan por el Térraba, ni se cosecha arroz en Potrero Grande. El Pozo mudó su nombre y se llama ahora Ciudad Cortés. Juan Chiricano con más de ochenta años camina a pasos lentos, en un ranchito donde vive solitario, junto a unas gallinas y un conejo. Usa todavía sombrero y su voz no tiene el mismo brillo de aquel tiempo de salomas. Pero como tantos otros potrereños, hijos y nietos de chiricanos, tiene una historia qué contar. La historia de su vida, la historia de sus trabajos, las historia de sus penas y sus alegrías:

 

Voy a contarle el primer trabajo que yo hice, cuando ya fui hombrecito. Fue pa’ las fiestas de Potrero Grande. Hice un arrozal y ya lo coseché y coseché nueve y medio quintales. Entonces pelé cuatro (quintales) a puro pilón y los asolié y entonces alquilé un bote y busqué los peones para que me bajaran la carga hasta el Pozo: marinero y piloto. Yo tenía como veinte años cuando eso (t24).

 

Así empezó su historia, Juan Chiricano.

 

 

El río era el principal medio de comunicación. Especialmente para trasportarse al Pozo, principal centro comercial de la región.

El río era el principal medio de comunicación.
Especialmente para trasportarse al Pozo, principal centro comercial de la región.

 

Viajes por el río Térraba

El problema malo era cuando había que traer lo que uno no podía producir, que era la sal, pertrecho para la escopeta, como decía la gente de antes… Entonces había que ir a traerlo a Chiriquí, a Concepción. Eran tres días de camino, por la montaña… Ya con el tiempo, ya llegaron unos chinos a Cortés, ya pusieron un negocio. Ya la gente, entonces iba en bote a comprar y vender a Cortés. T19 Aquí cosechaban el arroz, frijoles y todo eso. El arroz lo pilaban para llevarlo por el río al Pozo, como le decían antes a Cortés. Tal vez mataban un chancho y la manteca la echaban en unas latas pa’ llevarla a vender a Cortés y allá iban a traer la sal, el jabón, viera qué dificultad. Ya traían todo así, antes vendían el canfín por lata, entonces el que podía iba a vender la cosecha y traía de todo, sal, jabón, la ropa y todo lo traían así por el río (T3).

Habían varios embarcaderos donde estaban los botes. Estaba el paso del Caracucho, donde llegaban los de Potrero Grande a embarcar. Cada gente tenía su embarcadero. Estaba el paso de Eliseo López o el sitio llamado “la Bonita” de Águedo Víquez. Estos pasos eran en el río Coto y de ahí se bajaba en bote hasta desembocar en el Grande de Térraba, y seguir luego volando remo hasta Palmar y el Pozo. T23 No había otro camino a Cortés, solo por bote. Yo bajé chanchos por bote también. Se llevaban digamos, tres chanchos en un bote. Eran tres o cuatro botes. Eran tres por cuatro, doce chanchos los que se llevaban (T6). La otra era ir a pie subiendo la montaña hacia Boruca y bajando después hacia Cortés. Algunos iban arriando una manada de chanchos para venderlos en el Pozo. T6. Mi papá fue una vez desde Potrero Grande hasta Cortés llevando una lata de manteca al hombro para venderla. Había que subir a Boruca y después bajar. No hay de otra. Fíjese si costaba vivir aquí y así vivió la gente, entonces, cuando no existía la carretera (T8).

El río era peligroso, pa’ qué le voy a decir que no. Algunos se iban solos con sus ayudantes río abajo, pero otros, mejor se ponían de acuerdo, en caravana de botes. No todos llevaban carga, sino que iban acompañando, por un percance. Entonces compartían la carga de los otros para que no fueran tan recargados. Iban dos o tres botes de la familia, el peso del bote disminuía. Otros recargaban el bote, por llevar toda la carga de una sola vez, y ahí era donde perecían. Mejor hacer una caravana, entonces en el río se alcanzaba a ver una caravana de botes, iban para el Pozo. Unos decían adiós, alzaban la mano: adiós, adiós, que Dios te acompañe. Idiay, ellos sabían que iban por un lugar peligroso, que habían remolinos en los ríos, corrientes, que totalmente… eran de peligro. No era cuestión de jugar, que vamos ir a pasear, no, no. ¡Qué va! Sabían que iban a luchar, con miras a vida o muerte. ¿Usted sabe?… si el bote se volcaba… todo el afán del año, la agricultura de todo el año, se perdía… hasta la vida se perdía por irlo a vender allá. Se perdía hasta la vida, o sea, ponían a arriesgar el pellejo.

 

Tomado de “Historia y tradición en Potrero Grande. Un pueblo costarricense de origen costarricense de origen chiricano Panameño”. Amador José L. EUNED, 2008