Capítulo VI
Aspectos económicos de Curré

— Introducción —

La pregunta de Delfín.

A Delfín Rodríguez, de Curré,
que sabe hacer preguntas certeras.

Una noche estábamos varias personas frente al negocio de doña Fidelia, sentados en unos troncos conversando animadamente a la luz de la luna, cuando se acercaron dos muchachos. Uno de ellos, visiblemente angustiado, planteó una pregunta y un razonamiento que me parecieron particularmente certeros, ¿usted se ha dado cuenta que en Curré hay familias que no se sabe de qué viven? ¿qué pasaría con ellas en caso de una reubicación? ¿qué pasará con ellas cuando ya no estén en este lugar? La preocupación de Delfín es totalmente válida, y ha sido una de mis inquietudes en Curré. En una región agobiada por el desempleo, yo también me he preguntado ¿cómo se las arreglan…? De algún modo han encontrado formas de adherirse a su tierra para sobrevivir, o a lo que les ha quedado de ella. ¿Pero cuáles son esas formas? ¿Cómo harían en caso de ser reubicados, para sobrevivir en otra región que no tenga las mismas características?

Tuve que decirle a Delfín, que tiene razón. ¿De qué viven los curreseños? Es una pregunta esencial. Y le expliqué que eso es algo que he estado tratando de comprender en mi investigación. Intentaré responder algunas de sus preguntas en este capítulo.

 

ACTIVIDAD ECONÓMICA EN CURRÉ

Estrategias de sobrevivencia.

Importancia del aspecto económico.

El estudio de los aspectos económicos de una sociedad, ofrece elementos para comprender mejor las estrategias de las personas para sobrevivir, la trama de relaciones sociales y las interacciones con el medio. La comprensión de estos aspectos básicos facilita más tarde la comprensión de aspectos atinentes a visión de mundo y procesos ideológicos e identitarios. Por tal motivo en esta investigación se prestó especial atención a comprender cómo se las agencian las personas en Curré para sobrevivir.

Esta pregunta adquiere particular relevancia en el caso de una comunidad que eventualmente podría ser reubicada por efecto de la construcción de un megaproyecto infraestructural, como es la comunidad de Curré. El estudio de las estrategias de sobrevivencia y de la actividad económica en general, se torna especialmente importante porque la actividad económica es una forma de apropiación del medio, acción que se logra gracias a la elaboración de estrategias, y mecanismos culturales para tal efecto. Sin embargo, la reubicación en un espacio con características ambientales, económicas y sociales distintas, involucra la posibilidad de que el repertorio de valores, habilidades, conocimientos y posibilidades de adaptación de la comunidad, no sea apropiado para el nuevo contexto. Esta es otra razón más para preguntarse acerca de cuáles son esas estrategias y mecanismos de adaptación y sobrevivencia de la comunidad.

En este capítulo se detectan los principales actores económicos de Curré, estos son: jornaleros, peones bananeros, agricultores en lo propio, empleados, artesanos, (jicarero, mascareros, tejedoras), entre otros. Posteriormente se caracteriza la actividad y la problemática de cada uno de estos actores. Finalmente se incursiona en el análisis de la problemática socioeconómica de la comunidad, especialmente a partir del análisis del consumo y la migración.

 

Los actores económicos de Curré.

Hacía tiempo me venía haciendo la pregunta ¿de qué viven los curreseños? Esta fue también la interrogante que tan acertadamente planteó Delfín. Uno de los aspectos que más me intrigaba era que en su discurso, los curreseños se identifican siempre como agricultores, sin embargo los pobladores de Curré Centro son más bien una población con escaso acceso a la tierra. Me preguntaba entonces si la tendencia a mencionar la actividad agrícola y la vinculación a la tierra, no sería entonces más una reminiscencia cultural que una situación real. Una encuesta reciente (ICE, 2 000 a) señalaba que 56 % de los jefes de familia en Curré, se dedican a la agricultura, y 60. 37 % trabajan por cuenta propia. Estos datos tampoco resolvían mi inquietud, porque me preguntaba, ¿cómo podrían trabajar en lo propio, en agricultura, sin acceso a la tierra?

Las entrevistas a profundidad que veníamos haciendo podían informar acerca de casos particulares, pero tampoco eran suficientes, y más bien se requería una visión panorámica de la comunidad que permitiera establecer los diferentes sectores económicos y ocupacionales de Curré. Se planteó entonces la necesidad de hacer un censo casa por casa, para determinar la actividad económica concreta, e incluso conversar con las personas sobre su actividad económica. En esta encuesta se preguntó por “la principal fuente de ingreso familiar” y por “la segunda fuente de ingreso familiar”. Con esto se esperaba conocer la actividad en que se desempeñaba la persona que aporta el ingreso familiar de mayor magnitud, pero además, detectar si existían fuentes de ingreso complementarias. Los resultados de estas preguntas se exponen en los cuadros No. 3 y No. 4 y en los respectivos gráficos (Ver Anexos). Un vistazo a estos cuadros da a conocer esas fuentes de ingreso y perfila los principales actores económicos de la comunidad, a saber: jornaleros, peones bananeros, agricultores en lo propio, empleados, artesanos, pensionados, comerciantes y ganaderos. Me referiré rápidamente a cada uno de ellos.

 

Jornaleros.

La principal fuente de ingreso familiar de Curré es la que se genera a partir de la actividad de los jornaleros, con 24 % de las familias dependiendo de este rubro. Son empleados ocasionales que laboran por lo general en fincas ganaderas de no indígenas. A la inestabilidad laboral, se agrega el hecho de que perciben bajos salarios y carecen de garantías sociales, tales como pago de vacaciones, aguinaldo o seguro por enfermedad o accidentes laborales.

 

Peón bananero.

Es la segunda actividad que aparece mencionada como principal fuente de ingreso familiar. 19. 3 % de las familias habían encontrado su principal fuente de ingreso en la actividad bananera. La bananera también fue mencionada entre las fuentes secundarias de ingreso familiar (8. 1 %) lo que eleva su importancia. Las fincas bananeras fueron la fuente de ingreso más remunerativa para los curreseños durante los últimos meses. Su repercusión económica resultaba beneficiosa para la comunidad en general, la que vio su actividad económica ligeramente activada. Sin embargo a mediados de noviembre del 2 000 una ola de despidos masivos en la actividad bananera del país, acabó con este sector laboral, afectando fuertemente a Curré.

 

Agricultores en lo propio.

Esta actividad fue citada como principal fuente de ingreso en el 16 % de las familias. Es una situación económica y laboral parecida a la de los jornaleros en cuanto a pobreza e inestabilidad. En Curré se definen como agricultores en lo propio aquellos que practican la agricultura sin patrono, en terrenos alquilados o de su pertenencia, a menudo a muy baja escala e incluso en el mismo terreno, o cuadra, en que está construida su vivienda. Algunos de ellos son cultivadores de plátano, única producción comercial de Curré, la que aun así, es con frecuencia una forma precaria de subsistencia. En muchos casos son personas mayores que asisten su pequeña parcela de plátano, lo que apenas les da para pasar.

 

Empleados.

Esta categoría de “empleados” como principal fuente de ingreso familiar constituye el 11. 3 %. En este rubro incluimos a los maestros, un chofer, un vendedor de pan, etc. Los maestros son tres y alcanzan el 3. 4 %. En algunas familias mencionaron maestros como fuente secundaria de ingreso, en estos casos “secundario” no significó menor ingreso, sino que se trataba del ingreso de un hijo o de la esposa, de lo contrario este rubro sería ligeramente más elevado. Cabe apuntar que los maestros son los únicos profesionales en la comunidad.

 

Artesanos.

Uno de los aspectos más importantes que reveló esta encuesta, es el que tiene que ver con la artesanía. Esta actividad fue mencionada como principal fuente de ingreso familiar por tan solo un 10 % de los encuestados (Ver Cuadro No. 3). Sin embargo, cuando se indagó acerca de una segunda fuente de ingreso familiar, el 37. 8 % de los que respondieron esta pregunta señalaron a la artesanía, lo que revela que funciona como la fuente complementaria de ingresos más importante. Nuestra posterior indagación etnográfica nos permitió profundizar este aspecto y comprobar que en realidad esta es una cifra conservadora, y son mucho más las familias que perciben ingresos de esta actividad, dado que muchos no se consideran a sí mismos artesanos pero perciben beneficios directos o indirectos de la actividad (Cuadro y gráfico No. 4).

 

Pensiones y ayudas.

Es importante destacar que un 10 % de la población dice depender, como principal ingreso familiar, de pensiones del Estado, en su mayoría paupérrimas (11. 000 colones mensuales), pensiones familiares, ayudas familiares u otro tipo de ayudas, como principal fuente de ingreso familiar.

 

Comercio.

Esta es la principal fuente de ingresos para tan solo 3. 4 % de las familias. Esto incluye dueños de una pulpería, una cantina y un artesano. Otros practican esta actividad, pero la consideran secundaria.

 

Ganadería.

Es el ingreso principal para 3 familias no indígenas de Curré Centro (3. 4 %). Demanda mano de obra de peones indígenas que obtienen trabajo en estas u otras fincas de la región.

Los datos correspondientes a la “fuente secundaria de ingreso familiar” no en todos los casos se pudieron obtener. Aún así, este cuadro (No. 4) aporta información útil acerca de las actividades que realizan las familias para complementar la “principal fuente de ingreso”, cuando esta es insuficiente. La artesanía, se explicó ya, se constituyó de manera muy evidente en la principal fuente secundaria de ingresos, siendo el soporte para el 37 % de familias a las que se les consultó por este aspecto.

Estos datos cuantitativos arrojaron luz para entender mejor las líneas gruesas de la actividad económica en Curré. El censo nos permitió perfilar las principales actividades y determinar los actores económicos de Curré. Más tarde, para comprender mejor este panorama, se realizó un ciclo de entrevistas, orientadas a profundizar etnográficamente en la vivencia de cada uno de estos actores económicos, especialmente en los más significativos, a saber, los jornaleros, productores en lo propio, peones bananeros y artesanos. Con ello se pretendía conocer las condiciones de trabajo, salarios, interacciones de unas actividades con otras, aspectos culturales e identitarios, ligados a cada actividad laboral y actor económico en Curré.

 

LOS JORNALEROS

Su importancia

La actividad de peón o jornalero, es la que aparece como principal fuente de ingreso familiar en Curré. 21 hogares dependen de la actividad de jornalero, como principal fuente de ingreso, lo que significa un 23. 9 % de las familias consultadas. Ver cuadro No. 3.

La principal característica del jornalero es su inestabilidad laboral, lo que repercute en su situación social y económica. Es por eso que la posición predominante que ocupa esta actividad, como principal fuente de ingreso familiar en Curré, demuestra la difícil situación imperante en esta comunidad. El jornalero es empleado solo de manera circunstancial, en una región de muy escasa demanda laboral, lo que lo convierte en un cuasi-desempleado. Es, en realidad, una categoría que encubre al desempleado, aquel que permanentemente “pulsea una chambita”, la que puede llegar o no llegar, y cuando la obtiene no goza de garantías sociales, ni de otras condiciones que garanticen su calidad de vida.

En Curré, el jornalero es, en definitiva, el indígena desposeído, convertido en asalariado de otro, generalmente un no indígena, que ha logrado adueñarse de una parcela dentro del territorio indígena. Como me dijera con pesar doña María Mora:

 

Han vendido sus tierras y ahorita también pertenecen a una cuadrilla, y en algunos casos, esos indígenas son peones en las mismas fincas donde ellos han vendido.

María Mora, testimonio oral.

 

Jornalear es, entonces, “trabajar por un jornal”, es decir, por el sustento de cada día, en aquellas tierras que antes pertenecieron al indígena, pero que, según sostiene la ley, son suyas de forma inalienable, imprescriptible, intransferible, y exclusivas para las comunidades indígenas que las habitan. Ley indígena, 1977 (Guevara y Chacón; 1992: 46).

Dadas las actuales condiciones de desempleo que presenta Curré y la región aledaña, la única vía que queda para estos desposeídos es la migración. Sin embargo muchos de los peones son hombres de edad, muchachos jóvenes o padres de familia con hijos, personas no escolarizadas o sin experiencia, que no pueden abandonar la comunidad y desempeñarse fuera de ella, o bien, hacen un esfuerzo por no desarraigarse de Curré, llevándose a su familia.

Durante la realización de esta encuesta no se habían producido los despidos masivos de la bananera, ocurridos a inicios del 2001, lo que indica que el número de jornaleros y desempleados es hoy significativamente mayor del que demuestran nuestros datos y que la situación de Curré a esta fecha es abrumadora.

 

Jornaleros de carne y hueso

Don Pedro y Martín.

Un joven jornalero, casado y con hijos pequeños, aporta un testimonio que ilustra la situación de este amplio sector de curreseños:

 

Actualmente no tengo trabajo fijo. A veces aparece alguna chamba por ahí, contratillos que salen de vez en cuando. El ultimo trabajo que tuve como jornalero, fue chapeando potreros. Generalmente trabajo por destajo Se paga calculando el lote, por contrato.

Cuesta encontrar trabajo, cuesta mucho. Algunos finqueros tienen mucho trabajo, lo que pasa es que a veces no quieren pagar lo que vale el trabajo.

Martín Lázaro, Testimonio oral.

 

Las actividades que realizan los peones son chapea de potrero, (lo más frecuente), reparación de cercas, colocación de postes. Generalmente se trabaja en terrenos dedicados a la producción ganadera, y casi nunca en agricultura (Martín Lázaro). Ello se debe a que los no indígenas que han adquirido tierras dentro del Territorio, se dedican fundamentalmente a la ganadería (Rosa Rojas). Los empleadores más importantes en la región de Curré Centro son los señores Senén Caballero, Dago Jara, Adrián Morales y Tite Fuentes.

Don Pedro Rojas es un hombre de sesenta y seis años. Trabaja como peón en una finca ganadera perteneciente a un no indígena afincado en el Territorio indígena de Curré. Don Pedro se siente afortunado y agradecido de que el dueño lo contrate siempre a él, lo que lo pone en una situación mucho más favorable que la de la mayoría de los peones.

 

Yo tengo dieciséis años de trabajar en una sola finca, con un solo patrón. Nada más mantenimiento de la finca, chapias, cercas, alambre, rondas. – Y explica – Hacer rondas es limpiar las cercas. En una finca hay muchísimos colindantes por todas partes, y cercas para dividir los cortes, para meter el ganado un tiempo en una parte, otro tiempo en otro, otro tiempo en otro, todo eso tiene alambre así cruzao. Entonces hay que limpiar las cercas de alambre, uno o dos metros de cada lado, que el alambre esté limpio. Eso le llamamos ronda.

 

Condiciones laborales.

Preguntado acerca de las condiciones laborales, Seguro Social, vacaciones, aguinaldo, y otros, don Pedro Rojas contesta que:

 

No me están pagando seguro. Fijáte que, usted no me va a creer que, de los dieciséis años que tengo de trabajar con ese señor, nunca lo he molestado para un cinco ni para un… por lo menos una espinada, y nunca le falto en el trabajo y nunca me he herido con nada. El me esté pagando digamos aguinaldo, él me ayuda siempre pa’ final de año, sí me ayuda con algo de platilla…

Vacaciones no me paga. Él me paga días trabajados. Si no trabajo, no me paga. El me entrega los cortes por contrato. Chapia, también las rondas, también como son largas, son kilómetros. Todo eso lo hago yo por destajo, dice él, verdad.

 

Hemos observado que don Pedro padece de la vista y de fuertes dolores de estómago y, aunque goza de Seguro Social por el Estado, a veces no tiene dinero para trasladarse a Buenos Aires o Pérez Zeledón para ser atendido por un médico especialista. Estos aspectos no los menciona en su testimonio. Por otra parte, se desprende de su relato que el jornalero, merced a la naturaleza de su contratación, es quien compra sus herramientas:

 

Yo compro las herramientas de mi salario. ¿Cómo ve eso usted eso? (Risas) no que es preferible que el patrón le dé a uno la herramienta, lima, cuchillo, botas, por lo menos. Es justo, ¿verdá? que le den.

Y prosigue en una evidente racionalización de su nada ventajosa situación:

Nunca me falta la suerte, nunca me perjudicó… ¿que no tengo las herramientas? más bien me sobra cómo comprarlas, a veces, la lima, cuchillo, zapatos, todo… Yo llego ‘onde él con las herramientas… y a veces me mete una burla él, “ah que fulano anda estrenando”. Sí, le digo, porque estoy trabajando con un patrón…, usted tiene bastante ganao, le digo (bromeando).

Pedro Rojas, Testimonio oral.

 

Explotación y sumisión

El análisis de estos testimonios permite ver no solo las condiciones de explotación personal e inclusive familiar a que es sometido en peón, sino también las relaciones de sumisión y dependencia que eventualmente se establecen con el patrón, como lo demuestra el hecho de que éste, a su juicio, puede retener al peón parte del salario. Por eso dice uno de nuestros informantes:

 

El trabajo del peón es duro. Digamos, dice el patrón: mirá vamos a ver el potrero. Y tal vez me decía, te doy 15. 000 colones por éste … y tal vez 15. 000 colones en 40 hectáreas ¿Se imagina cuánto valía cada hectárea? Había que pulsearla uno bastante, para poder uno sacar una ventaja. Me mataba y de último quedábamos apenas. Toda la familia, maltratándonos… (Por ejemplo), viene un señor de apellido (se omite)… este señor tiene un potrero. A veces me decía que fuera a hacerle algún trabajo ahí, tal vez por poca plata. Se maltrataba uno, caminar más de una hora (para llegar al sitio, y eso no se paga). Y a veces me pagaba una parte y otra no, había que esperar, otro día que le fuera ayudar otra vez, (para que me diera el resto). Si pagaban, pero así como le digo.

Testimonio Oral No. 46.

 

El salario del peón

El salario del peón es de doscientos cincuenta colones la hora, lo que en la práctica puede significar de nueve a diez mil colones por semana, cuando se tiene suerte de encontrar un trabajo que dure ese tiempo.

 

Lo están pagando ahorita a dos y medio la hora, (doscientos cincuenta colones) Eso si trabajan por hora… trabajan cinco o trabajan seis horas y el que quiere más plata trabaja las ocho horas. También sin Seguro Social. Económicamente su situación es muy alcanzada. Hay de todo: casados, con mujer o sin mujer, mayores y jóvenes.

Pedro Rojas, testimonio oral.

 

Martín Lázaro logra ganar unos nueve mil colones por semana, pero hay que guardar para la época de vacas flacas:

 

Trabajando toda la semana, hasta el sábado mediodía, puede uno salir como en nueve mil colones por semana. Depende de con quien vaya (a trabajar) empiezan a las seis de la mañana. Se gana un promedio de 1.500 colones por día. Pero se pasan periodos sin trabajo. Como decir ahora tengo dos semanas de estar sin trabajo, pasando ahí de lo poquito que se gana, uno va guardando para medio comer los frijolitos.

Durante los periodos de desempleo no queda más que apretarse la faja, porque…

Aquí funciona el crédito, (en la pulpería) pero uno no puede hacerse de mucho crédito, por ejemplo yo tengo mas de una semana de no trabajar, solo estar comiendo y no tener de dónde coger, nosotros no comemos mucho. No gastamos mucho, uno se pone a comer carne todos los días… entonces no va a alcanzar.

 

Don Pedro Rojas tiene otro problema adicional, que no es ajeno al de otros jornaleros de Curré: su edad y su salud le impiden trabajar la semana completa. Cuando tiene suerte logra sacar unos ocho mil colones por semana, que se van como agua…

 

Por contrato me sale más o menos unos dos rojitos (dos mil colones) por medio día. Ahora ya la salud ya no me deja trabajar todos los seis días, sino que diay… Me asoleo mucho o algo, ya me hace daño el trabajo, entonces diay, ya pierdo dos días… Trabajo cuatro días, por semana. Entonces ahí es ‘onde tengo la baja del sueldo, pero no los trabajo. Me gano, digamos, ocho mil colones por semana, más o menos, solamente. Pero ¡qué va! Es una lamparita esos ocho mil pesos, porque va uno a la pulpería y esos ocho mil pesos los traiba uno en una bolsa de comedera. Y ese sueldo es el único matadero que tenemos… De eso vivimos mi señora y yo. Sí… y la señora, aquí tenemos mucha familia y ¡ah! ella nunca le mezquina a nadie, a ninguna familia, de manera que… tenemos mucho gasto (Se refiere a sus hijos casados).

 

Escasez de empleo.

La falta de empleo para el peón se agrava todavía más, debido a que Curré, con excepción de la producción del plátano, prácticamente carece de actividad agrícola comercial. Ha dejado de ser el sitio de alta productividad que fue en el pasado y que recuerdan los curreseños en sus testimonios. No se cultiva ya el arroz, el maíz, los ayotes o las naranjas, y ello se debe en gran parte al comportamiento del mercado, a la conversión de los terrenos en potreros, al agotamiento de las tierras, pero también al cambio climático, que ha alargado los veranos.

 

Los meses en los que hay menos trabajo para el peón son febrero a marzo, (verano) antes si había buen trabajo porque había mucha agricultura en el mes de abril, ‘hora no. Todavía en diciembre hay buen trabajo, ya en febrero y marzo no.

Pedro Rojas, testimonio oral.

 

Y es que como explica don Santos Rojas, el clima ha cambiado:

 

En antes los abuelos de nosotros, los papás… sembraban en abril, pero eran muy pocos los veranos que había porque había bastante montaña. Ahora, al nosotros destruir la montaña, los bosques, se plantan los veranos. Imagínese cómo estamos ahora, que el tiempo de aquí es para que esté lluvioso y esto está averana’o desde en junio… entonces es un cambio total de lo que es el ambiente…

 

A ello se debe que abril, haya dejado de ser el mes de la siembra, y los jornaleros tampoco se vean favorecidos con esa actividad.

 

Resistencia a ser jornalero.

Aun en medio de la miseria, algunos, especialmente los muchachos jóvenes, se niegan a trabajar con esos salarios tan bajos. Esto explica la existencia de un pequeño grupo de desempleados que pululan por el poblado, a menudo en el sector de la pulpería y la carretera:

 

…Ellos dicen que para ganar poco, mejor no, mejor no trabajo, mejor estoy ahí de vago, pero no le doy la espalda a ninguno otro… Por otro lado, alrededor de esta comunidad, no hay lugares de trabajo, entonces ¿a ’onde van a ir? Los salarios son baratísimos y por unos días nada más, una semana o media semana, ya le dicen al patrón bueno se terminó, se terminó, no hay trabajo (Pedro Rojas, testimonio oral).

 

Jornaleros y desposeídos

El jornalero es un desposeído, su principal a actividad económica es ser un asalariado que, cuando tiene suerte, encuentra trabajo en las fincas de los blancos que han adquirido sus tierras, las mismas que según la ley son de la pertenencia de su comunidad de manera inalienable, imprescriptible, intransferible y exclusiva. Es el príncipe mendigo, poseedor de más de 10 000 hectáreas, que están en un papel. Los peones bananeros, como ha dicho doña María Mora, son también jornaleros que trabajan en una empresa.

Romper este círculo vicioso solo es posible por la vía de la educación o escapando de Curré mediante la migración. Este sino está sellado por la venta ilegal de las tierras que hicieron los padres y los abuelos indígenas, y que pesa sobre las actuales generaciones de curreseños. El jornalero es la prueba viviente de un proceso de descomposición de las formas tradicionales de tenencia de la tierra, un proceso de desposesión y proletarización que aún está en marcha.

 

PEONES BANANEROS

Su importancia

Casi un 20 % de las familias encuestadas afirmaron que la actividad de la que obtenían su principal ingreso era la labor de “peón de finca bananera”. Algunos de estos trabajadores aparecen también ocupando un sitio como ingreso familiar secundario, pero esto no se debe a que sea un ingreso de segundo orden en magnitud o importancia, sino a que son hijos o yernos de otro bananero, como llaman en Curré a los peones de las fincas productoras de banano (Ver Gráfico No. 3).

Al momento de hacerse esta investigación, me interesó este grupo laboral porque parecía ser uno de los pocos sectores con buenos ingresos y estabilidad, en un contexto social de ingresos escasos e inestabilidad laboral, caracterizado por la situación de grandes grupos de población vulnerable como los jornaleros, los agricultores en lo propio, los pensionados o los artesanos, los que sumados sobrepasan el 50 % de la comunidad.

El número de peones bananeros que diariamente viajaban en un autobús especial de Curré a las plantaciones, era en octubre del 2000, de unas 24 personas, pudiendo haber sido más, varias semanas antes (Felix Rojas, testimonio oral). Se trataba entonces de un sector significativo de la población productiva de Curré, cuyo ingreso generaba un aporte económico importante a la comunidad.

Desafortunadamente para Curré, a mediados de noviembre una ola de despidos masivos prácticamente acabó con este sector laboral, convirtiéndolos en desempleados, por efecto de la crisis bananera que ha afectado a nuestro país, originada por la Unión Europea al eliminar la cuota de compra de banano que se le asignaba a Costa Rica (La Nación, 10 de octubre del 2 000 / 23A).

Aunque este grupo está prácticamente deshecho, sus testimonios quedaron recopilados y el siguiente análisis permite apreciar de qué modo un trabajo en apariencia estable, y salarios aceptables podían repercutir sobre la familia y la comunidad curreseña. De algún modo, el conocimiento de esta experiencia podría servir para visualizar aspectos del impacto en Curré de un desarrollo planificado o de la posible inserción en la actividad laboral durante la eventual construcción de una represa hidroeléctrica.

 

Retorno a Curré

El reclutamiento de peones por la empresa frutera, trajo una serie de beneficios para Curré. El más inmediato fue el retorno de un grupo de curreseños que había tenido que emigrar a la Región Atlántica en busca de empleo. A mediados de 1999, el visitador técnico de salud de la región, informaba que un buen número de las casas de Curré estaban vacías, debido a la necesidad de sus habitantes por desplazarse a buscar trabajo en otros sitios especialmente en las bananeras (Arnulfo Marchena, comunicación personal). La apertura de empleos en plantaciones cercanas a Curré era entonces una excelente noticia que permitía a familias enteras como la de Carlos Rojas, volver con su esposa e hijos a la comunidad, después de varios años de trabajo en el Atlántico (Carlos Rojas, Testimonio Oral). Otro testimonio oral sobre este aspecto es el de Félix Rojas:

 

Estas fincas están en Palmar Sur. De Curré a Palmar Norte hay 28 kilómetros y de Palmar Norte a la finca son 8 kilómetros. Esta empresa se llama Fibasur, Coope – adelante. También está Finca 12 y Finca 11, son sociedades. Hay otras fincas, pero todos los compañeros estamos en Fibasur.

 

Mejora de la situación económica.

El regreso a Curré de los bananeros que habían partido a la región atlántica del país, y el ingreso de algunos otros a la actividad, ahora en las fincas de la región, trajo a las familias algunos beneficios y también a la localidad. No salió Curré de su pobreza, pero por lo menos algunas familias pudieron alimentarse algo mejor, o abastecerse de enseres electrodomésticos gracias a la apertura del crédito. El ingreso de este sector a la nueva actividad laboral, significó algún repunte en la escasa vida comercial de Curré, mejorando un poco el surtido de la pulpería. Era posible observar, por ejemplo, que el movimiento en la cantina dependía del día de pago en las fincas bananeras.
El aporte de esta actividad para la economía de Curré, se evidencia se manifiesta en el testimonio de la dueña de la pulpería del pueblo. Conversando acerca de la dura situación económica de Curré, Doña María explica la dificultad de la gente para comprar algo más que arroz, frijoles, azúcar, fideos, y a veces la imposibilidad de consumir carne. En ese contexto nuestra interlocutora subraya la importancia para Curré de la actividad frutera, como fuente de empleo.

 

Yo veo la situación económica mal aquí en Curré. Yo veo que la falta de empleo está bien mal aquí en Curré. Si no fuera por esa compañía no sé cómo viviría la gente porque… ahora fue que se vino un montón de gente para acá, que están trabajando ahí. Pero antes se había ido mucha gente para fuera, porque no había trabajo.

 

Y agrega, refiriéndose a la importancia de la bananera para su propio negocio:

 

Para todos nos sirve, para mí me sirve muchísimo, porque trabajo con ellos.

María Cedeño, testimonio oral.

 

De esta última aseveración se puede deducir la importancia del ingreso percibido por los bananeros, para la economía de la comunidad de Curré en general, incluido por supuesto el modesto negocio de doña María. A nivel personal, el ingreso a la actividad bananera significó para los curreseños un repunte en su nivel salarial.

 

El salario depende, en principio pagaban muy mal, pero ahora con un reajuste que hubo pagan mejor. Tal como yo estoy trabajando por tarea, por contrato, de acuerdo a lo que siembre. Tal vez unos 35.000 colones por quincena. Otras personas ganan mas, el acarreador, el conchador, el cortador. Trabajan por cuadrillas de tres, si esa cuadrilla en el día sacó quince viajes, tal vez de veinte racimos de bananos, se echan sus seis rojos, (seis mil colones diarios). Lo máximo que sacan son cincuenta mil por quincena, estos son los cortadores.

 

Pero la gran mayoría, se mantiene entonces en unos setenta mil colones por mes. Esto significa un importante salto si se compara con el salario, eventual del jornalero, ubicado en unos 9. 000 por semana, a 250 la hora (Martín Lázaro). Tal situación permitió alguna mejora en el estilo de vida de estos trabajadores, mediante la adquisición de bienes generalmente al crédito, entre ellos televisores, vídeo casseteras y equipos de sonido, en algún caso que pudimos observar. Tener un salario fijo ya es una garantía de pago. Porque como afirma don Felix Rojas:

 

Todos los que han abierto un crédito… (cumplen, porque) cada quince días nos pagan, ¿ así es que quien fallaría? Y agrega: Tengo crédito en importadora Monge, pero no tengo otras deudas.

 

No todos los peones bananeros compran “el diario” en la pulpería de Curré. Su poder adquisitivo y el paso por Palmar Norte, les permite optar por otras fuentes de abastecimiento:

 

En la pulpería yo prefiero comprar al contado, que al crédito. La comida la estoy trayendo de Palmar (Norte) por quincena, se compra en un supermercado, se compra mas barato y nos hacen un buen precio.

Aquí en la casa habemos tres (peones bananeros), cada uno tiene su familia y lo que hacemos es que pagamos taxi entre los tres. Otros compañeros se quedan comprando un pedacillo de carne, traer pan y lo que es el diario lo compran aquí, en la pulpería.

 

De jornalero a bananero

Testimonio de don Félix Rojas.

La génesis del peón bananero se inicia con la pérdida de la tierra, y su conversión en jornalero. Don Félix Rojas es un peón bananero y su testimonio oral ilustra claramente la experiencia y situación de este sector de curreseños. Don Felix nos atendió varias veces en su casa. No siempre fue fácil entrevistar a los bananeros, porque su horario hace difícil que podamos localizarlos.

 

Antes de trabajar en la bananera don Felix… trabajaba aquí como jornalero. Como antes la gente de aquí cultivaba de todo, maíz, frijoles, yo trabajaba como jornalero cultivando aquí mismo. Pero paso el tiempo, ya lo que el maíz y frijoles, no daban, Entonces las personas que daban trabajo ya no podían dar trabajo. Solo daban trabajo las personas que tenían más medios para producir, como comprar abono para abonar las cosechas.

 

Según afirman los curreseños, Curré ha experimentado una disminución de la productividad de la tierra, originada entre otras cosas por la pérdida de fertilidad de las parcelas, incremento de las plagas y cambio climático. Como resultado de esta situación, aseveran, ya no se puede producir si no es con una fuerte inversión en abonos y pesticidas, lo que hace que esto no ya no sea rentable (Ver Productores de Plátano).

Don Felix también tuvo un pedacito de tierra, pero la vendió porque estaba al otro lado del río, lo que hacía difícil el transporte personal y de los productos. Ahí sembraba arroz, frijol y maíz. Con esa venta se inicia su vida como peón:

 

Después de esto seguí como peón y ayudándole a uno y otro. No tenía trabajo fijo, una semana le ayudaba a uno y otra semana a otro.

 

Más tarde la familia se ve en la necesidad de salir de Curré, en busca de sustento:

 

Cuando llega la época del café nos fuimos para San Isidro. Ahí nos fuimos acomodando, entre toda la familia recogíamos el café, y ya la semana salía por 40.000 colones, con este dinero (ganado entre todos) comprábamos la comida, el vestido.

 

Y fue entonces cuando surgió la posibilidad de laborar como peón bananero:

 

Yo estaba en las cogidas de café, y este trabajo (de bananero) apareció después del Huracán César. César destruyó todas esas fincas, todas esas bananeras. Entonces comenzaron de nuevo, la gente (de la bananera) comenzaron de nuevo, a levantar. No se conseguía gente, no se conseguía peones. Entonces los bananos estaban encharralados, los puentes caídos… Había que levantarlos, pero por la necesidad de peones se vieron en la necesidad de venir aquí; pensaron que Curré podía ayudarles, poniendo ellos el transporte.

Si ellos no tenían mano de obra… había partes que quedaron destruidas.

 

Ventajas de ser bananero

El bananero compara su condición actual con su anterior experiencia de peón y concluye que está mejor en la empresa frutera:

 

Trabajando en la bananera me he sentido mejor. Aquí (en Curré, trabajando como peón) los trabajos son muy duros, hay que pulsearla mucho, caminar mucho, más de una hora (para llegar a los sitios de trabajo). Ya llega el sábado va uno por el paguito, digamos recogí 20.000 colones. Ya el patrón le dice tomá 15.000 y que después le da el resto. Y hay que andar detrás de su plata. En cuanto a esta empresa no, porque esta empresa cada quince días paga y asegurado.

 

En la empresa bananera el trabajador disfruta de beneficios sociales que no encuentra trabajando como peón en Curré:

 

Antes de trabajar en la compañía bananera tenía Seguro Social por el Estado, pero no es lo mismo. Me siento mejor ahora, porque si yo me enfermo, me dan una incapacidad y el seguro me lo va a pagar. Es una semana que no voy a perder, el Seguro me la va a pagar. (Asegurado) por el Estado, como estaba antes, me veían y me daban pastillitas y me regresaba otra vez, y si me internaba mi familia quedaba ahí, y no me pagaban nada.

Hace mucho me molestaba la espalda (…) me mandaron al INS y estuve ocho días de vago aquí (en la casa). Uno tiene una diferencia a lo de antes.

 

Don Félix se refiere al trato recibido en la compañía y asegura que …

 

todo es dejarse llevar por el patrón, si uno es agresivo y malcriado, el patrón le pone… pero si uno es llevadero con el patrón…

 

En la impersonalidad de la empresa la condición de indígena desaparece, y don Félix asegura que no hay ningún tipo de marginación o trato diferente:

 

A todos nos tratan igual ahí, todos somos iguales.

 

Jornada diaria del bananero

Una de las particularidades del trabajo del peón bananero es lo pesado de su jornada diaria, especialmente por lo temprano que empieza el día, situación que también afecta a su compañera. El bus sale de madrugada y va llegando a Curré casi al anochecer.

 

Bueno yo siempre me levanto a las tres de la madrugada y tengo que estar en el bus a las tres y treinta. El bus llega a las cuatro y treinta a la finca. Empezamos a trabajar de cinco y treinta a seis. El bus sale temprano porque tiene que ir recogiendo gente de Lagarto, Cajón, Palmar, todo eso, tiene ese horario para no llegar contra tiempo.

Para almorzar los que están “en planta” cogen una hora, y uno si lo quiere coger el tiempo de almuerzo lo coge, o sigue trabajando. Es cosa de uno, porque nos pagan por tarea, por contrato. Ellos le pagan a uno lo que uno gana, si uno salió con 20,000 pesos la quincena eso es lo que le dan.

Como yo soy contratista (trabajo por tarea), ya a las tres de la tarde estoy parado, porque el bus ya a las cuatro de la tarde esta ahí. Pero si no ha salido la corta (del banano), no se puede venir uno. Porque hay compañeros que están en la corta, el bus tiene que esperar que salga la ultima persona. Normalmente a las cinco sale, a las 6 estamos aquí otra vez.

Vengo, como, veo televisión y me estoy acostando a las ocho y treinta de la noche.

 

Críticas de otros curreseños.

Algunos curreseños sostienen que este itinerario es muy sacrificado y creen que hay una inversión excesiva de horas que no se pagan, con gran perjuicio para la relación familiar del trabajador:

El problema, en la bananera, por el que dejé de trabajar ahí, es que hay que irse de aquí a las tres de la mañana. La señora tiene que levantarse a las dos de la mañana. Sacando cuentas de la hora que la señora se levanta y la hora que uno se desocupa, es cualquier cosa lo que se gana. No es muy rentable. Si aquí hubiera trabajo nadie iría hasta allá. (…) Lo duro como la mañaneada.

 

Claro que sí hay más estabilidad en la bananera. Lo que pasa es que hay que hacerse el ruso, porque si se pone a sacar cuentas de la hora que entrás a trabajar a la hora que salís,… para que no se aburra…

Martín Lázaro, Testimonio Oral.

El problema es, en resumen, que no les queda tiempo para su vida personal:

 

No hay tiempo para nada, ni para los chiquillos. Cuando uno llegaba ya estaban durmiendo y uno tan apegado a ellos, que por eso decidí salir.

 

Este informante asegura además que últimamente el trabajo en la bananera “estaba malísimo”

 

El trabajo estaba bastante mal, en la corta se ganaba un poquito bien, pero sólo había corta solo dos veces por semana. Si no había nada qué hacer lo mandaban a chapear. A veces no había nada qué hacer, y ahí pagan por lo que uno haga y si no hay qué hacer, no pagan.

 

Pero todo era flor de un día:
Los bananeros de Curré y la Unión Europea.

A principios de octubre los periódicos anunciaban una mala noticia, originada en un lejano sitio del mundo, pero que afectaría a Curré y a los bananeros. Los titulares decían que la Unión Europea eliminó cuota de compra de banano a Costa Rica y el Gobierno teme caos bananero que le costaría al país 150. 000 empleos (La Nación, 10 de octubre del 2 000 / 23A).

La noticia explicaba que hasta ahora el país gozaba de una cuota fija de compra de banano, pero que la Unión Europea reformaría su régimen para implantar un nuevo sistema denominado “primer llegado, primer servido”. Con el nuevo Régimen, ningún importador europeo está obligado a adquirir fruta en Costa Rica. Puede hacerlo en países con menores costos de producción como Ecuador. Según el periódico, en ese país le pagan entre $2 y $3 diarios a un trabajador, mientras aquí, el monto es de unos $7. Se prevé que Costa Rica dejará de exportar 16 millones menos de cajas de bananos. Esta situación, explica el diario, ha traído como consecuencia la decisión de empresas como la Chiquita Brands, de no comprar fruta a los productores independientes entre octubre y diciembre de este año por no existir mercado suficiente. Como resultado de ello, para la fecha de la publicación (10 de octubre del 2 000), ya 214 trabajadores habían sido despedidos en tres fincas de la región de Sixaola, Limón.

Para finales de noviembre, en Curré solo ocho peones bananeros seguían laborando en las fincas de cerca de treinta peones iniciales. El resto había sido despedido. Al parecer, aprovechando la coyuntura estacional, algunos de ellos están yendo a trabajar en las fincas de Café de Pérez Zeledón (Santa Fe). Terminada la cosecha nadie sabe cuál podría ser su suerte, ni la de su familia… ni la de Curré.

Esto no significa otra cosa sino un retroceso para la comunidad. De un golpe se pierden las ventajas obtenidas por este grupo de trabajadores en lo concerniente su retorno a Curré, mejor salario, mejores condiciones laborales, adquisición de Seguro Social, pago de aguinaldo, vacaciones, acceso a crédito, acceso a ciertas comodidades en el hogar, una mejor dieta, estabilidad laboral y revitalización económica de la comunidad.

Con este despido en masa se confirman las palabras de doña María Mora, esposa de un bananero, cuando me hizo comprender que, después de todo, jornaleros son, por igual, los peones que trabajan en Curré, y los que trabajan en las compañías bananeras. El despido masivo no hace otra cosa más que demostrar la falsa estabilidad laboral de los peones bananeros, y los lanza otra vez a la arena de vulnerabilidad y miseria que viven los habitantes de Curré.

 

AGRICULTORES “EN LO PROPIO”

Productores de plátano

Su importancia:

Un 16 % de las familias de Curré señalaron que obtenían su principal ingreso trabajando “en lo propio”, esto es, de la agricultura en terrenos de su pertenencia o alquilados. En otras palabras, este sector vive, o sobrevive, de los escasos productos que obtiene de “la cuadra”, como llaman al lote sobre el que está construida su vivienda, usualmente frutales o algunas matas de plátano. En algunos casos, son productores de plátano, que han conservado parcelas dedicadas a este cultivo, generalmente en las vegas del río. Algunos alquilan para sembrar. Este es un sector de gente mayor, muy arraigada a la tierra, que a duras penas logra complementar su actividad agrícola en baja escala, con artesanía (Ver en este capítulo) o con alguna pensión del Estado.

De acuerdo con los testimonios, en el pasado, Curré comerciaba maíz, arroz, frijoles, naranjas, pero hoy el plátano es su único producto comercial. Hasta hace poco tiempo se producía también ayote, pero los precios bajaron y la actividad dejó de ser rentable. La producción de plátano es una de las pocas, quizá la única actividad agrícola comercial que aún queda en Curré. La producción y comercialización de plátano es un ingreso importante para algunas familias y para la comunidad de Curré en general. De esta actividad se benefician algunos productores indígenas, sus familias, algunos peones y los “chinameros”, que son quienes venden el producto.

El indígena se define como agricultor, sin embargo la suya es una situación ambigua. No existen ya las condiciones para una agricultura de subsistencia pero tampoco se practica una agricultura comercial. Decir que se vive “de lo propio” es en parte una respuesta cultural, un resabio de su tradición agrícola de subsistencia, con venta de excedentes. En la práctica, la agricultura de subsistencia no es autosuficiente y la agricultura comercial es una actividad en la que no pueden participar competitivamente. Es por eso que consideran que la agricultura es “un juego muy peligroso” en el que se invierte mucho dinero y por lo general se pierde. La actividad agrícola comercial en Curré, se ha venido reduciendo a la producción de plátano y de algunos productos para el autoconsumo y el intercambio dentro de la comunidad. Sin embargo, esta endeble actividad agrícola, que quizá no resulte significativa para los tecnócratas desde una perspectiva global del mercado, es lo que permite la sobrevivencia de un importante número de familias en Curré, donde la tierra es además, cultura e identidad. La agricultura en lo propio como forma precaria de producción agrícola, en complemento con la artesanía y otras actividades semejantes, constituyen la economía de sobrevivencia que impera en Curré.

En este apartado nos ocuparemos de indagar las condiciones que caracterizan la producción agrícola en Curré y algunos aspectos concernientes a la producción de plátano. Para este tema nos hemos apoyado de manera especial en el testimonio de don Santos Rojas.

 

La agricultura: Un “juego peligroso”.

Durante años el indígena de Curré fue productor para su subsistencia pero también fue comerciante de sus excedentes. Múltiples testimonios orales y etnográficos se refieren a la producción de Curré, especialmente antes de la construcción de la carretera interamericana, la que se trasladaba, para su venta, en bote por el Río Grande de Térraba hasta el Pozo, hoy Puerto Cortés.

 

Bueno, uno tenía el bote y alistaba uno la carga, bien sea maíz, arroz, frijoles, naranjas o plátanos cualquier cosa y entonces uno cargaba el bote con 10 quintales…

Francisco Mavisca, Testimonio Oral.

 

El informante narra la larga travesía hasta Palmar Norte y asegura que la venta de sus productos, a diferencia de lo que hoy ocurre, era importante para su economía.

 

Pero se veía la plata porque uno vendía el plátano a 5 colones (…) y la naranja lo mismo, la manteca valía 18 colones la lata y el maíz a 7 colones el quintal y el arroz de aquí (…) se vendía a 25 colones el quintal y el frijol a 18 colones. Yo me traía todo lo que (podía)… y venía con plata.

Francisco Mavisca, Testimonio Oral.

 

Los mismos testimonios aseguran que a partir de cierto momento se ha producido una baja en la productividad de las tierras, éstas “no dan” y se hace necesario invertir agroquímicos para obtener una producción razonable, cosa que no se hace porque no se cuenta con recursos suficientes para ello. En efecto,

 

antes la gente de aquí cultivada de todo, maíz, frijoles, (…) pero paso el tiempo, ya lo que es maíz y frijoles, no daba, (había que) comprar abono para abonar las cosechas…

El arroz también se daba. Ahora se produce, pero primeramente hay que limpiar la tierra y cuando el arroz crece hay que abonarlo. Siempre se da, pero hay que tener los medios para mantenerlo. Antes se sembraba una cajuela de arroz y había que ver como crecía, unas grandes espigas. Y el frijol, se sembraba, ¡y había que ver¡ hasta que se caía la matita de la carga. Ahora siembra uno frijoles y solo son cinco o seis vainiquillas… Yo tengo la experiencia, al principio sembraba una libra de frijoles y recogía un quintal de frijol. Quiere decir que si sembraba seis libras de frijol eran seis quintales lo que recogía, y en un pedacillo. Ahora no, yo siembro dos kilos de frijol y si acaso se recoge un quintal y medio, si acaso.

Félix Rojas, Testimonio Oral.

 

En opinión de los entrevistados la presencia de plagas de insectos y otros animales es mayor en la actualidad, lo que dificulta gravemente la producción:

 

Antes no aparecían, (…) había que ver qué maizales, sin químicos, sin nada, no había maleza, también se desyerbaba solo una vez, y solo con eso el maíz crecía.

Félix Rojas, Testimonio Oral.

 

Solo algunos pocos siembran porque hay muchas plagas que hacen daño:

 

Cuando no es la babosa, es el venao, mucho daño tienen. El venao blanco, el grande, aparece allá arriba, bastante. El maíz tiene daño también, porque le caen los pizotes, no dejan nada, los chucullos, peor no dejan nada. Son pajarillos, más grandesitos que el perico. Por eso es que para vender casi no se siembra, ya casi no. Lo más delicado son los frijoles. El maíz no, porque el maíz tiene capullo, y se la juega.

Santos Rojas, Testimonio Oral.

 

Bajo estas circunstancias la agricultura es un albur, una especie de juego muy peligroso, donde se juega la suerte de los pocos recursos del indígena, con muy pocas probabilidades de éxito. Es una apuesta donde pesan en su contra el escaso acceso a la tierra, el incremento de plagas en un entorno ecológico alterado, y un mercado donde concurren productores tecnificados, organizados y competitivos. Incluso aquellos indígenas que aun poseen tierras, se encuentran en dificultades para competir bajo tales circunstancias, y deben hacer las cosas muy “bien medidas”, si es que se arriesgan a jugar el peligroso juego de la agricultura.

Nuestro informante lo plantea con toda la fuerza de su testimonio:

 

Si, pero ya ve. Él (se refiere a otro indígena) tiene buena tierra. Pero también, lo mismo: él hace medidas las cosas. Porque es que es muy caro el peón… Él tiene el terreno allá, (al otro lado del río) y no sirve… ¿cómo le digo? Imagínese que un peón… mandarlo allá y todo… Y es que la agricultura es un juego… ¿Por qué? Porque sí.

Y profundiza su analogía:

Imagínese, yo digo que voy a hacer unas cinco hectáreas con una idea, que es para vender. Viene cualquier cosa y lo siembro a principios de octubre y si le da la gana ya en noviembre es verano. Entonces todo lo que estaba floreado se quedó en nada, porque diay el verano lo jodió. O como que si también, viene… da buena cosecha y se planta un invierno… y es delicadísimo esa vara… Se perdió también. Entonces por eso es que ya todo mundo sabemos que lo que es la agricultura… es un juego muy peligroso.

Santos Rojas, Testimonio Oral.

 

Buena parte del cambio se debe a la deforestación de que ha sido objeto la región y a su deterioro ecológico. Los habitantes de Curré aseguran que ha habido un cambio climático que esto ha traído como resultado el alargamiento de los veranos. En consecuencia, uno de los periodos de siembra que utilizaron los abuelos se ha perdido: el veranero, como llaman a esta cosecha “ya no rinde”. Refiriéndose a la producción de plátanos Santos Rojas explica esta situación, que se presenta también con otros siembros como los frijoles:

 

En antes, los abuelos de nosotros, los papás… sembraban en abril, marzo, abril. Pero en ese tiempo eran muy pocos los veranos que había, porque había bastante montaña. Ahora al nosotros destruir la montaña, los bosques, se plantan los veranos.

Imagínese como estamos ahora (en agosto), que el tiempo de aquí es para que esté lluvioso, pero esto está averanao desde en junio… Entonces es un cambio total de lo que es el ambiente, así en esta forma, es decir, ahora.

Bueno lo sembraban en abril y lo venían cosechando en diciembre, los primeros frutos en diciembre, enero… Pero ahora, con el tiempo que ahora tenemos, se ha cambiao; si uno siembra en abril, ya en enero va están frutiando pero ya no llueve más. Entonces el plátano se queda… ¿cómo le dicen? gelao… No se puede vender, porque ya se queda chiquitito y flaquitos y se pierde. Hay que perderlos porque no tiene venta, no se puede vender a ninguna forma (Santos Rojas, Testimonio Oral).

 

La imposibilidad de sembrar en abril es mencionada por otros informantes (Pedro Rojas, Testimonio Oral).

Otro de los problemas que señalan los curreseños es el de la falta de mercados. Hasta hace poco tiempo estuvieron produciendo ayote y vendiendo con éxito pero merced a un sobreexceso de oferta los precios se vinieron abajo, malográndose las cosechas.

 

El ayote, esa producción es muy buena, y todo, digamos ese bajo, este bajo que tenemos nosotros aquí, (se refiere a las vegas del río) es bueno para esa…para esa clase de producto. Pero ya como le estoy diciendo, a la hora del mercao todo se hunde. Don Valentín ahorita tenía una hectárea ahí, dice que cosechó como 10 mil, como 10 mil kilos…y en estos momentos lo tiene embodega’o porque, nadie le quiere pagar más de 20 colones el kilo.

No hay salida, no hay mercado…y si hay, se lo quiere llevar un intermediario pero así, barato. Y cuando no hay vienen preguntando: ¿no tienen ayotes?, vengo pagando 80 colones el kilo. Diay entonces se emociona a uno, pero a la hora que diay.. Eso es lo que, digamos que nosotros para hacer un proyecto… tendríamos que tener ya fijo, un merca’o o un comerciante que venga, verdá, a cargarlo nada más…

 

Según este informante se han intentado proyectos con la participación de organismos estatales pero sin buenos resultados:

 

El MAG (ministerio de Agricultura y Ganadería) se compromete, dice: hagan, hagan siembren ayote, y yo les voy a buscar un mercao y al final… nada, que no sale nada, entonces eso no es seguro, no es seguro.

Santos Rojas, testimonio Oral.

 

Lo mismo pasa con las naranjas. Hay demasiada producción en la región y al final, nuevamente la comunidad de Curré, no tiene más remedio que vender a precios demasiado bajos o bien quedarse con el producto.

 

No es que no se produce naranja, sino que es la misma cosa. Vino tal proyecto de cítricos (…) y eso fue la cagada (…), que aquí nada más (muy cerca) por el lado del Potrero Grande, hay fincas que usted camina y solo naranjales. ¿Y qué pasa? Que diay, desde diciembre, desde comienzos de noviembre, usted comienza a ver los camiones que bajan, ¿ a dónde eso va? A Palmar, a Golfito y otra parte… y ahí, ¿qué hace uno con eso, con la producción de naranjas)?, ¿qué hace uno con lo de aquí Curré? Pues nada, porque uno va atrás allá y ya vendieron. No sirve… Imagínese que no quieren pagar más de dos colones, ¿ y entonces?

Santos Rojas, Testimonio Oral

 

Tierras que no se trabajan.

Algunas personas poseen parcelas y no las trabajan. Además de las circunstancias antes mencionadas existen razones adicionales que dificultan la actividad agrícola. Se preguntó a las personas si tenían tierra y en aquellos casos en que no la cultivaban, cuál era el motivo. Las respuestas señalaron varias causas entre ellas, carencia de recursos económicos o técnicos, distancia de los terrenos y dificultades de acceso, naturaleza poco propicia de la tierra, ausencia de condiciones sociales o familiares para producción agrícola. En muchos casos obviamente se trata de una combinación de todas ellas.
En lo que respecta a falta de recursos económicos, hubo aseveraciones como las siguientes: “No hay condiciones para sembrar, no es rentable.” Otra familia informó que “sí trabaja su parcela en tiempo de riego de frijoles, además una manzana se dedica al cultivo de plátanos, pero, agregó, no se hace más intensivamente porque eso requiere más inversión. En otros casos el problema fue la falta de comunicación y acceso a las tierras. “Tiene una parcela pero no la trabaja porque están muy alejadas de la casa. Actualmente se dificulta más por la edad de la mamá a quien tiene que cuidar”. Algunas de estas personas son ellos mismos personas de edad. En ocasiones los terrenos disponibles están a gran distancia del centro de Curré o en áreas muy irregulares.

Otro de los obstáculos es la naturaleza o vocación de la tierra. En una de las familias se nos informa que la tierra no se cultiva porque es tierra de pastos y además el jefe de familia está mayor, está inactivo (No queda claro si son pastos de potrero o de sabana natural, la que es muy frecuente en la zona). En otro caso no lo trabajan porque es de vocación forestal, lo que por ley impide su explotación: “es montaña, pasa una quebrada y no se puede apear”. La ausencia de condiciones sociales o familiares para la el trabajo agrícola es otro factor para que las tierras no se trabajen: en algún caso no se cultiva porque el jefe de familia está muy mayor, los hijos laboran en otras cosas, o bien, han emigrado, en otro caso se combinan varios factores: “tiene una hectárea pero está muy lejos del pueblo lo que hace casi imposible su explotación y el jefe de familia, en vista de las circunstancias, ahora está trabajando en la bananera”. Finalmente se da el caso de terrenos que han quedado en manos de mujeres solas. En algunos ocasiones esto no ha sido obstáculo y ellas mismas la trabajan, o bien, pagan quién se lo trabaje o combinan ambas posibilidades, pero aun así, se trata de bajos niveles de productividad.

 

El criterio de los técnicos.

El panorama que describen los curreseños, no es muy distinto en esencia, del que se obtiene en una conversación con el Ing. Virgilio Carballo, funcionario del Consejo Nacional de Producción (CNP), jefe de la Subregión Buenos Aires. En su opinión Curré no tiene las condiciones para ser competitivo en agricultura. Afirma que mientras en Curré se producen 9 quintales de frijoles por hectárea, en San Carlos se producen 35. En Curré se cosechan 30 quintales de maíz por hectárea, en otros sitios 90.
Esta misma desventaja se observa en el campo de la ganadería. Curré produce 0.75 cabezas por hectárea, contra 2 en otros sitios, y aún menos por parte de los indígenas. Este profesional señala que si se introducen pastos de variedades especiales no crecen debidamente porque “no hay base”. Por el contrario, hay deficiencia de nitrógeno, fósforo, calcio y elementos menores, así como también presencia de aluminio. Por este motivo el abono no causa el desarrollo. Adicionalmente, señala, existen otros problemas técnicos: debido a lo quebrado de los terrenos, aquí hay que trabajar con espeque, y no se puede usar maquinaria. Hay además problemas de acarreo.

El ayote, por ejemplo, agrega el Ing. Carballo, es apto para las condiciones existentes, pero hay mucha competencia en la misma región. La vocación de la tierra es forestal, podría darse recuperación del bosque, pero tardaría muchos años. En su opinión Curré no es una zona de interés del Consejo Nacional de Producción porque, dice él, estamos en una época de globalización, donde los rendimientos deben ser competitivos.

Por nuestra parte, cabe agregar nuestro desconcierto ante este tipo de políticas institucionales, cuando vemos una comunidad indígena que hace esfuerzos por sobrevivir en condiciones tan adversas, qué sentido tiene pensar en la competitividad cómo único criterio de asistencia técnica.

A la luz de la información que hemos venido analizando etnográficamente, nos sentimos en la obligación de expresar nuestro desacuerdo con este tipo de políticas institucionales, que de espaldas a la realidad, se pliegan a un modelo económico, sin atender las circunstancias particulares de producción de nuestros pueblos, determinadas ecológica e históricamente. Cuando nos topamos con una comunidad indígena que hace esfuerzos denodados por sobrevivir en condiciones tan adversas, merced a una economía de sobrevivencia, es absurdo pensar en la competitividad cómo único criterio para brindar asistencia técnica.

 

Cultura y sobrevivencia.

Tiene razón el técnico del CNP cuando afirma que la tierra de los curreseños es de vocación forestal y eso hace que las técnicas convencionales de producción no sean funcionales en Curré. Sin embargo no fue así en el pasado. Contrariamente a ello, los métodos tradicionales de agricultura que los curreseños utilizaban antes de la construcción del Carretera Interamericana sí funcionaban. Todavía a mediados del siglo XX antes de la construcción de la carretera, se utilizaba en Curré un sistema tradicional de clara reminiscencia precolombina, el sistema de agricultura itinerante de roza y quema, que consiste en “la explotación de una pequeña porción de terreno por un periodo limitado de tiempo, habiéndolo previamente limpiado mediante la utilización de diversas técnicas (fuego, en el caso que nos ocupa) para luego someterlo a determinados lapsos de descanso o barbecho” (Granados y Matarrita, 1981: 70). Como recuerda don Abelardo Mavisca:

 

Esa facultad la tenía cualquiera, que… íbamos aquí y, veían un lote bonito y decían: que bonito aquí para hacer un arrozal, vamos; vamos mañana a limpiar eso. Ya, y todo mundo… se metía (se trabajaba colectivamente). Ah sí, en cualquier parte. Y no había que hacer tanta área, porque usted tumbaba la montaña, la quemábamos; y usted sembraba la tierra, la tierra limpiecita. Y volvía a cosechar lo que quisiera frijoles o era maíz, o era arroz. Y volvía a sembrar otra vez, y usted no veía, no veía nada de suciedad en el monte. La segunda vez ya tenía que desmatonar un poquillo, ahí, pero era buena cosecha, sin ninguna clase de abono.

Abelardo Mavisca, testimonio oral.

 

Los testimonios insisten en la productividad de las tierras cultivadas tradicionalmente, si se les compara con la situación actual. En su libro inédito sobre la vida en Curré durante la primera parte del siglo XX, don Rodolfo Rojas aborda en este punto cuando afirma que:

 

La fertilidad de los suelos en el campo agrícola se debía al sistema rotativo de trabajo, pues no trabajaban un terreno consecutivamente; esto hacía que todo lo que se sembraba era muy productivo; aunque no se utilizaban ningún método moderno de siembra pues el método utilizado era el tradicional…

 

También en el ámbito teórico, autores como Varesse señalan que en efecto, el sistema de roza y quema es el más adecuado para la agricultura en terrenos de vocación forestal o selva tropical… (en Granados y Matarrita, 1981: 72). Varios factores causan la ruptura del sistema agrícola tradicional, con la apertura de la Carretera Interamericana se produce la mercantilización de la tierra, la que se convierte en un bien escaso lo que impide la libre rotación, (migración de los cultivos), desaparece el bosque, se inicia el uso intensivos en pastos y en ganado, lo que trae consigo la degradación de los suelos. En 1985, mientras los indígenas de Térraba Curré y Boruca luchaban contra los madereros que asolaban sus territorios, Ma. Eugenia Bozzoli, cuestionaba al periódico la Nación por el análisis simplista del tema y aportaba los siguientes razonamientos, en los que hace énfasis en el alto grado de deforestación y deterioro a que fueron sometidas las tierras en esta región del país y a su efecto pernicioso sobre la producción agrícola de los indígenas y los blancos pobres:

 

“Buenos Aires es el cantón con más altas tasas de deforestación en el pacífico Sur y con más baja proporción en tierras de labranza y cultivos permanentes (…) Por lo tanto, los indígenas y blancos pobres que habitan las reservas, lo que les queda para sembrar son suelos muy malos que para que produzcan algo hay que ponerlos periódicamente en descanso (en charral, tacotal, bosque secundario). Algunos Borucas, por ejemplo, para sacar la cosecha, tienen que dejar el terreno hasta diez años en barbecho”.

(Bozzoli, 1985)

 

Es por eso que hoy, frente a la realidad de esa tierra cansada y seca, no es el tiempo de hacer fríos razonamientos globalizadores, abandonar a los indígenas y decir que esta tierra no es del interés de entidades estatales como el CNP. El hecho es que la comunidad de Curré sigue viviendo de su tierra. El hecho es que es su territorio es fuente de ingreso, de arraigo e identidad. El hecho es que para sobrevivir como comunidad étnica la tierra es fundamental. La vinculación de Curré con la actividad agrícola y con la tierra es económica, pero es también simbólica.

Se ha dicho en todo nuestro continente, y se repite en Curré, que un indio sin tierra es un indio muerto. Esto es cierto, no solo por razones prácticas – se cultiva para comer – , sino también por razones culturales, la cultura indígena se amarra a la tierra, y por razones de identidad y arraigo, la comunidad indígena requiere de un territorio para ser. En estas líneas nuestras críticas no van al funcionario, sino contra toda una tendencia económica que hemos querido emplazar. La tierra y la agricultura para el indígena están más allá del mercado y de la globalización. Está en su cultura, en su mundo simbólico, pero también es una estrategia para arrimar un bocado más al plato, un cinco más al bolsillo. La agricultura forma parte de ese modo de ser que no ha olvidado el indígena, porque es al mismo tiempo cultura y economía de sobrevivencia. Y es que, como nos dijera una vez más don Santos Rojas:

 

Como que uno siempre, … uno no olvida la cultura de la siembra de frijoles, maíz… la yuca, to’as esas cosas, lo hace uno, pero ya es para el consumo de uno nada más. Entonces no compra uno el frijol, no compra uno el plátano, no compra la yuca, no compra el maíz… incluso puede tener unas gallinas en el patio, no granja, sino que propio, pollas, y eso lo mantiene a uno ahí.

 

Nos parece que esta clase de producción que no es, ni tiene por qué ser competitiva, es fundamental para la sobrevivencia, y requiere urgentemente estímulo y asistencia técnica. Y continúa don Santos:

 

Como yo no tengo terreno, entonces yo alquilo una hectárea y ya con eso me la juego. Pero es que en el veranero no da rendimiento el frijol… una hectárea, por mucho que usted no pudiera agarrarle, son de diez a nueve… (quintales) eso es lo que agarra. Como tengo familia, entonces vienen de San José, algunos se llevan, les regalo una… Vendo unos cinco quintales y el resto lo voy dejando, calculando que me aguante para la otra cosecha. Son dos cosechas al año.

Santos Rojas, Testimonio Oral.

 

Es así, poco a poco, como vamos respondiendo la pregunta de Delfín. Cómo se sostienen esas familias, que nadie sabe de qué viven. Unos platanitos aquí, unos frijolitos allá… No es esta definitivamente la economía formal del mundo globalizado. No hay competitividad en Curré, ni aparece Curré en el mapa económico. Curré está al margen de los sistemas formales. Solo que ese margen, es su centro. Su mundo, su única opción, hoy. Es la economía de Curré. Una economía de sobrevivencia.

 

Productores de plátano

Algunos han logrado conservar, además de su cuadra, una parcela de una hectárea o más, en las inmediaciones del río. Es en estas parcelas donde se produce el plátano. Son terrenos de fértil suelo aluvial, arremetidos cada cierto tiempo por las aguas del Río Grande de Térraba. Curré está ubicado en una caprichosa curva del Río, de modo que con cierta regularidad el Diquís o Gran Agua como le llamaron los antiguos borucas, se sale de su cause e inunda la explanada destruyéndolo todo a su paso, pero trayendo consigo su tesoro de nutrientes, al menos para esta parte de la región.

Unas diez personas poseen de media a dos hectáreas, entre ellas doña Argentina Cedeño, don Andrés Lázaro, doña Cristina, don Leoncio Rojas, don Manuel Rojas, doña María Morales, don Santos Rojas, don Daniel Leiva, doña Flora Rojas, don Benigno Leiva Rojas, Don Catalino Rojas. Don Valentín Lázaro posee diez hectáreas y media dedicadas al cultivo del plátano. Uno de los mayores productores es el señor Senén Caballero, no indígena, con aproximadamente diez hectáreas. También hay algunos productores en el lado de Campana, la cooperativa Coopesrit y los hermanos Mavisca, entre ellos.

Algunas personas producen en su misma cuadra, esto es, en el lote en que se ubica su vivienda, es el caso de doña Albina Araya. Ella tiene su casa dentro de la misma cuadra y alrededor tiene su plátano… Algunas señoras que producen plátano, por lo general lo trabajan ellas mismas. “Son pedacitos, entonces ellas mismas lo trabajan, ellas lo limpian, lo producen” (Santos Rojas, Testimonio Oral).

La producción del plátano es una de las pocos ingresos constantes con los que cuenta la comunidad, siempre que se den las lluvias adecuadas. Según explica nuestro informante, en épocas de máxima producción se cosechan cada 22 días aproximadamente cinco mil dedos por hectárea, los que se venden a 12 colones el dedo, lo que equivale a sesenta mil colones. Eso representa, en su mejor momento, un ingreso de sesenta mil colones por hectárea, cada veintidós días, durante los meses de junio a diciembre.

 

A una hectárea yo lo que le saco, así sacándole sólo buenos racimos… se saca 5 mil dedos…en cabezas serían, son 40 cabezas…

(ininteligible)

 

Durante los meses de cosecha este sector de la población y sus familias obtiene un ingreso significativo. Esto da algo de estabilidad e incluso la posibilidad de planificar y obtener algún crédito en el expendio local:

 

Yo digo que si es importante, porque aquí ya todos los que tenemos terreno, tenemos que… es la única manera de sostenernos, con eso, verdá… Hay salida (es decir, tiene mercado y se vende), y uno tiene cada veintidós días… (un ingreso). Si uno tiene fianza en una pulpería, uno dice voy a sacar una comedera, un diario para los veintidós días.

Se atiene uno a la cosecha, a la corta de plátano cada 22 días, como si estuviera yo yendo a la bananera, que yo sé que cada quince días me van a pagar.

 

Es como un salario, solo que desaparece varios meses al año. Tal y como me dijo don Santos en cierta oportunidad en que andaba mal de dinero: “el plátano es mi único patrón. Me paga cada veintidós días, pero en verano no hay producción y entonces nadie me paga. Y ya viene fin de año y tengo la graduación de los niños, … y…”

Por supuesto que, como toda actividad productiva, la producción de plátano tiene costos y requiere inversión, esto involucra entre otras cosas la compra de herramientas: “Si no tenés el palín o la pala, tenés que comprarla, el cuchillo, la lima… y la inversión de mano de obra, que a menudo es familiar, pero que en ocasiones hay que contratarla.

 

Meses de alta y baja.

Como si la naturaleza quisiera entrar en complicidad con nuestros ciclos sociales, es en diciembre cuando se alcanza la producción más alta y la mejor calidad del plátano, pero luego viene un prolongado periodo en que no hay producción. Este va desde enero hasta mayo o junio.

 

Si aquí fuera la lluvia permanente, aquí el plátano fuera toda la vida igual, pero eso es lo que pasa, siempre el verano nos molesta, verdá. Hay una baja de plátano en el verano (y esto se ha agudizado con las sequías de los últimos años).

Por enero comienza ya a bajar. Ya febrero, ya no hay… Hay plátano de finales de mayo a finales de diciembre. El plátano de diciembre es el plátano que le decimos, plátano de primera. Usted está vendiendo plátanos buenos. Más si usted lo corta cada veintidós días, casi viene con la primera mano madura. En diciembre todavía está fuerte…ya donde comienza a verse bajar es en enero.

Santos Rojas, Testimonio Oral.

 

Los meses de verano, son entonces meses duros para los productores de plátano y para muchos curreseños que dependen de sus ingresos. Son los “meses de baja”, y es aquí donde, la artesanía viene a cumplir con su importante función de complemento, o más bien, tabla de salvación de la economía de Curré:

 

En diciembre todavía está fuerte (la producción de plátano) ya ‘onde comienza a verse bajar es en enero. Entonces en los meses de febrero y marzo, está el turismo para allá y para acá… Se coge para hacer tejidos, para hacer máscaras, para hacer de todo lo que se pueda, poner, lo que se pueda…verdá, artesanías (Santos Rojas).

 

Comercialización del plátano.

Los chinameros.

En las cercanías de Curré, a orillas de la Carretera Interamericana, se levantan tres o cuatro ranchitos cuya función es la venta de productos, fundamentalmente artesanía y plátanos. Estos son los chinamos y aquí se realiza la comercialización del plátano que cosechan los productores de plátano de Curré. Como ha dicho Santos:

 

Nosotros vendemos a los chinameros, entonces ellos lo compran y lo venden al camionero. A nosotros nos lo pagan a doce colones el dedo y ellos lo revenden al camionero a quince o dieciséis colones. El camionero lo vende en San José. Tanto mercado que hay en San José, no sabemos adonde lo vende. Puede llevar al Mercado Borbón, puede llevar a Cartago (Santos Rojas, Testimonio Oral).

 

Los hermanos David y Margarito Mavisca son chinameros. Cada uno tiene su propio chinamo. Margarito es, además, uno de los más conocidos artesanos de Curré.

 

Cuando está la producción a todo dar pasan camiones y compran por cantidades por miles. Compran por racimo, se vende más maduro que verde.(…) Uno lo vende directamente a comerciantes de Pérez Zeledón o Cartago…

 

En épocas de máxima producción hay chinamos temporales, además de los permanentes. Según don Margarito los chinamos compran y venden plátano, frijoles, aguacate y zapallo. En opinión de David, tiene más venta el plátano que la artesanía:

 

Es lo que más se vende. Siempre la gente para más que todo por los plátanos. Entonces al ver un chinamo surtidito a ellos les gusta y por eso compran otras cosas, pero el plato fuerte para la gente de afuera son lo plátanos.

David Mavisca, testimonio oral.

 

Es menos frecuente, pero hemos podido observar camiones de carga entrando directamente hasta los terrenos de cultivo, o bien, en algún caso, el regateo de precios, cuando el camionero se encuentra con un productor en algún paraje de Curré.

 

ARTESANOS Y ARTESANAS

Su importancia.

La artesanía juega un papel esencial en la economía de Curré. En una región donde hay muy pocas fuentes de empleo, y donde estas son por su naturaleza propicias para los varones, dejando por fuera al sector femenino, esta actividad informal permite a mujeres, jóvenes y niños su participación y la obtención de un pequeño, pero vital ingreso económico.

 

La artesanía es lo que más ayuda actualmente al indígena. Mucha gente tiene que ir a otros lugares, pues como no hay trabajo, no tienen donde ganarse su salario y como la comunidad es pequeña, y no hay entradas de dinero, entonces los hombres, sobre todo lo que es varones y jóvenes, emigran a otros lugares y trabajan en las bananeras, pero las señoras en la casa se dedican a la artesanía. Unas tejen, otras hilan, otras, labran jícaras, hay también que hacen máscaras (…) Cuando una familia es grande se ayudan en esa forma: el esposo sale, la esposa se queda trabajando en artesanía.

María Mora, testimonio oral.

 

Esta aseveración sintetiza la situación económica de Curré y el papel que juega la artesanía. Papel esencial, pero no evidente para quienes estamos fuera de la comunidad. Cuando preguntamos por la principal fuente de ingreso familiar, la artesanía ocupó un modesto sexto lugar, con 10 % de las respuestas (Cuadro No. 3). Sin embargo, cuando hicimos una segunda pregunta, tendiente a detectar “qué otra actividad genera ingresos adicionales” en la casa, la artesanía se proyectó como principal actividad, ocupando el primer lugar, al ser mencionada por un 38 % de las familias que contestaron este ítem (Gráfico No. 4). Hoy sabemos que este porcentaje es más bien conservador. Son pocas las personas que viven exclusivamente de la artesanía, pero son muchos los hombres, mujeres y niños, que realizan alguna actividad vinculada a la artesanía y perciben un beneficio de ella.

 

Es una entrada demasiado importante, porque yo veo que la mayoría de personas se benefician con la artesanía, de una forma o de otra.

María Mora, testimonio oral

 

Esta actividad es practicada por muchas personas dentro de la comunidad, para sobrellevar la difícil situación económica que se vive en Curré. De esencial importancia en las finanzas domésticas, se realiza en el hogar, fundamentalmente por las mujeres, para complementar los salarios de sus maridos, así como también por un buen número de mujeres jefes de familia, para quienes es su único ingreso:

 

Los salarios de los maridos no alcanzan, apenas para medio comer un poco, entonces nosotros encontramos una ayudita más con esto, con artesanía, los jícaros, los tejidos, los bolsitos (Informante 45).

En Curré, hay más trabajo para el hombre que para la mujer, entonces pues la mujer se dedica a la artesanía. (…) Muchas de nosotras estamos pulseándola: buscando jícaros, comprando jícaros, haciendo jícaros, buscando quien llega a comprar. Llega la platilla, compramos lo que necesitamos, pagamos lo que debemos, pero por ejemplo, yo que estoy sola con mis hijos, me quedo, ayuda a pagar la luz y el agua, comprar la comedera. Aquí conmigo están seis, todos viviendo de la artesanía, porque los papás no quieren aflojar… ( Informante 43).

 

El aporte de los niños también se hace presente, contribuyendo así a la unidad familiar:

 

La chiquita mía, ella hace artesanías, hace bolsitos, vende. Ella guarda, ella es económica, cuando ella quiere una cosa ella me dice: yo quiero tal cosa. Y no le miento, ya tenemos dos años que ella misma se viste. Con la artesanía compra zapatos, la ropa, el uniforme, todo el uniforme de la escuela. Ella tiene trece años, ya esta en sexto grado en la escuela, ella va en enero y compra todo, los uniformes, los zapatos escolar, los cuadernos, todo y le alcanza con la platita que ella hace. Desde cuarto grado se viste ella.

Rosa Rojas, testimonio Oral.

 

El carácter complementario de la artesanía es más evidente durante el verano, cuando la producción del plátano llega a su nivel más bajo. Entonces algunas familias salen a flote gracias a esta actividad, que incrementa sus beneficios merced a la afluencia de turistas que transitan por la Carretera Interamericana.

La producción y venta de la artesanía tiene una función distributiva en la comunidad. No solo muchas personas se dedican a esta actividad, sino que varias personas participan en la elaboración y comercialización de cada objeto. El caso más significativo es el de la producción de jícaros, donde en un solo objeto llegan a participar hasta cuatro o cinco individuos, según ilustraremos más adelante. Esto hace que múltiples personas obtengan algún beneficio, a veces muy pequeño, de la venta de cada objeto. Se trata entonces de una actividad informal, que cumple una función económica importante para la sobrevivencia de la comunidad y la reproducción de un sinnúmero de familias. En una región carente de espacios laborales, y una población que carece de tierra, capital, y calificación para insertarse al mercado laboral, la artesanía se convierte en una fuente precaria pero imprescindible para allegar “un huevito” al plato familiar, un cuaderno a la actividad escolar o los zapatos al colegial.

 

El muchacho mío está en el colegio en quinto año. El se concentra solo en eso en el estudio y yo hago el esfuerzo por ayudarlo porque en el colegio le piden libros y al no le gusta prestar (pedir) a otros compañeros. El quiere tener las cosas propio, de él. Tal vez vendo hilo a alguna artesana, lo ocupo (el dinero) en la cocina, pero yo sé que él ocupa el libro, entonces yo lo ayudo (Informante 45).

 

La necesidad económica, o mejor dicho, la miseria, ha sido el acicate que ha llevado recuperar las viejas tradiciones artesanales de las que se obtiene un precario beneficio económico, que se distribuye en muchas personas que participan de la actividad. Es una forma de sobrevivencia y complemento de los escuálidos salarios que se perciben en la región; y son las mujeres, las que, por lo general, con el tejido, el hilado y el labrado de jicaritos, inyectan algún dinero directamente a la empobrecida vena del hogar. Este dinero que ellas logran percibir, no se distrae en el pul o la cantina, como a veces ocurre con el salario de los varones, sino que se invierte íntegro en atender las necesidades básicas de la unidad familiar. Tal y como se ha señalado, la artesanía cumple una función económica esencial, pero además, cumple funciones culturales y de identidad étnica a las que nos referiremos más adelante (Ver Capítulo VII).

 

Producción y distribución de ganancias.

Algunos productos artesanales son producto del trabajo colectivo. Si bien la elaboración de artesanía es un proceso que se plantea como una tarea individual, lo cierto es que algunos de los productos son el resultado de la participación de varias personas. El caso más claro es el que atañe a la producción del jícaro. La producción de un jícaro labrado recorre varias fases, que van desde la cosecha, la selección de los mejores frutos, el lavado y preparación, el dibujo o rayado, el decorado o pelado, la elaboración del tapón de balsa y el mecate, hasta llegar finalmente a la comercialización. Cada uno de estas fases se explica en el capítulo de “aspectos culturales” (Ver Cap. VII). Doña Flora Rojas describe el proceso de trabajo artesanal del jícaro. En su testimonio, observamos que cada jícaro labrado es resultado de un proceso colectivo, en el que intervienen cuatro o cinco personas diferentes:

 

Los jícaros hay que comprarlos, y si no hay en Curré, entonces hay que ir a buscarlos largo. Se lo compro a una muchacha que a el marido le gusta ir a buscar jícaros, de Buenos Aires, Palmar Norte, Cortés, por ahí lo van a buscar. O mi hermana, que ella tiene muchos palitos de jícaro, ahí, entonces yo a veces le compro a ella. El jícaro me sale a cien colones. Después hay que lavarlos (Sacar la pulpa). Yo los rayo, pero a veces, para ayudarme, pago a un muchacho que se llama Toño. El dibuja muy bonito. El muchacho está cobrando 100 colones, por rayar cada jícaro.

La madera de balso para hacer el tapón, voy a buscarla por allá, por la orilla del río. Pero el bejuco (para el mecate) hay que ir a sacarlo… Hay que ir a la montaña a buscar el palo ese, el peine’mico. Yo lo hago comprado, a un señor que vive por las Vegas. El lo saca y vende el rollo por kilo, cobra a 1000 pesos por kilo. También allá por campana hay una muchacha que vende el bejuco, a 20 colones o 25 colones por metro.

Flora Rojas, Testimonio Oral.

 

Como se puede apreciar, un solo jícaro es, a menudo, producto de la labor de varias personas. Uno lo consigue, otro lo lava, otro la raya, otro lo pela, unos hacen el tapón, otros elaboran el mecate, otro vende el jícaro y todos ganan una pequeñísima cantidad de dinero en cada pieza. En cada jícaro, se cristaliza el trabajo de varios curreseños. Es un pequeño punto en donde se enlazan esfuerzos, intereses, saberes y tradiciones de la comunidad. Los ingresos que genera cada jícaro, se diluyen en la comunidad. En algunos casos, la producción de la artesanía es una actividad familiar en donde participa la pareja y los niños. Tal es el caso de la familia de don Margarito y doña Daysi. Como ha dicho don Margarito, “cada uno tiene su don”, y señalando a una de las niñas asevera: “en decorado ella es una experta, en calabazas.” Cada objeto es, entonces, un producto de la familia entera.

 

Escaso beneficio económico.

Doña Flora asegura que trabajando solamente jícaros, podría elaborar unos diez por semana, los que se venden a los chinameros a 500 colones cada uno, dependiendo del tamaño y el acabado. Esto equivale a unos cinco mil colones en total. Sin embargo, a ese monto hay que rebajarle lo que se ha invertido en su producción, mil colones de la compra de jícaro, mil colones del rayado y el precio de los mecates. En consecuencia, obtiene unos 3. 000 por los 10 jícaros, lo que en opinión de los artesanos es poco dinero. Doña Flora se queja del escaso rendimiento económico de la actividad.

 

A veces entre nosotros nos ponemos a hacerle números, que a veces los hacemos como para no estar, así… de vagas, sin hacer nada. A veces lo vendemos bien, a veces no, y así.

Flora Rojas, Testimonio Oral.

 

Hiladoras y tejedoras.

Algo semejante ocurre con la producción de prendas tejidas. Unas artesanas producen el hilo y otras tejen. La elaboración del hilo es una tarea ardua y lenta. Según doña Rosa, una hiladora puede durar dos horas y media para elaborar una onza de hilo, cuyo valor es de unos 225 colones. Estas tiempo incluye interrupciones para atender otras actividades hogareñas.

 

Yo agarro esto por ratos nada mas, lo que puede hacer en el día son dos onzas, pero por ratos. Por ejemplo en medio día o en la noche a veces, hasta las nueve o diez, yo lo saco, porque es mentiras que yo me siento de una vez, solo a eso (Doña Rosa alterna el hilado con las labores domésticas). En las tardes de una a cinco, (hago) una onza, onza y media, porque yo tengo calculado que son dos horas y media por onza. Setenta y cinco semillas son una onza mas o menos. Al menos aquí hay onza y media, esto lleno (señala el uso en el que trabaja) llega a cinco onzas, hasta por el borde. La onza la vendemos en doscientos veinticinco colones. Cuando yo tengo bastante, como quince o veinte onzas, lo vendo en Boruca.

 

Se desprende de la conversación que la ganancia de doña Rosa, alternando con las faenas domésticas, está en unos cuatrocientos cincuenta colones por día. Doña Flora también es tejedora. Es una mujer de unos cuarenta años de edad. De su trabajo y una pequeña pensión, viven ella, su madre y sus cuatro hijos. Nos recibe en su casa sentada en su hamaca, donde a menudo elabora sus productos. Nos explica que la producción de prendas tejidas comprende varias fases: cultivo y cosecha del algodón, hilado o elaboración del hilo, teñido, tejido y comercialización. Las tejedoras de Curré elaboran fundamentalmente bolsos, bolsillos, sombreros, manteles grandes e individuales. Doña Flora asegura que alternando el tejido con los oficios de la casa, logra producir cuatro bolsos tejidos a la semana, con una inversión de 5. 640 colones en hilos. Suponiendo que lograra venderlos a 3. 000 colones cada bolso, ello significaría una ganancia de apenas 6. 360 colones semanales. Tal y como se explica en el capítulo de aspectos culturales, actualmente muchas artesanas tejen con hilos industriales, los que son más baratos y más comprados por el público debido a sus colores vistosos (Cap. VII)

 

Comercialización de la artesanía.

Muchos artesanos de Curré, venden su producto a los chinameros, que son los que, desde sus puestos en la carretera, se encargan de comercializar el producto. Don Margarito y doña Daysi, quienes administran uno de los chinamos, aseguran que los nacionales aprecian y valoran la producción del indígena. También algunos compran el producto para revenderlo.

Además de los transeúntes, los chinameros a veces logran entroncar con compradores fijos en San José, San Isidro o Quepos, donde se venden periódicamente. En algunos casos se trata de tiendas y restaurantes. Algunos artesanos, especialmente mujeres, se han integrado en una cooperativa, Coopesrit, que también tiene un puesto fijo junto a la Carretera Interamericana.

Don Abelardo Mavisca tiene un puesto de venta de artesanía en la explanada de la Plaza de la Democracia en San José. Viaja cada cierto tiempo a Curré a comprar su producto a los artesanos y luego regresa con su preciada carga a la capital. En ocasiones los curreseños son invitados a ferias de artesanía y se desplazan a diferentes lugares del país con sus productos. Participan tanto señores como señoras.

Varias personas consideran que no se dedican más intensamente a la producción artesanal porque no tienen mercado suficiente dónde colocar el producto. Cabe pensar entonces en la importancia de desarrollar ese mercado. Se da también el hecho de que tal y como hemos observado en ferias de artesanía, los curreseños tienen poca habilidad para ofrecer al cliente su producto, promocionarlo y presentarlo.

Hasta donde hemos podido observar es mucho lo que se podría hacer para mejorar el negocio de la venta de artesanía. En nuestro criterio, los chinamos y las mesas en donde exponen sus productos, a menudo carecen de una presentación que haga resaltar el producto a efecto de que resulten más atractivos para los eventuales clientes. En ocasiones se pueden ver racimos de plátanos colgados delante del producto, de tal suerte que obstruyen la visibilidad de la artesanía. La disposición de los objetos tampoco es adecuada. Por lo general son objetos de diferentes personas, como todos quieren vender, los objetos se aglomeran y en consecuencia no se aprecian suficientemente. En las ferias, no hay información que identifique los productos, sus características o proveniencia. La timidez de los artesanos les impide ofrecer sus productos a los visitantes. Estos son aspectos que conviene trabajar por la importancia de esta actividad para la economía de la comunidad.

Es importante asociar artesanía con otras actividades atractivas de carácter turístico, cuando no educativo comercial. De ahí se desprende la idea de establecer una parada turística en Curré, donde el visitante pueda encontrar información sobre las comunidades indígenas, venta de camisetas, panfletos, calendarios, comidas y bebidas nacionales y tradicionales, servicios sanitarios y descanso.

Con excepción de algunos pocos, el artesano no está pensando en su arte ni en mejorar técnicas, sino en allegar recursos para cubrir sus necesidades básicas y urgentes. Sin embargo desde una perspectiva de mejoramiento de la situación de Curré, se hace necesario elevar el nivel técnico de los productos para lo cual el aporte organizativo y profesional de instituciones como el INA puede ser de particular importancia como lo ha sido para otras comunidades en determinados momentos.

La organización de los artesanos se perfila como una herramienta importante en el logro de mejores condiciones en la comercialización y colocación de productos, pero la misma competencia derivada de su precaria situación económica hace que sea difícil pensar en organizaciones complejas generadas por los mismos curreseños. Nuevamente el aporte de organizaciones externas vendría a prestar un impulso importante.

Finalmente cabe recordar que la artesanía cumple funciones culturales, de interacción social y tiene un carácter simbólico en la construcción de la identidad étnica de los curreseños, según analizaremos luego.

 

SITUACIÓN SOCIOECONÓMICA

La pulpería del pueblo.

¿Cuáles son los efectos sociales de la situación económica que hemos detectado? Existen varias formas de averiguarlo y una de ellas es intentar conocer el acceso de los curreseños a los bienes de consumo: la alimentación y el vestido entre otros. Hay en Curré solo dos expendios, estos son las dos pulperías del pueblo. “El pequeño productor” no es solo el principal expendio, propiedad de Doña María Cedeño, sino también uno de los sitios más importantes de Curré, centro de reunión, centro de información en cuyas paredes se pegan avisos importantes y sitio donde se ubica el único teléfono del pueblo. La conversación con doña María era importante para nosotros porque solo ella posee una serie de elementos de información concreta acerca de la realidad económica de la comunidad, capacidad de pago y de consumo de las familias, pero también por su percepción de situación socioeconómica que afronta la comunidad. Doña María trabaja en su pulpería de lunes a lunes, de ocho de la mañana a ocho de la noche. Accedió a atendernos una noche a la salida de su trabajo y en breves palabras trazó algunas líneas importantes para comprender la situación socioeconómica de Curré.

Luego de pensar un poco, en voz baja y pausada musitó:

 

Mal, yo veo la situación mal aquí en Curré. Yo veo que la falta de empleo está bien mal. Si no fuera por esa compañía (bananera) no sé cómo viviría la gente porque… diay, ahora fue que se vinieron un montón de gente para acá, que están trabajando ahí. Pero antes se había ido mucha gente para fuera, (especialmente a la Región Atlántica) porque no había trabajo.

 

Y continúa describiendo aspectos de la situación económica relacionados con el consumo de las familias según se desprende de su experiencia cotidiana en el expendio de víveres:

 

Mucha gente no come carne porque no hay dinero para comprarla. Si acaso consiguen para el arroz y esas cosas que es lo básico…Se come poca verdura… Lo que mas vendo es arroz, frijoles, azúcar, fideos, atunes… Ahorita como la gente está trabajando en la compañía bananera saca crédito y lleva más cosillas: atún, mortadela… Las verduras las compro solo el lunes y es muy poco lo que traigo… También influye que hay poca costumbre de comer verdura… (algunas personas cosechan de manera complementaria, especialmente yuca y ayote).

 

Como bien apunta doña María, lo que se le hace más difícil comprar a la gente es la carne, por que es lo más caro y lo más difícil de conseguir. Por lo general solo se consigue fuera de Curré en Palmar Norte o en Buenos Aires. La pulpería solo expende carne de pollo. El pescado y la carne roja son de difícil acceso en Curré. La total ausencia de cacería y el envenenamiento del río hacen que tampoco sea posible abastecerse de esta fuente de proteínas que utilizaron los antepasados. Rara vez recurren al río como fuente de alimentos, y solo la abuela Ángela, ya fallecida, por cuya memoria no pasaba el tiempo, se despertaba regañando a los nuevillos, que se habían olvidado de ir a sacar los camarones que de manera abundante viven debajo de las piedras del río. Pero no ya del Río Grande de Térraba, sino del río de sus recuerdos.

Los curreseños de hoy ya no cuentan con el entorno como fuente significativa de alimentos, aunque de vez en cuando arañan un plátano, algunos frijoles y ayotes (ver Agricultores en lo propio). Están obligados al intercambio en el mercado, para lo cual solo tienen su pulpería y sus escuálidos ingresos de peones o jicareros. Si a esto se le suman los problemas de alcoholismo se comprenderá que el “diario” y la dieta del curreseño sean también escuálidos:

 

El diario de una familia arroz, azúcar, frijoles, manteca, sal, fideos, Maggy, atuncitos, higiénicos, jabones (de baño trastos …), toallas…

 

Tal y como hemos observado en el análisis de las principales fuentes de ingreso económico de las familias curreseños una de las principales características de su realidad económica es su inestabilidad laboral, lo que por supuesto repercute deteriorando su capacidad de adquisicion de bienes y consumo.. Doña María describe el problema:

 

Yo pienso que hay gente que vive muy mal, tienen muchos chiquitos, y uno los ve que a veces solo compran un kilo de arroz porque no les alcanza para otra cosa. Son señores que no tienen trabajo fijo, hacen chapias… son familias grandes con cuatro o cinco chiquitos, hombres jóvenes,…

 

Ciertamente, tal y como se ilustró en el apartado sobre jornaleros, la compra de alimentos se torna difícil para estos trabajadores de contratación temporal, cuyo escaso salario debe durar incluso durante los días en que no consiguen trabajo. La situación se complica gravemente cuando esta gama de elementos se mezcla con el alcoholismo:

 

pero tienen vicios, a veces hasta se beben el diario de los niños, …

 

El crédito…

El crédito en la pulpería es un o de los recursos de sobrevivencia a los que recurren los curreseños.

 

Los maestros trabajan conmigo por mes, los peones de la compañía bananera pagan por quincena. Piden primero la mercadería grande de 20 o 30 y después se van llevando cositas que se les van terminando hasta cuando ya tienen 40 o 50, entonces ya pagan. Tengo mucho crédito de 50, 60 y 80 por mes. La gente que ha quedado mal, esa gente siguen comprando, pero ya no se les da crédito.

Un peón confiesa que:

a veces difícil pagar esa cuenta (en especial ) cuando me quitan los días por enfermedad…(ininteligible) naturalmente tiene que perjudicarme eso. Compro en la pulpería cada semana. Todo se compra aquí. Solamente la ropa y los zapatos se compran fuera de Curré.

informante 38

 

Algunas personas, especialmente algunos peones bananeros, aprovechando su mejor salario y su paso por Palmar Norte, compraban en esa población (Actualmente han perdido esa fuente laboral). Aun así, la información aportada por doña María da un importante información para tomarle el pulso de la vida económica en la comunidad.

 

Adquisición de ropa zapatos.

La ropa y los zapatos es lo que más cuesta adquirir al curreseño. Los precios de estos artículos se vuelven prohibitivos para ellos.

 

Lo que más cuesta comprar en la casa, tiene que ser las cosas más caras como la ropa, pantalones, zapatos, cosas muy caro que cuesta… Si porque de ahí para allá la comedera no… uno de cualquier manera lo compra. Pero digamos que, una comparancia: no tengo zapatos y quiero salir pa’ una parte, (y no tengo zapatos) y estoy sabiendo que si voy a preguntar a algún negocio,… diay vale casi ocho mil, diez mil pesos vale unos zapato, y eso le cuesta a uno tenelo.

Una camisa vale cinco mil, cuatro mil, un pantalón…de cinco mil para arriba. Eso es lo que cuesta más a uno, vestirse, lo que más cuesta es vestirse. Yo no sé cómo hacen los demás, francamente yo no sé. Mis hijos zapatos y todo me dejan, ves. Tengo tiempo de no comprar directamente yo, nuevos así en las tiendas (no compro)…

Informante No. 38 , jornalero.

 

También un productor de plátano me confió que dependía de sus hijos que viven en San José para abastecerse de ropa. Pero este no es un problema solo de los mayores. Esta situación afecta a todas los pobladores por igual, sin embargo inmersos en una sociedad de consumo, los jóvenes son convocados a la adquisición de bienes que se escapan absolutamente de sus posibilidades y su realidad. Un adolescente, se refería a la dificultad para adquirir ropa entre las personas de Curré y mencionaba que “nos acostumbramos a vernos unos a otros por largo tiempo solo con la misma ropa.” La dificultad para comprarse “sus cositas” es mencionada como una de las causas de la migración por parte de los jóvenes y en especial de las muchachas.

 

… ellas quieren tener sus cositas y aquí no pueden.

Rosa Rojas Testimonio Oral

 

Migración y sobrevivencia

El escaso acceso a la tierra, el bajo nivel de escolaridad, las pocas fuentes de empleo en la región, los bajos salarios y la inestabilidad, perfilan una realidad de escasez y pobreza en Curré. Para muchos la migración es la única puerta que permite escapar de esta realidad.

 

Eso es muy cierto porque aquí no hay donde trabajar. No hay fuente de trabajo, como le digo, entonces, mucho joven busca donde ir…busca una mejor vida. Como toda persona no nos gusta vivir ahí… Entonces, aquí como no hay (empleo), algunos no tienen ni terreno donde dedicar su tiempo. Entonces ellos se van a buscar trabajo en otra parte.

María Mora, Testimonio Oral.

 

La salida temprana del grupo familiar y de Curré, en busca de empleo, se convierte en parte del ciclo vital del curreseño. Muchas veces ocurre con el apoyo de familiares que ya están en San José. Esta salida no se concibe como una negación o ruptura con la comunidad, sino que se ve como un “ir y venir”. No obstante, en muchos casos termina con el alejamiento y el desarraigo de la comunidad. Doña María Mora, una señora blanca, casada con un indígena y totalmente inmersa en la comunidad y su cultura, reflexiona así:

 

El indígena tiene un carisma de mucho cariño para sus hijos y ellos serian felices manteniendo su familia a su lado, pero dada su situación económica de sus hijos, ellos optan por salir a trabajar, por irse de la casa a trabajar, más que todo, pero ellos van, están un tiempo y regresan a su tierra natal. Ellos van, se están y se vienen otra vez, van y vienen.

 

La migración intensa es uno de los aspectos más importantes de deterioro de la cultura, de la pertenencia y de la identidad de Curré. Pese a que se da en un “ir y venir”, se convierte en una fuente de cambio cultural y desarraigo. Sin embargo, es un fenómeno tan cotidiano de la vida de la comunidad, que algunos no reparan en este fenómeno. Tal es el caso de don Pedro Rojas. Para él los muchachos no se han ido, porque están viniendo. Ellos, insiste, no se han ido: están trabajando. Esto revela que la migración no es, en principio, ruptura con la comunidad, sino estrategia de sobrevivencia. Don Pedro hace una diferencia entre salir en busca de trabajo e irse de Curré:

 

“(Han salido) por lo mismo, por falta de trabajo, pero muy pocos se… me parece, que muy pocos (se van). Están, pero trabajando, vea. (Están fuera), pero ellos vienen, están trabajado. Al menos yo tengo dos hijos pero ellos están mandado la plata para la familia.

 

Suena como una paradoja: para don Pedro, incluso aunque casi no vengan, no se han ido:

 

Es que ellos no vienen, algunos que están en San José, porque no es fácil. Se les hace muy complica’o, porque no les dan permiso y hasta las vacaciones de diciembre, tienen del 22 de diciembre hasta el 2 de enero.

 

Es la paradoja de la pertenencia, aquella que hace que el curreseño que está afuera tenga siempre un sitio dónde volver. Un sitio que es suyo, entre todos los sitios. El sitio de su pueblo y su comunidad. El sitio de su identidad. Sin embargo algunos no vuelven más.

 

Las mujeres emigran primero.

Pero son las mujeres las que salen de Curré a más tierna edad:

 

Es frecuente que las muchachas salgan muy jóvenes a trabajar. Si tienen familia en San José, se van donde la familia. Aquí se quedan en las familias y ahí consiguen trabajo.

 

¿Porqué se van más jóvenes que los varones?

 

No sé, porque ellas quieren tener sus cositas y aquí no pueden. Salen de la escuela de 12 o 13 años, están dos años mas aquí y de 15 se van.

Rosa Rojas, Testimonio Oral.

 

Don Pedro acepta que las muchachas (que no se van, insiste) salen antes que los varones:

 

Eso sí es cierto, ¿ves? eso sí. Las chiquillas sí, se van en cualquier momento, desde que tienen catorce, quince años en adelante, se pierden (…) Pero diay a los días vuelven, a los diítas, vuelven buscando a la mamá.

 

Ciertamente, son las muchachas las que emigran primero. Esto se debe a que si es difícil encontrar trabajo para los hombres, más lo es para las mujeres, dado que los escasos empleos que aparecen en Curré son como peones en labores agrícolas y ganaderas. Por otra parte, un muchacho joven e inexperto no tiene mayores posibilidades de colocación en San José, mientras que las adolescentes encuentran empleo con relativa facilidad como empleadas domésticas. No es poco usual que una muchacha que se ha colocado en San José, recomiende a su prima o a su hermana. En ocasiones las familias interesadas se desplazan hasta Curré buscando una muchacha:

 

A veces vienen a buscarlas de san José. Se los llevaban de aquí las patronas, venían recomendadas directamente, el trabajo que ellas le querían dar… Si, es que en San José hay mucho trabajo…así para todo…sí. Y han venido aquí señoras, con todo marido, y señores, buscando dónde hay una empleada, dónde hay, que le digan dónde, que se vayan. Si no pueden en esos días, pues vienen (después). Están dispuestos, pero seguro… Y así han venido más de una señora buscando empleada.

 

Las muchachas no esperan…

En algunos casos la salida de Curré se da en forma armoniosa y la decisión se toma de manera conjunta con los padres de la joven. En otros se da en medio de la rebeldía y los conflictos de esta edad de transición. La maestra de Curré nos explica:

 

Las muchachas no esperan, cuando empiezan a jugar de novios a escondidas y qué sé yo. Se les llama la atención y entonces lo primero que hacen es irse. Hay casos que sí son conflictivos, les llamaron la atención (y se fueron). Hay otros casos que sí se fueron con el visto bueno de los padres, que sí se fueron a trabajar. Se van donde familiares, con amistades, con la hermana, o qué se yo, que están en San José. A veces lo decide la misma muchacha. La misma muchacha dice que se va. Yo lo veo así: yo me enojo, pero ya a los tres, cinco meses, cuando yo veo que a mi mamá ya se le pasó la cólera, vengo otra vez. Tantea para ver si la mamá esta brava y si no, viene otra vez. Uno busca a la mamá como un puente, que sea la mamá que hable con el papá.

 

Algunas de las muchachas que se van tienen la suerte de casarse o más bien juntarse, lo que es frecuente en Curré. Otras regresan “cargando un niño y con la vida rota”, como ha dicho Doña Luz Elmida Araya (Testimonio Oral).

 

Migración y cambio cultural.

Pese que se da en un “ir y venir”, la migración es una fuente de cambio cultural y desarraigo, no solo en el individuo que la experimenta sino que fomenta el cambio de costumbres y valores en la comunidad. En el caso de las mujeres el fenómeno se ve magnificado por ser ellas las culturizadoras y formadoras de las nuevas generaciones (Sobre migración e identidad ver Cap. IX). En este punto es pertinente el razonamiento de Edicson, joven organizador del equipo juvenil de fútbol. Según él, la pregunta es: a qué sitios de la ciudad de San José van los emigrantes y qué tipo de costumbres y valores adquieren y proyectan luego a la comunidad. El análisis que hace Edicson, nos hace recordar a Wright Mills, cuando decía que encontramos en las comunidades verdaderos sociólogos del pueblo:

 

Muchos jóvenes se van de aquí. Uno, dos, tres, cinco años y vuelven con un montón de vicios, de costumbres que no son de nosotros. ¿Qué vienen a hacer? A implantar esas costumbres, esas modas que traen de la ciudad. No voy a critica la ciudad, pero desgraciadamente caen (a vivir en sitios) donde hay las malas influencias.

¿Es posible que un muchacho de la comunidad de Curré, de Boruca, de Térraba, que no tenga un estudio, se vaya a trabajar a un centro … a un buen lugar, donde haya mucho dinero?

Lo que más se va es a los tugurios, porque aquí es más barato. ¿ y qué hay en los tugurios? ¿qué hay en León XIII ? Yo conozco el Area Metropolitana. Qué me van a decir a mí, y conozco León XIII, Concepción de Alajuelita. Yo conozco los Cuadros de Guadalupe, yo conozco por Higuito, por toda esa zona de por allí, ¿qué hay allí? Piedra, marihuana, licor, prostitutas, y ¿dónde van a caer nuestros muchachos? ¿Qué van aprender nuestros muchachos? ¡La pudrición de la ciudad¡

Edicson, testimonio oral.

 

La reflexión de Edicson no podía ser más certera, ni más preocupante tampoco. Muchas de las costumbres y valores que los muchachos adquieren en su experiencia citadina les alejan drásticamente de su problemática su realidad y su comunidad indígena, y son luego traídos a la comunidad y emulados. Edicson, aboga porque los jóvenes no salgan de su comunidad. Según él, es mejor esforzarse trabajando en la bananera. Asegura que es el deseo de consumo, y muy especialmente de adquirir aparatos industriales (tecnológicos) lo que motiva la migración de los jóvenes. Pero lo peor, opina, es salir de la comunidad sin tener un proyecto y volver explotados, viejos y con las manos vacías.

 

Eso es lo que digo a ellos: mejor quédese aquí, podemos vivir también. Si quieres trabajar en la compañía bananera, te vas en la mañana y en la tarde estás en tu casa. Y trabajá con un objetivo, si te ganas el dinero, tu quincena de salario inviértela en comida, compra otra cosa, mejora tu casa. La tecnología nos pide que compremos lavadora, refrigeradora, desgraciadamente… Compremos un buen televisor a colores, son lujos verdad. Yo pienso que a pesar que la televisión nos enseña tantas cosas, por lo menos no es un lujo tan malo. Pero lo malo es que nos vayan a explotar allá, cinco, diez años en la ciudad, y nos manden ya viejos aquí.

 

Eso es lo que ganamos… un niño sin padre.

Pero si esto sucede a los varones es peor lo que le ocurre a las muchachas, quienes regresan también explotadas, pero además, opina Edicson, con un niño, como todo regalo para sus padres.

 

Eso es un problema en los hombres, (lo arriba expresado) En las muchachas lavar platos (es lo que queda), porque no son educadas. Porque una muchacha se va y viene de niña bonita y está lavando platos en San José, y de pago se trae un chiquito de regalo y ¿quien es el papá de ese niño? No se sabe. Pero eso es lo que nos ganamos. Le vuelvo a repetir, que no se vayan para allá. ¿Quién termina atendiendo a esos niños? El papá y la mamá y los hermanos que se quedaron aquí. Y eso es un problema a nivel indígena, no hablemos solo de Curré…

 

Edicson termina con una sentencia y una propuesta de solución:

 

Lo ideal es que los muchachos no salgan y el super-ideal sería que el gobierno se preocupe por el desarrollo de microempresas en estas comunidades.

 

Finalmente hay otra forma de romper con el círculo de pobreza de Curré y es el estudio. Es un camino arduo y difícil pero ha funcionado en algunos casos. El siguiente es uno de los ejemplos más hermosos de Curré, que nos enseña que la fuerza viene de dentro de uno mismo, y que de ahí pueden venir muchas de las soluciones a los problemas que agobian a Curré:

 

Quedé embarazada y yo con un hijo y me decía yo que las artesanías… no sé hacer esas cosas, solo una flor que no me queda bien, y ¿qué voy hacer yo? ¿de qué voy a mantener un hijo? Entonces lo único que me queda es estudiar y echarle pa’ lante y fueron miles de sacrificios y épocas de hambre, y esto y lo otro, y todavía estoy estudiando, y hay muchas cosas que tengo que seguir para adelante. ¿Cómo te podría decir? De un error saqué fuerza.

Victoria Lázaro, Testimonio Oral.

 

ASPECTOS ECONÓMICOS:

Resumen y conclusiones

La mayoría no tiene tierra de cultivo. Apenas, un espacio de vivienda. No hay espacio para, qué se yo… la agricultura. En Curré no hay qué cazar. No hay qué pescar. Los ríos están envenenados y las aguas, bueno, en las aguas (del Río Grande de Térraba) vemos que los pececitos están muriéndose.

El que tiene su cuadra, (área donde está la vivienda) bueno, lo tiene cultivado en plátanos, en árboles frutales, en eso se defiende. Por ejemplo, al menos yo, eh, unas matitas ahí de aguacate y toda esa cosa, digamos hago un…, con eso me defiendo de cuando hay escasez. Viven de lo poco que pueden producir dentro de la mínima área que tienen.

La juventud, mucha ha emigrado, están qué se yo, empleadas ahí, domésticas, en San José. Otros este, muchos jóvenes están en la bananera; y así.

Rodolfo Rojas, testimonio oral.

 

RESUMEN

Curré es una comunidad de agricultores sin tierra. Predominan las actividades agropecuarias con muy escasa actividad comercial, no hay actividad industrial ni de servicios (Gráfico No. 3). Paradójicamente, aunque las personas se definen como agricultores, o ligados a la tierra, (algunos censos hablan de 56. 2 % jefes de familia, ICE 2000) son en realidad personas sin tierra, lo que establece una relación carencial con este recurso. Es una comunidad de peones, cuya cultura, orientada hacia la tierra, queda en el vacío como resultado de la desposesión de que han sido objeto. Convertidos en proletarios no tienen otra opción que vender su fuerza de trabajo, en una región donde no hay fuentes de empleo. Acicateados por la pobreza y en vista de los bajos niveles de escolaridad que poseen, no queda más remedio que la migración, especialmente de los jóvenes, la que se produce de manera no permanente, sino en un “ir y venir”, aunque en ocasiones puede desembocar en la ruptura con la comunidad, cuyos efectos culturales e identitarios analizaremos más adelante.

La suya es una economía de sobrevivencia, caracterizada por empleos inestables y mal remunerados de peones, jornaleros y cultivadores “en lo propio”, por lo general a baja escala. La agricultura comercial con excepción del plátano, prácticamente no existe. Estas actividades económicas son en sí mismas insuficientes y por lo general las familias y aún los individuos, para poder subsistir, combinan dos o más actividades. La artesanía es la actividad complementaria por excelencia. Es un refugio económico al que se acoge el curreseño, cuando ya todo lo demás ha fallado, a sabiendas de que su aporte, en todo caso, es pequeño.

En Curré, las principales actividades económicas son jornalero, peón bananero, productor en lo propio y artesano. Los jornaleros constituyen la fuente principal de ingreso para el 21% de las familias en Curré. Trabajan generalmente para no indígenas en fincas ganaderas y realizan actividades como chapea de potrero, reparación de cercas y colocación de postes. Son indígenas sin tierra convertidos en mano de obra proletarizada, bajo condiciones de vulnerabilidad social e inestabilidad laboral. Carecen de seguro social y seguro del trabajo contra accidentes y enfermedades laborales, así como de otras garantías laborales. Compran ellos mismos sus herramientas. El salario que perciben, cuando logran conseguir trabajo, es de nueve a diez mil colones por semana. Este salario se ve disminuido porque cuando hay trabajo es necesario ahorrar para las semanas en que se carece de él. Cuando esto sucede se recurre al crédito que ofrece la pulpería, se reduce el consumo y se empobrece la dieta, mientras se consigue trabajo nuevamente. Un problema mayor se presenta a las personas de edad que ya no pueden trabajar todas las horas, por semana. La alteración del medio ha traído consigo sequía y con ello la desaparición de una de las temporadas anuales de siembra lo que redunda en menos posibilidades de contratación para esta mano de obra. Algunos ofrecen resistencia a trabajar como jornaleros y “poner la espalda” para otros. Esto ocurre fundamentalmente por parte de los más jóvenes. El jornalero es el príncipe mendigo, encarna al curreseño, poseedor ante la ley de miles de hectáreas de territorio indígena, y en la práctica un desposeído que ha perdido su tierra. Este sector constituye una fuente de candidatos a la migración.

Casi un 20 % de las familias obtienen su principal ingreso de la “agricultura en lo propio”, con este término se refieren al cultivo de terrenos alquilados o de su pertenencia, las más de las veces en la “cuadra” donde viven. Dentro de este rubro se productores para el autoconsumo, venta e intercambio a muy baja escala dentro de la comunidad, así como también productores de plátano. El curreseño se define como agricultor, pero, en realidad el plátano es la única actividad agrícola comercial que sobrevive aún en Curré. Entre los aspectos que obstaculizan la producción agrícola comercial se citan escasez de tierras disponibles, disminución de la fertilidad del suelo, incremento de plagas, cambios climáticos, requerimientos de más capital y tecnología para competir, falta de mercado y bajos precios. Técnicos consultados corroboran estas afirmaciones cuando aseveran que Curré no tiene condiciones para ser competitivo en agricultura (deficiencia de nitrógeno, fósforo, calcio, otros). No obstante lo anterior, la comunidad sigue aferrada a la tierra y práctica una agricultura de subsistencia a baja escala, que no pretende sostener a las familias pero si complementar el ingreso familiar, sumándose a otros ingresos como los que genera la artesanía.

El plátano se cosecha en las cuadras, pero también en terrenos ubicados en las vegas del río. Estos son terrenos altamente fértiles donde se produce el plátano sin abono y con muy escasa inversión. Este producto genera un ingreso importante que puede alcanzar en algunos época del año, hasta veinte mil colones a la semana, por hectárea sembrada. Lo que equivale a contar con un salario y abre las posibilidades de obtener crédito en la pulpería. La naturaleza cíclica de la producción establece una “temporada alta” (junio a diciembre) y una “temporada baja” (enero a mayo). En esta última, las familias complementan ingresos provenientes de la artesanía. La comercialización del plátano se hace fundamentalmente por medio de los chinameros que lo venden a los camioneros, estos lo llevan a los mercados de San José, Pérez Zeledón o Cartago. También se vende a los viajeros a su paso por la Carretera Interamericana.

Al momento de realizarse nuestra investigación, un 16 % de las familias obtenía su principal ingreso económico de peones bananeros. A mediados de octubre del 2000 un bus salía todos los días de Curré a las 3: 30 a.m., llevando a unos 24 curreseños a laborar en las fincas bananeras de Palmar Sur. Su salario podían alcanzar en promedio la cifra de 70 000 colones mensuales. No solo eran buenos ingresos sino en apariencia estables y en un marco laboral ventajoso, si se le compara con los otros escenarios laborales posibles, que normalmente se le ofrecen al curreseño. No obstante a mediados de noviembre, y como resultado de la crisis bananera que el país ha vivido en este período, se produjo un despido masivo de estos trabajadores. Con este evento cesó una actividad económica que repercutía positivamente en la comunidad y que había traído como resultado que una cantidad importante de lugareños regresaran a Curré luego de haber emigrado a la región atlántica en busca de empleo. Esta actividad había propiciado cierta estabilidad económica, posibilidades de crédito, adquisición de electrodomésticos, mejora de la dieta y otros beneficios. Con el despido se evidencia que el peón bananero no es sino otro jornalero. Al igual que el jornalero es un desposeído que ha tenido que salir a vender su fuerza de trabajo. Los despidos masivos ponen al desnudo la falsa estabilidad de este trabajador. El duro golpe del despido masivo, ha sido paliado hasta ahora merced al trabajo en las haciendas cafetaleras en la región de Santa Fe de Pérez Zeledón. Sin embargo este es un trabajo temporal y su futuro es incierto.

La artesanía juega un papel de especial relevancia en la economía de Curré, mucho más importante de lo que parece a simple vista. En una región donde hay muy pocas fuentes de empleo, en su gran mayoría solo para hombres, esta actividad informal permite a mujeres y niños un pequeño pero vital ingreso. Cuando se indagó acerca del principal ingreso familiar la artesanía ocupó un modesto sexto lugar, al ser mencionado en un 10% de los casos. Sin embargo cuando preguntó por una segunda actividad que generara ingresos económicos, un 38 % de los que contestaron se refirieron a la artesanía. Creemos, no obstante, que el número de familias beneficiadas es considerablemente mayor. En realidad, son pocas las personas que viven exclusivamente de la artesanía, pero son muchas las familias que obtienen algún beneficio de esta actividad. Esto se debe a que es una actividad complementaria practicada por los miembros de la familia mientras alguno de todos realiza labores en la actividad económica que genera el ingreso principal.

La practican mujeres y niños producen artesanía mientras el marido hace de jornalero, peón bananero o agricultor en lo propio, o bien, ellos mismos, la practican cuando están desempleados o en época de baja producción de plátano. Resulta entonces una actividad esencial para la sobrevivencia de la comunidad y la reproducción de la familia. En una región carente de espacios laborales y con una población que adolece de tierra, capital y calificación para insertarse competitivamente en un mercado laboral, esta actividad es una fuente precaria, pero única e imprescindible para aliviar las necesidades básicas. La miseria se ha convertido en un acicate para preservar esta tradición, que llena un espacio económico esencial, pero que además cumple funciones culturales y de identidad importantes. Los artesanos más frecuentes son los labradores de jícaras o jicareros, las tejedoras e hiladoras de algodón y los talladores de máscaras o mascareros. En cuanto a posibles ingresos por semana estos son los siguientes: elaboración de jícaras, 3 000 colones, tejido de bolsos 6. 360 colones, hilado de algodón 2.250 colones. Estos datos son muy relativos en vista de que esta actividad se realiza de modo inconstante, dependiendo en gran medida de la demanda de productos artesanales, la que puede ser, en ocasiones, muy baja o fluctuante.

 

CUADRO RESUMEN DE INGRESOS

Actividad Ingreso por Semana Estabilidad
Jornaleros 9 000 Inestable
Peones bananeros 17 000 Aparentemente estable
Agricult. en propio 20. 000 por ha. Solo en meses de alta
Jicareros 3 000 Depende del mercado
Tejedoras 6 000 Depende del mercado
Hiladoras 2 500 Depende del mercado

 

 

CONCLUSIONES

Vulnerabilidad económica y social.

El panorama económico de Curré ofrece un cuadro de precariedad, inestabilidad social y pobreza. La mayoría de las familias depende de actividades inestables de escasos ingresos. Si se suman las familias cuyo principal fuente de ingreso es el de jornaleros (23.9 %), agricultor en lo propio (15.9 %) y el rubro de pensiones y otras ayudas (11. 4 %), se obtiene entonces que más de la mitad (51. 2 % al menos) están en una situación de precariedad (Gráfico No. 3). Durante los últimos meses la situación de los peones bananeros se perfilaba como boyante, lo que daba un ligero respiro a la economía de la comunidad. La quiebra de la actividad bananera con el despido masivo de los peones de Curré, pone en evidencia la fragilidad de la situación económica de la comunidad. Actualmente este grupo se suma a los que pujan por un espacio laboral en la comunidad.

 

Bajo ingreso y complementariedad.

Casi todas las actividades analizadas, son temporales o estacionales y de bajo ingreso. En la vida diaria de las familias, estas actividades se alternan y complementan unas a las otras. Así por ejemplo, la producción de plátano decrece en verano y se complementa con la artesanía, que adquiere más relevancia en las épocas veraniegas de alto flujo turístico. La señora teje mientras el esposo trabaja de jornalero o peón bananero. El padre labora en agricultura de subsistencia y sus hijos son peones bananeros que generan ingreso en dinero. El pensionado trabaja como peón. Algunos bananeros, en ocasiones regresan a la artesanía o al peonaje en los periodos en que son liquidados. Y así sucesivamente.

 

Vinculación con la tierra y desposesión.

Las actividades que destacan como fuente de ingreso familiar, (jornaleros, peones bananeros, agricultores en lo propio, artesanos, etc.) evidencian fuerte vinculación de la población al quehacer agropecuario, con muy pocos empleos en el área de servicios y prácticamente ninguno en el campo industrial. Se trata de una población sin tierra que se define como agricultora. Esto ocurre en un contexto de desposesión y casi nulo control de la tierra por parte de los indígenas, los que se ven obligados a servir como asalariados de los no indígenas. A pesar de ello, en medio de tal desposesión siguen atados a la tierra, con fuertes lazos culturales e identitarios, hacia este recurso, que es de su pertenencia solamente en el discurso legal y oficial.

Esta vinculación a la tierra es carencial. Incluso los “productores en lo propio” son realmente muy pequeños, casi de subsistencia, complementando su actividad con artesanía y con pensiones. El cultivo de plátanos es la única actividad agrícola comercial que aún queda en Curré. La producción de ayote, arroz, etc., ya no encuentra mercado y se considera en la comunidad que la agricultura comercial es un juego extremadamente peligroso para arriesgarse a él. Curré no califica como comunidad de interés para el CNP, cuya asistencia vendría a paliar un poco la situación económica. Si bien no existe una agricultura comercial, sí opera una agricultura de auto abastecimiento en muy baja escala, que tiene una función de complemento con otras actividades económicas, como la artesanía o el trabajo asalariado eventual.

 

Migración y ruptura del ciclo:

El ligamen a la tierra que determinan las condiciones económicas de Curré, son de un proletariado incipiente e inestable, altamente desventajoso, caracterizado por la actividad del peón, complementado con agricultura de subsistencia en muy baja escala, artesanía etc. Es por eso que algunos tratan de romper el ciclo. Son las personas de mayor edad los más ligados a la tierra, incluso atados a ella, bajo condiciones muy desventajosas. Los más jóvenes pueden ver en el estudio o en la migración, la opción para romper con este esquema. Esto da como resultado la tendencia a la migración. La ausencia de fuentes de empleo explica no solo la miseria de los hogares curreseños, sino también la fuga de migratoria. Esto define dos poblaciones: una flotante y emigrada, con una fuerte cuota de jóvenes, y otra residente, donde predominan niños, adultos y mayores. Aunque en Curré residen jóvenes, se puede afirmar que existe una fuerza laboral envejecida. Es de suponer que un cambio beneficioso en la economía de Curré, traería como resultado el retorno de jóvenes emigrados y de algunas familias enteras, con el fortalecimiento de los aspectos culturales y étnicos de la comunidad.

La situación económica de Curré tiene repercusiones en el campo de la identidad étnica. La atadura a la tierra en condiciones desventajosas y la situación económica de Curré, puede aparecer ligada a la cuestión étnica, lo que genera una reacción del tipo: “rompo con mi identidad indígena para romper con la situación económica de miseria”. Lo inverso es también posible: al buscar la solución migratoria a la situación económica, se termina dejando de ser indígena por desarraigo. El tema migración e identidad étnica se retoma en detalle más adelante (Ver Cap. IX).

 

Problemática socioeconómica.

La situación económica actualmente existente en Curré, genera un escaso ingreso, un pobre consumo que gira por lo general en torno a la pulpería, una alimentación deficiente, pobre vestimenta, baja autoestima, lo que repercute en la visión de sí mismos y la identidad colectiva y étnica. Esta situación, en principio quizá no se diferencie de la de otras comunidades rurales, pero aquí adquiere matices especiales con respecto a la identidad étnica, los que se estudiarán más adelante (Ver Cap. IX)

La situación económica repercute en la dieta, al no haber cacería, no haber pesca, importantes formas tradicionales de obtención de proteínas, y al haber declinado la agricultura por disminución de la fertilidad y escasez de tierras, la única opción para la obtención de alimentos es mercantil: la pulpería. Sin embargo los bajos salarios y los empleos inestables, limitan la capacidad adquisitiva de la gente, lo que deriva en un empobrecimiento de la dieta, y en el escaso consumo de carne, entre otras cosas.

Algunos logran mantener un sistema de crédito en la pulpería, lo que ayuda a pasarla un poco menos duramente, otros ya lo han perdido por deudas. Para la mayoría, la compra de ropa y zapatos es muy difícil y para algunos, inalcanzable. Esto afecta de manera especial a los jóvenes, que tienen una fuerte presión de la sociedad de consumo.

La situación detectada, genera una problemática socioecómica que induce fuertemente a la emigración especialmente de los más jóvenes. Para muchos la migración se abre como la única puerta para romper el ciclo de escasez y pobreza que se cierne sobre Curré. La migración no tiene por objetivo la ruptura con la comunidad, sino la busqueda de una solución laboral al problema socioeconómico existente. Esto no impide sin embargo, que, en la práctica, se convierta al final en causa de desarraigo, aculturación y pérdida de identidad.

Ante la ausencia de puestos de trabajo femeninos, son las mujeres las que emigran primero y con frecuencia ya de trece a quince años de edad, las niñas están ya colocadas como empleadas domésticas en San José. Por lo general esta decisión se toma de manera conjunta entre los padres y la menor, pero también se dan casos de rebeldía, en que las muchachas deciden irse por su cuenta a casa de familiares radicados en la ciudad. Con no poca frecuencia la aventura culmina con un embarazo no deseado, que muchas veces termina convirtiéndose en un nuevo curreseño.

La migración es a menudo fuente de cambio cultural y de importación de patrones de comportamiento ajenos y contradictorios con las costumbres de Curré. El ideal, opinan algunos, es que los muchachos no salgan, pero para ello se requieren importantes acciones de desarrollo, que cambien las condiciones de miseria imperantes actualmente en la comunidad. En los últimos tiempos nuevos fenómenos empiezan a manifestarse en Curré que dan indicios de descomposición social, como por ejemplo la formación de grupos de muchachos ociosos y el robo de pertenencias de los lugareños, así como la sustracción de bienes de la pulpería.

Este panorama se inscribe dentro del contexto de una región sumamente deprimida económicamente que se caracteriza por la falta de empleo (Gobierno de la República, 1996). Como nos dijera una señora indígena durante el censo cuando le preguntamos sobre fuentes de empleo para su hijo: “Si aquí hubiera trabajo saldría yo misma a buscarlo”.

 

Economía y contexto geográfico: la carretera y el río.

La cercanía de la carretera es importante para la comercialización de la artesanía y el plátano. La carretera es un medio de medio de transporte hacia las comunidades vecinas. Estas comunidades son fuentes de servicios, como salud, educación y otros, pero no de empleo.

La cercanía con el río es importante para la producción de plátano, única actividad agrícola comercial y únicas tierras suficientemente fértiles que aún quedan en su propiedad. Algunos curreseños tienen terrenos lejos o al otro lado del río. Son terrenos que poco mencionan porque los explotan en muy baja intensidad. La distancia y el difícil acceso a las parcelas fueron factores que impidieron su explotación.

A veces se habla con temor de una eventual reubicación asociándola con el ambiente y la actividad económica. Existe temor a encontrar condiciones productivas que no sepan manejar, como cuando se dicen “ ¿qué pasará mientras nos adaptamos a un nuevo cultivo a un nuevo clima, aun nuevo terreno? ” Los jóvenes expresan temor a perder servicios. Una señora mayor me expresó su temor a “que nos dejen botados en un potrero”, lo cual revela desinformación.

 

Proletarización inconclusa.
Un comentario final.

La ambigua situación que se presenta con respecto a la tierra, (vinculación y desposesión), acusa elementos de un proceso de proletarización inconcluso. En el contexto del territorio indígena se enfrentan de manera contradictoria elementos capitalistas y no capitalistas. Esto es lo que ocurre por ejemplo cuando se confrontan, por una parte, la figura legal de excepción que garantiza a los indígenas sus tierras ancestrales de manera colectiva (Ley Indígena) y por otro lado, la práctica real y efectiva de acaparamiento privado de la tierra, por parte de un sector de colonos blancos, a lo que debe sumarse la explotación asalariada de la mano de obra indígena, por parte de los terratenientes no indígenas.

La Ley Indígena intenta poner la tierra fuera de la acción de las fuerzas del mercado. Al establecer que los territorios son inalienables, imprescriptibles, intransferibles, y exclusivos para las comunidades indígenas que los habitan, pretende inmovilizar la tierra y “reservarla” como territorio patrimonial indígena, pero la realidad, y la complicidad de muchos, se encargan no solo de garantizar una explotación privada de las tierras, por parte de los no indígenas, sino además, una explotación de la mano de obra indígena en condiciones que les son desventajosas y que se de la misma realidad económica y cultural de los comunidades indias, que han permitido entre otras cosas, que muchos indios vendan por necesidad sus tierras de modo ilegal.

La protección que la Ley Indígena intenta dar a los territorios indios con respecto al libre juego de las fuerzas del mercado, hace que esta ley sea de muy poco agrado para los sectores neoliberales que se empeñan en derogarla, como cuando en una supuesta defensa de los indios, aseguran que “hay que volver a traer acá a este Plenario Legislativo, la Ley Indígena para replantear todo eso y que sean aquellos indígenas que quieran vivir bajo propiedad colectiva que lo vivan, pero usted no lo puede imponer a una persona que viva bajo un sistema de propiedad colectiva si esta no quiere” (Diputado Otto Guevara, en Vargas y Ureña, 2000).

Todo parece indicar que, efectivamente, la ley tiene que ser mejorada para que se creen condiciones que permitan un desarrollo económico social y cultural de las comunidades indias con calidad de vida, identidad y autodeterminación. Pero la simple derogación de su ley, o cualquier otra acción que permita dejar los territorios indígenas al libre juego del mercado, solo permitiría acelerar el proceso de despojo de sus tierras y el consiguiente proceso de proletarización, aculturación y pauperización, así como la disolución de los grupos étnicos con la automática pérdida de su identidad.