Chiricanos en Costa Rica

Apuntes para la historia de Potrero Grande y de la Región Sur del país.

Por José Luis Amador M.

1.  Tras la huella de los chiricanos

La presencia del chiricano es innegable en todo el sur de Costa Rica. Cuando transitamos por los pueblos del sur y conocemos sus gentes, empiezan a aflorar apellidos como Beita, Tencio, Caballero, Pinzón, Lezcano, Pití y tantos otros de origen chiricano. Como dijera uno de nuestros informantes, hubo chiricanos hasta en Pérez Zeledón,usted puede ir a Volcán, eso ya era panameños, toditos. San Isidro, en ese tiempo, ahora no, pero en ese tiempo la gente era Beita y el apellido Beita es panameño. En Dominical, un señor de Gualaca, también, llamado José Quirós Pití, allá donde se llama La Uvita. En Puerto Jiménez, un señor de apellido Serrú, y así…” Vicente Guerra, testimonio oral[1].

Cuando en 1871 José María Figueroa hizo su viaje por el sur del país, además de la inmensidad, no encontró más que indígenas y chiricanos. Los chiricanos estaban ya en Hato Viejo (actual Buenos Aires), llanos de San Andrés, boca del río Barú, Boca de Hatillo Nuevo y en otros sitios. Su presencia era dispersa y no logra alcanzar trascendencia política. Aun así llama la atención que en la historiografía costarricense, no existe un solo estudio que se detenga a profundizar en este aspecto. La presencia de los chiricanos en Costa Rica ha sido mencionada por la historiadora Luz Alba Chacón en su historia de Buenos Aires[2] y retomada posteriormente por Bozzoli y Wing Ching[3], así como por los estudios del ICE[4] y por Carmack[5]. En todos los casos se les menciona dentro del contexto de la historia del cantón de Buenos Aires y del sur de Costa Rica, como uno de los sustratos sociales importantes en la formación de la población del sur, junto a los indígenas y a los meseteños. Sin embargo no ha habido un estudio que se ocupe del tema de manera específica.

A finales del año 2002, el presidente de la asociación de desarrollo de potrero grande, Sr. Mario Beita Rueda, solicitó al Proyecto Hidroeléctrico Boruca (ICE), que se escribiera un libro sobre la historia de su comunidad, en el que se destacara el origen chiricano-panameño de Potrero Grande. En aquella oportunidad, la posible construcción del Proyecto Boruca planteaba la reubicación de la comunidad de potrero grande y ante tal situación, era el deseo de los potrereños, que sus hijos y nietos guardaran memoria de su ancestro chiricano. Posteriormente se decidió no construir el PH Boruca y se determinó seguir con el PH el Diquís, que ya no tiene los mismos efectos sobre Potrero Grande. No obstante, el Instituto costarricense de electricidad respetó el compromiso adquirido con la comunidad de Potrero Grande y continuó con esta investigación hasta su culminación.

Durante muchos meses se estuvo trabajando con testimonios orales de fundadores e hijos de fundadores de Potrero Grande: cómo era Potrero Grande a la llegada de los chiricanos, quiénes fueron sus primeros pobladores, cuáles fueron los sitios de asentamiento, causas de su arribo, los trabajos, las fiestas, comidas, las tradiciones, la llegada de los ticos meseteños, etc. Todo ello gracias a la historia oral y la memoria de los potrereños.

Fig. 0-2 JL y Juan Vega

Fig.1. Entrevistador y Juan Vega. Se realizó cerca de 40 entrevistas a profundidad. Aquí Juan Vega (Izquierda) conversa con el antropólogo José Luis Amador acerca de las antiguas tradiciones de los abuelos chiricanos arraigados en Potrero Grande (Amador, 2008).

Sin embargo, en determinado momento comprendimos que era necesario hacer una indagación bibliográfica, para tratar de comprender mejor quién es realmente el chiricano. Los chiricanos son aquellos hombres y mujeres venidos de la provincia de Chiriquí, Panamá. Pero ¿de dónde surge el chiricano migrante?, ¿cuáles fueron las causas de la migración?, ¿quién es el chiricano, sociológica y étnicamente?, ¿cuál fue el contexto histórico y social en que se produjo la integración de los chiricanos a la región sur de Costa Rica? Esta información era necesaria para lograr una mejor interpretación de los testimonios orales que se venían analizando. Fue así como surgió el presente ensayo como resultado de la revisión de artículos revistas y publicaciones, a sabiendas claro, de que existe un vasto continente de material histórico por explorar y que nuestro trabajo es solamente un avance por ese camino.

La información analizada en este artículo está organizada en los siguientes ítems: A) Chiricanos en el sur de Costa Rica. Los ticos colonizan el Sur. Los chiricanos ya estaban ahí. Un vistazo a la bibliografía. 1871, el viaje de Figueroa. Otras referencias. Rutas de ingreso. B) ¿Quiénes son los chiricanos? Caracterización. Panamá: el occidente agrícola y ganadero. Configuración de pueblos. Diversidad étnica y mestizaje. Cultura chiricana. C) Posibles causas de migración. Conflictos por tenencia de tierra. Expansionismo ganadero. Rotación del ganado. Interacción de factores. Vientos de guerra sobre Chiriquí. Características del Sur de Costa Rica. D) Aporte e integración de los chiricanos a la nacionalidad costarricense. Importancia de los chiricanos en la configuración social del sur de Costa Rica. Cambio cultural e integración de los chiricanos.

Para finalizar se debe destacar el mérito del instituto costarricense de Electricidad por haber concedido para este trabajo el espacio y los recursos que se le otorga a toda investigación técnica, dentro de la intensa actividad investigativa que genera un proyecto hidroeléctrico. De igual modo, conviene mencionar el apoyo brindado por la comunidad de Potrero Grande durante esta investigación. Se debo hacer también un especial agradecimiento al Trabajador Social Lic. Hernán Gutiérrez por sus consejos y su desinteresado aporte de bibliografía esencial para este artículo.

El deseo es que este aporte sirva para profundizar en el conocimiento de la identidad pluriétnica y multicultural del sur de Costa Rica, de Buenos aires, cantón de múltiples voces y colores y de Costa Rica toda, patria diversa y en permanente construcción. La investigación completa, denominada Historia y tradición en Potrero Grande. Un pueblo costarricense de origen chiricano – panameño” fue publicada en forma de libro por la Editorial de la Universidad Estatal a Distancia[6].

(Por cierto, alguien tomó hallazgos y mapas de esta investigación para una tesis. Sirva este artículo para establecer la paternidad de estas ideas).

 

Ubicación del distrito de Potrero Grande

Fig. 2 Ubicación del distrito de Potrero Grande. Fuente: Amador, José Luis. Historia y tradición en Potrero Grande: un pueblo costarricense de origen chiricano- panameño. San José, Costa Rica: EUNED, 2008

 

2.  Los ticos colonizan el Sur… pero no están solos

En 1861 el gobierno de Costa Rica ofreció una recompensa a quien “presentara” una vereda que condujera de Cartago a Térraba y Boruca, los dos centros de población más importantes de la zona sur del país. Fue un día de 1868, cuando dos agricultores de San Ramón de Alajuela, Pedro Calderón y su yerno, acudieron ante el Presidente de la República, a reclamar su premio de cinco mil pesos. El Presidente destacó una comisión de reconocimiento para verificar el camino. El viaje tardó nueve días y tocó los siguientes sitios: Cartago, Tejar, Palmital, Río Parrita, Cerro Buena Vista, División, Río General, Quebrada Convento, Quebrada Achiote, Térraba[7].

Años después, en uno de sus escritos, el Lic. Pedro Pérez Zeledón diría que la trocha abierta por Calderón era apenas “como el trillo de un danto” en fuga por el lomo de aquellos cerros[8]. Pero a decir verdad, esa vereda se mantuvo en servicio hasta que fue construida la Carretera Interamericana y fue el primer paso para romper el aislamiento de la zona sur, con respecto al Valle Central, centro económico y político del país.

Con esta trocha se inició la apertura de la región y empezó la fase que algunos llaman “colonización de la zona sur”. En los albores de este periodo, fue el propio Pedro Calderón quien fundó Buenos Aires, primer pueblo no indígena del Valle del Térraba. “Calderón, su yerno Juan López, y otros colonos, establecieron en la región haciendas de ganado vacuno, caballar y mular, que luego sacaban al Valle Central por la así llamada “Picada Calderón”[9].

Sin embargo Calderón no estaba solo, sino que también “por esa época se radicó, fundando Volcán de Buenos Aires, la familia de Pedro Beita, procedente de Chiriquí Panamá, familia numerosa que hasta el día de hoy se dedica a la cría de ganado en ese lugar. También el sector de Achiote recibió grupos de panameños como la familia Beita Villanueva, que hoy día posee fincas en la región central del Valle, distrito de Volcán en el cantón de Buenos Aires”[10].

Con el tiempo los grupos procedentes del Valle Central, llegarían a ser el sector social y culturalmente dominante en la región sur, sin embargo, tal y como explica Carmack, durante las primeras décadas, las costumbres chiricanas e indias ejercieron gran influencia sobre los “blancos” meseteños[11].

A medida que pasaba el tiempo, fue evidente la influencia de los “meseteños” sobre la región, no solo por el modesto, pero evidente desarrollo de Buenos Aires, sino por el control que fueron asumiendo, incluso dentro de los territorios indígenas. Buenos Aires empezó a dar señales de “pueblo moderno”. Se podían contar hasta quinientas personas viviendo en unas cien casas. Se estableció un distrito escolar, cura residente, se contó con cuadrante central y capilla, y empezaron a ser frecuentes los turnos y las demostraciones de caballería[12]. Pero estas demostraciones de caballería tenían, por cierto, el sello de la usanza chiricana. Una bonaerense, estudiosa de la historia de su cantón, lo consigna así:

 

El día de San Pedro, “los fuereños llegaban montados en briosos caballos que lucían en improvisadas carreras practicadas en la calle frente a la iglesia… Se destacaban siempre las bestias de los Gómez, Beita y Altamirano, hacendados de Volcán. Los chiricanos hacían las carreras de caballo, utilizando los gallos a los que enterraban el cuerpo, y el ganador era quien lograba arrancar la cabeza al ave”[13].

 

Para inicios de siglo XX, la región de Buenos Aires, era ya un mosaico multicolor de lenguas, etnias y culturas, en cuyo mapa, junto a los indios y los meseteños, se destaca presencia chiricana, especialmente en Pilas, Volcán y por supuesto, Potrero Grande. Nos queda una serie de interrogantes por resolver. Quiénes eran y de dónde venían los chiricanos. Cuál es su origen étnico y cultural. Por qué vinieron. Cuáles fueron las causas de la migración. Cuáles fueron las rutas de ingreso y finalmente cuál ha sido la importancia de los chiricanos en la configuración cultural del sur. A esa tarea dedicaremos las siguientes páginas.

 

3.  Los chiricanos ya estaban ahí…

Fue hasta finales del siglo XIX, cuando los costarricenses lograron abrir un camino que comunicara el Valle Central con la zona sur del país. No fue sino hasta entonces que pudieron establecerse en esa región, fundar haciendas, criar ganado y hacer pueblo. Antes de ese momento, su presencia en esas tierras era tan solo de paso. Para llegar a la lejana región de Térraba y Boruca, o al sitio que ahora conocemos como Buenos Aires, los meseteños usualmente salían por Puntarenas y continuaban por mar, bordeando la costa, para luego subir por el río Grande de Térraba y culminar su viaje a pie o a caballo.

Cuando los tico-meseteños logran por fin establecerse en la Zona Sur, se encuentran, con los grupos indígenas, especialmente las comunidades de Térraba y Boruca. Pero, además de los indígenas, existía en la región otro grupo humano de singular importancia: los chiricanos. Estos eran colonos provenientes de Chiriquí, provincia occidental de la república de Panamá, perteneciente por aquel entonces a Colombia.

No deja de ser significativo el hecho de que, cuando se le preguntó a los residentes actuales de Potrero Grande, acerca de cómo llamaban sus abuelos chiricanos a los meseteños que iban llegando, ¿les decían tal vez cartagos, o josefinos? Su respuesta es reveladora: ¡No¡ les decíamos “ticos”. Ciertamente, aquellos eran los costarricenses que apenas iban llegando en su movimiento colonizador hacia el sur. Mientras tanto, indios y chiricanos ya estaban allí.

Qué tan numerosa era la población chiricana en la región, es algo que no sabemos realmente. Todo parece indicar que se trata de un movimiento espontáneo y lento, de familias autosuficientes y dispersas, diseminadas por diversos sitios del sur de Costa Rica. En algunos casos estas familias se aglutinaron formando núcleos de población, tal y como ocurriría en Potrero Grande, Volcán y Puerto Jiménez. No fueron grupos densos y hasta donde sabemos no parece haber tenido peso político. Sin embargo, fueron un factor social importante en la construcción de la población del sur de nuestro país.

 

Trocha Calderón. Primer camino a Térraba y Boruca.

Fig.3. Trocha Calderón. Primer camino a Térraba y Boruca. Fuente: Amador, José Luis. Historia y tradición en Potrero Grande: un pueblo costarricense de origen chiricano- panameño. San José, Costa Rica: EUNED, 2008

 

4.  Chiricanos en el sur de Costa Rica.
Un vistazo a la bibliografía

El sur de Costa Rica y la región de Chiriquí en Panamá, forman una sola región geográfica. Esto ha permitido, desde épocas remotas, constantes flujos migratorios en uno y otro sentido. Un claro indicador de esta antiquísima relación entre las dos regiones, es el hecho de que los pueblos indígenas que ocuparon el sur de Costa Rica, hablaban lenguas chibchas, emparentadas con grupos de Panamá y Colombia[14]. No es por casualidad que investigadores como Snarkis, han llamado a esta región que se extiende a ambos lados de la frontera ticopanameña, con el nombre de “Gran Chiriquí”[15].

En efecto, pueblos precolombinos como el de Coto, cuyo asentamiento se hallaba en la confluencia de los ríos General y Cotobrús, casualmente muy cerca del actual Potrero Grande, mantenían alianzas con los Yabo, Xarixaba y Tabiquere, situados en las llanuras de Chiriquí[16].

También en el siglo XVIII, en época de la colonia española, los testimonios hablan las constantes fugas de los indios Quepos a Chiriquí, huyendo del maltrato de sus corregidores y doctrineros[17]. Todavía en la actualidad se observa el permanente ir y venir de indios guaimíes, de un lado al otro de la frontera tico-panameña[18].

No es de extrañar, entonces, que cuando los colonos costarricenses provenientes del Valle Central lograron pasar el “Cerro de la Muerte” y asentarse en las llanuras de Térraba, encontraran campesinos chiricanos en la región, cultivando, criando ganado y también, por cierto, huaqueando tumbas indígenas.

 

5.  La presencia chiricana

Cabe suponer que a mediados del siglo XIX la presencia chiricana en el sur de Costa Rica pudo haber sido numerosa, puesto que se dice que en 1845, existía el temor de que Colombia ocupara tierras en el Golfo Dulce, “dada la afluencia de chiricanos en la región”. La preocupación era grande porque en 1836, Costa Rica había sido despojada de Bocas del Toro, por Colombia[19].

Sabemos también que, el proceso colonizador de la península de Osa, al menos en un inicio, estuvo ligado a oleadas migratorias chiricanas. Juan Mercedes Fernández, un chiricano nacionalizado costarricense, se estableció en Golfo Dulce en 1848 y viajó a Chiriquí, de donde trajo los primeros 88 habitantes de Osa, con ellos fundó el caserío de Puntarenitas o Golfo Dulce, más tarde llamado Santo Domingo, origen del actual Puerto Jiménez[20]. Por entonces, los tico-meseteños todavía no habían fundado pueblos en el sur.

 

5.1  Chiricanos en la Zona Sur, 1871. Crónica del viaje de Figueroa

En 1871, José María Figueroa, hizo un viaje por la zona sur del país[21]. Por ese entonces, Pedro Calderón apenas estaba fundando Buenos Aires, primer poblado de la región con gente del Valle Central. En su viaje, Figueroa da cuenta de la presencia de chiricanos en Hato Viejo (hoy Buenos Aires), llanos de San Andrés, boca del río Barú, Boca de Hatillo Nuevo y en otros sitios.

Según su relato, el miércoles 12 de marzo, encuentra algunos chiricanos huaqueando y dice: “Regresamos para Hato Viejo. Estuvimos en una gran inmensidad de huacas de altozano, de diversas formas y habían varios chiricanos trabajando, lo mismo en los llanos de San Andrés”. El viernes de 5 de marzo escribe: “Salimos temprano del Dominical… Boca del río Barú. Hay dos casas, una de orosis y otra de un chiricano, en el interior hay diez casas de chiricanos (…)”

Dos días más tarde, el domingo 7, al pasar la boca de los ríos Portalón y Savegre, Figueroa tiene un percance en donde pierde víveres y pertrechos. En su diario, cuenta que al pasar por la Boca de Hatillo Nuevo, encontró “unos chiricanos que me dieron agua… Les hablé que fueran a socorrer con víveres y agua a los mozos que habían quedado del otro lado del Portalón…, los chiricanos inmediatamente se pusieron en camino llevando víveres. Al día siguiente, en el Barú, tres leguas río arriba, “llegué a la aldea de los chiricanos. El jefe de la colonia era José de los Santos Ramos, con quien contraté los víveres y mientras los preparaba me fui con él a explorar río arriba”[22].

 

5.2.  Otras referencias de su presencia

A mediados del siglo XIX, “los vecinos del distrito parroquial de Santiago de Alanje (provincia de Chiriquí o Fábrega) consideraban al litoral entre punta Burica y el río Esquinas como propio de Nueva Granada y, consiguientemente, muchos de ellos utilizaban esas tierras para diversas actividades económicas (ganado de cría que incluso se llevaba a pastar a la margen izquierda del río Coto; siembra de algunos cultivos, explotación de cocotales, etc.)”[23].

Un dato de 1878 se refiere a la presencia de chiricanos en el Golfo Dulce. En la Gaceta del 4 de setiembre, se hace una referencia a la comarca de Golfo Dulce, la que se dice, está “relativamente desierta, pues la ocupan pequeñas y diseminadas poblaciones de indios y emigrantes de Colombia”. En el documento se hace mención del “Estado de Panamá, del que se dice, es uno de los que forman la confederación colombiana”. La gaceta, 4 de setiembre de 1878 (Notas mecanografiadas facilitadas por el Lic. Hernán Gutiérrez).

Los chiricanos fueron asentándose paulatinamente, aunque de manera dispersa, a lo largo de la costa este de la Península, y con menos intensidad, alrededor del Golfo. Para 1920 o antes, existían ya caseríos en el Tigre, Sándalo, La Aguja, Playa Blanca, Rincón, La Palma, San José, Ojo de Agua y Golfito[24]. A finales del siglo XIX y comienzos del XX, familias chiricanas se establecieron cerca de la desembocadura del Térraba y junto con unos pocos costarricenses confinados por la ley y con emigrantes jamaiquinos y nicaragüenses, formaron un pequeño núcleo en el Pozo, hoy conocido como ciudad Cortés[25]. Como hace ver García, “la falta de vías y medios de comunicación determinó un patrón de colonización lento hasta bien entrado el siglo XX”[26].

 

5.3.  Rutas de ingreso de los chiricanos

Se mencionan tres rutas de ingreso: La Ruta de Cañas Gordas comunica con Paso Real y sirvió para la colonización de Las Vueltas, Cañas, Potrero Grande, Térraba, Buenos Aires y Volcán. La Ruta de la Cuesta “unía David, Divalá, Concepción y Alanje, con Puerto Nuevo y Golfito y el actual Puerto Jiménez, (…) la vía natural fue el río Coto”. Una tercera vía fue la marítima, y contribuyó a colonizar Punta Burica, cabo Drake y el litoral Pacífico. Esta colonización ocurrió en la segunda mitad del siglo XIX y terminó con la delimitación de la frontera en 1941[27]. Sobre este tema se sugiere consultar el artículo de Claudio Barrantes en este libro.

 

Fig. 4. Rutas de ingreso de las migraciones chiricanas. 1. Cañas Gordas. 2. La cuesta. 3. Vía Marítima. Fuente: Amador, 2008.

Fig. 4. Rutas de ingreso de las migraciones chiricanas.
1. Cañas Gordas. 2. La cuesta. 3. Vía Marítima.
Fuente: Amador, 2008.

 

 

6.  ¿Quiénes son los chiricanos?

6.1.  Caracterización

Cuando los costarricenses del Valle Central logran establecerse en la zona sur del país, se encuentran con que, además de los indios, en la región había gente chiricana. En efecto, las historias que cuentan los pobladores de Potrero Grande y Las Vueltas, nos hablan de sus abuelos chiricanos y de cómo se asentaron en estas tierras. Cabe preguntarse entonces ¿quiénes eran los chiricanos?, ¿de dónde venían?, ¿cómo eran culturalmente?, ¿cómo se forjaron como pueblo?, ¿eran blancos, descendientes de españoles o eran indígenas?

 

6.2.  La otra Panamá: el occidente agrícola y ganadero

 

Desde un principio, Panamá jugó un papel determinante en la conquista. Rápidamente los españoles descubrieron que esa estrecha cintura del continente, era el sitio que poseía las mejores condiciones de tránsito entre los dos océanos. Panamá se convirtió entonces en “nudo y eje de la conquista”[28], desde donde se irradiaron campañas hacia las costas de Centroamérica así como también al sur, hacia Perú y Chile. Por aquel istmo pasaría Pizarro con indios de vistosos atuendos y llamas del Perú, para mostrar al rey de España[29].

Esa imagen de la Panamá puente, comercial y transitista, se prolonga hasta hoy, intensificada por la existencia del Canal Interoceánico. Existe, sin embargo, otra Panamá, agrícola y ganadera, que se extiende al occidente, hacia la frontera con Costa Rica abarcando la región de Chiriquí. Es en esta región, donde surge el tipo humano que conocemos como chiricano y que eventualmente tendrá presencia en la región sur de nuestro país, aportando un valioso legado social y cultural. Ciertamente, dirá Osorio:

 

(…) en la región de Veragua, y dentro de ella Chiriquí, se da el caso opuesto al transitismo. El apego del hombre a la tierra, el latifundismo, la variedad de faenas agrícolas y pecuarias, estampan faz propia a un tipo humano distinto. La tipología humana de esas regiones difiere radicalmente de la zona puente[30].

 

En 1589 se funda Remedios y en 1591 Alanje, y en medio de estos dos sitios, van surgiendo otros pueblos que evidencian desde tempranos días, la presencia hispánica y mestiza en la región de Chiriquí. Muchas de estas poblaciones funcionan a su vez como “puertas” que enlazan con comunidades indígenas aledañas.

Todas estas poblaciones “en enfilada” tienen como vértice a la ciudad de Panamá, la que se convierte en la principal demandante de sus productos. Suministrar provisiones fue entonces la razón de ser de estos pueblos. Son aldeas minúsculas, pero fuertes abastecedoras, lo que las convierte en el blanco eventual de codiciosos ataques de piratas. Una de sus características fue el aislamiento, “nada les llega del exterior, ni los ruidos de las revoluciones, ni los logros de la ciencia ni de la cultura”[31]. Fue en este aislamiento, donde se forjó la especificidad cultural del chiricano, como resultado de la mezcla de etnias diversas y la cocción cultural que da el tiempo.

 

6.3.  Configuración de pueblos

Se dice que los naturales llamaban la alta cumbre de la montaña con el nombre “Cheriqué” o “Cheriquí”, que significa Valle de la Luna[32]. La región de Chiriquí estaba habitada por una serie de pueblos indígenas entre los que destacan los dolega, bugaba, doraces, caribó y buricas[33]. El interés de los españoles por estas tierras se hace evidente después de 1589, cuando ocurre el agotamiento de las minas de oro de la Concepción y Santiago de Turlurú. Se produce entonces la dispersión de colonos hacia las sabanas de Veragua y hacia los territorios de la actual provincia de Chiriquí.

 

A partir de ese momento se intensifica el poblamiento y la conversión de los indígenas para consolidar el dominio hispano. A partir de entonces se fundaron, entre otros, los asentamientos de Nuestra Señora de los Remedios, Montijo y Santiago de Alanje, al igual que los denominados “pueblos de indios”, estos últimos por iniciativa de los misioneros católicos (…)[34].

 

Uno tras otro fueron surgiendo los pueblos chiricanos. Los primeros poblados estables fundados por los pobladores hispanos, dice Castillero, fueron, por lo regular, villorios de indios, ubicados en la ruta de las caravanas que en la colonia mantuvieron el comercio entre Panamá y la América Central, tales como Remedios, Alanje, David, San Félix y San Lorenzo[35]. Al leer sus nombres es posible apreciar, que en algunos de ellos, junto al nombre de un santo, se conserva a menudo el nombre del pueblo indígena original.

1589 Nuestra Señora de los Remedios

1591 Santiago del Ángel (Alanje, cerca de la actual frontera con Costa Rica).

1602 Pueblo de David.

1606 San Félix del Guaymí.

1621 Nuestra Señora del Prado de Tolé

1623 San Lorenzo del Guaymí.

1637 San Francisco de Dolega.

1766 Nuestra Señora de los ángeles de Gualaca.

1767 San Miguel de Boquerón.

1794 Concepción de Bugaba.

Nombres y fechas según “mapa fundacional de Chiriquí”[36].

 

Algunos de estos nombres, como Concepción, Bugaba, Alanje, o Dolega, se mencionan en los testimonios orales de los pobladores de Potrero Grande, como sitio de procedencia de sus abuelos.

 

Fig. 5. Ubicación de Chiriquí Fuente: Amador, 2008.

Fig. 5. Ubicación de Chiriquí
Fuente: Amador, 2008.

 

6.4.  Chiriquí: diversidad étnica y mestizaje

Cuando el chiricano cruza la frontera ¿existía frontera? Y se asienta sobre territorio costarricense, viene cargando rasgos culturales y biológicos heredados del hispano, del indio y del negro. Esto es comprensible porque la diversidad étnica es uno de los rasgos más relevantes de la sociedad chiricana, y así lo consignan viajeros del siglo XVIII a su paso por Chiriquí: “sus habitantes eran gente de color, mulatos, zambos, indios y blancos, los cuales vivían sumamente dispersos en la campiña y poco apegados a los preceptos religiosos”. Así lo aseguraba, en sus notas un Obispo allá por 1736[37].

Algunos pueblos estaban conformados por unos pocos españoles ejerciendo el poder sobre poblaciones de indios. Ese era el caso de Alanje, con doce o catorce familias blancas (españolas) y todo lo demás era “gentío de color”, como solían decir en aquella época refiriéndose a indios y negros. Otros pueblos eran reducciones indígenas, prácticamente sin presencia hispana, como San Miguel de Boquerón, constituido por indios boquerones[38]. Lo mismo ocurría en las Palmas, Tolé, San Antonio, Gualaca y Dolega[39]. La presencia del negro fue importante en Alanje, Remedios y David, como resabio de la esclavitud destinada a labores domésticas y al agro[40]. Jaén alude a pobladores andaluces y extremeños que llegan al Istmo y se dedican a la cría de ganado[41].

Pero esta diversidad de gentes y de culturas poco a poco se fue mezclando. Osorio advierte que no se trata de “emblanquecimiento”, porque la población blanca no constituyó la población predominante, ni siquiera en zonas que hoy ostentan raíces españolas. Lo que ocurrió, enfatiza Osorio, fue el mestizaje, que ya en el siglo XVI comienza a notarse y se acentúa a finales[42]. Cuando se cierra el siglo XVIII, afirma Osorio, las poblaciones chiricanas acusan un proceso de notoria aculturación consistente en la mezcla de numerosas tribus indígenas que han sido reducidas. En consecuencia, un gran contingente humano indígena fue desapareciendo por asimilación biológica y cultural. Gran parte del campesinado panameño y los llamados cholos, son sus descendientes[43].

El mestizaje también se puede expresar en números. Para 1855, un censo da como resultado una población total de unas 18 000 personas. De este total 11 000 eran mestizos, (el informe dice “cholos”, es decir, mezcla de blancos e indios), 4000 eran indios puros, 2. 400 blancos, 400 mulatos y zambos y 200 negros de raza africana[44]. Por su parte, Jaén se refiere a pobladores andaluces y extremeños que llegan al Istmo y se dedican a la cría de ganado[45].

Nos interesa concluir indicando que es difícil de suponer que solo los indígenas experimentaran mestizaje y cambio cultural, sino que todos los grupos étnicos de la sociedad chiricana, a saber: negros, mestizos y blancos inclusive, convergieron en un solo proceso y fueron objeto de prestaciones mutuas y reelaboraciones de sus culturas originales. De este proceso emerge un nuevo grupo étnico y cultural: el chiricano. Esto no impide, sin embargo, que dentro de la sociedad chiricana, algunos grupos puedan conservar particularidades, según su origen.

 

6.5.  Cultura chiricana

Tal y como hemos visto según el censo de 1855, a mediados del siglo XIX en la sociedad chiricana predomina el mestizo. Ya por esas épocas hay indicios de migraciones chiricanas a Costa Rica, aunque al parecer las oleadas más importantes fueron a inicios del siglo XX. Lo cierto es que, eran aquellos hombres y mujeres que todavía bebían chicha de maíz y construían ranchos de tradición indígena, pero a su vez, montaban a caballo, improvisaban versos y rezaban a la usanza española y durante las faenas colectivas, pregonaban cantos de trabajo de modo semejante a los africanos. Cultura mestiza, cultura chiricana.

Otro rasgo de los chiricanos pareciera ser la dispersión. El Obispo Morcillo había observado ya ese aspecto desde el siglo XVIII. Osorio se refiere a un “campesinado sin núcleo urbano” y Carmack subraya el hecho de que eran autosuficientes, lo que se expresa en la producción artesanal de jabón, candelas, medicinas, muebles y otros utensilios.[46] Bozzoli y Wing Ching, describen el modo de vida de los chiricanos radicados en Costa Rica de la siguiente manera: Los ranchos de esas familias a veces no tenían paredes, aunque como los indios, utilizaban siempre un tabanco para dormir o servir de bodega. La escalera para subir al tabanco es del tipo que utilizan los indígenas, un solo tronco redondo con muescas para apoyar los pies. Hacían candelas de cera silvestre y recipiente de jícara. Jabón de corozo, comidas típicas como el guacho, el bienmesabe, el almojábanos, los tamales de arroz, los panecitos y el arroz tostado.

De los chiricanos aprendieron los indios sus peculiares formas de amansar caballos, montar bueyes y utilizarlos para jalar carga. Aprendieron a hacer sombreros, rezos, juegos, licores y festividades. Otro rasgo chiricano es la afición por las galleras, y las carreras de caballos utilizando gallos con el cuerpo enterrado a los que se les arrancaba la cabeza. Gustaban cantar décimas satíricas y alegres, e introdujeron el punto y la cumbia. Las autoras subrayan el hecho de que, con excepción de las familias chiricanas más ganaderas, esta población se integró sin dificultad con la población indígena[47].

Llama la atención la cantidad de aspectos culturales chiricanos que aparecen también en el repertorio cultural indígena. El rancho y la chicha, por ejemplo. Un aspecto a destacar es la realización de trabajos colectivos denominados “juntas”. En ellas el interesado convoca a los participantes a un convite a cambio de su colaboración[48]. En los testimonios orales recopilados por nosotros en Potrero Grande se observa que los abuelos chiricanos, con frecuencia se emparejaban con indígenas, especialmente con térrabas. Finalmente, es interesante el hecho de que los borucas, en su tradicional juego de los diablitos, todavía hoy conservan música de acordeón y canto de salomas de origen chiricano, rasgos estos “apropiados” y considerados como parte de la cultura tradicional boruca.

Se dice que a finales del siglo XVIII, Juan Franco, un viajero “ilustrado”, dejó escrito que la mayoría de los habitantes de Chiriquí eran, por lo general, “incultos y sin doctrina”, puesto que muy pocos sabían leer y escribir, aún tratándose de jueces o miembros del Municipio, e incluso, dijo, llenaban este vacío usando como distintivo en las escrituras, las marcas que le ponían a las reses. El viajero “deplora la falta de cultura de los habitantes del poblado, el alto índice de analfabetismo…”. Sin embargo, se sintió especialmente admirado por la destreza de los vaqueros y su esmero para cuidar sus reses y dejó escrito que, a tono con estas labores, se daban sus diversiones, entre las que mencionó las corridas de toros, las carreras de caballos y las competencias de lazo. Osorio consigna que Franco describió “el arte de vaquear” y admiró la destreza de los vaqueros en la práctica de “una actividad que él llama antigua, ya en el siglo XVIII”[49].

Ciertamente, hoy, cuando se hace una lectura antropológica de aquel testimonio, se cae en la cuenta de que, si bien muchos de aquellos hombres no sabían escribir, en realidad eran poseedores de una rica cultura, fuertemente orientada hacia la ganadería, la autosuficiencia y la alegría de vivir, rasgos todavía presentes en el modo de ser de los chiricanos. El aporte de los chiricanos a la cultura costarricense y específicamente a la cultura del sur de este país, es un legado de cotidianidad, que dice cómo lazar un caballo, cómo preparar un guiso, o bien, como traer alegría a la vida con un acordeón, una copla y una saloma. ¡Y qué buena cosa es todo eso para un pueblo!

 

7.  Causas de migración

el occidente de Panamá y el sur de Costa Rica han sido escenario de constantes intercambios migratorios desde la antigüedad. Sin embargo, no se tiene certeza de cuando empiezan a producirse las migraciones modernas de chiricanos, que dieron como resultado la creación de pueblos como Potrero Grande, en el sector costarricense.

Todo parece indicar que la migración de chiricanos hacia el sur de Costa Rica obedece a procesos internos de la sociedad chiricana, tales como la conversión del indio en campesino y posteriormente el acaparamiento y despojo de sus tierras por parte de terratenientes, agotamientos de suelos y pastizales, disminución del hato ganadero, procesos bélicos, persecuciones políticas y enfermedades. A lo anterior se suma la existencia de una región sur costarricense con grandes cantidades de tierra disponible, escasa presencia estatal y una frontera prácticamente indefinida, lo que permitía la afluencia de población excedente proveniente del sector panameño.

 

8.  Conflictos por tenencia de tierra

Una de las causas de migración chiricana hacia el sur de Costa Rica, fue la pérdida de tierras por parte de sectores campesinos de origen indígena. A mediados y finales del siglo XIX, las comunidades indígenas ya han sido desestructuradas, los indígenas hispanizados y convertidos en campesinos o peones de hacienda, y en muchos casos despojados de sus tierras. Osorio se refiere a este proceso usando los términos “hispanización” y “desplazamiento” y da como ejemplo, lo ocurrido en San Miguel de Boquerón y la Purísima Concepción de Bugaba. El autor dice así:

 

Boquerón sufre el mismo proceso de hispanización y desplazamiento de los indios que hoy han desaparecido de toda esa región. Al terminar el siglo XVIII y XIX, las tierras de cultivo pasan a otras manos, las de los terratenientes. Las misiones franciscanas han llenado su cometido (…) Patrones demográficos y culturales cambian bruscamente. El campesinado chiricano ocupará las antiguas posesiones indígenas[50].

 

Osorio afirma que ya están presentes las “piedras angulares” de lo que será la “nueva concepción social y administrativa” en cada comunidad: cabildo formado por indígenas hispanizados, sacerdote para la administración de los sacramentos y “alguna gente libre”. Y agrega “estos son ya los nuevos moradores que han suplantado al indio”[51].

Así Boquerón, antiguo pueblo indígena ubicado en la línea de tránsito de las caravanas de mulas de Costa Rica a Panamá[52], exhibe ahora una estructura caracterizada por el dominio de una élite social blanca sobre una población de indígenas en vías de hispanización. Simultáneamente se observa el acaparamiento de tierra por parte de los “nuevos moradores”. El despojo de tierra indígena, traerá como resultado expulsión y desposesión de “indígenas hispanizados” cuyos efectos se irán sintiendo con el transcurso de los años. Veamos lo que manifiesta Osorio al respecto:

 

En 1849 el jefe político de Alanje dictaba medidas protectoras a favor de los indígenas de Bugaba y Boquerón en el sentido de que se respetasen sus hatos de ganado y cultivos, repitiéndose aquí idéntico proceso de desplazamiento que hemos visto en numerosos pueblos de Chiriquí en la coyuntura nueva que cierra el siglo XVIII y promete para el XIX el conflicto de intereses por la tenencia de tierra[53].

 

Estos son procesos de “acumulación originaria” semejantes a los estudiados en otras latitudes. Los campesinos desposeídos tendrán que emigrar en busca de territorios disponibles para la caza, la agricultura y la ganadería. Muchos de ellos se adentrarían sin ninguna dificultad en la región sur de Costa Rica, llevando consigo elementos culturales propios de un ancestro indígena hispanizado. En los testimonios orales que se han recopilado, los nombres de Boquerón y Bugaba, aparecen citados con frecuencia entre los puntos de partida de los chiricanos que fundaron Las Vueltas y Potrero Grande, en Costa Rica.

 

9.  El expansionismo ganadero

Otro de los factores causantes de migración de población chiricana, parece ser el continuado uso extensivo de la tierra para la ganadería. La sociedad panameña, asegura Jaén, prestó más importancia al ganado que a la agricultura. “Más que una cultura de labradores, la sociedad campesina y señorial en Panamá es tributaria de la cría”. Al igual que en otras partes de América Latina, la tenencia de ganado se convirtió en signo de prestigio: “la magnitud del hato señala un elemento de status”.

Jaén hace referencia a la tendencia, observada también en otras partes de América Latina, a “señorear en la creación y expansión de grandes haciendas…”, y advierte que las haciendas tienen “un significado que trasciende simples consideraciones económicas y una presencia de considerable peso social”[54]. El “valor exorbitante del ganado sobre la tierra” es claro indicador de la desvalorización que sufre la tierra, en un contexto de explotación extensiva. Así por ejemplo, una res valía 400 ha. A finales del siglo XVIII y un siglo después una res vale 100 ha[55]. La naturaleza de los suelos impidió el uso de mejores especies de pasto, por lo que el agotamiento de pastizales se resolvió con más tierras, más deforestación y disminución de la densidad del ganado.

 

En adelante, el aumento de la ganadería tendrá que fiarse más de la colonización rural, de nuevos desmontes, que de una sobrecarga de los terrenos aluviales, los cuales, con sus pobres gramíneas, han alcanzado, casi desde el principio, las densidades máximas de 1 a 2 reses[56].

 

Ya a mediados del siglo XVIII se observa un deterioro en la ganadería panameña. La relación entre el número de ganados y el número de habitantes disminuyó en todas partes. En Chiriquí, se pasó de 13.5 reses por habitante en 1756, a 4.6 en 1790 y a solamente 1.1 en 1896. Se produjo una disminución del número de hatos y del tamaño de los hatos Este proceso repercute en la población chiricana y desemboca en “pauperismo local”[57]. La situación se agrava al coincidir con conflictos políticos, lo que permitió que en los primeros años del siglo XX, bandoleros y grupos bélicos aniquilaran gran parte del hato vacuno. Jaén afirma que “la hecatombe de las guerras civiles en 1902 y 1903 destruye el 60% del hato ganadero en todo el país”[58].

En consecuencia, se puede concluir que el agotamiento de los pastos, el uso extensivo de tierras en ganadería, la presión de los ganaderos sobre las tierras y posteriormente la disminución del hato, se perfilan entre los aspectos que explican la necesidad de buscar otras tierras para el ganado y para agricultura, así como también zonas vírgenes y boscosas en donde encontrar recursos para la cacería y la producción artesanal, propios de la cultura y el modo de vida autosuficiente de amplios sectores chiricanos, como los que llegaron a Potrero Grande.

 

9.1.  Rotación del ganado

Uno de los mecanismos utilizados para solucionar el agotamiento de pastos fue la rotación anual del ganado, entre “las planicies aluviales y los llanos secos”. Según explica Jaén,

(…) del mes de octubre al mes de enero, las sabanas naturales, los llanos secos, servían para alivianar la presión que soportaban las planicies aluviales hasta entonces sobrecargadas de ganados durante la mayor parte de la época de lluvias, de manera que su vegetación herbácea pudiese reconstituirse para recibir nuevamente (…) todo el hato ganadero[59].

Los testimonios orales de los potrereños hablan de una familia a la que se recuerda como “Guerra Hermanos”, quienes a inicios del siglo XX, ingresaban periódicamente hasta Potrero Grande, arreando ganado, el que tras su engorde, retornaba a Chiriquí, posiblemente para su venta. La rotación del ganado, practicado en tierras costarricenses, fue otro factor dentro del proceso migratorio de los chiricanos a Costa Rica. Los testimonios orales informan de peones de los hermanos Guerra, que terminaron casándose y afincándose en la región. Por otra parte, se asegura que ganaderos chiricanos se internaban en territorio costarricense a pastar su ganado llegando hasta a la margen izquierda del río Coto[60]. En este caso no queda claro si su presencia era rotativa, aunque cabe suponer que sí.

 

10.  Interacción de factores

Multiplicidad de factores, el despojamiento de tierras, el agotamiento de suelos y el exceso de impuestos, actuaban en conjunto y se convertían en causa de migración. Un ejemplo concreto ilustra este hecho. En 1849 Juan Mercedes Fernández –chiricano, nacionalizado costarricense, se estableció en Golfo Dulce y viajó a Chiriquí de donde trajo los primeros 88 habitantes de Osa, con ellos fundó el caserío de Puntarenitas o Golfo dulce, más tarde llamado Santo Domingo, origen del actual Puerto Jiménez… (García, 1988: 33).

Estos emigrantes, relata García, llegaron a la península empujados por las precarias condiciones económicas que vivían en su provincia, donde el incremento de la población, la expansión de las grandes fincas ganaderas y el agotamiento de los suelos hacían escasear progresivamente las tierras fértiles. Al respecto, en 1852, el jefe político de Golfo Dulce escribía lo siguiente:

 

en Chiriquí… se hallaban desesperados con la multitud de impuestos que tenían que pagar anualmente… los terrenos que poseen no son aparentes para agricultura y … además tienen que fortificar bien sus sercas para ercerase del daño de ganado y serdos, teniendo que hacer este trabajo todos los años, porque el terreno no les permite trabajar dos o tres años seguidos a causa de que a la segunda o tercera siembra dicen los agricultores que ya no les produce… (sic)[61].

 

Este caso concreto permite observar la interacción de los factores que hemos venido analizando como causas de la migración de chiricanos hacia territorio costarricense.

 

11.  Vientos de guerra sobre Chiriquí

A las causas anteriores se sobrepone otro factor de trascendental importancia y es el clima bélico. Durante un extenso periodo, diversas guerras actúan como catalizadores que precipitan oleadas migratorias sucesivas hacia Costa Rica. Estudios anteriores consignan testimonios de chiricanos, quienes mencionan que la migración se produjo “debido a una guerra en Panamá”.

Se indica que entre 1862 y 1866 “familias panameñas se refugian en Costa Rica huyendo de la guerra entre liberales y conservadores”[62]. Nuestra percepción, es que no fue una guerra específica, sino el clima general de inseguridad y zozobra política, que afrontó la población del Istmo y la provincia de Chiriquí en particular, durante buena parte del siglo XIX e inicios del XX, lo que motivó sucesivas migraciones de chiricanos.

Posteriormente a la independencia de España, en noviembre de 1821, Panamá se une a Colombia formando parte de la Confederación de Nueva Granada. Esta nación experimentó fuertes convulsiones políticas que repercutieron abruptamente sobre la población panameña y chiricana. Uno de los documentos que mejor evidencia esta situación, es el Acta de Chiriquí del 31 de marzo de 1861. En ella, un grupo de ciudadanos “reunidos pacíficamente y sin armas” se quejan de las consecuencias de esta “guerra desastrosa” que ha despedazado a la confederación por cerca de un año, pero además expresan su preocupación por las “luchas fratricidas” que permanentemente vive la federación granadina…

Se quejan además de “la frecuencia con que los partidos políticos de la nación apelan a las armas” al punto de que “una revolución prepara otra revolución”. Concluyen que “la unión del Istmo a la Nueva Granada, no ha conducido ni conduce a la felicidad del primero…”, sino que por el contrario los istmeños son víctima de “reclutamientos, contribuciones extraordinarias, abolición y cercenamiento al menos de las garantías individuales, desconfianza en el interior, descrédito en el exterior, desmoralización, miseria” y, agregan, “he aquí los frutos de las revoluciones que soplan de la Nueva Granada a las playas del Istmo…”. Ante esta situación los chiricanos proponen que el Istmo de Panamá se separe de la confederación granadina y se organice como un Estado Independiente[63].

Pero las guerras no siempre vinieron de fuera. Muchas veces los vientos de guerra soplaron desde el corazón mismo del territorio chiricano. Y es que “las convulsiones políticas (…) hallaron eco en Chiriquí y algunas tuvieron su origen en la región, donde es fama que sus habitantes son belicosos y poseedores de un espíritu altivo, propenso a la rebeldía”. En efecto, “aquí se fomentaron varios de los movimientos sediciosos que conmovieron al Istmo bajo el régimen federal”[64].

Castillero se encarga de enumerar la larga lista de eventos bélicos. En 1860, el levantamiento de Obaldía contra los liberales, al frente de los dolegueños. En 1868 se producen cuatro levantamientos, dos iniciados en Chiriquí. En 1871, la revolución encabezada por Tomás Herrera al mando nuevamente de “los intrépidos dolegueños”. Se dice que los revolucionarios chiricanos capitulan con honores al conseguir las reivindicaciones que exigían. En 1873, estalla en Chiriquí un nuevo movimiento armado, esta vez contra General Gabriel Neira y en 1884, chiricanos se involucran en la sublevación del Gral. Benjamín Ruiz contra el Gral. Dámaso Cervera…

Pero “la más trascendental de las revoluciones, fue la que estalló en marzo de 1900, cuando una fuerza invasora de 110 hombres, organizada en Centroamérica, (…) inició la más desastrosa guerra civil que azotó el Istmo, invadiendo la Provincia de Chiriquí por Punta Burica…” Castillero se refiere a la toma de David en fiero combate y a la batalla de San Pablo, y agrega que en esta última, los combatientes del lado de la revolución eran casi todos chiricanos…[65]. Por supuesto, al cabo de todas estas guerras, la economía no quedaría incólume, sino que cuando el 2 de noviembre de 1902 se rinde el movimiento revolucionario y la normalidad vuelve a Chiriquí, como al resto del país, “muchas pérdidas había sufrido la economía provincial y cuantiosos capitales habían sido disminuidos por la voracidad de los ejércitos beligerantes”[66].

En efecto, durante el último tercio del siglo XIX se constata un decrecimiento en la producción ganadera en panamá. El agotamiento de las tierras y los pastos causa una disminución en la cantidad de reses por área y por habitante. El número de hatos también decrece. Pero lejos de encontrarse formas más eficientes de producción, la crisis es llevada a su punto máximo por “el paroxismo de las campañas militares y el bandolerismo destructor que aniquila gran parte del hato vacuno en los primeros años del siglo XX”[67].

Si bien el flujo de chiricanos hacia suelo costarricense se hace sentir por lo menos durante la segunda mitad del siglo XIX, es en los albores del XX, cuando vemos la mayor afluencia de chiricanos con rumbo al sector de Potrero Grande. Algunos testimonios orales que hemos recopilado, se refieren a la migración como mecanismo para huir del clima bélico, persecuciones políticas y del reclutamiento forzoso de los jóvenes, entre otras causas.

 

Fig. 6. Causas migración chiricana. Fuente: Amador, 2008.

Fig. 6. Causas migración chiricana.
Fuente: Amador, 2008.

 

 

12.  Otras causas de la migración chiricana

12.1.  Características de la Región Sur de Costa Rica

La migración chiricana hacia el sur de Costa Rica se vio favorecida por características de esta región, entre ellas, escaso desarrollo, poca población, tierras disponibles y poca presencia estatal y nacional. a lo anterior se suma una frontera común sobre la que gravitaba una fuerte indefinición, desde épocas coloniales hasta bien entrado el siglo XX.

Comparando la evolución de ambos sectores, se observa que del lado chiricano, las poblaciones controladas por españoles se fundan y consolidan más tempranamente. Se aprecia además un mayor desarrollo de esa región. Ya desde los albores del siglo XVII, existen en Chiriquí tres poblaciones bajo el control español: Remedios Alanje y David. Esto no ocurre del lado de Costa Rica sino hasta 1629, con la fundación de Boruca, aunque como veremos, esa población sobrevive en medio de grandes penurias.

En 1689, junto a Boruca, los españoles fundan el pueblo de San Francisco de Térraba, con indígenas traídos de la región atlántica. De ahora en adelante para referirse a los pueblos del sur se hablará con frecuencia de Térraba y Boruca. No hay otro pueblo bajo el dominio español en el sur de Costa Rica, sin embargo ya en ese mismo año los borucas intentan huir, pues no se acostumbran a vivir bajo el formato español. Del año 1711, se conservan “amargas quejas” de los indios por el mal trato y la explotación abusiva de los sacerdotes. Para 1740 es evidente el retroceso de estos pueblos[68].

En contraste, algunos acontecimientos sugieren la existencia de cierta riqueza en el sector chiricano. Estos son el ataque de los piratas al pueblo de Alanje, en 1686[69] o bien, la descripción de objetos de su iglesia, en 1774[70]. Se ha dicho que Alanje “poseía un sello eminentemente español y era una villa antañona, tradicional y mohosa, llena de blasones y de nombres altisonantes”[71]. Aunque más allá de una élite, el resto de la población estaba formada por indios y zambos pobres.

En todo caso es clara la diferencia respecto al Sur de Costa Rica. La pobreza y el decaimiento de Térraba y Boruca aumentan al grado de que en 1802 algunos piensan “nuevamente” en dispersarlos[72]. Es así como llega, en 1821, la independencia de Costa Rica. Durante todo este periodo de dos y medio siglos, Boruca y Térraba fueron el núcleo de población más importante de la Zona Sur del país. Sin embargo no se observa desarrollo o auge en las comunidades. No son ciudades, y al cabo de tres siglos de dominación y extracción de trabajo y tributos, no son más que aldeas[73]. Con la independencia se produce la llegada de los liberales y se debilitan las misiones de Térraba y Boruca, de modo que para 1849, ambas comunidades están en franca decadencia[74]. Por su parte, ese mismo año, 1849, Chiriquí adquiere el estatus de provincia del estado de Panamá, con David como capital de la provincia[75].

En lo que se refiere a la población las diferencias son abismales. Para 1855 Chiriquí tiene 17 279 habitantes[76] mientras que tan solo cincuenta años antes, la región sur de Costa Rica tendría, según el Obispo Thiel, menos de un millar de habitantes, 250 en Boruca y 300 en Térraba, más unos 300 talamanqueños dispersos en la región[77]. Nótese que ni los españoles durante la colonia, ni el gobierno de la República de Costa Rica, han logrado establecer su presencia en el sur del país. En su momento los españoles lo intentaron mediante la fundación de efímeros pueblos, y los costarricenses, después de su independencia, están apenas “construyendo la nación” en el Valle Central, con grandes dificultades de acceso al sur del país.

En 1836 los costarricenses pierden Bocas del Toro, ocupado a la fuerza por Colombia[78]. Para 1856 están más ocupados en enfrentar la invasión filibustera que amenaza desde el norte, que en prestar atención a la región sur. Ya para 1861 el interés del gobierno en la región sur, lleva al presidente de Costa Rica a ofrecer un premio a quien abra un camino de Cartago al Valle del Térraba. Esta iniciativa da como resultado en 1868 la apertura de una trocha y la fundación, al año siguiente, del primer pueblo de “ticos de la meseta” en la región del sur.

En 1887, el propio Bernardo Soto, presidente de la república, hace un viaje a la región del Térraba a la que ingresa por vía fluvial. Con ello expresa el interés de la nación por esta la región[79]. Durante esos años se inicia “la fiebre de colonización y la avidez de madera, oro y guacas indígenas” que impulsa a gran cantidad de meseteños, primero lentamente y más tarde vorazmente hacia la zona sur del país. Este proceso se acelera ya en pleno siglo XX, con la construcción de la carretera interamericana.

La entrada masiva de costarricenses coincide con la formalización de la situación fronteriza y con la disminución del ingreso de chiricanos a la región. Finalmente, el Estado costarricense cobra presencia en la región, no solo mediante la acción de funcionarios como el policía o el cartero, sino a también a través de mecanismos de carácter ideológico como la escuela, encargada de reproducir la nacionalidad costarricense. En el caso de Potrero Grande estos funcionarios se mencionan en los testimonios orales desde principios de los años treinta del siglo XX. En la región su presencia debió de haber sido anterior.

Esta caracterización permite visualizar algunos aspectos de la zona sur del país, útiles para comprender mejor las causas de la migración chiricana. El aislamiento, la formación tardía, contacto tardío con la población nacional, el escaso desarrollo, la pobreza y el carácter marginal. Tal y como han señalado estudiosos de la región “por lo menos hasta la década de 1930 la mayor parte de la Zona Sur (…) permaneció al margen del desarrollo económico del país”. Con extensos territorios, poco poblada y escasamente accesible para los costarricenses de la meseta, la región sur de Costa Rica se convierte en un espacio idóneo para los chiricanos que, deseosos de tierra y de estabilidad social, cruzaban una frontera casi inexistente.

 

13.  Frontera sur de Costa Rica

Desde la independencia de España en 1821 hasta bien entrado el siglo XX, hubo una permanente confusión respecto a la frontera sur de Costa Rica, originada, por cierto, desde la colonia. Los historiadores no hacen clara referencia al papel de esta situación respecto al flujo migratorio de chiricanos hacia Costa Rica, sin embargo, todo parece indicar que la indefinición y la escasa presencia de agentes estatales, favoreció el libre tránsito entre uno y otro territorio. Por otra parte, tampoco es de extrañar que en tales circunstancias los actores forjaran su propia versión acerca de dónde estaba la línea divisoria. García pone un claro ejemplo:

 

En concreto los vecinos del distrito parroquial de Santiago de Alanje (provincia de Chiriquí o Fábrega) consideraban al litoral entre punta Burica y el río Esquinas como propio de Nueva Granada y, consiguientemente muchos de ellos utilizaban esas tierras para diversas actividades económicas (ganado de cría que incluso se llevaba a pastar a la margen izquierda del río Coto; siembra de algunos cultivos, explotación de cocotales, etc.)[80].

 

La historia de la línea divisoria es compleja y dolorosa, puesto que en sus capítulos finales significa derramamiento de sangre de costarricenses y panameños. Apenas recién llegados a la vida independiente, fueron evidentes las diferencias de criterio entre Costa Rica y Colombia en lo referente a su límite común. Costa Rica se basaba en la Real Cédula de 1573 y reclamaba el límite desde isla Escudo de Veragua en el Atlántico, a Chiriquí Viejo en el Pacífico. Por su parte, Colombia se basaba en la real Orden de 20 de noviembre de 1803 y reclamaba toda la costa atlántica de Costa Rica hasta Sarapiquí y en el Pacífico hasta Golfito[81].

Durante la segunda mitad del siglo XIX se hacen varios intentos de arreglo pero infructuosos. Finalmente se produce un arbitraje del presidente de Francia[82] y es así como se dicta en 1900 el fallo Loubet. Costa Rica acepta los resultados del fallo, pero no en lo que compete al segmento del Atlántico, porque considera que el árbitro se extralimitó en sus poderes en lo que corresponde a ese sector. Como resultado de lo anterior se hace necesario un nuevo acuerdo y es así como en 1910, ambos países solicitan un arbitraje de Estados Unidos, para definir la parte atlántica del límite[83]. En esta oportunidad el árbitro es Edward Douglas White, quien en 1914, define los límites sobre los ríos Sixaola y Yorkín. En esta oportunidad fue Panamá quién impugnó el fallo, argumentando que el árbitro se había extralimitado en los poderes concedidos[84].

“En el año 1914, después de numerosos intentos de arreglo directo y de dos arbitrajes internacionales, la situación limítrofe entre Costa Rica y Panamá seguía sin solucionarse. Esta misma situación se mantendría en los años siguientes y llevará al conflicto de 1921” (…). Cada país fijó por su propia cuenta y de acuerdo, desde luego, con sus propios puntos de vista e intereses, una línea limítrofe provisional o línea de statu quo…[85].

De acuerdo a los testimonios orales, estos son años de gran afluencia de chiricanos a Potrero Grande y suponemos que a otras regiones del país. Durante este período y desde 1900 por lo menos, los hermanos Guerra ingresaban ganado a las sabanas naturales de Potrero Grande.

El conflicto fronterizo tiene un enfrentamiento armado en 1921 (Guerra de Coto). Se trata de un evento lamentable del que por cierto nuestro país no sale muy bien librado. Como resultado de este episodio Costa Rica apela a los Estados Unidos para hacer valer el fallo White, pese al malestar de Panamá. Todavía en 1941 hay nuevos acuerdos en los que se establece de manera definitiva la actual línea limítrofe entre ambas naciones[86].

Para nuestros efectos, lo que interesa aquí es evidenciar que se trata de un largo periodo durante el cual la frontera no parece haber jugado un papel significativo en lo aspecto a la contención migratoria de chiricanos hacia Costa Rica. En palabras de un importante estudioso de la historia de la frontera Costa Rica – Panamá, “era relativamente fácil llegar desde David Panamá, hasta la región sur de Costa Rica, pero era muy difícil llegar desde el Valle Central. Era inaccesible. En consecuencia, prácticamente no había presencia oficial”[87].

 

14.  Los chiricanos en la configuración social del sur de Costa Rica

A la llegada de “los ticos” de la meseta, existía ya en la región sur una significativa presencia de chiricanos, aunque al parecer, de manera dispersa. Ya en los albores del siglo XX, en plena colonización meseteña, la afluencia chiricana, lejos de disminuir, aumenta, y su presencia se hace sentir en la configuración de pequeños núcleos poblacionales, especialmente en el cantón de Buenos Aires.

Algunos autores han señalado que “el chiricano le dio fisonomía al cantón y su presencia poblacional le dio una característica única y propia”[88]. Se agrega a lo anterior el hecho de que el indígena ya estaba, pero “la presencia del costarricense (meseteño) fue lenta y llegó de último”[89]. En su estudio acerca de la conformación histórica del Cantón de Buenos Aires, Luz Alba Chacón se refiere de este modo a la relevancia de lo chiricano:

 

Ha quedado manifiesto cómo el elemento chiricano dio innumerables aportes al costumbrismo bonaerense. Muchos de sus hábitos se incorporaron a la forma de ser de los nacientes pueblos de Volcán y Buenos Aires, más adelante de Potrero Grande[90] y por último de todo el cantón[91].

 

Cuando se entrevistó a doña Luz Alba, le preguntamos por qué en su relevante investigación el chiricano aparece como un elemento foráneo que dio “innumerables aportes al costumbrismo bonaerense” y no como actor fundamental. Sonriente y apacible como ella es, contestó de manera indirecta con una anécdota cargada de simbolismo: “Fíjese que mi abuela era chiricana y mi padre nos decía a mi hermana y a mí, mis chiricanitas”.

En seguida rememoró con regocijo a su abuela: cómo reía, cómo caminaba, cómo se peinaba, cómo se sentaba. Ciertamente, el chiricano se ha integrado a tal punto hasta tal punto, que a veces ya no se percibe la diferencia étnica. Sin embargo, al igual que ocurre a doña Luz Alba, por las venas del sur corre sangre chiricana sin que nos demos cuenta y quizá el mayor aporte de este modesto estudio sea llamar la atención al respecto. Vale la pena entonces subrayarlo: ¡Corre sangre chiricana por las venas del Sur!

 

 Fig.7. Leonor Lezcano Doña Leonor es fuerte como una palmera de la sabana. Lleva en su pecho mil historias de chiricanos. Es una de las ancianas más queridas de Potrero Grande. Fuente: Amador, 2008.

Fig.7. Leonor Lezcano
Doña Leonor es fuerte como una palmera de la sabana. Lleva en su pecho mil historias de chiricanos. Es una de las ancianas más queridas de Potrero Grande. Fuente: Amador, 2008.

 

15.  Un entramado cultural común a las diversas etnias del Sur

Este es un aspecto que interesa destacar ya en las postrimerías de este artículo. El sur de Costa Rica es un mosaico de etnias y culturas diversas. Sin embargo, cuando se mira solo cincuenta años atrás, especialmente mediante el recurso de los testimonios orales y entrevistas a los mayores, se evidencia que tanto los indígenas como los chiricanos compartían una serie de rasgos culturales comunes entre sí[92]. Es como si existiera una especie de tejido o plataforma cultural del sur, constituido por elementos aportados por unos y otros, en donde se instalaban, con sus particularidades culturales específicas, los chiricanos y los indígenas, e incluso, los recién llegados meseteños.

Algunos rasgos que formaron parte de este entramado cultural de elementos comunes a los tres grupos, fueron los siguientes: construcción de ranchos, elaboración de tamales de arroz, métodos de corta y apilamiento de arroz, elaboración de jabón a partir del fruto de la palma real, utensilios hechos de jícaro, aporte de trabajo recíproco mediante “las juntas” y uso del río como principal medio de transporte.

En el río Térraba, verdadera carretera llena de peces, se encontraban e interactuaban viajeros de las diversas etnias, durante sus travesías en bote rumbo Pozo, hoy Puerto Cortés, para vender y comprar productos. Es este el mundo que se desestructura a mediados del XX, a partir de la construcción de la Carretera Interamericana, la incursión masiva de meseteños, la modernización y la instauración del modelo reformista de la Segunda República. No solo desaparece la cultura chiricana, sino todo el entramado cultural del sur del país, y como consecuencia, las culturas tradicionales fueron erosionadas. Esto incluye, por supuesto, a los indígenas y en particular a los térrabas y borucas.

 

15.1.  Integración de los chiricanos

En medio de este proceso de transformación y cambio cultural, la identidad chiricana se ha vuelto cada vez más borrosa e imprecisa. A los factores de cambio ya citados, cabe agregar el cese de la migración chiricana, la incursión masiva de población costarricense de origen meseteño, la acción de los medios de comunicación de masas y por supuesto, el efecto de homogeneización ideológica y cultural causado por la escuela.

Carmack se refiere a la integración del chiricano respecto al “blanco” meseteño, y asegura que “esta división cultural se ha debilitado mucho durante los últimos años”[93]. No obstante, todavía subsisten elementos que señalan alguna diferencia entre uno y otro grupo. Así por ejemplo, los originarios de la Meseta Central, asocian a los chiricanos con la mezcla con indígenas, cutis moreno, simpatía hacia el calderonismo, zona rural, cuerpo físicamente áspero y fuerte. A su vez, los chiricanos tienden a caracterizar a los descendientes de meseteños como tardíos, creen que han venido a dominarlos y sutilmente promueven acciones para contrarrestar su poder. Los chiricanos se identifican más con la tierra y el campesinado y guardan ideales populistas

Sin embargo, estos indicadores de diversidad, son cada vez menos visibles y significativos. Hoy, la población de origen chiricano se ha integrado a la sociedad costarricense, muchos abuelos chiricanos han muerto o regresaron al otro lado de la frontera y sus nietos están plenamente integrados a la sociedad costarricense, la que por lo demás, no hace diferencias entre las personas de origen meseteño y las de origen chiricano. Los hijos y nietos de los chiricanos son costarricenses y muchos de ellos han perdido la noción de pertenecer a un grupo portador de una especificidad étnica o cultural. Por su parte, el costarricense promedio, tampoco tiene conciencia de que exista diferencia entre esta población y el resto de los costarricenses. Más aún, en el Valle Central, el término chiricano carece de significado.

Con el paso del tiempo, asegura Carmack, los chiricanos no solo se han integrado a la nacionalidad costarricense en lo cultural y político, sino que pareciera que la diferenciación étnica con los “blancos” es cada vez menor. En el pasado, esta división cultural:

 

(…) tenía un rico significado que expresaba importantes contrastes como ‘blancos’ y ‘morenos’, finqueros y rancheros, colonizadores de la Meseta Central y los de Panamá, personas serias y personas ‘vacilonas’, reformistas y tradicionalistas”. Pero “más de un siglo de interrelación entre estos dos grupos étnicos ha eliminado mucho de estas diferencias culturales[94].

 

En este trabajo ha interesado rescatar aspectos importantes de esa diferencia étnica, no para crear distancias entre grupos humanos que viven en paz y armonía, sino para destacar y poner en valor la riqueza cultural y espiritual de cada uno. La presencia de chiricanos en el sur ha sido también una rica experiencia de convivencia de ticos y panameños, construyendo juntos vida y sociedad.

 

16.  Tierra de muchos colores y mucha pobreza

El Sur son los chiricanos, los bribris, los cabécares, los térraba, los borucas. El Sur son los ngöbes o guaimíes. El Sur son los italianos que se afincaron en San Vito. El Sur son los pueblos bananeros, especie de puerto sin mar, el Sur son los chinos que dieron sustento comercial al Pozo, los nicaragüenses, los meseteños. El sur de Costa Rica es como un ave de muchos colores. Si solo uno de ellos faltara, el Sur dejaría de ser el Sur. Pero el Sur también es pobreza, estadísticas de la miseria, índices económicos de exclusión. El Sur es tierra de sueños rotos, el sur es tierra de migración. El Sur es desconocimiento mutuo: los pueblos del Sur no se conocen entre sí, pero el Valle Central tampoco conoce al Sur. El Sur es la ausencia de un proyecto nacional de desarrollo y la ausencia de un proyecto de desarrollo económico y social integral del Sur.

 

17.  Una nación costarricense para todos… porque el Sur también existe

Mucho se ha hablado durante los últimos años, siguiendo a Benedict Anderson, de la “construcción de la nación”. En un afán académico se ha puesto énfasis en el carácter “imaginario” de la nacionalidad y se ha dejado de lado el hecho real de que, ciertamente, los pueblos requieren representaciones sociales de carácter ideológico para mirarse a sí mismos, para integrarse y para afrontar los retos históricos y caminar juntos hacia el futuro.

Se necesario de dar un paso a una práctica de construcción de la nación costarricense, fundamentada en una imagen multiétnica y multicultural de sí misma, en donde tengan cabida todos los colores y todos los rostros de la patria. Esto no es nuevo, se trata de seguir la línea que han señalado, entre otros, María Eugenia Bozzoli, Eugenia Ibarra y Juan Rafael Quesada, cuando lograron en 1994 la instauración del “Día de las Culturas”, por medio de la Ley No.7426. La tarea que queda por delante no es de discusión teórica, sino de acciones concretas que expliquen, difundan y pongan en valor a los diferentes grupos étnicos que forman parte de la nación costarricense, con su vida, sus sueños, sus manifestaciones culturales y sus realidades.

La nación costarricense que toca construir es un paraguas multiétnico donde todos los grupos quepan. Los borucas con sus máscaras, los negros de Limón con sus sones y sus cuestionamientos, los nicaragüenses con sus marimbas de cintura, su nacatamal y sus penurias, los ngöbes con sus trajes y su búsqueda de un sitio entre nosotros, los guanacastecos, los meseteños con su propia diversidad, los chiricanos, los bribris, los cabécares, los chinos, los térrabas, hombres, mujeres jóvenes, todos, del campo y de la ciudad, con sus virtudes y sus defectos. Es una larga tarea que ya han empezado muchos, en donde no hay espacio ni tiempo para la recriminación, sino para el mutuo descubrimiento y el reencuentro de hermanos y hermanas. Indagar la historia y conocer los pueblos y sus realidades locales. Siento que esta es la actitud que urge y más conviene a Costa Rica.

Esta investigación surgió como una respuesta del Instituto costarricense de electricidad a la comunidad de Potrero Grande, empeñada en conocer su historia y rescatar sus colores chiricanos. Ha servido para echar luz sobre la historia de los chiricanos en el sur de Costa Rica y sobre la diversidad étnica de esta región. Es nuestro deseo que sea un grano de arena, pequeño pero útil, que contribuya a demostrar que, tal y como dijera Benedetti, “aquí abajo, abajo, el sur también existe”.

 

18.  Bibliografía

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Sibaja, Luis Fernando, entrevista de José Luis Amador. Entrevista Telefónica (12 de Abril de 2004).

[1] (Guerra Miranda, 2004). Don Vicente Guerra murió al poco tiempo de la realización de nuestra entrevista.

[2] (Chacón, 1986).

[3] (Bozzoli y Wing Ching, Encuesta socioeconómica en la Zona del P.H Boruca. 1979).

[4] (ICE, 1979), (ICE, 1980).

[5] (Carmack, 1994).

[6] Amador, Historia y tradición en Potrero Grande: un pueblo costarricense de origen chiricano- panameño. San José. Costa Rica. EUNED. 2008.

[7] (Pablo, 1983: 38).

[8] (Guevara Solano, 1956).

[9] (Rodríguez, 1971: 46).

[10] (Rodríguez, 1971: 45).

[11] (Carmack, 1994: 27).

[12] (Carmack, 1994: 27).

[13] (Chacón, 1986: 127).

[14] (Carmack, 1994).

[15] (Ferrero A., 1997: 190).

[16] (García Contreras, 1988: 29).

[17] (García Contreras, 1988: 33).

[18] (Camacho Nassar, 1996).

[19] (García Contreras, 1988: 33).

[20] (García Contreras, 1988: 33. Chinchilla Valenciano, 1987).

[21] Las referencias a este viaje corresponden al “Álbum Figueroa”, según fragmentos mecanografiados facilitados por el Lic. Hernán Gutiérrez.

[22] Álbum de Figueroa, fuente ya citada.

[23] (García Contreras, 1988: 33).

[24] (García Contreras, 1988: 35).

[25] (García Contreras, 1988: 35).

[26] (García Contreras, 1988: 35).

[27] (ICE, 1979: 53).

[28] (Osorio Osorio, 1988: 54).

[29] (Díaz Trechuelo, 1988: 50).

[30] (Osorio Osorio, 1988: 56).

[31] (Osorio Osorio, 1988: 207).

[32] (Castillero R, 1968: 5).

[33] (Osorio Osorio, 1988: 61).

[34] (Osorio Osorio, 1988: xiii).

[35] (Castillero R, 1968).

[36] (Osorio Osorio, 1988: 23).

[37] (Osorio Osorio, 1988).

[38] (Castillero R, 1968: 8).

[39] (Osorio Osorio, 1988: 311).

[40] (Osorio Osorio, 1988: 311).

[41] (Jaén Suárez, 1979: 188).

[42] (Osorio Osorio, 1988: 310).

[43] (Osorio Osorio, 1988: 88).

[44] (Osorio Osorio, 1988: 800).

[45] (Jaén Suárez, 1979: 188).

[46] (Carmack, 1994: 32).

[47] (Bozzoli y Wing Ching, Encuesta socioeconómica en la Zona del P.H Boruca, 1979: 31). Se basan en los escritos de (Chacón, 1986).

[48] Quizá la más antigua descripción de una “junta” data de 1792, fue elaborada por el padre Juan Franco. Se encuentra en (Jaén Suárez, 1979: 183).

[49] (Osorio Osorio, 1988: 240).

[50] (Osorio Osorio, 1988: 291-292).

[51] (Osorio Osorio, 1988: 291-293).

[52] (Osorio Osorio, 1988).

[53] (Osorio Osorio, 1988: 293).

[54] (Jaén Suárez, 1979: 190).

[55] (Jaén Suárez, 1979: 188).

[56] (Jaén Suárez, 1979: 197).

[57] (Jaén Suárez, 1979: 197-198).

[58] (Jaén Suárez, 1979: 198).

[59] (Jaén Suárez, 1979: 203).

[60] (García Contreras, 1988: 33).

[61] Tomado de Archivos Nacionales por (García Contreras, 1988: 35).

[62] (ICE, 1979: 52), (Carmack, 1994: 26).

[63]Acta de Chiriquí en (Castillero R, 1968: 48).

[64] (Castillero R, 1968: 90).

[65] (Castillero R, 1968: 90-92).

[66] (Castillero R, 1968: 90-94).

[67] (Jaén Suárez, 1979: 200).

[68] (ICE, 1979).

[69] (Castillero R, 1968: 8).

[70] (Osorio Osorio, 1988).

[71] (Osorio Osorio, 1988: 241).

[72] (ICE, 1979).

[73] (Carmack, 1994).

[74] (ICE, 1979).

[75] (Castillero R, 1968: 35).

[76] (Osorio Osorio, 1988: 800).

[77] (ICE, 1979).

[78] (C. L. Sibaja, 1969: 46), (García Contreras, 1988: 33).

[79] (Gutiérrez, s.f.)

[80] (García Contreras, 1988: 33).

[81] (C. L. Sibaja, 1969: 1).

[82] (Castillero R., 1999).

[83] (C. L. Sibaja, 1969: 3).

[84] (C. L. Sibaja, 1969: 4).

[85] (C. L. Sibaja, 1969: 4).

[86] (C. L. Sibaja, 1969: 47).

[87] (L. F. Sibaja, 2004).

[88] (ICE, 1979: 63).

[89] Nuestra investigación se focaliza en Potrero Grande y en menor medida en Buenos Aires, pero sabemos que lo mismo ocurre en otros sitios del Sur, y muy especialmente en Puerto Jiménez.

[90] Contrariamente a Chacón, otros autores otorgan más relevancia a Potrero Grande, al que definen como el reducto chiricano por excelencia. (ICE, 1979: 54).

[91] (Chacón, 1986: 131).

[92] Esto lo podemos aseverar al comparar testimonios orales de pobladores de Potrero Grande y de la comunidad indígena de Curré.

[93] (Carmack, 1994: 186).

[94] (Carmack, 1994: 186).