Presentación:

Esta es la historia de vida de Urías García Boza, quien fuera tunelero del ICE, es decir, obrero de la construcción de túneles para plantas hidroeléctricas. Fue recopilada en 1985 y pertenece a una colección de más de veinte autobiografías utilizadas como base para nuestra investigación de tesis en antropología social denominada «De jornaleros agrícolas a obreros de la construcción de túneles. El caso de los tuneleros del ICE procedentes de Cachí. Un análisis de historias de vida».
Urías García Boza

Urías García Boza vive actualmente en Tejar del Guarco, Cartago y tiene 79 años de edad.

 

La investigación se llevó a cabo en el Proyecto Ventanas-Garita, con un grupo de tuneleros procedentes de la hacienda cafetalera Cachí. En esa investigación se analizó la transición laboral de aquellos jornaleros a tuneleros y su repercusión sobre la familia, la comunidad y la persona del trabajador. El análisis cobra valor, porque este fue un proceso que de algún modo se venía dando en todo el país, en su tránsito del mundo agrario tradicional hacia la modernización.

LA HISTORIA DE URÍAS, es una historia intensa, cargada de fuerza y sensibilidad, en donde Urías describe su mundo y reflexiona con sencillez y naturalidad espontánea sobre su vida y la experiencia humana que le tocó vivir. Se une la experiencia de infancia y niñez y la vida en el pueblo de Cachí con la actividad laboral como tunelero en los Proyectos Hidroeléctricos del lCE.

Pese a ser la historia de una sola persona, nos deja una visión profunda sobre el entorno humano y social en que se desarrolla.

José Luis Amador.
Antropólogo Social.

 

AUTOBIOGRAFÍA DE URÍAS GARCÍA BOSA

PRIMERA PARTE:
Infancia y juventud

Yo nací en Cachí de Paraíso en 1940, ya tengo 45 años. Pero mi infancia fue ahí un poco como perturbada más o menos, porque cuando tenía yo siete años hubo una desavenencia ahí entre padre y madre. El se fue a trabajar a las zonas, a la zona sur, y entonces allá estuvo trabajando un tiempo y después vino y se llevó a mi madre para allá. Naturalmente nosotros íbamos. Era un hermano que tengo, una hermanita menor y yo, que era el mayor. Ya nos fuimos para allá, pa’ la zona, todos hechos una pelota. Por cierto que esa vivencia no se me olvida porque…ya nos llevaron a Puntarenas, no había carretera por ese lado…eso fue en 1947, finalizando casi, y nos fuimos dando la vuelta aquí por Puntarenas. Un viaje como de doce horas para llegar allá, a Quepos, que era donde llegaba la lancha esa. Fue un pasaje bastante aburrido, yo me acuerdo bien, a pesar de que tenía siete años y un restillo.

Y llegamos a la zona y ya estuvimos viviendo ahí…Yo jugando con mi hermanillo y otros compañerillos ahí, por los barracones esos. Ahí pasábamos el tiempo. Yo no iba a la escuela. Mi padre se preocupó un poquillo para que fuéramos a escribir en la casa, porque no habían escuelas en ese tiempo allá. La hermana que llevamos, que era una menorcita, esa se llamaba Enilda, esa sufrió de… de eso que da allá, de una fiebre paludismo, y murió allá. Entonces, en ese tiempo hubo la desavenencia entre padre y madre. Se pelearon ellos y ya quedaron solo mi hermano y yo, y entonces nos mandó con un tío de él. Bravo él, se desapartó de mi madre, ahí mismo.

Ella es de Cachí, o era de Cachí, porque ya se murió. La dejó abandonada y a nosotros nos mandó con un tío de él, por el lado de San Carlos, y allí anduvimos por el lado de Florencia. Eso fue cuando estábamos pequeñitos, usted sabe, sin jugar ni nada, ahí con ese hombre que era… el trabajo de él era hacer huecos para sacar agua, en ese tiempo, allá…Y ahí estuvimos tamaño tiempo, hasta que estalló la revolución del 48.

Nosotros nos fuimos a vivir ahí a Florencia, por ese lado. Fue cuando estalló esa cuestión. Llegamos ahí como huérfanos, él decía que éramos huérfanos, el señor ese, el tío de mi papá. Entonces ahí seguimos viviendo, y cuando ya se desató la revolución esa, llegaron las fuerzas del gobierno ahí en ese lado, y en eso venía un señor que era policía allá en esa finca en que estábamos, que nos conocía a nosotros y conocía a mamá y todo, en la finca bananera, se llamaba finca Puntarenas. Entonces él, ya cuando pasó esa cuestión llegó otra vez allá y le dijo a mi mamá que nosotros estábamos ahí en ese lado, le dice: están por el lado de San Carlos, están en Florencia. Mi mamá estaba preocupada porque ella nos quería a nosotros, como toda madre. Entonces ella vendió unas pequeñas joyas que tenía para poderse ir para Florencia… Usted sabe, estaba perdida allá, en la zona bananera, mi papá la había dejado botada. Esas joyas las vendió, y se fue para Cachí. Allá se puso a trabajar mi madre ahí, en el campo, juntó una platica y se fue a buscarnos. Ya para ese entonces tenía otra hermanita, esa si está viva.

Cuando yo me sorprendí una vez que estábamos allá jugando, y ya me fui a traer una leche, que tenía que ir a traer. Estaba allá jugando con los chiquillos mientras me alistaban o me daban la leche, y así, verdurillas para llevar a la casa. Nosotros nos asistíamos solos, con el viejito ese. A mí, como ya tenía ocho años, ya me ponían a cocinar, ahí, verdura y carnes, me imagino yo que medio cocinadas, porque diay uno lo que le gusta es andar jugando. Entonces… cuando vi esa señora que bajó, yo no la conocía bien, cuando ya al rato estuve viendo. Ah no, es mi mamá ! le dije yo a los vecinos que estaban ahí conmigo, unas chiquitas y todo. Y me dicen: nombre vos sos huérfano, dice, vos no tenés mamá, dice, vos sos huérfano. Nombre, si esa es mi mamá y ya fui con esa chiquita y fui y la topé todo contento yo. Y ya nos pusimos a hablar y me acuerdo yo que se puso a chinearme, y me dice: dígale a su hermano (mi hermano no venía conmigo, se había quedado cuidando la casa, ese es año y medio menor que mí) dígale a su hermano que se venga mañana en la mañana, yo me voy a quedar aquí, porque yo no quiero ir allá donde el viejillo.

El viejillo era un viejillo de esos medio aindiados, que le llamábamos nosotros, era muy bravo. Ella allá no fue sino que se quedó ahí, y después ya en la mañana le dije yo: mire, me deja ir con Danilo, mi hermano, que nos están esperando para regalarnos una camisita, a ver cómo le queda a él y a mí también. Si vayan, pero me mandan avena a las nueve da la mañana, al trabajo de él. Y ya me fui yo con mi hermanillo como a las seis de la mañana. Llegamos allí, ya estaba mi mamá lista y nos fuimos a coger el bus. Ese bus duró cinco horas para llegar a San José. Después de San José nos fuimos para Cartago y en Cartago ya se nos terminó la plata. Ya no había plata para pasajes, ni comer nada. Ahí cogimos a pie hasta Paraíso. Yo recuerdo que llegamos a Paraíso como a las ocho de la noche, con hambre, cansados y con sueño también. Ahí mi mamá tenía una tía y ahí nos acogió, ya se murió esa señora también. Nos acogió nos dio ahí campo para que durmiéramos y nos dió comidita también. Y al otro día en la mañana cogimos a pie otra vez para Cachí. Llegamos como a la hora de almuerzo, recuerdo que mi abuela estaba allí almorzando y salió toda contenta ahí, todo lo tiró al suelo para alzarnos a nosotros y ya llegamos.

Ahí terminamos de criarnos, ahí seguimos nuestros juegos y cosas pero no por mucho tiempo porque ya cumplí yo como 14 años, cuando llegaron los «Los Estudios Básicos» del ICE, y empecé a trabajar ahí haciéndoles mandados, y cosas así en el ICE. Antes que llegaran esos trabajos, estuve trabajando en un Trapiche, ahí… Qué va, la vida de mi infancia no fue nada juguetona. Ya sin padre y sin… así, un recurso que nos llegara a la casa. Tuve que…pues impulsarme yo para ayudarle a mi mamá. Ella pobre también y a veces muy enferma, qué va, tuve que ir a trabajar inmediatamente. Estuve trabajando en las fincas de Cachí, ahí haciendo trabajillos de desyerba, las matas de café les hacen unas ruedas y sacando el churristate que se les enredaban en las matas, (risas). Y después, ya un poquillo más grandecillo ya como de doce años entonces estuve trabajando en el trapiche. En el beneficio de Cachí estuve trabajando hasta que llegaron, como le digo yo, los «Estudios Básicos» del ICE. Fui a la escuela pero llegué hasta tercero. Cuando yo regresé de San Carlos tenía yo un poquito más de ocho años, ocho años más o menos, ya entramos a clases y estaba un poquillo adelantada la época escolar. Estuve ese tiempillo en primer grado, después volví a repetir el primer grado otra vez, diay como solo eran tres meses. Y después hasta llegar al tercer grado. Apenas recibí la primera nota en el tercer grado y ya.

Recuerdo que era un poco rudo para aprender. Tenía como muy rígida la mente para aprender, sí, como que un poquillo revoltoso porque recuerdo que una vez la maestra me despedazó una varillilla en la cabeza, de esas de verolís, así, son recuerdos pasajeros. En la bananera estuvimos como tres meses más o menos.

Ya en Cachí era muy retraído yo. Lo que me gustaba era estar leyendo unas revistillas que salían antes. Solo eso era lo que hacía. El tiempillo que estaba en la escuela y después llegaba a la casa solo a leer revistillas. De esas de Supermán, Los Halcones Negros, ese que salía en un caballo… de Roy Roger, Porky y sus amigos, El conejo de la Suerte (risas) todo eso. Yo he visto que algunos carajillos todavía leen esas revistillas. Yo he visto que el formato es más diferente ahora. No vienen como venían antes, grandes y… A mí lo que más me gustaba era lo de ciencia y ficción, me gustan bastante. Y después me puse… como seguía leyendo, tenía una fisonomía más diferente, es decir el aspecto cultural, o sea, supongamos, a tercer grado con costos sabía leer y escribir. Ya conforme fue pasando el tiempo pues fui teniendo más facilidad para leer y escribir. También me gusta mucho la lectura. Ahora es que me hecho muy, muy perezoso para leer. Como que se le va acortando la vista…esta luz de los túneles…el bombillo, me parece a mi que le afecta la visión. Una vez que me prestaron un libro de astronomía, pero en primer lugar comencé a aficionarme a la lectura con esas revistillas vaqueras, una de pistoleros, ahí fue donde me fui aficionando a la lectura y ya después cambié esos por lecturas un poquito más serias, ya leyendo libros así, supongamos un libro que me prestaron de Astronomía y algo así de Filosofía, pero no me acuerdo del escritor, del personaje, ahí…Más o menos tenía 17 años.

La casa donde vivía era de la misma finca. Nada más tenía un cuartico, la sala y la cocina bastante pequeña era. La finca de Cachí era de Alex Murray. La sala era de madera, de tabla así, sin cepillar en el piso, de teja y bastante pequeñita, angosta. Una mesita de esas antiguas de cedro, y unos banquitos, eso era lo que había ahí. Las paredes empapeladas con periódicos, sí, era la moda en ese tiempo. Nada de pintura ahí, sino empapelado. Era la casa de mi abuela. Lo que le gustaba era tener santos ahí, en cuadro o en bulto. Tenía ahí un San Miguel, se ve ahí un tipo como un murciélago y unas llamas y San Miguel con la espada levantada, y una Santa Brígida. Ellos llamaban Brígida a mi abuela, entonces tenía esa santa ahí.

Cada año le hacían un rosario a estos santos. Yo me acuerdo bien que hacía cajetas ella. Unas cajetas muy ricas y ya invitaba al rezador y a la gente, a los vecinos. Ya llegaban y se llenaba la salita, y ya empezaban a rezar, ya repartían su traguito de vino y café y cajetas, ahí, a los que llegaban a rezar.

La que hacía el rosario era mi abuela, como siempre. Yo he oído la gente que reza el rosario las mismas cosas así. Yo después de eso, siempre he sido por naturaleza agnóstico. No creo en esas carajadas, en esas cosas, pero mi abuela sí se crió en ese ambiente, o sea nos crió a nosotros en ese ambiente, viendo ahí los rezos y todo eso. Mi tío vivía un poquillo lejos de nosotros y también hacía cada año un rosario a la Santísima Trinidad. Ese sí lo celebraba bien, con pólvora y servía licor y comidas, porque era toda la noche y parte del día. Ese sí lo celebrábamos un poco más en grande. Mi abuela era sencillamente un rosario que daba pancito y café. Esa era su devoción, nada de pólvora, nada de eso.

Una tía de ella, una hermana de ella, también hacía otro rosario igual a San Rafael. Esa también repartía cajetitas y como las hacía tan ricas, mi abuela la invitaba a ella que hiciera las cajetas. Yo recuerdo que cuando ya las iba a partir cortaba una esquina y esa esquina era para mí, y después la otra para que quedaran parejas. Las esquinas me las mandaba yo. Yo recuerdo, apenas la invitaban a que hiciera las cajetas, yo era el primero…qué cosas. Son cosas que no se le olvidan a uno, y uno en la casa… A veces yo le digo a mi esposa hagamos unas cajetitas, y ya de veras se pone ella (risas) son vivencias bastante agradables.

Se recuerda uno esos tiempos, o quién sabe si se le viene a la mente, y ya como el estómago se antoja, y ya yo le digo a la mujer, hágase unas cajetitas. Por cierto, hicieron una vez una asamblea en la escuela, estaba yo pequeñillo, y ya a todos los muchachillos nos repartieron cajetillas de leche y me sabían tan sabrosas a mí, y yo me acordaba, y le digo a la mujer hágase unas cajetillas de leche. «Me da pereza porque hay que tener mucho cuidado, porque se pega eso.» Pero ella, será por complacerlo a uno, porque uno llega a pasear a la casa, a veces me dice ahí le tengo unas cajetillas de leche, venga para acá.

Yo me acuerdo de cuando hacían esos rezos que le digo yo, de un picadillo de papa y chayote y le ponen una costra de masa, pero viera que costra más rica. Bueno, ahí en la casa no saben hacerlo, ahí en mi casa, mi esposa… pero mi hermanilla, esa que vive allí no vive muy lejos, esa si sabe hacerlo. Un día le dije yo, estoy antojado de ese picadillo que hacían en los rezos, y me dice, yo voy a hacer y te invito. Y ya de veras un día hizo y me invitó y me dio la costra esa que le digo que le hacen por encima. Es que hacen un picadillo especial, el día antes, otro día lo echan al horno o lo cocinan. Lo cocinan primero y después lo echan al horno y le hacen por encima una tapa de masa y claro, al asarlo coge un sabor riquísimo, y esa es una cosa que yo recuerdo de esos tiempos. Principalmente lo hacían para los novenarios, yo me acuerdo cuando se murió abuelo, y cuando hacen alguna cosa, de veras, como que se le graba a uno en la mente.

Cuando estaba pequeñillo éramos pobres, pero yo no sé, la gente de ahí, los vecinos en ese tiempo ayudaban. Como que era más humana la gente en ese tiempo. O será que ahora pienso yo diferente, no sé. Yo recuerdo que los vecinos ayudaban. Digamos, supongamos cuando se acercaba el novenario de una persona, los nueve meses ya de muerto, le hacen un rosario. Es todo el día de rezarle un rosario y cosas así, entonces ya cuando se acercaba eso, la gente iba llevando verduras y cosas así para que se ayudaran los demás. En ese vecindario donde vivíamos nosotros, hacían eso. Llevaban chayotes y llevaban papas y llevaban café, y ya cuando llegaba el día ese, ya estaba todo preparado y ya empezaban a rezar a la hora de almuerzo, ya llamaban a los invitados, ya todo el mundo con su café y su platito de picadillo y de todo de lo que podían.

Es lo que le digo yo, que se le graba en la mente eso, aunque exactamente no le cambia a uno su parecer, pero vive uno con eso en la mente. Para lo único que se reunían todos los del barrio era para los días de Corpus, para arreglar la calle, sí, que se viera bonito y hacer arcos así de bambú y poner flores… Generalmente traían unas plantas que son muy verdes, no me acuerdo como se llaman… bueno, se veía linda la calle, la arreglaban toda la orilla. Entonces si, toda la comunidad ahí cooperaba a hacer altares y demás. Todavía se ve eso.

Enfermedades demasiado graves no tuve, solo una vez que se me inflamó el hígado. Quién sabe a qué se deberá que uno cuando pasa el tiempo así, le digo, estar sin papá y uno siente, diay yo sentía esa cuestión fría, porque a uno le hace falta mucho el cariño del papá, y vive uno como retraído y… empieza uno a agarrar pequeños vicios como de oler así cosas, me gustaba mucho el olor del canfín, el olor de la gasolina, y todo eso y para mi era el betún olerlo así, hasta que se fue…quién sabe si sería por eso, la cuestión fue que me afectó el hígado, se me inflamó de tal manera que se me hizo como un balón ahí. Estuve como 22 días internado casi muriéndome, porque cuando me agarraba ese dolor ¡bueno! el doctor llegó y me lo marcó con el lapicero porque de viaje se notaba. Este muchacho lo que tiene es el hígado inflamado, ya comenzaron las inyecciones. Por cierto que yo estaba de 10 años, 1950, ya había avanzado un poquito la ciencia y tenían inyecciones bastante buenas y me fueron calmando, y se me curó de tal manera. Después el mismo médico me recomendó, que en ayunas bebiera jugo de «greifrut».

Después que salí del hospital. Él me recomendó, voy a darle la salida, todavía está bastante afectado pero, no coma cosas con grasa ni así, beba siempre cuando pueda «greifrut». Esa fruta se produce mucho ahí. Y de veras, tomé yo el consejo ese y me curé en una forma bastante buena, porque no volví a padecer de malestares, acideces, así, que sufren mucho, y todo eso, ni jaquecas ni nada. Esa «greifrut» es buena. Sí, es bastante bueno ese remedio. Después de ahí no recuerdo. Teníamos casa en la finca porque ahí trabajaba mi mamá. Ahí en esos tiempos no habían aparecido los yerbicidas. Las ponían a machetear con otras mujeres. Había unas cuadrillas grandes de mujeres, o regar abonos en las matas, y también a veces se ponían a quitarle la lana. Les hacían cuchillos de madera pa’ que quitaran lana y chinearan las matas. Ahora no veo que le hagan eso al café, tal vez sea por darle trabajo a las mujeres o… generalmente toda la que trabajaba tenía su casita. Había varias mujeres solas con su casita. Estaba una señora Rosa Barboza. Después una señora llamada Rufila. Diay eran solas y tenía casita. Yo me acuerdo de una señora que no trabajaba, lo que hacía era coger café y era una señora sola, entonces lo que hicieron los vecinos fue hacerle una galerita. Entonces como tenían un solarcito todas las casitas por detrás, le hicieron una galerita. Esa se llama Dora Saborío. Otra señora se llama Lela, esa también sola, sola, no tenía nada y ya viejita y le hicieron una galerita ahí. Sí, los vecinos en esos tiempos se portaban bien con la gente así, en ese pueblo.

A la edad de once años, apenas cursé el tercero, y salí a trabajar en el campo, a darle agua a los trabajadores o a rodear café, para que le echaran abono las mujeres. Ponen un capataz y le dicen haga tal cosa, que una rueda, era fácil el trabajo. Después sacar el churristate de las matas. Son trabajos bastante fáciles para uno, sacar leña, y nosotros las sacábamos a los callejones, para que las alzaran las carretas. Ahí fue donde empecé a trabajar. Yo me acuerdo que me ganaba diez cincuenta por semana más o menos, Diay ya era una ayudita, porque en ese tiempo estaban un poco más baratas las cosas.

Todo el tiempo viví ahí, hasta al edad de veintiocho años, más o menos, o treinta años que nos fuimos pa’ otras partes. Ahí estuve viviendo cuando nos fuimos pa’ la zona, después ya llegamos a trabajar como le estaba diciendo, hasta hace poco que me vine de ahí, hace como once años para vivir en Tejar, ya aparte de todos. La vida va cambiando, casi uno ni se da cuenta, comencé a trabajar a la edad de 11 años, fue pasando el tiempo y ya de catorce años, ya antitos de los 14 años empecé a trabajar en ese trapiche, ya cambió la forma de trabajo y fue cambiando así, prácticamente es lento eso. Después seguí en la misma finca paleando, ya eran otros trabajos, o regando, ya llegó el yerbicida, regando yerbicida. Ahí pasamos.

El entretenimiento mío era leer nada más, salía del trabajo a leer. Ya más bien cuando tenía 17 años o 18, otro entretenimiento impulsado casi por los compañeros que tiene uno, era salir los sábados y beber guaro, y es una vida más… Los domingos salíamos a ver fútbol, o nos íbamos y nos bebíamos unos traguillos, y ya nos íbamos para la casa. Salíamos un sábado a serenatear, que llaman ellos. Ya no me gustaba cantar ni nada de eso, nada más acompañarlos. Eran divertidas, nos íbamos ahí y buscábamos un señor que tocara guitarra y otros que cantaran, y a ahí íbamos a festejarnos a las casas, diay pasaban los días ahí…

Ahora como que veo más fácil la cosa para hacerse de novia, ahora como que veo más mujer, o será que veo uno así igual, diay yo me acuerdo que no era difícil, al menos uno andaba trabajando y en el trabajo hasta se podía hacer de novia, y ya en la tarde si quería un sábado le podía ir a echar una serenata, o algo así. A veces hay padres que son muy rígidos o piensan otras cosas, y así pero… supongamos que ellas andan trabajando, regando sus cosas (abonos, yerbicidas) y después con las cogidas de café, eso como es un trabajo y andan todas juntas, ahí se puede hacer de una novia, en ese tiempo iba toda la familia unida o se iban separadas las muchachas y, ahí…

A los 14 años trabajé un tiempito con el ICE, fue cuando llegaron los ingenieros de Estudios Básicos, para hacer carriles y el proyecto de Cachí. Hacer carriles y eso. Necesitaban un muchacho que les llevara almuerzo, porque ellos tenían una casa que habían alquilado o tomado en préstamo del dueño de la finca de Cachí, Alex Murray. Una casa bastante grande era esa. Esa es otra cosa que me gusta a mí, porque el ICE siempre al trabajador lo ha estimado, yo recuerdo que todos los lunes llegaban los señores jefes y llevaban la comedera, y entonces ya cuando empecé a trabajar ahí ví yo la diferencia. No ve que uno es muy pobre y come arrocito, frijoles y huevito. Arrocito, frijoles y un huevito y agua dulce. Cuando llegaron ellos yo estaba jovencito, bastante joven, recuerdo que ya empecé a ver cosas diferentes. Carnes todos los días, llevaban un queso maduro riquísimo de aquí de San José, pan… ahí sobraba el pan y más bien me decían a mí, mire tome llévese esto que va a sobrar aquí para la casa, el sábado, y eso se iba a perder. Entonces me decían, llévese esto para la casa y ya me lo llevaba yo y un queso maduro riquísimo, y mi abuela estaba viva cuando eso y toda contenta se ponía a hacer ahí unas empanadas, salían riquísimas (risas). Se vive una vida bastante tranquila en ese tiempo, yo me acuerdo, estaba yo jovencillo y el trabajo que tenía que hacer yo, era alistar los almuerzos, y ya me iba con el almuerzo para donde estaban ellos.

Había una señora que la habían empleado ahí, se llama Amable, no se ha muerto todavía y le habían dado empleo. Ya hacía los almuerzos y a las 11 de la mañana salía yo a pie, y ya me iba más o menos donde me había dicho. Y allá estaban en los charrales haciendo carriles y puntos y todo eso. Trabajé como un año con ellos ahí, y después seguí, otra vez con la finca ahí, hasta que cumplí 23 años. Cuando cumplí 23 años se empezaron entonces los trabajos en Cachí. Ya habían pasado todo ese trecho de años, diay de 16 a 23. Es tamaño poquillo y ya empecé a trabajar en el ICE ahí en Cachí.

SEGUNDA PARTE:
Ingreso a los proyectos hidroelectricos del ICE

Bueno y ya empezaron a bajar ahí un talud donde está el puente de Cachí. Donde está la presa es un paredón grandísimo lleno de charrales y todo, y de pura roca. Y ahí yo empezaba, andaba volando pala en la finca y yo oía en el día y en la noche las máquinas barrenando, y cuando empezaba a sonar la sirena es que iban a fueguiar. Empezaba la sirena, después ya hacían la fuegueada y hasta que temblaba Cachí. Y fueron bajando ese paredón hasta llegarlo a un nivel que querían ellos. Y yo al oír eso decía: ya están trabajando ahí. Algunos compañeros están dando trabajo. Y ya me fui un día con mi hermanillo y otros, y hablé con Alcides Acuña que era jefe ahí, y ese fue el que me apuntó. Por cierto que Alcides Acuña no sabía ni escribir, yo lo veía, la letrilla de él. Y ya fui donde Ulloa que todavía está trabajando aquí Ulloa, ya es viejo de trabajar aquí. Llegué allá a Río Macho de Cachí, me monté en una bicicleta y me fui. Y ya le dije a Ulloa que aquí me mandaba Alcides y me anduvo ahí, y ya comencé a trabajar ahí en Cachí.

Queda como a más o menos cuatro kilómetros de mi casa, seguí viviendo en la finca. En el túnel empecé ayudándole a los muchachos, cuando iban barrenando iba yo ayudarle a un muchacho a preparar la dinamita. Ese fue el trabajo que empecé haciendo. Apenas estaban empezando el túnel, tenía como diez metros a la salida, esa es la ventana «A», que llaman. Fue una impresión bastante fea, no me dio miedo el techo ni nada así, sino lo que me dio más miedo fue la pala. Donde hace para atrás y pega ese gruñido. Yo hasta que pegaba un brinco, y después iba para adelante y empezaba a sacar…Era una pala neumática, muy pequeñita, no la he vuelto a ver. Qué va era demasiado pequeña, fíjese que a veces se volcaba. Bueno, ya después le perdí el miedo. Se volcaba, por el peso de las piedras que agarraba. Era demasiado peso para esa pala tan pequeña y la tiraba. Cuando veía yo era que se volcaba, y el carajo lo que hacía era brincar para atrás, el que la llevaba. Y ya seguí a la par de ellos pero nunca aprendí a manejarla, siempre tenía esa impresión, como la veía volcándose, nunca aprendí, ni la toqué. Ni esa pala ni las que están aquí, que son mucho más modernas, y no sé. Nunca traté de agarrar esas palillas. Lo que he hecho es barrenar.

En Cachí trabajé como tres años y siete meses más o menos. Era soltero, fue un cambio bastante grande. Mi hermano por fin no consiguió trabajo, mi hermano es mucho más pequeño que mí, aunque es grueso es mucho más pequeño. No consiguió trabajo ese día ahí, pero sí después consiguió trabajo en el «sitio de presa» que llaman ellos. Consiguió trabajo, ahí estuvo trabajando. El es un poquillo torterón, resulta que él fumaba y estaba fumando y prendió un cigarro, y tiró el fósforo y estaba trabajando en la bomba, sacando agua y tenía un escape de gasolina, y cayó en un pozo y la gasolina flota, y él donde tiró el fósforo se prendió la gasolina y se… la bomba y estalló.

Lo quitaron de ahí, diay casi lo ponen como saboteador aquí en las Oficinas Centrales. Después se fue a trabajar a la Dos Pinos el pobrecito y allá hubo una huelga, entonces investigaron a los trabajadores aquí, entonces ya contaron eso y le quitaron el trabajo ahí también. Estuvo con muy mala suerte en ese tiempo. A pesar que en ese tiempo era un poco más barato las cosas, entonces yo, me entraba… supongamos, yo ganaba cuarenta y ocho colones por semana en la finca y el primer paguito que me dieron en el ICE fueron ciento cincuenta, y claro, ya fue distinto, ya alcanzaba para todo, fue más tranquilo. Imagínese que en ese tiempo yo para poder ayudar algo, para comprar ropa, lo que hacía era ir a sacar guaro. Tenía un tarrito, vendía el guarito, y ya con eso compraba ropa. Ya con la entrada que hizo el ICE, entonces abandoné esas cuestiones, y seguí trabajando con el ICE ahí, tranquilo.

La nueva experiencia fue totalmente diferente porque uno antes había estado trabajando en el campo y vive más retirado de las cosas. Hay partes de los trabajadores que llegan casi a las groserías, unas bromas que se dan… en los túneles, y en el campo, no. Usted vive ahí… si regábamos yerbicida, cada uno con su bombita, ahí en su carril, nadie se metía con nada, para uno, ni nada. Y después cuando llegué yo ahí a los túneles, ya empecé a ver bromas que llegaban a darme, a veces llegaban a cohibirlo a uno. Al menos estaba yo trabajando ahí en el túnel, haciendo un hueco para poner una bomba, así agachado yo, cuando llegó un señor ya mayor que es electricista, ya llega y me agarra por detrás a eso que llaman «echarle huevo», verdad, yo, claro, no acostumbrado a eso. Y vi a ese señor ya tan mayor en eso verdad, y dije yo, pero que… Bueno, ya uno se va acostumbrando a eso, y como nunca ha tenido experiencias de esas pues, son cosas pasajeras que llega uno a asimilarlas, y esa es la única experiencia un poco fea que vi yo en el principio. Y después que el sistema, supongamos la respiración, el sistema de ventilación  es muy malo, llegaba a sentir ahogándose ahí. Pero todo eso se va pasándose porque ve uno que a la casa le llegan los recursos para comprar cosas mejor y así uno tiene una vida un poco más tranquila…Lo que me imagino yo que en esos trabajos lo que hay que hacer es evitar las bebidas alcohólicas demasiado y el vicio de fumar y todo eso, para poder que el cuerpo asimile todas esas cosas. Porque las atmósferas que se respiran ahí son bastante malas y las experiencias así, con los compañeros ahí, cosas que a uno lo sorprenden, pero ya después las asimila y van pasando tranquilas y ya después llega a hacer una camaradería bastante buena, es decir una amistad bastante grande ahí, con los compañeros en general. Todos son buena gente, son trabajadores, y si uno tiene dificultades ellos lo ayudan rápidamente. Pero las experiencias así al principio son bastante sobrecogedoras.

El trato de las jefaturas, más o menos, es parecido a lo de la finca. Uno que siempre ha vivido que lo están mandando y todo, más o menos es parecido. O sea, los que están ahí cerquita, ya la jefatura más alta no, pero el capataz en el túnel, más o menos como el encargado en la finca, siempre me ha dado la idea de que son iguales. Al menos ellos, el capataz en el túnel quiere que rinda para no tener problemas con la jefatura más alta, lo mismo pasa con el capataz encargado del trabajo en el campo, ellos quieren que rinda para no tener problemas con los patrones ni nada de eso, así…

Uno que no tiene ningún estudio, no ha estudiado nada, el trabajo que hace, supongamos, en el túnel, es barrenar, colocar la dinamita y… muy bien, eso no lo puede hacer en otra parte. Si uno sale, supongamos, de trabajar en los túneles, porque está cansado del montón de humo y eso, y se va para otra parte, va a ganar menos, va a percibir menos dinero, y entonces eso va a ser bastante molesto porque tal vez está acostumbrado uno a vivir más cómodo, tener sus cosas y ya con menos dinero está paralizado. Porque yo he probado. Yo estuve, supongamos todo este tiempo que he trabajado aquí en el ICE, estuve un año trabajando en una fábrica ahí en Cartago. Me quedaba cerquitica de la casa y yo viajaba todos los días. No estaba alejado de la familia. Yo les estaba… ahí con ellos. No había problemas porque a veces la mujer dice que padece de nervios, piensa que se le van a meter a la casa. Entonces yo estuve trabajando un año ahí. Entonces ahí se veía la diferencia grandísima. Yo ganaba…lo que me ganaba en una semana ahí, me lo podía ganar en dos días aquí. Entonces eso fue lo que lo tiene a uno ahí, porque el sueldo que se gana uno aquí no se puede ganar en otra parte. Por eso principalmente es que está sufriendo esas desventajas, sí, en la salud ¿verdad? A pesar que según parece que el sueldo que pagan al tunelero es comparado con otras partes, es bajo, para uno es bueno, porque diay, le alcanza. Aunque después tenga que estar ahí, seguro sufriendo las congojas de padecer de los pulmones. Pero uno no piensa en eso sino que la familia está viviendo tranquila, así como está, trabajando por acá.

Los efectos de estar lejos de la familia son bastante grandes, en principal, uno que ya tiene hijos grandes. Al menos yo tengo dos muchachas ya grandes, eso llega a contribuir a que la mujer a veces se sienta nerviosa, o que se sienta como mujer sola ahí en la casa. Porque uno se viene a trabajar y pasa una semana… supongamos, aquí es una semana, en otras partes son dos semanas, ya es más terrible. Ahí yo he notado una gran diferencia, porque les hace falta uno en la casa cuando hay hijos e hijas. Al menos ellas respetan un poquillo menos a la mamá o le tienen menos miedo. Entonces ellas hacen cosas, no digamos malas sino que, supongamos las dos hijas tienen su noviecillo que llega a la casa, y yo llego a la casa y las quejas de la mujer son esas: me dice que ellas, como yo no estoy, permiten que ellos lleguen todos los días ahí y se van a las 10 de la noche o 10 y media a veces. Y dice ella, me ha dicho a mí, que se siente obstinada de ver esa gente todos los días ahí metidas y que se van tan tarde. Claro eso fue la semana pasada, yo llamé a las dos muchachas y les expliqué la situación esa, y les dije yo, que espaciaran más las visitas, que vinieran de día de por medio y que se fueran temprano. Quién sabe cómo va. Eso es lo que se pone uno a pensar, ahora tengo que llegar y preguntarle a la mujer cómo está funcionando la idea esa, si hicieron caso o qué. Pero ellas tienen que hacer caso porque, o sino y les dije yo, si ustedes no hacen caso yo les digo a los muchachos y a ellas les da vergüenza. Eso fue lo que les dije yo, si ustedes no hacen caso yo les digo a los muchachos que diay… No porque no estoy yo, tienen que respetar la casa y todo eso. Eso es un caso, y el otro caso es que Costa Rica está diferente a como estaba hace un tiempo. Ahora todo tiene que estar… bien cerradas las puertas, porque, cualquier razón… puede alguien, como sabe que no estoy en la casa, llegar a forzar las puertas. Es otra cosa, otra amarra nerviosa que puede tener la mujer y después los más pequeñillos les hace falta, lo que pasa es que ellos saben que uno está al día ¿Cuándo llega papá? ¿Ah? Llega tal día. Entonces ellos contentos ya lo esperan a uno. No es como uno, yo me acuerdo que yo me ponía a preguntar cuándo llega papá, porque ya sabía que se había largado. Sí, yo sentía ese frío de la soledad, en cambio ellos no, ellos saben que yo llego tal día, y llevo tal cosa, tal vez…

TERCERA PARTE
Experiencias vividas en Cachí, Tapantí, Arenal y Corobicí

El cambio de técnicas de construcción en Tapantí.

Cachí fue una experiencia un poco rara, el tipo de trabajo comparado con el de ahora, era muy extraño, no sé… como sin esa práctica que se ve ahora, sin esa agilidad que se ve para agarrar los trabajos. Es que ahora sí se ve energía, se ve una total diferencia. La experiencia mía fue más o menos pasajera porque el trabajo mío era ayudarle a los que estaban barrenando, a colocar el barreno y después ahí, ayudarles a colocar el arco, y el trabajo de colocar el arco era bastante incómodo, porque tenía que ponerse un tronco 8 por 8, que llamaban ellos y montar el arco aquí y aquí, y después las otras piezas. Pero primero había que hacer la zanja para montar el 8 por 8. Sí, yo veía bastante incómodo ese trabajo. Después la vía no era como ahora, sino que se montaban polines ahí, adelante. Era un trabajo grandísimo que duraba hasta dos guardias de seis horas cada una. Yo veía una agilidad muy mala en el sistema de trabajo.

Más o menos comenzó a cambiarse ese sistema de trabajo cuando ya iba avanzado el proyecto de Tapantí. Ya se empezó a ver otras técnicas. Al menos ahí en Cachí se nos derrumbó el túnel. Los que iban topando, iban hacia allá, hacia el Congo, lo que llaman «Ventana B»; y nosotros veníamos del Congo para acá con el tunelillo, y a nosotros se nos cayó el túnel. Entonces ya tuvieron que parar ahí, y los que iban para allá siguieron y pasaron bien, pero con la mitad del túnel, nada más con la parte de arriba, huequillos, llevaban ahí. Y después nosotros tuvimos que ampliar la parte de abajo, terminar. En cambio ahora, aquí, al menos en Ventanas Garita y la otra parte que se nos ha caído, ya después, con las (nuevas) técnicas que a la mitad de Tapantí se empezaron, se hicieron esos trabajos de Arenal y Corobicí. Ya en este túnel, ya se ve la diferencia, ya más tecnificada la cosa, más ágil, y bueno, la forma de trabajar totalmente diferente.

Un ejemplo. Ya se nos cayó el túnel aquí ( en Ventanas‑Garita ), íbamos a topar aquí a Tamarindo, cuando se desbarrancó. Se cayeron tres arcos, se hundió totalmente. Hasta quedaron los fierros ahí retorcidos. Y ya entonces se empezó el sistema que se está empleando que es un sistema bastante moderno, rápido y sin ningún contratiempo. En este se pone un tapón ahí, y se empieza con un tunelito pequeño. Y empezamos y ya pasamos de esa parte mala, sacamos todo el hierro retorcido y después así que pasamos la pura roca, se amplió atrás. Son sistemas bastante modernos y ágiles. Duramos tres meses sacando todo el hierro retorcido de los tres arcos que se doblaron, cambiando otros, porque otros se habían retorcido, como siete arcos tuvieron que cambiar. Entonces, así cruzamos, ya seguimos avanzando tranquilos. Es que antes de llegar ahí, había una especie de una roca lisa con un poquito de agua nada más, y ésta de aquí para acá era pura…como tierra, claro, al llegar ahí y destapar un poquillo acá, eso se filtró y se vino todo. Pero se hizo una presión grandísima y se cayeron todos los arcos. Se cayeron como tres arcos y otros se doblaron ahí.

El agua es el elemento que lo destruye o hace campo para salir, entonces se puede llevar todo. Aquí en Ventanas‑Garita, no tuvimos problemas, me imagino yo porque no hay cerros altísimos. En cambio en Tapantí sí, porque hay Cerros muy demasiado altos. Entonces tuvimos problemas grandísimos. En una ocasión tuvimos que dejar treinta arcos allá aplastados de viaje, desviarse ahí, no poder pasar por aquí sino por acá, y dejar eso enterrado. Ahí quedó para la historia.

Si, esa experiencia que le digo ahí en Cachí, diay así, de todas maneras está uno como atarantado y empezando a trabajar ahí, y va viendo uno cosas así, que comparadas ahora son totalmente diferentes. Después de Cachí siguió Tapantí, ahí fue donde se empezaron a emplear técnicas, me imagino yo que traídas por técnicos del extranjero. Yo conocí un italiano, pero no me acuerdo del nombre, después en Tapantí un señor de Estados Unidos. Allá en Cachí llegó un sueco a enseñar cómo se barrenaba, un señor ahí explicando la forma de barrenarse y todo porque tenían técnicas muy malas para barrenar también y ya llegó con esas técnicas nuevas para el barrenaje y tirado del tope. Pero no se emplearon con la fuerza que se han empleado en estos proyectos de Tapantí para acá.

Cuando se terminó la cuestión de Cachí, me quedé sin trabajo y me fui siempre buscando las bananeras. Esa es una cuestión… un salto que hubo. Estuve como año y resto, me fui aquí para el lado de Golfito. Ahí como no me resultó nada, estuve haciendo unos huecos ahí, trabajando en una construcción. Después ya de ahí me vine para Limón. Allá en Limón sí, conseguí trabajo, ahí en una bananera, también conchando banano. Cada trabajo tiene que adaptarse uno y se siente uno bastante incómodo: otros compañeros y otra clase de vida y se siente uno como más solo. Pero diay, ahí en la casa necesitaban platica y yo vi que en otras partes no se ganaba igual. Ahí estuve tres meses. A los tres meses ya empezó más, a socar aquí el trabajo, ya me vine y estuve trabajando en una finca hasta que conseguí trabajo ahí en Tapantí. Ahí me fui a trabajar a Tapantí y duré como siete años y medio.

De Cachí a Tapantí hay como ocho kilómetros. Bueno, como a los seis meses de trabajar ahí me casé, ya entonces viajaba de Río Macho a Cachí,… porque los campamentos estaban en Río Macho, y los trabajos sí estaban en Tapantí. Entonces viajaba de Río Macho a Cachí en bicicleta. Ahí seguí pasando el tiempo y ya conocí más compañeros. Por eso cuando terminó la cuestión esa de Tapantí, rapidito conseguí brete en Arenal, porque conoce uno más gente, como al principio cuesta más porque no lo conocen a uno.

En la construcción de Tapantí hubo un atraso. La cuestión de los atrasos es que como los cerros son tan altísimos, tienen tanta agua y grietas y todo diay, a veces iba trabajando en el túnel y cuando oía era que empezaba a traquear todo… Y ya a tirarse para atrás, porque aquello estaba haciendo fuerza. Ya dejaba de hacer fuerza, dejaba de hacer y salía aquel montón de agua. Ya el trabajo se paralizaba porque tal vez las bombas no daban abasto en sacar el agua y había que montar tubería para sacar agua. Entonces toda la guardia se la llevaba uno jalando tubo y bombas también. Tanto era así que no daban abasto y cuando sentía era que estaba con el agua aquí arriba y un agua “friíta”, bastante fría. Esos fueron las experiencias más duras, ahí en Tapantí, el montón de agua que se acumulaba y que no tenía salida.

Sí, supongamos que estaba uno descansando, que había salido en la mañana y llegaba la gente del otro turno ahí, triste, porque decían que qué va… Se había puesto triste la cosa. Ya uno también resignado, a ver qué es lo que podía llegar a hacer. Porque decían, diay, en lugar de componerse más bien se empeoró, decían los compañeros que llegaban del túnel. Tal vez uno salía a las 6 de la mañana y dejaba bonito el tope, sequito…y ya estaba uno descansando. Y los del turno siguiente, que entraban a las 6 de la mañana y salían a las 12 del día, ya entonces llegaban diciéndole a uno: ah, vieras como está aquel túnel… Se cayó un arco o salió mucha agua. A mí me pegó ‑ me había dicho un compañero‑ a mí me pegó un chorro de agua en el pecho que caí sentado. Y no, de veras, salían unos chorros que estaba barrenando, a veces estaba el tope sequito, cuando de pronto sentía uno era que la máquina venía para atrás y salía ese chorrón de agua.

Cuando salía uno a las 6 de la mañana entraba a las 6 de la tarde, y cuando salía a las 12 de la noche entraba a las 12 del día y así. Ese era el horario en Tapantí.

A veces había una desazón, porque decía uno: qué va, no se va a pasar, va a haber que dejar eso. Y de veras así, no tenía ya seguridad, totalmente desanimado uno. Sí, se acostumbra uno a vivir así y a sentir ese peligro, a trabajar, pero siempre estar con el pensamiento de que cualquier momento hay que echarse para atrás o hacer algo.

Ahí, con paciencia, va pasando uno las cosas. Al menos como le digo yo, que a veces está barrenando y salen esos chorrones de agua o de arriba, siente uno que cae ese chorro de agua. Pero si es algo así, limpiecita uno está tranquilo, cuando uno se pone pensativo es cuando salía agua sucia, porque siempre cuando sale agua sucia, ya si le da a uno miedo… porque sabe que está haciendo fuerza, o hay un barro ahí, suave, detrás de esos… Era cuando se ponía uno más pensativo.

Los derrumbes generalmente son cerca del tope. Han ocurrido atrás pero muy poco, cuando se ha pasado. Porque ya está firme aquello. A veces empieza a hacer una fuercilla, pero se nota, entonces le refuerzan ahí atrás. Pero las fuerzas siempre están adelante. Supongamos, después de las fuegueadas se ven esos… se vienen esos grandes aterros, o hay una sobre‑excavación. La sobre excavación es que hace una barrenada completa y cuando sale la fuegueada… tal vez hay una parte suave y se viene. Eso es lo que se llama sobre excavación. Y si sigue hay que ver como se para. Por eso ese método moderno que tienen: llevar el túnel en dos secciones, es un método bastante bueno para un túnel muy suave, es más seguro en dos secciones que en una sola, que es la totalidad del tope.

En Cachí murió un compañero así, cerca de donde yo estaba. Eso fue que había una parte que tuvimos que poner cuatro arcos. Tuvimos que poner cuatro arcos porque habían unas enormes piedras redondas que no sabían si eran grandes, pero eran como cuatro piedras. Entonces se pusieron los arcos. Después cuando llegaron a revestir, un señor decidió quitarlos, esos cuatro arcos, porque decía que solo cuatro arcos ahí iban a quedar y para revestir solo esos cuatro arquillos… y decidió quitarlos. Pero quitando esos arcos, una de las pedronas se vino y le cayó encima a un compañero. No muy encima, así, apenas le pasó, pero el gran golpe lo mató, el cimbronazo ese.

Todavía llegó vivo al campamento, al dispensario y llamando a la mamá. Pero cuando le hicieron ahí, para alistarlo y llevárselo para el hospital, ahí se murió, ahí mismo. Bueno yo, principalmente… un compañero así que uno estima… Algunos sí tienen esa facilidad, son fuertes, llegan y tratan de ayudarle, yo no. Lo que hago es apartarme, no soporta uno… y claro todos se sienten acongojados porque, usted sabe, un compañero que tal vez uno le hace bromas y al ocurrirle una cosa de esas se siente acongojadísimo. Al regreso al campamento todo el mundo triste ahí, no se explica uno las cosas así que ocurren. Ya después, como todo, se tiene que olvidar y seguir adelante. Pero es bastante triste una cosa de esas.

Cuando terminó Tapantí me despidieron, pero casi inmediatamente me contrataron. Yo fui a retirar la orden patronal, cuando me retiré del trabajo, y me dijo el encargado: ya vamos a abrir el Proyecto de allá, de Arenal, si querés te apunto para que te vayas el martes dice. Diay está bien le dije yo. Y me dice la mujer: para qué se va a ir otra vez y acaba de estar ahí. Diay, para ver si hay platica. Ya me fui otra vez de veras. Ahí era más dura la cosa, era terrible, porque eran dos semanas pasarlas allá y después venir y…

Después de Tapantí siguió el Proyecto Arenal. Nosotros lo que llegamos a hacer fue el túnel de desvío en Sangregado, un túnel grandísimo. Tuvimos que hacerlo en dos secciones. Una sección completa y después otra vez, abajo, una sección otra vez más. Ese túnel era bastante grande.

Sí, al menos en Tapantí, ahí conocimos más de un compañero. Llegaba y trabajaba un día y se iba para la casa, por los montones de agua y la situación de peligro que se vivía ahí. O sea, una situación tensa todo el tiempo, no soportaban mucho. Al menos me decía un carajo que trabaja en la oficina de personal que ellos hasta se cansaban de hacer papeles y volverlos a hacer. Que tienen que hacer todos los papeles. Ya cuando llegamos allá (a Arenal) conocimos otra gente, gente de Guanacaste. Siempre llega gente de todas partes de Costa Rica, pero ahí llegó mucha gente de Guanacaste, buenos trabajadores, gente bastante buena, con uno también pero casi siempre son las mismas experiencias.

La gente de Guanacaste tenía problemas para adaptarse. Algunos porque no son como muy… Ellos tienen otros sistemas de vida en esos lugares, entonces se sentían bastante incómodos. Algunos duraban poquillo, venían y se iban conforme entraban, se iban (risas). Cuesta adaptarse uno a veces a un trabajo.

Aquí en Ventanas ‑ Garita me he sentido bastante tranquilo No sé porqué será, será porque uno ya tiene experiencia y ya ha visto cosas y todo, pero aquí en este me he sentido más tranquilo. Sí, al menos en el Proyecto de Sangregado me sentí yo más incómodo. El de Arenal, y aquí. En Corobicí, ahí la pasamos… ahí en Corobicí perdí yo este dedo. Íbamos con una bomba y pasamos por una tablita, una cosa tontera es, y donde íbamos pasando por la tabla se hacía la bomba para los lados, entonces los que iban adelante perdieron el equilibrio y yo por no caerme…una altura pequeñilla era lo que tenía, y yo por no caerse me quise sostener del tubo blindado que iba, y donde me sostuve siempre me caí. Me fui restregado ahí, y ahí quedo el dedo. Tiene un bicel para unirlo con el otro… y ahí se me cayó el dedo, y no lo conseguimos. O sea, los compañeros se quedaron ahí y no lo consiguieron el cabillo del dedo, de aquí para arriba. No lo conseguimos. Es el único accidentillo más o menos. Yo no me había fijado, yo sentía como un ardor, yo me paré de ahí donde me había caído, ya me fijé yo, y veo: sin dedo. Sentí una impresión tan fea. Saber que había perdido un pedacito mío ahí.

CUARTA PARTE:
Visión del mundo ‑ percepción de sí mismo y de su entorno:

Me llevo bien con mis compañeros. Ellos me dicen a mi Perro o mi Tata… Me llevo muy bien con ellos. Eso es un sobrenombre, Perro venga acá, o mi Tata. Es que yo le decía papitos, o papá venga acá, entonces el otro me contestaba mi Tata, entonces así fue llegando el sobrenombre. Mi papá venga acá. Antes les decía así, ahora son ellos los que me dicen mi Tata (Risas) o mi papá o mi Perro porque yo les digo… al menos en mi casa a los carajillos les digo así, venga acá mi perro, o a mi mujer le digo así, venga acá mi perrita. Es idea mía. Entonces ellos también les digo así por cariño, entonces ellos me tratan así también (Risas). Pero me llevo bastante bien con ellos, nunca he tenido dificultades por dicha, yo como todo el tiempo he sido calmado, ellos vacilan ahí y todo y yo también. Nos llevamos bastante bien.

Con el resto de trabajadores del plantel el tunelero se lleva bien, ninguno se mete con ninguno. Yo veo que tratan bien, es raro el que tiene dificultades. Yo he oído, yo nunca me he metido en nada de eso, pero yo he oído, algunos que dicen: «Aquel es el señor que dice que nosotros los tuneleros olemos muy feo» (Risas). Es un señor que trabaja en la Oficina, dicen ellos. Pero es cierto, uno sale ahí hediondo como un chancho.

Generalmente, aquí cuando hay alguna dificultad generalmente se busca a Alarcón, (encargado de relaciones con los trabajadores), o se le dice a Gilbert, (supervisor del túnel), pero es más dificultoso decirle a Gilbert que venir a buscar a Alarcón. Ellos tienen más facilidad de palabra. Se busca una persona que tenga facilidad de palabra para que decida la situación.

A veces hay gente que no le atiende a uno razones, (se refiere a las jefaturas del túnel), si uno va a hablar algo él le sale con otras cosas. No dice: vamos a ver si le solucionamos el problema, sino que le busca otras cosas al asunto. Entonces en ese caso es dificultoso. Si, supongamos, si hubiera una persona que resuelva. Al menos yo a veces le digo al encargado de relaciones laborales: Alarcón viera que tengo este problema, esto y esto. A veces tengo que comunicarle algo a la casa y no tengo cómo hacerlo, porque tengo que estar trabajando, y allá (en el frente de trabajo) como no hay teléfono… Entonces yo le digo a Alarcón y me dice: «Ah, claro que sí, venga acá…». Eso es lo que necesita uno, un hombre así, que lo atienda a uno principalmente.

Fíjese que cuando estaba yo jovencillo, a veces tenía un problema así del trabajo o alguna cosa, entonces el hombre ése que iba hablar yo con él del problema seguía caminando. Diay tenía uno que hablarle, quedarse parado o seguir hablando y él seguía caminando. Ah, esas cosas que llamo yo dificultosas. Yo calculo que la institución sí reconoce la importancia del tunelero. Supongamos en el sentido de que es una persona bastante interesada en su trabajo, ahí, le tienen estimación. La estimación es esa: supongamos, uno se queda sin trabajo, y ha sido un trabajador que ha sido honesto, y que no ha tenido dificultades, aquí rápidamente consigue trabajo, no lo dejan así. Supongamos, si empiezan otro proyecto, como me ha pasado a mí, diay, yo estoy trabajando aquí en el ICE y ya termina el proyecto y ya nos quitan a todos, y si empieza otro trabajo, estoy seguro que si llego ahí, como dicen a pulsearla ahí, me tienen en cuenta. Porque reconocen que si no he sido un carajo que he fallado mucho, ni nada de eso, estimo que, en eso puede valer que uno sea un buen trabajador, por lo menos, y nunca esté fallando en el trabajo.

Sí es un poco incómodo el estudio y todo eso. Tiene uno que sacrificarse demasiado. Yo estimo que ya uno pasó el tiempo, que el tiempo de estudiar uno, digamos, todo el tiempo se puede estudiar, porque uno siempre está aprendiendo cosas, pero para más facilidad es como cuando uno está más joven y tiene su trabajo que no sea en el túnel. Porque generalmente en el túnel solo Moisés, ese es un compañero mío, es de Cachí, y es viejo de trabajar en el túnel, ese está llevando acá, un bachillerato por madurez y le queda bastante dificultoso. Él mismo me lo ha dicho a mí, por la situación que se vive ahí. Supongamos ahí se sale a las dos de la tarde y llega aquí como a las cuatro y mientras se baña son las cinco ya. Puede coger ese tiempo hasta las siete de estudiar ahí, pero a veces es tan dificultoso que los compañeros, ya alegres de que salieron libres hacen bulla ahí, todos contentos verdad, que salió uno sin ningún accidente, ni nada, y ya salió de su trabajillo y está libre descansando pues muchos ponen radio, muchos gritan ahí contentos. Eso no se le puede culpar. Algunos dicen «es que hacen mucha bulla aquí», pero nombres. Fíjese que en el túnel no se puede ni hablar, no se puede ni hablar, no se puede hacer nada.

Al menos yo siempre me protejo los oídos desde que estaba en Tapantí, contra los ruidos. Ahí a veces me critican: muchacho no está haciendo ni bulla y vos con esa orejera puesta, esa orejera… porque los tapones para los oídos no los soporto, y un gorro ahí, claro, ya al quitarme yo la orejera y salir del túnel me siento libre y todo. Me imagino yo como esos bueyes que desenyugan. Y ya los oigo a ellos gritando, tal vez si está uno cansado se duerme y todo, los oigo a ellos gritando pero a mí no me molesta. Yo me vengo para aquí a leer el periódico o estoy por ahí. Pero para él que está estudiando sí. Me imagino yo que sale… y ya llega a estudiar y sale del túnel con esa intención. Por eso es dificultoso, aunque sí hay posibilidades, si no es así… Él viera cómo se preocupa, yo lo admiro porque el siempre se preocupa mucho por estudiar, siempre está estudiando y ahora estaba un poco desalentado, porque parece que se quedó en unos exámenes que hicieron ahí. El tiene la curiosidad de haber guardado el periódico del Proyecto Tapantí. Ahí tiene las fotografías, ahí me lo estuvo enseñando. Ese periódico a mí me lo habían dado. A todos les repartieron ese periódico del Proyecto Tapantí en ese tiempo. Como que los jefes eran muy condescendientes, yo me acuerdo que cuando llegamos a Sangregado a todo el mundo le repartían el periódico ahí, pero a veces lo escondían o se los llevaban, sí en el campamento. Fíjese, cada uno con su periódico. Cada campamento con un periódico la Nación y la República. Sí, cuando estábamos allá en Tapantí salió esa edición de la Nación, entonces a todo el mundo le repartieron el periódico, tamaño montón, y él tuvo la curiosidad de guardarlo, ahí me lo estuvo enseñando. Pues sí, hay posibilidades de estudiar pero tiene uno que ser bastante restringido con algunas cosas.

Yo no estoy desilusionado con ser tunelero, pero al menos ahí le puedo decir una cosa: yo teniendo un hijo no me gustaría que fuera tunelero, es decir, el hijo que tengo… Yo tengo dos hijos y yo les digo a ellos que estudien para que no sean igual a mí, con este trabajo que tengo yo, porque… no es un trabajo que sea malo, pero si insalubre. Por insalubre yo temo dentro de unos cinco años más o menos, cuando sea un anciano esté totalmente anquilosado por dentro, ya con los pulmones y todo eso… ya la vejez mía bastante mala, por tanto tiempo que he estado en los túneles. Los únicos efectos que he sentido hasta ahora son en los músculos, aquí de las piernas, que he sentido que me han fallado, me imagino yo por el tiempo que estuve en esas partes frías en Tapantí. Y después la vista que le estaba diciendo yo, como que le va fallando a uno la vista. Ya ahora no es como antes que yo leía perfectamente, ahora me cuesta bastante.

En el futuro si no encontrara trabajo en un nuevo Proyecto, no sabría qué hacer, usted sabe, porque siempre me he acostumbrado a trabajar ahí. Será andar buscando cerca de donde vivo yo, que es precisamente por eso que vivo ahí, porque quedan cerca los lugares para ir a trabajar, en Tejar del Guarco, me imagino yo que hay lugares para ir a trabajar, en el campo y en fábricas, entonces es una… la única salida.

Cuando me casé tenía 28 años. Ahí en Cachí conocía a la muchacha ahí en el pueblo. Diay me ha ido bien, y ella es muy comprensiva, muy buena conmigo. Son cuatro hijos, dos muchachitos, y las dos muchachas, ya son muchachas… Con la plata que me dieron en Tapantí compré la casa ahí en Tejar. En ese tiempo me la dieron en treinta y ocho, entonces di una parte y después fui pagando la otra. Mamá murió hace como doce años, siempre vivió allá en Cachí y allá se enterró también, mi abuela también, y mi padre no sé si habrá muerto. Se fue para la bananera y después hizo esas cuestiones y ya no volvimos a saber de él.

Respecto a grupos organizados como mutuales, grupos religiosos, sindicatos, en ninguna cosa de esa he participado. No sé, no me ha gustado. Una vez participé en un grupo que se llamaba el Nazareno, que llamaban, eso da uno un dinero y después si alguno está enfermo, del grupo lo ayudaban. Sí, principalmente para eso era la organización del Nazareno, y me gustó a mí y duró en el pueblo eso, pero diay, después se quitaron todos y se deshizo y no volví a participar en ninguna otra cosa, ni religioso, ni político, ni sindicato tampoco.

En cuanto a la situación del país, ahora está mejor que hace unos cuantos años, un poquito, y la cuestión de la situación actual, lo que veo yo es eso que dice el radio y las noticias y los periódicos, bastante lamentable verdad, los chorizos que llaman (risas) tiende uno alejarse de los políticos… supongamos, si uno ha sido un fiel seguidor de un partido ya se enfría un poco, hasta no le dan deseos de votar.

Supongamos, una persona que haya estudiado, un intelectual, se puede ganar el sueldo del tunelero ahí fácil, haciendo trabajos diferentes. Y una persona que no haya estudiado le cuesta un poquito más, entonces ahí es donde está, me imagino yo la idea esa, que si uno no ha practicado ninguna otra cosa, tiene que someterse a eso, para ganar un poco más.

A un gobernante lo único que le puede pedir uno es una ayuda para los que necesitan, supongamos, como está la situación económica tan dura, ayudarle a aquel que necesita más, al que está totalmente marginado. Porque diay, uno se siente millonario al tener una casa donde no se le moje la cama. La razón es que de veras, hay gente que vive peor que un animal realmente, es decir, una situación infrahumana, como dicen algunos, porque yo he visto ahí por donde vivo, hay una parte que llaman Los Diques, ahí hubo una avalancha en un tiempo, por el río Reventado, entonces hicieron una cuestión ahí, y ahora la gente que está un poco marginada hizo sus ranchitos ahí, casas así con remiendos y cosas así, que con cualquier cosa me imagino yo se mete el agua, no tienen agua para beber, agua potable.

Al ver uno esas cosas, uno diría cómo podía un gobierno solucionar esas cosas, un problema de esos. Tal vez tenga facilidad de solucionarlo, verdad, a unas gentes, pero no a todos, diay, porque dice el mismo Jesús… yo más o menos leo la Biblia, y dice la Biblia, que resulta que le lavaron los pies a Jesucristo con un perfume muy caro, entonces que le dijo Judas, mejor nos hubieran dado ese perfume y lo hubiéramos vendido y con el dinero le ayudamos a los pobres. Entonces Jesucristo le contestó que los pobres siempre tendrían que estar en la tierra, en cambio él pronto se iría. Esa fue la contestación de él, verdad, entonces quiere decir que los pobres siempre vamos a estar aquí. Pero hay algunos mucho más pobres que otros, ahí es donde viene la situación esa, ahí es donde le digo yo que… que alivien un poquito la carga de esos que están con la nariz metida de veras entre el barro, es que uno por lo menos la tiene afuera.

 

Proyecto Hidroeléctrico Ventanas‑Garita
Agosto de 1985
Autobiografía del tunelero Urías García Boza

Recopiló y editó José Luis Amador.  Antropólogo Social

 

Regresar a historias de tuneleros