Capítulo IV
Por los caminos de Curré

Un acercamiento al poblado.

1. PRESENTACIÓN

En este capítulo se hace un recorrido descriptivo por Curré Centro: edificaciones, sitios públicos, viviendas, solares, servicios y comunicaciones con otras comunidades. Así mismo, se indaga en torno a la valoración que hacen los curreseños acerca de su localidad. Se ofrece además una descripción del “clima social” existente al inicio de esta investigación.

 

Curré Centro, es la cabecera del Territorio Indígena de Curré. Es un pueblo lleno de verdor, que tiene sol, brisa y nombre de pájaro. En efecto, el curré es una especie de tucán, también llamado srit en lengua brunca. Todavía no hace mucho tiempo, al lugar se le llamaba Currés, así en plural, por la abundante presencia de aquellas aves, hoy prácticamente desaparecidas de la región. Otro nombre más antiguo, con el que los abuelos llamaban a Curré Centro es Yimba, y todavía hoy, cuando quieren enfatizar el ancestro indígena de su localidad, los curreseños le llaman Yimba o Curré – Yimba. Más recientemente, se ha utilizado el nombre de Rey Curré para referirse a todo el Territorio Indígena de Curré. Hay quienes aseguran que fueron los trabajadores de la Carretera Interamericana, los que asociaron el sitio de Curré con la existencia de algún rey. Por lo visto, este nombre no ha disgustado a los curreseños, y se utiliza incluso en documentos oficiales.

El Territorio de Curré, originalmente formó parte del Territorio de Boruca, de donde fue separado en 1985 mediante el Decreto Ejecutivo No. 16570 del 25-9-1985 (Chacón, 1998). Aunque en este trabajo eventualmente utilizamos el término “reserva”, para referirnos a los territorios indígenas, lo hacemos por concordancia con el uso que se hace en la Ley Indígena, a sabiendas de que este término es actualmente considerado incorrecto. “En nuestro país, el término reservas se tomó de la concepción norteamericana de trasladar Pueblos Indígenas a otros territorios, los cuales denominaron ‘reservaciones’. Esta concepción no corresponde precisamente a nuestra realidad, pues los indígenas asentados en nuestro país, siguen habitando los mismos territorios desde hace miles de años. Por eso el término correcto de denominación ha sido reconocido como TERRITORIOS INDÍGENAS” (Defensoría de los Habitantes, 1998: 5)

En efecto, los boruca son los pobladores originarios de la región y han permanecido en el territorio desde mucho antes de la conquista. El territorio de Curré tiene una extensión de 10. 620 ha. y comprende las localidades de Curré Centro, Zapotal, Las Vegas de Chánguena, Coquito, Santa Elena, Cajón Sur y Caña Blancal Sur (Chacón, 1998: 83). De acuerdo a la Ley Indígena, “las Reservas Indígenas son inalienables e imprescriptibles, no transferibles y exclusivas para los que las habitan. Los no indígenas no podrán alquilar, arrendar, comprar o de cualquier otra manera adquirir terrenos o fincas comprendidas dentro de estas reservas. Los indígenas sólo podrán negociar sus tierras con otros indígenas. Todo traspaso o negociación de tierras o mejoras de éstas en las Reservas Indígenas, entre indígenas y no indígenas, es absolutamente nulo, con las consecuencias legales del caso… (Artículo 3, Ley Indígena). A pesar de lo establecido por la ley, un estudio de 1995, informaba que el 65 % de las tierras de Curré estaban en poder de no indígenas y tan solo 33 % en manos de indígenas. Esta tendencia va en aumento (Morales, 1995).

 

2. CLIMA SOCIAL AL INICIO DE LA INVESTIGACIÓN

Llegué a Curré en agosto de 1999, momento en que se vivía un clima de tensión causado por el anuncio de la posible construcción del Proyecto Hidroeléctrico Boruca. Ya en 1978 se había hablado de este proyecto, pero en esa ocasión la idea se consideró inviable y fue archivada. La posibilidad de retomarla nuevamente, había reactivado una serie de contradicciones, intereses y temores en la comunidad y en toda la región.

Para Curré, la construcción del Proyecto Hidroeléctrico Boruca significaría la inundación de parte de su Territorio y la reubicación de Curré Centro, cabecera de la Reserva. Esta situación había creado zozobra en la población y alimentado diferencias entre los indígenas y grupos de no indígenas, interesados en la construcción de la represa. Al mismo tiempo, se habían reactivado viejas rencillas entre dos sectores antagónicos de la comunidad, uno de ellos ampliamente mayoritario, representado en la Asociación de Desarrollo Integral, defensor de la identidad étnica de la comunidad, y otro sector de oposición, mucho más pequeño, pero muy activo y con contactos políticos y oficiales, cuyo discurso promueve el desarrollo y la integración cultural a la nación.

El hecho de ser trabajador de la empresa eléctrica, generaba un clima nada propicio a mi intento de realizar una investigación etnográfica en la comunidad de Curré, que pudiera servirme de tesis para la maestría en Antropología Social. El asunto era, ¿cómo llegar a Curré a decirles que siendo funcionario del Instituto Costarricense de Electricidad, quería hacer una investigación antropológica en su comunidad?

Antes de esta investigación, laboraba en una dependencia del ICE no vinculada a los proyectos hidroeléctricos, concretamente en Recursos Humanos. La idea de realizar una investigación en Curré surgió de mi necesidad personal de encontrar un mecenas que auspiciara mi proyecto de tesis de maestría. Fue así como recurrí una dependencia del ICE denominada “Proceso de Planificación Ambiental”. Su jefatura me sugirió varios temas de su interés, entre los que yo escogí la etnografía en Curré. Desde un inicio me propuse que mi trabajo estaría ubicado dentro del contexto propiciado por el Proyecto Hidroeléctrico, pero orientado éticamente en un marco de máximo respeto a la comunidad, pero ¿cómo explicar esto a Curré? Debo decir también que era mi primera investigación antropológica en una comunidad indígena y en un momento evidentemente delicado.

Documento estos hechos, porque constituyen el contexto social y profesional que sirvió de marco inicial a este proceso cognoscitivo. La investigación antropológica, especialmente la de carácter etnográfico, demanda una relación y un involucramiento del investigador con un grupo humano. Los resultados dependen, en gran medida, de la transferencia intersubjetiva que se logre, y son construidos en conjunto, mediante la participación activa del investigador, en interacción con los miembros de la comunidad. Para tal efecto, se requiere la existencia de un clima de disposición de parte de las comunidades y algún grado de empatía entre el investigador y las personas con las que trabaja. Es por eso importante conocer cuál es el clima social al inicio de la investigación, y las imágenes que se tienen en torno al investigador al inicio de la experiencia.

Tomé mucho tiempo antes de hacer contacto con Curré. Luego de un largo rodeo, en el que me dediqué a estudiar bibliográficamente la comunidad y la temática indígena, y asesorado por profesores y colegas, consideré que ya estaba preparado para presentarme ante los curreseños. En este proceso fue importante la participación del arqueólogo Francisco Corrales, persona que goza de mucho aprecio en Curré y que intercedió por mí ante los dirigentes de la comunidad. Sí me comentó el Dr. Corrales, que no fue bien recibida la noticia de que su recomendado trabajara en la empresa eléctrica.

Finalmente, solicité una cita a don Daniel Leiva, presidente de la Asociación de Desarrollo Integral de Curré, (ADI), esta reunión se daría fuera de Curré, en el local de Aradikes, en la ciudad de Buenos Aires. Fue aquí donde empecé a sentir el clima social que imperaba en Curré. El señor Leiva me escuchó atento y luego me dijo que su comunidad estaba molesta con el ICE, porque el ICE no estaba utilizando un procedimiento respetuoso para promover en su comunidad el proyecto hidroeléctrico. Según él, personeros del ICE habían participado en reuniones celebradas en la comunidad, sin el debido consentimiento de sus representantes, concretamente la ADI, tal y como lo establece la legislación vigente, específicamente la Ley Indígena y el Convenio 169 de la OIT. Aseguraba no haber tenido información oficial sobre el proyecto hidroeléctrico.

Le propuse buscar una charla informativa, a lo que respondió que no: “la comunidad de Curré no es la interesada en construir una represa, ese es un objetivo del ICE”. Aseguró que Curré no tenía por qué ir a buscar al ICE, sino que el ICE tenía que buscar a Curré, porque “el buey que tiene sed, busca el agua”. Y agregó: “quienes crean que los indios no queremos el desarrollo se equivocan, pero exigimos respeto”.

En aquel momento, me costaba entender mucho de lo que ocurría. Más tarde comprendí que parte del malestar del Sr. Leiva y de los sectores que él representa, era que, a su juicio, los mayores contactos del ICE se producían con grupos que manejan un concepto de desarrollo y una visión de futuro de la región y la comunidad, diametralmente opuesto al propiciado por los líderes de Curré y por la comunidad (Ver Cap. V, IX y X). El hecho es que, finalmente, se me permitió iniciar la investigación.

Muchos meses después me enteré de que mi presencia en Curré había sido objeto de una discusión en el seno de la ADI. Fue necesario ir, poco a poco, construyendo un ambiente de confianza, primero en círculos reducidos que se fueron extendiendo a medida que pude entrar en contacto con otras personas. De hecho, todavía un año después, me presenté ante un grupo de señoras para invitarlas a un taller, y como noté su silencio, pregunté luego en confianza la causa, y se me contestó: es que usted trabaja en el ICE. No fue sino luego de un largo proceso que se fueron derrumbando algunos de estos obstáculos, finalmente pudimos trabajar juntos y echar por tierra buena parte de esos temores: los suyos como comunidad enfrentada al futuro y los míos como investigador, en un contexto nuevo y desconocido.

 

3. ACERCAMIENTO A CURRÉ

El primer día

Tenía que encontrar a Don Daniel en la pulpería, pero no pudo llegar a tiempo. Estuve “andaregueando” por el pueblo y finalmente me quedé en la pulpería mirando a Curré “pasar y pasar”. El “Pequeño Productor”, es uno los sitios públicos más importantes. Aquí se encuentra el único teléfono de la comunidad. Es el principal centro de abastecimiento de víveres de Curré, tarea que comparte con la pulpería “La Central”, propiedad de una familia de no indígenas. Ambas pulperías están cerca, de modo que, el espacio circundante se convierte en sitio de reunión de los jóvenes y paso obligado para quienes llegan a comprar o a llamar por teléfono. La función social de este sitio se refuerza por la ausencia de espacios de entretenimiento. Aquella tarde, mientras esperaba, hice algunas anotaciones en mi libreta: “Niños y adultos mayores descalzos. Los adolescentes con pantalones anchos, colita y pelo rebajado en las sienes al estilo hongo. Muchachas y muchachos de buena estatura y bellas facciones”.

Pero mientras yo los observaba a ellos, ellos me observaban a mí. De algún modo se las ingeniaban para saber quién era yo y qué hacía. Ese primer día me llamó la atención ver a una señora blanca haciendo artesanía indígena. Conversamos un rato de cosas generales y a todo me contestó amablemente, pero al final me dijo: Ahora sí, ahora me toca preguntar a mí… ¿ Me permite? Qué está haciendo usted aquí. Un libro, señora. Estoy escribiendo un libro sobre Curré, le contesté. En realidad el Libro de Curré ya está escrito, es el libro de la vida diaria de los curreseños. El etnógrafo solo trata de entender ese libro y reescribirlo. Doña Elmida Araya, como muchos otros curreseños que fui conociendo, me han ayudado a comprender este Libro y a transcribirlo luego en estas páginas.

Cuando se presentó Daniel Leiva, ya lo traía todo resuelto: dónde iba a comer, dónde iba a dormir y quién me iba a guiar al día siguiente. Le comenté a don Daniel que quería entrevistar los diferentes actores políticos de la comunidad, pero me contestó de modo enfático, que tal vez no estaba yo enterado que de acuerdo a la Ley Indígena, la entidad representante de la comunidad era la Asociación de Desarrollo. Con esto debía entender que no era bien visto que me reuniera con otros sectores. Evidentemente la tensión era alta en aquel momento y había gran sensibilidad y desconfianza hacia otros sectores… y hacia mí. Poco a poco fui entendiendo la lógica interna de la comunidad, pero con el tiempo, comprendieron ellos también, que para esta investigación, todos las voces eran necesarias, porque todos forman parte de una misma realidad. Son los colores del plumaje del “pájaro curré”.

Me condujeron al dispensario o Centro de Salud, y me presentaron mi dormitorio, que no era otro que el consultorio médico, y mi cama, que, por supuesto, no era otra que la camilla en la que son atendidos los pacientes. Con el tiempo este sitio resultó ser un lugar muy cómodo para trabajar, con una mesa, luz eléctrica, baño, y la posibilidad de hacer entrevistas y reuniones ahí mismo. Hasta la angosta camilla en la que dormía fue importante, porque me recordaba noche a noche que en Curré, era saludable mantener un sano equilibrio, entre los diversos grupos e intereses.

Con el paso del tiempo fui ganando la amistad y confianza de los curreseños. Sin embargo, aquella primera noche, mientras intentaba conciliar el sueño, empecé a preguntarme si realmente sabía en qué me estaba metiendo.

En la noche de Curré, solo se oía el cuchicheo de los grillos y croar de los sapos, hasta que, finalmente, me quedé dormido.

 

Cómo es Curré…

Curré Centro o Rey Curré, como se le llama, es un pueblito ubicado junto a la Carretera Interamericana, o más bien atravesado por la cinta asfáltica. Es la cabecera del Territorio Indígena de Curré y se encuentra a 30 km. al Sureste de Buenos Aires, camino a Palmar Norte. Se extiende desde el puente del Río Campana al puente del Río Currés. En esos dos sitios el Río Térraba se acerca a la Carretera, pero en el espacio intermedio, se aleja dibujando una amplia curva, en cuyo interior se aloja el caserío de Curré y sus sembradíos de plátano (Ver croquis en Anexos).

Cuando el costarricense viaja por la Interamericana rumbo a Palmar Norte, difícilmente se percata de su paso por ese poblado indígena. Quizá repare en algunas casas a la orilla del camino, y puede ser que vea algunos chinamos, colmados plátanos y artesanías, pero usualmente transita sin imaginar que más allá, se esconden 86 casas y una población de unas 413 personas y 3. 000 años de historia, en medio del verde de sus cuadras y sembradíos.

Varias razones contribuyen a invisibilizar a Curré. Para empezar, no hay un elemento que indique claramente que aquella es una comunidad indígena. Un rótulo que decía Rey Curré, desapareció no hace mucho. Recientemente el Museo Nacional puso otro, que dice “Curré Yimba”, que es un nombre antiguo de Curré en lengua boruca, pero resulta poco elocuente para el transeúnte. Otra razón es la dispersión de las viviendas. Las casas se encuentran distribuidas en un orden caprichoso y rodeadas de follaje y árboles frutales, lo que le provee de un ambiente verde y agradable pese a que se ubica en una zona calurosa. Curré no tiene un centro claramente definido, a la usanza de las poblaciones de origen hispánico. Por el contrario plaza, escuela, iglesia, salón comunal, pulpería y cantina, están dispersos. Hasta hace poco las casas eran todavía más dispersas, llegando incluso hasta la parte baja aledaña al río, lo que permitió que un buen número de ellas fueran arrasadas por las inundaciones de 1988. Se construyeron entonces nuevas casas en la parte alta, más cerca de la carretera, y se prohibió habitar en la zona cercana a la rivera. Esto trajo como consecuencia una mayor cercanía de las viviendas en algunos sectores, aunque sin alcanzar la configuración convencional de urbanización o “ciudadela”, a la que los curreseños rehuyen enfáticamente. La dispersión de las viviendas ha sido una característica de Curré desde lejanos tiempos y ya Doris Stone en su etnografía de mediados del siglo pasado, expresaba que, aún comparándolo con Boruca, la comunidad madre, Curré era un asentamiento de casas dispersas (Stone, 1949).

Otra causa de la no visibilidad de esta comunidad indígena es ideológica, y responde a la desinformación del costarricense. Con no poca frecuencia el costarricense desconoce la existencia de los grupos indígenas, y cuando piensa en indios, los ubica en la región atlántica de Talamanca. De manera tal, que a menudo viaja al depósito libre de Golfito, por ejemplo, sin imaginar que en su trayecto pasa por los Territorios Indígenas de Curré, Térraba y Boruca.

Curré está entre el río y la carretera. Eso es cierto, pero no solo desde una perspectiva geográfica, sino también histórica y simbólicamente. El frente del pueblo está orientado hacia la Carretera Interamericana. Curré mira hacia afuera. Antiguamente este pueblo estuvo orientado hacia el Río. Los elementos arqueológicos que se han encontrado en este sitio, datan de hace 3. 000 años y eran los de un pueblo de navegantes vuelto hacia el Térraba (Corrales, conversación personal). Hasta mediados del Siglo XX los curreseños, miraban hacia el río. Todavía hoy, su devenir se debate entre el río y la carretera. La construcción de la Carretera Interamericana, cuarenta años atrás, hace que el pueblo de Curré haya dado la espalda al río y se vuelva hacia la carretera, casi como una forma simbólica de transición, que viene de su pasado ligado al río como eje y vía de comunicación, y apunta ahora hacia la carretera, puerta abierta al cambio, al mundo externo y a la sociedad nacional. Pero lo cierto es que, aunque ya no se usen trajes tradicionales, ni se construyan los antiguos ranchos de palma, en la comunidad de Curré sigue viva su identidad indígena. El hecho es que Curré, tal y como será posible demostrar a lo largo de estas páginas, se concibe a sí misma como indígena y construye su presente y su futuro, en torno a esa identidad étnica.

En el frente del pueblo, una callesita de piedra corre paralela a la Carretera. Cuando el viajero baja de su vehículo, posiblemente detecte primero la pulpería, que se distingue por un rótulo, algunas casas, la cantina de doña Fidelia, y más allá, siguiendo siempre junto a la Interamericana, la escuela, un poco oculta, en un área que se ubica bajo el nivel de la carretera. Al otro lado de la calle algunas casas, el Salón Comunal que es un gran caserón casi vacío, a la par otro edificio que pertenece a la escuela, donde se dan clases de artesanía. También de ese lado de la vía, se mira la venta de periódicos y artesanía de don Cristino, y una o dos ovejas de doña Cruz, pastando.

Entre semana, la mayor parte de los hombres están trabajando como peones de los terratenientes no indígenas o en la compañía bananera. Las señoras salen a la pulpería y regresan a sus casas. Por esa callesita de piedra transitan los niños hacia la escuela, de ahí sale el bus de colegiales que va para Palmar Norte, y en la madrugada el bus de los bananeros. Allí llegan las visitas, los funcionarios, las noticias y los cambios. Ese es, sin proponérselo, el centro del pueblo, un sitio de paso, la callejuela de piedra paralela a la Interamericana. Por allí pasa, casi todo lo que ocurre en Curré. Es el sitio de llegada y salida, el puerto de piedra y asfalto de Curré, un pueblito que vive entre el río y la carretera.

 

Un recorrido por Curré.

Al día siguiente bien temprano, don Humberto y don Santos, ambos de la Asociación de Desarrollo Integral, estaban listos para llevarme a hacer un recorrido por el pueblo. Curré tiene dos entradas, una por la pulpería “El pequeño productor” y otra por la escuela. Es posible entrar por cualquiera de ellas, recorrer el pueblo en círculo y salir por la otra. Los caminos internos son callejuelas de tierra y piedra de río, de modo que los días de lluvia, el barro hace difícil caminar.

Empezamos nuestro recorrido por la escuela. Este es un edificio de cuatro aulas, una de ellas aún sin terminar. Fue construido en 1997 – 1998, con un aporte importante de la embajada de Holanda a través de Aradikes. Al frente de la escuela luce un petroglifo o monolito precolombino de piedra labrada, que se mantiene en el sitio gracias a un acuerdo entre la comunidad y el Museo Nacional.

Continuamos nuestro camino por detrás de la escuela, mientras unos niños junto al maestro limpian con machete los alrededores de la plazoleta contigua al edificio escolar. Me cuentan que los niños han reforestado con naranjas injertadas y árboles diversos, un sector que está detrás de la escuela, cerca de la quebrada. Pasamos un grupo de casas que está cerca del Puesto de Salud y la Iglesia Evangélica. Estas casas, son de reciente construcción, la que se realizó en 1989 después de “la llena” causada por el huracán Juana. El Centro de Salud, es una casa de habitación remodelada que se utiliza para que en ella médicos de la Caja Costarricense de Seguro Social y de Ministerio de Salud atiendan a la población de Curré en visitas mensuales. Este local tiene algunos muebles y electrodomésticos que el Comité de Salud, ha logrado conseguir. Actualmente este inmueble está siendo remodelado y se supone que, mediante un convenio pasará a depender de la Caja, en aras de brindar un mejor servicio a la comunidad de Curré. La Iglesia Evangélica, tiene la fachada de una casa de habitación y consta de un salón relativamente grande. El pastor es el Sr. Domingo Navas Rojas y viene de Boruca cada ocho días. Los días de culto son sábados en la noche y domingo a las 10 a.m. Regularmente asisten a las actividades unas 10 personas de Curré. El grupo opera desde hace unos 20 años (Marino Leiva, entrevista). Usualmente este local permanece vacío, como muchos otros en Curré. El camino que circunvala Curré sigue entre árboles, algún riachuelo y algunas casas que poco a poco se van haciendo menos, mientras nos adentramos por una zona de cultivos. Casualmente en esta parte no hay viviendas porque las que habían fueron arrasadas por “la llena”, lo que trajo como resultado la decisión de movilizar las viviendas hacia las partes más altas del poblado, cercanas a la carretera.

Nuestra caminata se internó por un territorio de cultivos y nuestra conversación también, centrándose en las bondades de esta parte del terreno, cultivado de maíz y especialmente de plátano. Esta zona de terrazas aluviales es inundada por el río cada cierto tiempo, lo que hace que sobre ella se descargue un enorme caudal de nutrientes que vienen a enriquecer el suelo. De camino recibí una detallada explicación del oficio del cultivador de plátanos, tipos de corte, métodos de siembra y deshija, etc., y es que tanto don Humberto como don Santos practican esta actividad. Ambos coinciden en que esta vega del río es uno de los regiones más fértiles de Curré. “Aquí un plátano puede ser sembrado desde hace 20 años y todavía el plátano es plátano. Echar abono aquí sería botar la plata”. Este es el sitio de más clara vocación agrícola en Curré, dado que en otras áreas es más bien de vocación forestal. “Arriba en la ladera la mayor parte es breñón, pero también se cultiva frijoles. Los blancos solo cultivan pastizales para el ganado” (ver Cap. VI).

Mis acompañantes conversan acerca de la difícil situación económica de Curré que obliga a que una gran cantidad de jóvenes se vean en la necesidad de emigrar. Fuera de la producción de plátano la situación no es nada halagüeña. Hace unos cinco años trabajaban con ayote y venían varios contenedores a cargar el producto, pero los precios se vinieron al suelo y dejó de ser rentable este producto como casi todo en agricultura. El Consejo compra barato y vende caro, dicen ellos. Los frijoles solo se producen para el gasto de la casa y el maíz solo para las gallinas. El río dejó de ser la fuente de alimento que era en el pasado, cuando en una hora se sacaban dos o tres peces para la casa: machaca, pargo, roncador o guapote. Ahora el pescado hay que comprarlo y la nutrición del curreseño es pobre. “Hay gente que se mete con venenos al río, pichingas de veneno para sacar los pocos peces que quedan”. Don Humberto, al igual que otros indígenas en Curré, como don Cristino Lázaro, trabajan ad honorem en comités de vigilancia y defensa de los recursos naturales, los llamados “Covirenas”.

Algunas veces, la conversación se acaloraba. Discutían en torno a pugnas internas de la comunidad. Hablaban de supuestos líderes que se presentaban fuera de Curré como representantes de la comunidad, sin serlo. Aseguraban que aquellos respondían a los intereses de “los blancos” (Ver Cap. V). Pocas veces caminábamos en silencio. Entonces aprovechaba para escuchar los sonidos de Curré: el abrumador sonido de las aves y los insectos. A veces en las grabaciones que acompañaron esta investigación, en el fondo, se escuchaba el coro como un chillido. Y sobre ese telón de fondo, el rugido lejano, pero potente, de los furgones que pasan veloces por la Carretera Interamericana que divide a Curré en dos.

A nuestro paso, nuevamente empezaron a reaparecer las viviendas. Una de ellas perdida entre la zona de siembra es la de doña Gliseria. Es una señora sola, que “trabaja en el campo como un hombre y mantiene a su familia, una marimbita…” Más adelante ya en pleno caserío, nos detuvimos en la casa de don Rodolfo Rojas, también miembro de la Junta Directiva de la ADI. Como estaba ante tres personas de la Junta Directiva, decidí explicar nuevamente el propósito de mi investigación. Don Rodolfo Rojas, de voz clara y vibrante, es una de las personas de más aguda inteligencia en la comunidad. Más tarde me daría a conocer sus magníficos escritos, todavía inéditos, sobre Curré, pero en aquel momento me cerró a preguntas sobre mi presencia y objetivos en la comunidad. Este tipo de preguntas, abiertas o disimuladas, fueron tema permanente de muchas de mis conversaciones con los curreseños durante los primeros meses de mis visitas a Curré. Las preguntas eran sobre las razones de mi presencia y mis objetivos, pero también sobre el proyecto hidroeléctrico y sobre su futuro personal y comunal. Había en ellos una mezcla de angustia y desazón, así como también malestar con el ICE a quien percibían como fuente de inestabilidad: “Ellos son más fuertes, creen que tienen derecho…” (Sobre percepción del Proyecto ver Cap. IX y X). Pocos fueron, sin embargo, tan directos en sus cuestionamientos, como don Rodolfo. Con el paso del tiempo, y a pesar de sus problemas de salud, se convertiría, junto con don Santos Rojas, en uno de mis orientadores y amigos en la comunidad.

Don Rodolfo nos llevó a ver “el muro”. La casa de don Rodolfo está construida sobre un montículo que tiene en uno de sus costados un muro de piedra de origen precolombino. “Este muro no estaba expuesto, estaba bajo un charral de cornizuelo. Arriba estaba un ranchito. Vivíamos en la casa sin sospechar que había un montículo. Hay quienes dicen que aquí eran las viviendas de los jerarcas…” Explica don Rodolfo. En efecto, a escasos metros de este sitio el Museo Nacional de Costa Rica realizó varias excavaciones y extrajo restos humanos y cerámicos. Según explica el arqueólogo Francisco Corrales, un rasgo muy interesante de Curré es este muro. Se cree que marca el límite de la ocupación del sitio y el inicio de las áreas de cultivo. Otra posibilidad es que fuera la base de la casa de la gente más importante, el cacique o el suquia. Corrales indica que este sitio estuvo habitado por grupos indígenas, por lo menos desde 1500 años antes de Cristo y continuó habitado después de la llegada de los españoles en el siglo XVI. “El rastro se pierde un poco durante la época colonial, en que solo se encuentran referencias de Boruca y Térraba, pero es posible que su ocupación haya continuado al margen de los principales centros poblacionales.” (Corrales, 1989). La disminución de vestigios arqueológicos en Curré y otros sitios aledaños durante la época colonial, parece ser el resultado de la acción militar de los españoles, quienes durante este periodo habían reducido a los indios de la región, otrora dispersos, confinándolos en el poblado de Boruca, que se funda en 1629 (Guevara y Chacón, 1992: 110). De lo que no cabe la menor duda es de que toda esta región es territorio ancestral boruca. Antes de la invasión europea, explica Corrales, estas eran aldeas muy establecidas, habitadas por gente que conocía muy bien el trabajo en piedra y cerámica. Las piedras del río eran llevadas a una especie de taller donde fabricaban herramientas, raspadores, metates, manos, hachas, cuchillos. En la fase final, agrega Corrales, aparece la cerámica de colores que los arqueólogos llaman Buenos Aires Policromo y los curreseños actuales conocen como urabá. El porcentaje de este tipo de cerámica es tan alto que se cree que Curré era un centro fabricante y de intercambio con otros sitios que se especializaban en el cultivo o la extracción del oro. (Corrales, Charla a la comunidad de Curré, 13/10/2000).

Proseguimos nuestra caminata hasta la plaza de fútbol ubicada en un sitio distante, muy cerca del río. Con alguna frecuencia en este sitio suelen darse cita los practicantes del fútbol, durante las tardes de verano o los domingos, cuando no van a jugar a algún sitio cercano por Potrero Grande o Boruca. Es notoria la frecuencia en que, a medida en que nos acercamos al río, afloran sobre el piso fragmentos de cerámica de origen precolombino. En esta parte del poblado se encontró el monolito o escultura de piedra, con un dibujo en bajo relieve. El Museo Nacional y la comunidad llegaron al acuerdo de ponerlo en exhibición en un sitio adecuado para ello frente a la escuela de Curré junto a la Interamericana. También por acuerdo mutuo, se colocó la mitad de una piedra esférica en un sitial frente a la casa de don Rodolfo. Es evidente también el orgullo con que los curreseños muestran estos rasgos de sus antepasados.

Continuamos nuestro camino buscando la salida. Este es por cierto el recorrido típico que se le hace a los visitantes y que hacen “los diablitos”, en su periplo ritual por el pueblo, durante las fiestas tradicionales. El Juego de los Diablitos es una actividad anual en la que afloran la cultura y la identidad étnica de Curré (Ver Cap. VII). Salimos por un atajo directamente a la carretera y seguimos caminando hacia el norte sobre la cinta asfáltica, para visitar los caseríos que van paralelos a la Interamericana con dirección al noroeste.

La carretera nos ha traído ventajas y desventajas, comentó Santos, hoy no podemos tener los animalitos libres como los teníamos antes, ni las gallinas… Antes no había estudio, pero la cultura de nosotros se va perdiendo. El joven jamás se va a poner un canasto como nos poníamos nosotros; una jaba… Nos ha traído ventajas y desventajas. Más tarde comprendí que si ha habido un momento de ruptura cultural en la memoria de los curreseños, ese momento fue la construcción de la Interamericana. Sin embargo, el cambio cultural no ha significado una pérdida de la identidad, sino que más bien, algunas circunstancias de confrontación con la sociedad nacional agudizan el contraste y hacen más evidente la diferencia étnica y la identidad (Ver Cap. VIII).

Por esta parte y casi en las afueras del pueblo, en un sitio alto pero no muy visible por estar retirada de la carretera, se encuentra la Iglesia Católica de Curré. “En ese tiempo nadie sabía como se pegaba un block, como se pegaba una regla, qué era un block, qué era un centímetro. Entonces el presbítero, buscó un maestro de obras. Traíamos como las zompopas los materiales hasta aquí. Así se construyó esta iglesia”, comentó Santos. Eso fue en 1979. Su ubicación la aleja de los principales acontecimientos de la comunidad. La Iglesia es un antiguo edificio de materiales mixtos, con un zócalo de cemento hasta una altura de 1. 40 m y el resto de las paredes de madera. Al frente del antiguo edificio se ha construido una ampliación de cemento que agrega unos 2.5 metros de longitud al inmueble. Esta ampliación está todavía sin terminar, en obra gris. Internamente el edificio está inconcluso, carece de cielo raso, por lo que se miran las cerchas. Las ventanas llevan puertas de madera, pero permanecen abiertas. Adentro se mira un modesto altar de madera, un crucifijo y una figura de Nuestra Señora de Fátima, patrona de Curré. El piso es de cemento, al parecer sin repellar. El sacerdote es el mismo de Palmar Norte y visita la comunidad cada 15 días. Cerca se levanta otro edificio también de la iglesia, que se utiliza para reuniones y organización de actividades. También está sin terminar.

Por este sector, y un poco afuera del poblado, pero al otro lado de la carretera, se encuentra la cantina de Senén. Es uno de los escasos sitios de reunión y tertulia del Curré. Posee un local bastante grande y una sola mesa de pul que nunca está desocupada. Es más concurrida los fines de semana y especialmente los días de pago en la Compañía Bananera. No es frecuente ver muchachas, pero a veces llegan, generalmente acompañadas por su novio, esposo o hermanos. Este día no visitamos el caserío de Campana, ubicado un kilómetro más al Norte de Curré.

De regreso al centro de Curré llegamos al galerón que sirve de Salón Comunal. Este inmueble es un campo de mil batallas: es el sitio donde se reúne la asamblea de la Asociación de Desarrollo Integral y se dirimen las diferencias políticas que existen al interior de Curré. Es el sitio de reuniones importantes y de bailes. Pese a su importancia, la estructura física del edificio, que ya está demasiado viejo, es lamentable. Las paredes de unos tres metros de alto, son hasta un metro veinte de block, de ahí para arriba una estructura de madera con cedazo. El techo es de zinc sin cielo raso. El piso es de cemento y tiene diferentes niveles. En cierta parte del suelo se observan residuos de mezcla que alguien batió para cubrir antiguos agujeros del piso. Algunos insisten en que el Salón, construido en 1976, (Santos Rojas) lleva ya demasiados años encima y que debería mejorarse.

Ya una vez sobre la callejuela de piedra, por donde pasa todo en Curré, nos encontramos frente a la cantina de Doña Fidelia. Es bastante más pequeña que la de Senén, y aunque ambas se intercambian clientes, es más fácil encontrar aquí a los señores mayores que a los “chiquillos”, como a veces llaman a los muchachos en Curré.

A la par de la cantina, está la casa de doña Fidelia, y entre ambas estructuras, está la cocina. No sabría decir si este es un sitio público o privado, porque tiene el encanto de ser ambas cosas. La cocina de doña Fidelia es uno de los sitios más hermosos de Curré. Doña Fidelia es una señora infatigable y servicial, que lo mismo entra a la cantina a servir una cerveza, que sale a mover los tamales o a preparar un almuerzo. La cocina de doña Fidelia, a la par de su fogón y de la hamaca donde duerme su nieta o el parroquiano que tenga sueño, es uno de los sitios más acogedores de Curré, donde encontramos un café los fuereños, pero también los locales se sientan a conversar y tertuliar. Aquí se dan cita terratenientes no indígenas, peones, inspectores escolares, ingenieros de la carretera, funcionarios, estudiantes universitarios y todo aquel que quiera comer un pinto o probar las sabrosas empanadas que prepara doña Fidelia. En este espacio, centro de tertulia y de reunión, y sitio de mi descanso, he compartido algunos de los momentos más enriquecedores de mi estancia en Curré.

Con la caminata terminó la conversación que nos llevó de la angustiante situación económica de Curré, y la falta de empleos, al problema de los mercados y la dificultad para colocar los productos; de la deforestación al envenenamiento de las aguas del río y el agotamiento de las tierras; de la posible construcción del proyecto hidroeléctrico a las acaloradas luchas internas que sacuden el tejido social de Curré. Aquellos asuntos fueron cobrando vida en nuestra plática andariega alrededor del pueblo, pero estaban allí, en bruto, como vetas de una mina sin excavar.

De regreso a mi centro de operaciones en el Centro de Salud, luego de una larga mañana de recorrido por el poblado y después de haber cumplida con la debida interacción biológica con las purrujas, tuve algo en claro: harían falta muchas caminatas y muchas pláticas para empezar a comprender Curré.

 

4. VIVIENDA

Nuestro trabajo de campo contabilizó 86 casas en Curré Centro, tal y como se ilustra en el croquis (Ver Anexos). También en el capítulo V se incluye la lista de todas las viviendas, identificadas con el nombre de cada jefe de familia. Para el análisis del aspecto vivienda, recurriremos, entre otras fuentes, al “Censo Residencial y Agropecuario” (ICE, 2000). Por algún motivo, este censo abordó tan solo 58 viviendas en Curré, esto es, un 67% del total. Sin embargo, para nuestros efectos, esta es una muestra estadística suficiente, que ofrece información general de utilidad, sobre la población y las viviendas.

Antiguamente imperó en Curré la vivienda de tipo tradicional, hecha de horcones de guachipelín, paredes de varillita de guatuso, a veces cubiertas de una mezcla de boñiga con arena, y techo de hojas de palma, entretejidas con bejuco negro (Santos Rojas, entrevista). Actualmente, el aspecto de las casas es convencional y la gran mayoría de ellas son relativamente nuevas. En efecto, una encuesta reciente confirma que el 76 % de las viviendas de Curré tiene menos de 15 años de construidas (Censo ICE, 2000) Predominan paredes exteriores de bloques (34. 48 %), y de núcleo de bambú (29.31 %), lo que significa un 64 % entre ambos materiales (Censo ICE, 2000). Durante nuestro recorrido por Curré, don Santos nos informa que las viviendas corresponden a diversos proyectos habitacionales, resultado de varios programas nacionales.

El primer programa fue en 1989, gestionado por el BANHVI, fueron en total 28 casas, 22 de ellas en Curré Centro, 1 en Las Vegas y 5 en Lagarto Este programa estaba ya aprobado, pero su ejecución tuvo que realizarse de emergencia, ante la inundación de varias viviendas por efecto del huracán Juana, que azotó en 1988. Las paredes de núcleo de bambú han resultado ser bastante fuertes y su apariencia externa es semejante a las de block. Don Santos relata el proceso en que la comunidad aprendió la técnica y construyó estas viviendas. Más tarde también se construyeron algunas casas con paredes de núcleo de caña blanca.

El segundo programa en 1994 fue de 24 casas, gestionado por PRONAVI. Existe un tercer programa realizado por un contratista (G. Leal) que consistió en 7 casas con techo de tejas. En la cercana comunidad de Campana, que se considera parte de Curré Centro, Cáritas de Costa Rica financió 5 viviendas en 1990 (Información aportada por Uriel Rojas).

El 93. % de las viviendas usa techo de zinc y solo un 5. 17 % posee techo tradicional de palma real. De igual modo, el piso de las casas es en un 93. % de los casos de cemento o mosaico y solo un 6. 9% tiene pisos de tierra (Censo ICE, 2000). Si acaso tres casas en todo Curré tienen techo de palma, opina don Santos. En uno de los casos, el señor es peón y la familia había salido a San Isidro a coger café, cuando repartieron casas. Por ese motivo viven en “una ranchita” en muy mal estado. El techo de la casa gotea (Entrevista).

En 1967 solo 2 viviendas tenían letrina, pero ya para 1972, todas las casas contaban con este recurso (Bozzoli, 1975: 77). Actualmente, un 30 % usa letrina, mientras que 68 % por ciento de la viviendas cuenta ya con tanque séptico. El 93 % de las viviendas tiene baño exclusivo, pero 3 casas (5 %) no tienen baño (Censo, ICE 2000).
Bozzoli informa que en 1972 la mayoría de las casas consistía tan solo de cuarto y cocina (Bozzoli, 1975). Hoy en cambio, las viviendas constan por lo general de dos cuartos, sala, cocina y baño. Las casas de núcleo de bambú tienen tres dormitorios y en algunas de ellas se ha cerrado el corredor, con lo que se obtiene un aposento más que se convierte en sala. Este patrón habitacional aparece a partir de la implantación de los programas de vivienda (Uriel Rojas, entrevista). Un informe del Ministerio de Salud (1999), consigna que el número de aposentos por vivienda es 5, así como también el promedio de habitantes es 5 por vivienda, lo que parece acorde con nuestros datos.

 

Construcciones adicionales

Es frecuente la existencia de construcciones adicionales o “agregados” que puede ser utilizado como área de cocina o descanso.

 

En la actualidad algunas personas construyen un agregado de madera para la cocina, aún cuando sea eléctrica. Se desea separar la cocina de la casa. Se come en la cocina.

Uriel Rojas, entrevista.

 

Ese agregado es en algunos casos un rancho de tipo tradicional, solo que este tipo de construcción ya no está al alcance de la mayoría:

 

Un rancho con hamacas para el calor, es un deseo de todos… Antes los ranchos los tenían todos, ahora solo los que tienen plata, es un lujo… Un rancho puede estar costando casi cien mil colones, lleva mucha mano de obra, es muy artesanal, tienen que ser personas especiales quienes lo hagan, hay que ir a buscar madera al monte, lo difícil es que la encontrés, se ocupa ayudantes. Sale más barato hacer un agregado de madera que un rancho.

Uriel Rojas, entrevista.

 

A principios de los años setenta eran frecuentes los chiqueros, gallineros o las trojas cerca de las casas. En la actualidad los gallineros son escasos, los chiqueros no se usan y las trojas han cambiado en uso y apariencia:

 

Troja ya no se usa, si se hace es de zinc no de palma, no es para tener maíz, arroz, o boñiga seca para quemar contra los insectos, (como antes), sino leña… La troja era un ranchito pequeñito como una bodega, a veces tenía un tabanquito para lo más delicado.

Uriel Rojas, entrevista.

 

Desaparición de la vivienda tradicional

A finales de la década de 1970, habían en Curré 75 viviendas, de las cuales 31 eran ranchos, 36 casas de madera y solo 8 eran de block (Gutiérrez, 1980). Actualmente se ha completado ya el ciclo de desaparición de la vivienda tradicional y finalmente, como resultado de los programas estatales de vivienda, se ha producido la desaparición de la vivienda tradicional.

Si bien el cambio de las casas tradicionales a las convencionales supone un mayor bienestar e higiene para los curreseños, la casa tradicional deja un vacío como símbolo cultural y referencia de identidad. Es nuestro parecer que la ADI, con apoyo del Ministerio de Cultura ó Aradikes, debería construir una casa que sirva de modelo y referencia a las nuevas generaciones, que se mantenga y se esté reconstruyendo, semejante al Usure de los bribris existente en Bribrí.

 

Problemática actual de vivienda.

Gracias a los programas de vivienda que se realizaron en los años 1989 y 1994, la situación de vivienda es bastante favorable para la comunidad de Curré. No solo se trata de viviendas relativamente nuevas, sino que en la actualidad no constituyen una deuda para los curreseños. Esto es importante porque, dentro de la difícil situación económica de esta comunidad, la vivienda no significa un desembolso más para el curreseño. Según el Censo ICE 2000, en la actualidad, solamente una persona paga alquiler por vivienda.

En cuanto a las condiciones de las viviendas, se ha señalado ya que en su mayoría, se trata de inmuebles relativamente nuevos. El Censo ICE 2000 indica que solo una de ellas está en condiciones de tugurio, aunque por observación, consideramos que el número de inmuebles bajo esa circunstancia podría ser mayor. No obstante lo anterior, ese no es el problema más serio de Curré en cuando a vivienda, sino el que se genera como resultado de la demanda que ejercen nuevas familias de parejas jóvenes. La Asociación de Desarrollo Integral de Curré está impulsando un programa de vivienda para ofrecer solución al problema de más de veinte parejas y mujeres solas con hijos. De acuerdo a lo expresado por don Daniel Leiva, presidente de la ADI, existe fuerte presión al interior de las familias causada por parejas jóvenes que no tienen condiciones para construir su propia vivienda. Se ha venido trabajando en la consecución de recursos para que estas familias jóvenes construyan en los terrenos de sus padres. La solución, tiene el problema de que incrementaría la cercanía entre viviendas y reduciría la privacidad de las mismas, lo que no es contrario al gusto y la tradición cultural de los curreseños.

 

Muebles y objetos de la casa

En los últimos tiempos, la comunidad de Curré ha venido experimentando una serie de cambios culturales, que repercuten en el ámbito de la vida doméstica. Tal es el caso del cambio de la casa tradicional a la casa convencional, cuya velocidad se acelera en los años noventa, y la instalación de la corriente eléctrica, que data tan solo de 1996. No obstante, es posible observar que una serie de elementos del modo de vida tradicional siguen coexistiendo en la nueva estructura habitacional. La transición hacia el uso de determinados muebles de casa, por ejemplo, acordes con el diseño de las viviendas convencionales, se dificulta por razones culturales y también por limitaciones de carácter económico y adquisitivo. Esto ocurre por ejemplo en lo que atañe al uso de algunos muebles y objetos, y a la adopción de ciertos hábitos hogareños.

Hasta donde hemos podido observar, pocas familias utilizan muebles de sala, al tiempo que no todas poseen muebles de comedor: mesa y sillas o bancos. Como explica muy bien Uriel:

 

No en todas las casas hay muebles de sala, las familias de personas mayores no tienen. La etapa de transición llegó cuando ya no tenían vida (laboral) activa, había terminado, no tienen un salario… Algunos tienen muebles, los maestros, familias donde varios trabajan… Lo más frecuente es unos muebles de comedor, una mesa, con banquitos, sillas de madera hechas… En otros casos se almuerza, no en la mesa, sino sentados en sillones de sala, con los platos en la mano.

Y exclama, con sentido del humor, pero haciendo evidente el proceso de transición cultural que se vive, aun por parte de las nuevas generaciones:

Comí en guacales, ¿ no voy a comer (con el plato) en la mano?

Evidentemente, la funcionalidad de los espacios, y de los muebles es otra:

La comida es muy espontánea, podría caminar, conversar… Casi no se come todos juntos, o el mismo horario. Come el que tiene hambre. Algunos comen en la hamaca.

Uriel Rojas, entrevista.

 

Ante la ausencia de muebles de sala, hemos observado que con alguna frecuencia el corredor funciona como espacio social para la atención de las visitas, a las que se les ofrece un banco, mientras su interlocutor ocupa la hamaca. En otras ocasiones, cuando existen, el anfitrión recibe a las visitas en las sillas del comedor.

Se mencionó ya que la cocina se ubica a menudo en un espacio aparte. La mayoría de las personas (60 %) cocina con leña, 45 % tiene cocina de gas y un 21 % posee cocina eléctrica. Evidentemente se combinan diferentes fuentes de energía, el uso de la leña parece motivado por razones económicos pero también culturales, en función de la tradición todavía vigente. Las cocinas de leña son fogones construidos de madera y tierra.

Llama la atención que de acuerdo al Censo del ICE (2. 000), solo el 58.6% de las familias tiene plancha eléctrica. La cifra pareciera baja, sin embargo es posible que no todas las familias aplanchen su ropa. Cabe recordar que la presencia de la corriente eléctrica es muy reciente y viene tan solo desde de 1996. La refrigeradora aparece en 29. 3 % de los hogares (Censo ICE, 2 000).

Un 31 % tiene televisor, lo que parece poco si se le compara con otras comunidades (Censo ICE, 2000). Esto se debe a problemas adquisitivos pero más aún al hecho de que la señal de las estaciones nacionales de televisión llega bastante debilitada. Algunos intentan resolver este problema, aunque con escasos resultados, adquiriendo “boosters” (elevadores de señal), o bien, haciendo malabares con sus antenas, subiéndolas a los árboles, etc. Desde un punto de vista cultural y de participación de esta comunidad en la vida nacional, parecería de suma importancia que tuvieran acceso a la información de las televisoras nacionales.

Un 31 % de las familias tiene radio, 45 % grabadora y 24 % equipo de sonido (Censo ICE, Curré). Suponemos que en algunos casos estos datos se traslapan, sin embargo dan cuenta de que la comunidad posee con medios para mantener una fuerte comunicación con el entorno. La existencia de equipos de sonido ha dado como resultado un fuerte incremente del “ruido” ambiente de la comunidad, tal y como ocurre en otras partes del país, según lo hemos comprobado.

 

La cuadra, uso y valoración.

Solamente 4 casas, es decir, un 6.9 % de las viviendas, están en fila o contiguas, mientras que un 91 % están construidas de manera independiente, esto es rodeadas de huerta o jardín (ICE, 2000). Esto explica por qué cuando se habla de una posible reubicación, los curreseños de inmediato manifiestan su rechazo a las construcciones del tipo “urbanización”, puesto que la vivienda independiente es un rasgo cultural o de estilo de vida que los habitantes de Curré han logrado conservar y quieren mantener. Este rasgo, como señalamos antes, fue reportado por Stone desde mediados del siglo pasado (Stone, 1949). En los apuntes inéditos de Hernán Gutiérrez, se lee: En Curré dicen “lo suficiente como para que los gallos no peleen, ni las gallinas se vayan a poner a otras casas”. Otros dicen “lo suficiente como para aclarar conflictos sin que otros se enteren”. La privacidad es muy celosamente guardada… (Gutiérrez Hernán, 1980).

El tamaño de las cuadras, como llaman a los terrenos en que se hallan ubicadas las viviendas, es variable, pero oscila de un cuarto a media hectárea. Esto ha empezado a variar porque con el crecimiento de las familias y la construcción de viviendas para los hijos, las casas tienden a estar más cerca entre sí y a generarse un relativo hacinamiento. Evidentemente estas cuadras anteriormente fueron todavía más grandes. En ellas, en su interior o en las cercas, suelen haber árboles frutales diversos: naranja, aguacate, nance, mamey, zapote, zonzapote, pejibaye, mandarina agria, pipa, aguacate, mango. Algunos vecinos siembran maíz, ayote. El plátano que se siembra en las cuadras se vende, pero también se consume familiarmente. Algunos obtienen algún ingreso de la venta de las frutas:

 

El que tiene, una media hectárea, lo tiene cultivado en plátanos, en árboles frutales, en eso se defiende. Por ejemplo al menos yo, eh, unas matitas ahí de aguacate y toda esa cosa digamos hago un …, con eso me defiendo de cuando hay escasez.

Rodolfo Rojas, testimonio oral

 

Es apreciada la sombra de estos árboles, así como también el aroma de las flores que las señoras siembran junto a las casas. En la actualidad, a diferencia de lo que sucedía antes de la construcción de la carretera, existen restricciones a la tenencia de cerdos y gallinas, aunque algunas familias conservan algunos animales. Dentro de las transformaciones en el modo de vida que se producen a partir de la construcción de la carretera, este es uno de los aspectos que más frecuentemente citan los curreseños, la prohibición de tener sus “animalitos” libremente por el poblado.

 

5. SERVICIOS Y RELACIONES CON OTRA COMUNIDADES

Electrificación

La electrificación de Curré se produjo en diciembre de 1995, tres casas y el resto del pueblo en enero de 1996. Nos cuenta Uriel Rojas, que anteriormente, los estudiantes de Curré que iban al Colegio de Palmar Norte, venían de su centro de estudio, sitio donde sí había iluminación eléctrica, y llegaban a Curré a realizar sus tareas a la luz de una vela. Actualmente prácticamente todas las casas están electrificadas, con excepción del caserío de Campana, ubicado en las afueras, donde no llega el tendido eléctrico. De acuerdo al Censo ICE 2 000, la mayoría de los pobladores se alumbra con corriente eléctrica (86. %) pero existe todavía un segmento de la población del 12 % que recurre a las candelas para alumbrarse.

La mayoría de las personas utiliza leña para cocinar (60 %), el gas es utilizado por un 45 % de las familias y solo un 21 % cocina con energía eléctrica. Algunos combinan diversos fuentes de energía. El uso de la leña se debe a tres razones, a saber: tradición comodidad y ahorro. El uso de la leña es tradicional dado que hasta hace poco no tenían corriente eléctrica y el uso de fogones está muy acendrado en su experiencia. Ofrece comodidad porque todavía se consigue leña en la orilla del río, aunque ya no es tan fácil como antes, sino que cada vez con mayor frecuencia se debe comprar. Genera un ahorro, porque sale relativamente más barato. La cocina con leña se usa a menudo para alimentos de cocción más lenta, como frijoles o tamales. La cocina de gas se valora por su rapidez y es muy apreciada por las señoras de los trabajadores bananeros, quienes se levantan de madrugada a preparar los desayunos de sus maridos.

 

La situación de Campana:

Campana es un caserío ubicado un kilómetro al norte de Curré, sobre la Carretera Interamericana. Se le considera parte de Curré Centro y está habitada por varias personas, en su mayoría de la familia Mavisca. No tiene tienen servicio de agua corriente, ni electricidad. Don Margarito, doña Daysi Rueda y sus niños, son artesanos, y nos cuentan lo difícil que resulta salir adelante con pedidos de gran volumen que demandan trabajo nocturno.

 

En tiempo de verano, para lograr completar un pedido tengo que trabajar hasta las 11 de la noche. Trabajamos todo el día de 7 a 4 de la tarde, y a veces para distraernos un poco vamos al pueblo a ver novelas, porque aquí no hay luz eléctrica. Vamos donde algún vecino que tenga televisor, y como a las 8 de la noche volvemos y seguimos hasta las 11, trabajando con candela. Si aquí hubiera luz eléctrica yo encantado de la vida.

Margarito Mavisca, testimonio oral.

 

Mi esposo hizo la solicitud de ver si nos traen la luz aquí, porque el problema es que mi hija cuando viene del colegio tiene que venir todo ese trayecto sola (desde Curre hasta Campana) y es muy oscuro. Ya por varias ocasiones le han parado carros malintencionados y es muy peligroso. Años atrás se nos quemó la galerita con la candela y perdimos todo, y una chiquita apareció muy quemada, dos meses internada, y estamos con ese temor siempre, de que los chiquillos son … no como uno, de tener cuidado con las candelas, y ya el hizo la solicitud y aparentemente cabe la posibilidad de que la traigan (la corriente).

Doña Daysi Rueda, testimonio oral

 

La situación es paradójica, porque según explica doña Daysi: una de las razones por las que no ponen la corriente es porque la cantidad de personas es insuficiente, pero la gente se va de Campana por la falta de servicio eléctrico.

 

Servicio telefónico:

Desde 1992, un teléfono público administrado, ubicado en la pulpería de doña María Cedeño, sirve para atender las necesidades de comunicación telefónica de los más de 400 habitantes de Curré. En una comunidad que manifiesta una tasa tan alta de migración por razones laborales como esta, el teléfono es fundamental porque facilita el contacto de los que salen en busca de empleo con sus familias y su comunidad.

 

Para el pueblo (el teléfono) es muy importante, hay señoras que tienen las muchachas en San José, trabajando, las llaman y se comunican. También ellas, de allá, llaman a la mamá.

Se da el caso de familias enteras que viven fuera de Curré. Es por este medio que mantiene vivo el vínculo con los que han partido. Que cuándo vienen, que sin van a estar con nosotros en la fiesta, que si van a traer a los niños, que en cuál bus los espero. Algunos muchachos que se aventuran fuera del país, tienen el teléfono como un recurso que les mantiene comunicados con sus familiares:

 

Las familias de afuera, los hijos… llaman a sus papás. Algún hijo en Estados Unidos… llama a su mamá…

En momentos de emergencia este único teléfono del pueblo, ha sido herramienta fundamental, como se ha demostrado cuando se han producido inundaciones en las Vegas del río y ha sido necesario evacuar a varias familias. En esos casos, las llamadas son constantes desde diversas partes del país, preguntando por los parientes. Es por eso que cuando el teléfono se daña, la comunidad se ve en aprietos, como por ejemplo cuando no hay cómo llamar una ambulancia para atender a una parturienta:

El teléfono es importante para las emergencias. Cuando no hay teléfono sufren las emergencias. Una muchacha que se iba a mejorar, la tuvieron que sacar en un carro.

Entre los usuarios frecuentes del teléfono figuran los estudiantes, en especial los que llevan cursos en instituciones de educación superior en Buenos Aires, y requieren coordinar con otros compañeros:
A los maestros les urge comunicarse con los compañeros, estudian en la Universidad y se pasan datos.

Este medio es la vía de que disponen los dirigentes y representantes comunales para comunicarse con oficinas del Estado, promover sus proyectos y agilizar los trámites. Es también el medio con que cuentan los artesanos para coordinar la venta de artesanía. Etc. En fin de él dependen una serie de actividades de Curré. Lastimosamente el teléfono de Curré presenta una serie de deficiencias funcionales. Por una parte la falta de privacidad, ya que está ubicado cerca del mostrador de la pulpería, donde los clientes se enteran de las conversaciones, por otra la saturación y finalmente la baja calidad técnica del servicio.

En ciertas horas y días la cantidad de llamadas salientes es tanta que no entran llamadas, de manera que personas que están fuera de Curré intentando llamar quizá desde un público, no lo logran en varias horas de intento. Es frecuente ver señoras esperando por largas horas a que se establezca una llamada de sus hijos o su marido, pero la llamada no se produce porque la cantidad de llamadas salientes no lo permite. Existe el problema adicional de la mala calidad del servicio, especialmente afectado por un alto nivel de ruido, lo que hace que algunas personas, especialmente las de edad, no puedan escuchar por este teléfono. Parece increíble pero varios informante aseguran que durante un tiempo las llamadas originadas en este teléfono, se estuvieron escuchando por la frecuencia de Radio Boruca. Entre los meses de abril y marzo del 2000, el teléfono estuvo sin timbrar, con el consiguiente perjuicio para las llamadas entrantes. El ruido en la línea, la saturación y la falta de privacidad, hacen que los domingos, algunas personas opten por salir a Paso Real o a Palmar Norte a hacer sus llamadas urgentes.

 

Servicio de acueducto.

Curré cuenta con un sistema de distribución de agua potable que abastece a 79 familias, y a los edificios públicos (escuela, iglesia, centro comunal, etc,). El acueducto posee una larga historia y ha demandado una fuerte participación de los vecinos. Antiguamente la población se abasteció de ríos y quebradas. Todavía está fresco el recuerdo de las jornadas hasta el río a traer agua en grandes jícaros llamados “tiquises”. El lavado de la ropa también se hacía en el río. Ahora aquellos tiempos se recuerdan con nostalgia, porque a pesar de la dura faena, se construían relaciones y se daba la tertulia de las mujeres, junto al río:

 

Sí, era bonito, porque nos íbamos al río, entonces ahí se reunían todas a lavar. Entonces era diferente… Ahora cada quién tiene su agua en su casa, entonces, uno es ya un poquito menos… Antes, pues se hacía en la mañana, a las siete ya todas íbamos al río, a las siete no, a veces a las seis, cinco y treinta, para que el sol no nos dañara mucho la piel. Ahora eso ha ido desapareciendo…

Luz Elmida Araya, Testimonio Oral.

 

El Lic. Hernán Gutiérrez, quien trabajó en la comunidad de Curré a finales de la década de 1970, se refiere a la tradición del lavado a la orilla de río:

 

La importancia de tal institución, reside en el hecho de que tal lugar representa el área de interacción social de la mujer en Curré. Bien saben ellas a qué hora y días llega cada una a su lugar.

Gutiérrez Hernán, 1980.

 

En 1970 se logró poner grifos en cuatro sitios de la comunidad para abastecer de agua para beber. Ya para 1975 algunas casas lograron tener agua dentro de la casa Actualmente el acueducto de Curré se abastece de dos modos simultáneamente. Uno de ellos es mediante gravedad, el agua baja desde un tanque construido en los alrededores, y el otro es mediante un pozo, en este caso el agua se extrae por una bomba que se ubica cerca de la plaza de fútbol (Entrevista a Santos Rojas).

La eliminación de basura se realiza mediante quemado o enterramiento. Sin embargo áreas importantes de la comunidad, la callejuela de piedra al frente y otras de uso público, suelen verse con abundante cantidad de basura, bolsas y otros.

 

Comunicación con otras comunidades.

Buenos Aires y Palmar Norte son los dos centros urbanos a donde más frecuentemente viaja la gente de Curré. Curré está prácticamente en mitad del camino entre ambos ciudades. En los dos lugares el coste del pasaje es parecido, (algo más de trescientos ochenta y trescientos cincuenta colones respectivamente) pero hacia Palmar los buses pasan con más frecuencia.

 

La gente de Curré viaja a Buenos Aires y Palmar Norte. Son los dos lugares. A Buenos Aires va uno a veces a citas o va a alguna reunión a Aradikes, tan bien he ido a la municipalidad. En Palmar Norte, más que nada se va a hacer comprillas y a veces a retirar la pensión. Comprar, digamos, arroz y carne, verduras y así, cosas que se necesitan. Más aquí, la verdad, porque le sale más barato a uno comprar allá que comprar las cosas aquí, sale más barato allá. En Buenos Aires también se compra.. Si uno hace un viaje a Buenos Aires, para lograr el viaje, uno aprovecha y hace la compra, también.

Francisco Mavisca, testimonio oral.

 

Todos los días sale un bus en la mañana y otro en la noche con un grupo de estudiantes hacia el Colegio de Palmar Norte. Los trabajadores bananeros laboran en fincas cercanas a Palmar Norte, eventualmente se quedan en ese centro urbano haciendo compras.

Don Francisco opina que a San José se viaja poco. Esto se debe a que no se viaja a San José por razones rutinarias, sin embargo, tal y como he podido comprobar, los curreseños se ven obligados a desplazarse a la capital con alguna frecuencia, a realizar gestiones, citas médicas con especialistas y diferentes tipos de trámites. Esta situación, en algunos casos esto provoca en ellos bastante tensión, porque en ocasiones careces del dinero para costearse el viaje. El importe ida y vuelta es de unos tres mil colones. Los dirigentes y representantes de la comunidad, miembros de los Comités de Salud, Comités de Mujeres y otros, con suma frecuencia deben viajar a representar su comunidad, gestionar recursos, coordinar, capacitarse, etc. En estos viajes a veces van sin viáticos y en ocasiones auto financiándose ellos mismos. Los jóvenes viajan con alguna frecuencia a visitar parientes a San José, algunos lo hacen en vacaciones del periodo lectivo.

 

¿Quiénes visitan Curré?

Bueno Curré la visitan mucha gente, principalmente cuando hay fiestas. De Boruca viene mucha gente, de Térraba, San Antonio, Palmar… de Palmar viene mucha gente cuando hay fiestas, cuando es la fiesta de la tradición de los diablitos.

Francisco Mavisca, Testimonio Oral

Ciertamente, cuando hay fiestas, Curré se trae un buen conjunto, y recibe gente de los lugares circunvecinos. En circunstancias normales, hemos podido observar que Curré es visitada por personas provenientes de Las Vegas y Lagarto.

 

Lo que más viene es a comprar un cerdo y algunas cositas, también vienen a comprar plátanos y alguna que otra cosa.

Francisco Mavisca, Testimonio Oral

Existe una relación permanente entre Curré y Boruca. Esta relación no se mide tanto por el flujo de personas como por su significado. Nosotros somos ramas, la raíz y el tronco quedó allá…”, me dijo Uriel un día. Además de la proveniencia, hay parentesco entre unos y otros, e incluso hay borucas que viven en Curré, o se han casado con personas de esta comunidad. La interacción cultural y étnica entre ambas comunidades no es siempre visible pero hay momentos en que se hace evidente de manera intensa, como durante la celebración de la fiesta tradicional de los diablitos en Curré, circunstancia en la que Boruca, aporta una serie de recursos culturales a Curré, como soporte a su celebración, y Curré, acepta y pide esta colaboración. Como dijera don Santos, si una reubicación nos separara de Boruca, “sería como que nos quitaran el brazo derecho”. Este es un aspecto que debe estudiarse con más detenimiento.

 

Radio y Televisión.

La ubicación de Curré hace difícil la recepción de algunas emisoras de radio y especialmente de televisión nacional. El domingo, por ejemplo, mientras unos ven el partido de fútbol en el corredor de la casa de Edixon, otros están afuera en el patio, tratando de ajustar la antena que pusieron en lo alto de un árbol de mango del jardín, a ver si acaso, entre la lluviosa interferencia de la pantalla, “la sele” logra meter un gol. Esta agobiante situación explica por qué, muchos curreseños se abstienen de adquirir un aparato de televisión:

 

Mire, aquí es muy malo para la televisión. Aquí prácticamente son pocos los canales que entran: Canal 7, Canal 4 hay que ponerle un punto demasiado especial para que entre. Casi siempre el que entra es Telemetro de Panamá y TVM Chiriquí. Por eso muchas personas no se preocupan por comprarse su tele, porque ya han comprado y no vale la pena. Hay se tiene y se pierde más que todo el dinero.

María Mora, testimonio oral.

Tenemos entendido que la forma en que el Canal 7 entra tampoco es muy efectiva. Con todas y sus otras desventajas, la presencia de la televisión nacional, contribuiría a llevar un mensaje más de participación de la comunidad en el todo nacional. No obstante, como vemos, es más fuerte la presencia de los canales panameños. Al parecer Canal 13, el canal cultural costarricense, no se detecta. En lo que concierne a la radio, los curreseños tienen un poco más de suerte.

 

Emisoras de radio si, Omega entra en todo lado, porque ellos han tenido sus buenas torres. En noticias Monumental y Columbia , Radio San Isidro y Radio Sinaí, Boruca, todas esas. Los que son cristianos escuchan Radio Fides.

María Mora, testimonio oral.

 

Posteriormente, en la pulpería, una adolescente nos confirma lo anterior y agrega otras emisoras de su gusto:

 

Sí, entra Canal 7, Telemetro de Panamá y TVM Chiriquí.En radio, Omega, 103 y 911, que son de música joven. También radio Boruca.

 

Cruzando la calle, don Cristino Lázaro vende el periódico La Nación y Al Día, que llega todos los días desde temprana hora.

 

6. VALORACIÓN DE LA LOCALIDAD Y EL ENTORNO GEOGRÁFICO

¿Cómo valoran los curreseños su localidad y su entorno geográfico? Una encuesta reciente evidencia una valoración muy positiva del entorno geográfico por parte de los habitantes de Curré. Cuando se pregunta acerca de cuáles son los aspectos que más les gusta de la comunidad, los curreseños mencionan las tierras 97 %, los ríos 91 %, el clima 90 % y la vegetación 88 % (Censo ICE 2000). El entorno geográfico natural surge así como un elemento satisfactor de carácter fundamental. Este disfrute del entorno natural se pone en evidencia en su vigorosa defensa del patrón de vivienda con casas separadas, no contiguas, sino rodeadas de “cuadras” pobladas de follaje. Entre los aspectos considerados como problema en la localidad, se quejan de la falta de fuentes de trabajo 97%, de la pobreza 59 %, pero también del alcoholismo 31 % y de la falta de caminos 26 %. Por estar ubicado a la par de la Carretera Interamericana, suponemos que se alude al mal estado de las callejuelas de piedra del poblado.

 

La libertad… en medio de la pobreza.

En los testimonios orales, los curreseños rescatan como uno de los valores de su comunidad, la libertad. Para explicar esto, doña María Mora, quien es una señora no indígena, casada y madre de indígenas, pone de ejemplo la libertad y la confianza en que se crían los niños, aun en medio de la pobreza que se vive en Curré.

 

Ellos nacen en la comunidad, viven en la comunidad, crecen en la comunidad con un estilo de libertad de… ¿cómo le dijera? Algo como muy lindo. No hay represión de nada, sino que se comen su comidita sencilla, – no se puede comer muy bien por la falta de recursos económicos -, pero se sustenta mucho, porque se vive muy libre, sí muy libre.

Porque ellos son libres como un pajarito. Uno los ve caminar, correr, jugar y a ellos no les importa si tienen zapatos o no los tienen. O tendrán sus zapatos y ni se los ponen, porque están acostumbrados desde chiquitillos a estar batiendo barriales, andar jugando, andar libres. Entonces yo veo que en sí hay mucho valor en la libertad.

María Mora. Testimonio Oral.

 

Ante la posibilidad de tener que cambiar hacia otro patrón de vivienda que no incluya el contexto natural y las “cuadras” o zonas de follaje entre las casas, doña María asegura que se perdería la libertad, y que este es el estilo de vida de las comunidades indígenas en general, como se puede apreciar también en Boruca:

 

Decir que vayan a coger la comunidad de Curré y la vayan a poner allá, donde haiga que tener apenas una acera de por medio o uno encima de otro… yo creo que difícilmente se podría vivir, porque están tan acostumbrados de vivir (como se vive) en las comunidades indígenas. Van a Boruca e igual se ve la gente: caminan descalzos, andan ahí hasta sin camisa, ellos se sienten como en su casa.

María Mora. Testimonio Oral.

Es la libertad de seguir siendo como son, o bien, como decía don Telésforo, de “tener nuestro estilo de vida y que no nos pase lo que le ha pasado a otros indios que perdieron su identidad”. Telésforo Lázaro, Testimonio Oral (Ver Cap. IX).

 

Valorización simbólica del espacio.

El espacio habitado de Curré se convierte en el último baluarte, el último bastión de un grupo humano y social que ha venido perdiendo muchos de los indicadores visibles de su identidad étnica boruca. Un grupo que experimenta dolor de lo perdido, que expresa el dolor de no tener su traje, ni su lengua tradicionales y ve en el territorio y en el recurso arqueológico, “lo único que nos queda”. No es de extrañar entonces encontrar el espacio geográfico convertido en espacio simbólico, representativo de su identidad indígena, así como tampoco el hecho de que se interprete que todo elemento que atente contra ese espacio, símbolo de identidad, sea percibido como pernicioso, como negativo y visto como una amenaza que debe ser enfrentada. Este es el caso del Proyecto Hidroeléctrico Boruca (Para más detalle ver Cap. IX).

En el discurso de los mayores, y especialmente en las palabras de don Cristino Lázaro, el carácter simbólico del espacio geográfico y del río, adquiere su máxima expresión cuando llega a adquirir el valor de espacio ancestral y sagrado, y toda amenaza contra este espacio trasciende incluso al nivel de pecado.

 

Lo más bello es el río, ante todo por principios tradicionales. El río viene desde el lado de las Cordilleras de Talamanca (…) ha sido habitado por los indígenas, desde su nacimiento, hasta llegar a la desembocadura (…) Es pecaminoso aceptar un proyecto de esa naturaleza.

Cristino Lázaro. Testimonio Oral.

 

El interés demostrado por el ICE, particularmente durante los últimos meses en la realización de un megaproyecto en la región, y el acercamiento un tanto conflictivo entre esta institución y Curré, han sensibilizado a la comunidad aun más en torno al espacio geográfico y la localidad, produciéndose una revalorización del espacio símbolo y reducto de la comunidad y la identidad curreseñas. El hecho es que existe un vigoroso sentimiento de arraigo de parte de la comunidad, que no se puede desestimar y que se ve exacerbado por el Proyecto Hidroeléctrico. Así, cuando en una entrevista preguntamos a la maestra de la Curré, cual era su sueño para el futuro, contestó con las siguientes palabras:

 

… que nunca hicieran la represa aquí, y que no me tenga que ir de aquí. Ese es mi sueño… ¿Cómo yo me tengo que ir…? ¿Cómo? ¿por qué? Si esto es lo que más quiero, lo que tengo, lo que… ¿Cómo me lo van a quitar? (Se queda en silencio…).

Se seca las lágrimas y a veces se ríe, porque le da vergüenza llorar en publico y prosigue dolida y molesta:

 

No me van a dar otro Curré. Sabe, ¿que me digan eso…? No es justo.

Victoria Lázaro. Testimonio Oral.

 

A nuestro modo de ver, la prolongación del conflicto sin llegar a un acuerdo preliminar con Curré, favorece la intervención de actores externos y la agudización de la controversia, lo que probablemente hará que se llegue a extremos de mayor arraigo y aumente la significación del territorio.

 

7. CONCLUSIONES

Primer acercamiento:

La localidad de Curré Centro, es la cabecera del Territorio Indígena de Rey Curré. La comunidad de Curré, tiene poco más de 400 habitantes y está ubicada a unos 30 Km. al sureste de Buenos Aires de Puntarenas. Pese a estar a la orilla de la carretera interamericana su existencia pasa a menudo inadvertida para los costarricenses. Una caminata por la localidad permite apreciar la dispersión de las viviendas, separadas entre sí por espacios de follaje o cuadras. Consta de 86 viviendas en su mayoría de paredes de block o núcleo de bambú. Aún a pesar de su pobreza, la vivienda no es el principal problema de esta comunidad, donde casi todos cuentan con este recurso. En los últimos tiempos han empezado a presentarse problemas de vivienda con las parejas jóvenes pero en general, Curré tiene una situación muy ventajosa con respecto a otras comunidades pobres del resto del país.

Durante los últimos años se cerró el ciclo de transición de la vivienda tradicional indígena de pisos de tierra y techo de palma, por la vivienda convencional o moderna. También es muy reciente la electrificación de la comunidad que data apenas de 1996. Esto contribuye a que una serie de pautas culturales propias del mundo doméstico tradicional, aún persistan y convivan en espacios hogareños convencionales de diseño contemporáneo. Estos son entre otros el uso de la hamaca, el fogón de leña, la costumbre de comer con el plato en la mano o el eventualmente el uso de ropa sin aplanchar. Otras prácticas como la adquisición y uso de muebles de sala o el uso de la mesa de comedor, no están generalizadas.

Uno de los aspectos que sobreviven y que el curreseño aprecia de manera muy particular, son los espacios de vegetación alrededor de las viviendas. Estas “cuadras” o solares, cuya dimensión es de un cuarto a media hectárea, constituyen un elemento fundamental del patrón de vivienda. El ambiente natural provisto por la cuadra se convierte en un importante elemento satisfactor, porque además de servir para la producción de alimentos y plantas medicinales, genera frescura, sentido de libertad, independencia, privacidad, separación de los vecinos y relación con la naturaleza. La cuadra es para los mayores espacio de trabajo y de ocio productivo, lo mismo ocurre con las mujeres quienes siembran matas alrededor de la casa. El curreseño ha logrado tener una casa con características modernas, no siempre amueblada de manera acorde con las características de la vivienda, aunque en algunos casos dotada de electrodomésticos, pero- he aquí lo importante- en un entorno natural que le resulta satisfactorio.

Los principales edificaciones públicas se encuentran dispersas, lo que no favorece la integración de la comunidad y sus actividades. A excepción de la escuela, y del Centro de Salud que acaba de ser remodelado por la Caja Costarricense de Seguro Social, muchos de ellos lucen un grado importante de deterioro, tal es el caso del Salón Comunal o la Iglesia, cuyo proceso de remodelación, iniciado hace ya tiempo, se ha estancado, decayendo en abandono. Otros sitios públicos como la plaza de fútbol, las paradas de buses o el área que sirve de llegada e ingreso a la comunidad, parecieran requerir más atención y ornato del que actualmente reciben. Los caminos internos son callejuelas de piedra y en invierno se hace difícil el desplazamiento. Se carece de espacios de entretenimiento para jóvenes y niños. El muro de piedra de origen precolombino, así como el monolito al frente de la escuela, son signos físicos de carácter arquitectónico altamente valorados por la comunidad de Curré, que se convierten en indicadores de identidad étnica.

Los curreseños tienen relaciones con la comunidades cercanas de Palmar Norte y Buenos Aires, a donde se viaja en busca de servicios, trabajo, contacto con entidades públicas, médicos, colegios, etc.. No se excluye la posibilidad de viajar a estos sitios por razones de entretenimiento, pero no resulta cómodo, ni económicamente accesible. Se produce entonces un aislamiento relativo fundamentado en causas sociales, como las dificultades económicas para desplazarse o para consumir en esos sitios. Esta situación de aislamiento se reforzada por el deficiente servicio telefónico que recibe la comunidad. Al parecer, Curré es menos visitado ahora que en otras épocas, aunque según estudios anteriores, en los años setenta Curré pudo haber sido un sitio visitado por vecinos de para otras comunidades pequeñas. Muchos curreseños prescinden de adquirir aparatos de televisión por la difícil recepción de la televisión nacional. En algunos casos se ve mejor la televisión panameña.

Este primer acercamiento a Curré nos ha llevado a mirar al curreseño en su localidad, y a preguntarnos acerca de la valoración que hace el curreseño por localidad y su entorno geográfico, y la respuesta es que existe una valoración muy positiva del entorno geográfico por parte de los habitantes de Curré, según se demuestra en encuestas y testimonios. Más allá de la valoración de tierras, ríos clima vegetación, los curreseños conciben su espacio como un símbolo de su identidad étnica, llegándose en algunos casos a considerarlo territorio sagrado. La valoración del espacio geográfico aumenta con la confrontación social causada por el proyecto hidroeléctrico. La valorización del territorio como identificador de identidad, es mayor ante la ausencia de otros elementos, culturales o de otro tipo, que sirvan de referencia étnica a este para este grupo.

Este primer acercamiento nos permitió identificar algunos de los principales problemas de Curré, que se irán retomando en sucesivas capítulos: la escasez de fuentes de empleo, falta de mercados, deforestación, agotamiento de las tierras y las luchas internas, particularmente agudizadas ante la eventual construcción de una represa hidroeléctrica.

 

El ICE y Curré.

Curré es pobre, sus edificaciones son pobres, sus callejuelas son de piedra y no hay espacios de entretenimiento, o bien, podrían ser mejores. La pobreza es tal que la gente tiene que emigrar. Sin embargo las casas son de reciente construcción y la valoración del entorno es muy positiva. Los curreseños tienen un entorno geográfico que les parece bello y no lo cambian por nada. Curré se aferra a su lugar, como el musgo a las piedras del río.

A lo largo de su historia lo han perdido todo, y solo les queda Curré, con todo y su pobreza. Tienen serios problemas y quisieran resolverlos, pero no ven cómo pueden resolverlos, renunciando a lo único que tienen a ciencia cierta. Como dijo la maestra: “no me van a dar otro Curré”. Ya perdieron sus tierras, ya perdieron su lengua y buena parte de su cultura. Están aferrados a lo que tienen, a lo que les queda y no lo quieren perder. Tienen una clara certeza de haber perdido una y otra vez en el juego de la historia. Su espacio, el sitio donde están ahora se presenta como la única garantía de paz, de tranquilidad, de estabilidad. Es su reducto. Todo aquello que amenace con despojarles de ese reducto es visto como pernicioso, negativo, peligroso al futuro de la gente y de la identidad étnica de Curré.

Llegados a este punto me atrevería a decir que si el ICE tiene un interés legítimo en las tierras de Curré, amparado como se sabe, en una legislación nacional que le faculta y le responsabiliza de llevar adelante el desarrollo hidroeléctrico del país, y por otra parte Curré tiene a su haber una legislación nacional e internacional, que garantiza el respeto a sus tierras, será necesario establecer un proceso muy serio y respetuoso, de negociación, donde ambas partes puedan ver respetados sus intereses, necesidades y derechos. En lo que concierne a los intereses de Curré, será necesario hacer una oferta superior a lo que Curré vale para los curreseños.

La construcción de esa oferta es difícil, pero no imposible y tiene que ser paulatina y en conjunto con los curreseños. Esa tarea pasa por conocer respetuosamente a Curré, y profundizar en su ser y en su realidad. El ICE, al menos todavía hoy, no es una transnacional, sino una empresa estatal costarricense, que ha merecido a lo largo de la historia el aprecio de los ciudadanos, y Curré es una comunidad de costarricenses indígenas o de indígenas costarricenses, como se quiera. Lo cierto es que las posibilidades de diálogo y acercamiento están ahí.

Proseguimos entonces nuestro respetuoso acercamiento a Curré.