Transición y adaptación laboral
según testimonios de los tuneleros

Por José Luis Amador

«…yo había trabajado en el campo y después de ahí pasé al ICE y a conocer esos aspectos que nunca había visto. Por ejemplo lo que era un túnel yo no lo conocía, ni lo había oído mentar… ni tampoco cierto tipo de máquinas. Porque ya eso se usó directamente en la empresa, ¿Veá?»

(FT/F)

Los constructores de las plantas hidroeléctricas de Río Macho, Cachí y Tapantí, eran en su mayoría, agricultores en proceso de transición, de jornaleros de hacienda cafetalera a obreros de la construcción de túnel. El país entero vivía una transición del mundo agrario y tradicional hacia una pretendida industria y modernización. En las siguientes páginas, “los cartagos” nos cuentan lo que significó para ellos el enfrentamiento laboral con el túnel y sus elementos. Los temas a tratar son: miedo del primer día, enfrentamiento con el entorno ambiental, enfrentamiento con la maquinaria, adaptación a una nueva organización del trabajo, otro uso del tiempo, el ritmo del trabajo, otras relaciones laborales, la supervisión y el nuevo grupo laboral. Este artículo es parte de la tesis “De Jornaleros Agrícolas a obreros de la construcción de túneles. El caso de los tuneleros del ICE procedentes de Cachí” (1991). Posteriormente fue publicado en “El ICE: un símbolo cincuenta años después” (Amador, José Luis, ICE, 2002).

DEL CAFETAL AL TÚNEL

DEL CAFETAL AL TÚNEL. En su infancia y juventud muchos tuneleros habían sido jornaleros en las haciendas cafetaleras de Cachí y Orosi. El ingreso masivo a la actividad constructiva fue una transición que afectó a la persona, la familia y la comunidad del tunelero. Este artículo explora esa transición laboral: enfrentamiento con el nuevo entorno ambiental, con la máquina, adaptación a una nueva organización del trabajo, uso del tiempo, ritmo del trabajo, nuevas relaciones laborales, supervisión y nuevo grupo laboral. La fotografía capta a un grupo de jornaleros de la hacienda Cachí.

 

 

 

 

Transición y adaptación del jornalero

Mas, lentamente, el paso del animal
dejó de ser el paso de la historia.
El tiempo subió al tren y manejó la máquina.

Isaac Felipe Azofeifa.

Transición laboral y miedo del primer día

La nueva actividad exigió a “los cartagos” la adaptación a un ambiente laboral y a una tecnología absolutamente diferentes, a las que habían conocido durante su experiencia como jornaleros. El ruido ensordecedor de las máquinas barrenadoras y los extractores de aire, será marcadamente distinto a los sonidos del ambiente laboral agrícola. Desaparecerá de paso la posible charla durante la faena. El aire de lo profundo de los túneles, cargado de polvo y vapores, distará de ser aquel aire puro de las campiñas paraiseñas. No otra cosa ocurrirá con la luz solar, sustituida ahora por bombillos, en medio de la oscuridad subterránea. Toda una nueva realidad: el túnel, con su entorno de piedra y barro, sus nacientes de agua, sus asechanzas, su oscuridad, sus gentes, sus máquinas, sus sonidos metálicos abriéndose paso entre la piedra. Con la nueva actividad cambiará también la indumentaria del jornalero. El sombrerillo de paja o lona se convertirá en un casco. Las botas de hule, o simplemente los pies descalzos del campesino, en botas blindadas con punteras de metal. Su pico y su pala se transformarán en una pesada máquina de barrenar. Su ritmo de trabajo ya no será el natural, marcado por soles y lluvias, sino que todo cambiará: horarios, comidas, relaciones humanas, todo será objeto de un profundo cambio: la era industrial y la modernización habían llegado a este sector de la población costarricense. Se trata de un mundo nuevo y desconocido. No es de extrañar entonces que el tunelero sienta miedo en su primer enfrentamiento al túnel y a las máquinas. Y es así como lo relatan estas «historias de tuneleros».

«…para serle más sincero como dicen, uno no se siente bien. Uno siempre teme algo porque es cosa que uno no había visto. Entonces uno se siente como un poquito nervioso. Yo había trabajado solamente en el campo y después de ahí pasé al ICE y a conocer esos aspectos que nunca había visto.» (ft/f)

Ese «tipo de máquinas», como las llama el autobiografiado (ft/f), y todo lo que con ellas venía asociado, era rotundamente nuevo y sorprendente para muchos de aquellos jóvenes aprendices. No en vano el miedo es el sentimiento común a todas la narraciones del primer día de ingreso al túnel. En sus propias palabras, así lo relatan los tuneleros:

«Y me dice: «si quiere lo traslado al tope», y yo tenía mucho miedo de trabajar en el túnel. Pero al ver que se ganaba algo más y se aumentaba el sueldo, entonces yo le dije que sí: «yo me voy para el tope aunque me da miedo…» Me dice, «no sea pendejo, ahí se hace hombre, vamos» Y en verdad, los primeros días me daba mucho miedo que deseaba salir para afuera. Pero me los amarré, y…» (ft/E)

Un improvisado electricista, narra de la siguiente manera la experiencia de su primer ingreso a un túnel. Nótese el temor al ruido de los extractores de aire y a la humedad del suelo, la que podría contribuir a hacerle víctima de un choque eléctrico.

«Cuando estaba en Río Macho ya me dijo el capataz: va para un túnel, lleve casco y las botas. Ya fui y qué va… asustaditico, y qué va…para colmo era el túnel más largo, tenía tres kilómetros y medio, y ya cuando oigo los abanicos, y yo asustado ¡qué era eso! Y ya me montaron en la máquina locomotora y qué va, iba bien asustado. Ibamos a tirar línea al pentagrama del túnel, el pentagrama que lleva la corriente. Y iba asustaditico, más que tenía bastante agua ese túnel, y duramos tamaño ratico, como cuarenta y cinco minutos se duraba en el trayecto.

Bueno, ahí llegué, todo asustado. Ahí empezamos a trabajar y a cuidarse un poquito porque uno no está acostumbrado a eso del túnel. El primer día llegamos al tope…yo oía ese ruido…demasiado, porque tienen que trabajar como seis o ocho (extractores) habían trabajando.» (FT/CH)

De acuerdo a las autobiografías consultadas el miedo del primer día se produce como respuesta a factores diversos. El tunelero menciona con frecuencia el temor a las máquinas, a la profundidad, a posibles derrumbes, a la asfixia provocada por una eventual falta de aire, a las explosiones, a súbitas inundaciones, e incluso se da el caso de fantasías asociadas a supuestos hundimientos del suelo del túnel.

La impresión del primer día puede ser aún mayor cuando efectivamente ocurren percances al momento de la llegada del tunelero, como se narra seguidamente.

«Al entrar a mí me impresionó mucho porque en ese momento estaba lo que llaman una campana. Una campana es que se sienta al túnel y no hay paso. Derrumbe, agua y lodo, piedra y todo. Y se trae los arcos abajo. En ese momento que yo entré había ese problema, que no podían pasar…»  (FT/H)

La existencia de este sentimiento inicial es un hecho bien sabido por los tuneleros. Así por ejemplo uno de los capataces del túnel expresa:

«Cuando entra al túnel una persona nueva… Yo no cuento con el trabajo de él. Yo cuento con su trabajo después de un mes, porque cuando entra a un túnel, lo que entra es asustado, incluso ese es el sentimiento más normal. Vos los ves asustados. Seguro creen que esa va a ser la sepultura más profunda…»(FT/D)

ROSTROS

ROSTROS. Un grupo de tuneleros del Proyecto Cachí detiene brevemente su trabajo para posar ante la cámara. Las máquinas barrenadoras no se han movido de su sitio original y los barrenos permanecen aún incrustados en la piedra. El encuentro con las máquinas, éstas y otras, fue una de las nuevas experiencias laborales de aquellos peones cafetaleros recién convertidos en tuneleros.

 

Adaptación del jornalero a la actividad de construccion de túneles

«De trabajar en un cafetal a trabajar en una cosa de esas,
se siente uno totalmente extraño y nervioso» (FT/O)

Un breve pero significativo comentario del Jefe Administrativo del Proyecto Hidroeléctrico Cachí (1962‑1966) refiriéndose al ingreso de los jornaleros de la Hacienda Cachí al Proyecto, señalaba: «el problema consistía en reubicar al bracero a las nuevas actividades» y agregaba que para ello se «colocaron a la par de trabajadores experimentados en una u otra actividad para que los encausaran y los llevaran a prestar servicios eficientes y en corto tiempo». (Loría, 1974:72).

Ciertamente, la inserción del jornalero en la actividad de construcción de túneles trajo consigo una drástica ruptura con la experiencia laboral anterior, e implicó la necesidad de adaptarse simultáneamente a todos los niveles de la nueva experiencia. No solo el objeto de trabajo, la tecnología y el medio ambiente fueron otros, sino también la organización necesaria para ejecutarlo exigió otra disciplina, nuevas formas de relación con las personas y los grupos, y una nueva concepción en el uso del tiempo de trabajo, lo que afectaría incluso el ritmo de la vida misma de los noveles tuneleros. Esta diversidad de factores se integran para constituir un todo complejo cargado de estímulos y retos que había que enfrentar a costa de esfuerzo individual. Afortunadamente los testimonios nos dejan constancia de ello, tal y como se observa a continuación.

Enfrentamiento a las nuevas condiciones físicoambientales

Es en el ámbito de las condiciones físico ambientales en donde la nueva actividad se presenta a los ojos del tunelero de manera más desafiante y diametralmente divergente con lo que fuera su anterior experiencia laboral.

Dentro del ICE había que acostumbrarse al manejo de las máquinas, al ruido, a trabajar con luz artificial, con aire inyectado del abanico. En la finca aunque sea duro, trabajaba uno al aire libre. Ahí no, ahí (en el túnel) está uno encerrado. Fue muy extraño para mí y para mis compañeros, costó por lo menos un mes acostumbrarnos. (FT/O)

Habituados como estaban al trabajo agrícola, al espacio abierto y al aire puro, generalmente sin más ruido que el del hacha, la pala y la algarabía de los peones en el cafetal, es lógico que las condiciones físico ambientales totalmente distintas de la construcción de túneles exigieran un enorme esfuerzo de adaptación a los recién iniciados tuneleros. Para sobrellevar la agresividad del nuevo ambiente de trabajo se requirió la utilización de equipo protector contra riesgos: anteojos, orejeras, mascarillas, casco, guantes, capa, etc. Todo ello significaba en sí mismo un aspecto novedoso que exigía una cuota adicional de adaptación. Sin embargo, según relatan los testimonios, las mismas condiciones físico‑ ambientales, el calor por ejemplo, hacían insoportable la utilización de este equipo.

Nosotros en ese tiempo trabajábamos con nueve máquinas (barrenadoras) en el túnel. ¿Usted sabe lo que es trabajar con nueve máquinas? ¡a puras señas se iba uno!… con nada se puede trabajar, porque son estorbos. (Se refiere al equipo protector auditivo). Tiene que estar así (sin nada) aunque le den equipos y todo, pero siempre le estorban… (las) carajadas, para uno trabajar. Si es guantes, uno desea quitarse los guantes; pero diay, ¡lo que se necesitan para trabajar! Si es orejeras y todo eso que le dan a uno, si le dan mascarillas para alivar, todo eso le ocupan a uno, pero no sé,uno se sofoca mucho, y el calor y todo… ¿Usted sabe lo que es trabajar con eso en Arenal…? Cerca de nueve años trabajé en Arenal y como dos en Corobicí. Era difícil usar el equipo de protección por el calor. Usted sabe… durante el revestimiento que hizo en Tapantí, solo agua de hielo se bebía. El hielo lo metían en unos tarros ahí. La temperatura de revestimiento es altísima. Le echaban los montones de hielo al tarro. No echaban agua. Así cogía uno el vaso. Para mantenerse un poquito fresquito, como dicen, por lo menos por raticos. (FT/T).

Otro testimonio nos indica que en efecto, la temperatura ambiente de revestimiento o fragua del cemento, puede alcanzar hasta 35º. (FT/D)

 

Enfrentamiento a la máquina

Es difícil concebir el mundo prácticamente despoblado de máquinas del jornalero agrícola cachiseño. Pero lo cierto es que fue el ingreso a la actividad tunelera lo que propició la incursión de «la máquina» en la vida de este sector de la población costarricense:

Se usó todo eso que yo no conocía, o sea, que en ese tiempo lo que uno podía conocer era una bicicleta, un carro en la calle, en la carretera… pero ya los tipos de máquinas para trabajar en un proyecto… (no). (FT/F)

Al respecto otro tunelero agrega:

Una rompedora, que ni deseo ni acorda’me… nosotros nunca habíamos tocado una rompedora… nosotros no conocíamos qué era una yale… una mariposa… ¿ya? (Se refiere a los diversos tipos de barrenadoras JLA). (FT/S)

El jornalero se encontró de pronto ante un nuevo ambiente poblado de máquinas, a las que había que dominar, cosa que no siempre fue fácil.

Todo eso tuvimos nosotros que aprenderlo. No era llegar y móntese en esa pala de aire. Son palas muy celosas. El aire es lo más celoso que hay. Cuesta demasiado. (FT/S)

Cuesta demasiado y tiene sus riesgos, como se demuestra enseguida:

Pero costaba demasiado manejar las máquinas, una experiencia de un hermano mío… haciendo este túnel de Cachí… el que va al tanque de oscilación y a tubería de presión… donde baja para la planta. Ese hermano mío se le fue el… ¿se imagina?… una locomotora es un motor, una máquina… y él la cogió y se le fue y se escarriló y siguió así pa’abajo… gracias que había un pin de hierro ahí, y pegó y plantó la máquina, si no, se mata él y mata un montón de gente que estaba poniendo la tubería de presión… eran los… los japoneses, que estaban poniendo la tubería de presión. (FT/S)

Ante estos testimonios, y con el auxilio de autores como Friedmann (1970), podemos afirmar que, el tránsito de la actividad cafetalera a la actividad de construcción de túneles, había significado para los cachiseños el paso definitivo del «medio natural», propio de las comunidades pre‑ maquinistas, en las que el hombre está expuesto y reacciona a estímulos venidos en su mayoría de los elementos naturales y de los seres vivos y se desenvuelve en una tecnología artesanal, con herramientas que todavía son las más de las veces prolongaciones del cuerpo, al «medio técnico», propio de las sociedades y comunidades industrializadas, en donde decrece la importancia de los estímulos naturales y se intensifica alrededor del hombre una red de técnicas complejas que tienden al automatismo… y a la presencia de motores de energía artificial… (Friedmann, 1970:100‑102). La siguiente frase expresa de manera breve y elocuente la naturaleza de esta transición:

Por eso le digo, era muy difícil, de uno que no conocía, solo el canasto, a ir a coger una máquina. (FT/S).

Adaptación a la nueva indumentaria

El contacto con otras condiciones físico‑ambientales, exigió la adopción de nueva indumentaria de trabajo. En el siguiente fragmento se advierte el papel de la disciplina laboral como forjadora de nuevas pautas conductuales. En este ejemplo, se ilustra la adaptación al uso de botas de seguridad por parte de un grupo de antiguos jornaleros tradicionalmente descalzos.

Bueno, nosotros parecíamos una lora en mosaico con botas, nosotros de camino… mire… yo vivía allá arriba y yo me quitaba las botas pa’i’me, al trabajo, porque no las aguantaba. Porque en ese entonces eran unas botas con punta de acero para protección y casco. Nosotros no podíamos caminar con eso. Ya enseguida nos acostumbramos. Pero al principio a nosotros eso nos quemaba los pies… todo. Pero, cómo le digo, las disciplinas: no podíamos entrar al túnel sin el casco… la mascarilla, vestido de hule, porque desde que entrábamos era lloviendo veá? y bota de hule. (FT/S)

 

LLUVIA BAJO LA TIERRA.

LLUVIA BAJO LA TIERRA. Otra vez Tapantí: los trabajadores laboran largas jornadas, mañana, tarde, noche y madrugadas, bajo una fría lluvia subterránea. Aquí un grupo de electricistas remueve el tendido eléctrico, posiblemente preparándose para realizar el revestimiento de concreto.

Adaptación a una nueva organización social del trabajo

«Ya no eres tú, es eso otro,
  alguien, algo, nadie, cosa».

Isaac Felipe Azofeifa

 

Varios aspectos relacionados con la organización social del trabajo se manifiestan en la experiencia laboral del tunelero, de forma claramente contrastante con su vivencia anterior en la hacienda cafetalera. Se intensifica la supervisión del trabajo, se incrementa la autoridad del capataz, aumenta la rigurosidad en el control de la conducta individual mediante el auxilio de mecanismos administrativos de tipo impersonal. Se evidencia una drástica transformaciónen el ritmo de trabajo y la clara supeditación del trabajador a éste, así como la interferencia de la normatividad burocrática en el tiempo de descanso del trabajador. Estos elementos atestiguan el encuentro del antiguo jornalero con una modalidad de organización social del trabajo distinta a la de la hacienda, y en la que son esenciales el control de la conducta, la planificación del trabajo, la integración orgánica de las tareas, la sincronía y el ritmo intenso y constante de las actividades.

La organización del trabajo así concebida es en sí misma una realidad nueva y concreta a la cual tuvo que adaptarse el peón de finca, forjado al calor de una experiencia laboral agraria de tipo tradicional. Ferrarotti advierte que desde el punto de vista de la adaptación del trabajador, es quizá más impactante la racionalización de la organización social del trabajo que la transformación técnica de los talleres y las máquinas, y afirma: «la máquina clave de la época industrial es el reloj y no la máquina de vapor» (Ferrarotti, 1976:94). El tiempo en el trabajo deja de ser el «natural» del campesino, regido por el día, la noche y las estaciones, y se instaura definitivamente el tiempo «mecánico», cuantificable, del obrero y las organizaciones industriales. «Se cierra así la época del trabajo artesanala la medida del hombre, de sus ritmos naturales únicos, irreducibles y se abre la época del trabajo racionalizado». (Ferrarotti, 1976:100, subrayado en el original). Tales cambios demandan un intenso proceso de ajuste y adaptación que repercute en la experiencia de los trabajadores. No en vano el propio Frederick Taylor, padre de la organización científica del trabajo, afirmaba que ésta presupone en los dirigentes industriales y en los trabajadores una «revolución mental completa». (Ferrarotti, 1976:99). Algunos cambios importantes en la organización del trabajo se hacen presentes en los testimonios autobiográficos de los tuneleros, tal y como se observa a continuación.

 

Uso y concepción del tiempo

El establecimiento de un tiempo mecánico trae como resultado la abolición del tiempo natural y la sujeción de los trabajadores a nuevos horarios de trabajo, muchas veces reñidos con el ritmo natural de vida del trabajador. Tal es el caso del horario que se describe a continuación.

«En ese tiempo la jornada era de 6 horas. Se trabajaban 6 horas y se descansaban 12. Si se entraba un lunes a las 6 de la mañana se salía ese día a las 12 del día. Se volvía a entrar el martes a las 12 del día hasta las 6 de la tarde. El miércoles se trabajaba de las 6 de la tarde a las 12 de la noche. El jueves, de las 12 de la noche a las 6 de la mañana y así sucesivamente». (ft/V)

Con este horario «rotativo» es difícil imaginar la concreción de una vida privada organizada o medianamente planificada de parte del tunelero. El turno más pesado era el que entraba a las doce de la noche.

«Levantarse a la media noche y va para el túnel… ese turno es fatal. En el día mentira que se puede dormir igual, hay gente trabajando, camiones desplazándose cerca de los domitorios, etc.» (ft/V)

El nuevo concepto de uso del tiempo de trabajo repercute en la vida privada y el tiempo libre del tunelero. Esto se observa desde el momento mismo en que para hacer más eficiente la producción el tunelero debe trasladar su domicilio al sitio mismo de trabajo, desvinculándose de la comunidad y la familia. La vida en los campamentos permite que el orden administrativo, con sus pautas, sus horarios y sus reglamentaciones, invada el tiempo libre y disuelva gran parte de la privacidad del tunelero. De esta suerte, la actividad de construcción de túneles logra supeditar en gran medida el uso del tiempo libre del trabajador, su ritmo y conducta, a las necesidades de la producción y de la administración.

«En ese tiempo los que dormían en los campamentos del ICE ya a las 8 de la noche pasaba el guardia y apagaba las luces y Dios guarde oyera a alguien, menos radios oír en el campamento, acostarse callados. A los que se levantaban a las 12 de la noche para ir a trabajar pasaba el guarda despertándolos y no se hacía nada de bulla. Ahora como las cuadrillas son muy grandes, principalmente la de los tuneleros, cada cuadrilla tiene su campamento». (FT/O)

HORA DE LA “BURRA”

HORA DE LA “BURRA”: Cuadrilla de tuneleros del Proyecto Cachi (1962 – 1966) durante su refrigerio. No es posible determinar si es almuerzo, cena o comida de media noche. Como dicen los tuneleros “dentro del túnel no se sabe si es de noche o es de día”. Un trabajador se sirve de un tarro lechero de los que antiguamente se usaban en los proyectos hidroeléctricos para transportar el fresco. Otro a la derecha sostiene una porta vianda de aluminio.

 

Supervisión. Diferencias con la hacienda

En la hacienda cafetalera era fundamentalmente el mandador, quien con ayuda del encargado de cuadrilla llevaba el control de la asistencia, por el contrario, en la organización burocrática un mecanismo administrativo desempeña dicha función. Con ello el proceso se despersonaliza y se convierte en trámite. Se observa al mismo tiempo una tendencia a la separación de las funciones de dirección de la producción y supervisión de la conducta en dos funcionarios distintos, el capataz y el supervisor.

Por ejemplo, digamos, aquí en la finca, si yo iba a trabajar, el encargado en una libreta le apuntaba el tiempo a uno. Usted ya le decía, me faltan tantas horas, o me falta tal día… usted se desentendía… tal día se le paga…

En cambio en el ICE, uno comenzaba porque el capataz no tomaba el tiempo. Si no que ahí hay inspectores que van chequeando el tiempo de uno, verdá?. Ya si uno faltaba, ya el inspector lo llamaba, mire usted faltó tal día, deme su justificación. En cambio en la finca a veces faltaba y entonces ni avisaba. Y nadie decía nada. A veces le decía al encargado, diay, mañana no puedo venir… En cambio en el ICE no, para sacar uno el día hay que sacar uno el día anticipado, veá?.  (FT/O)

Lo anterior se explica mejor teniendo presente que en los últimos tiempos la hacienda experimentaba una sobrepoblación laboral. (Ver Capítulo VII). En contraste con ello la organización burocrática y muy especialmente el Proyecto Hidroeléctrico, tiende a la racionalización de recursos y a maximizar la productividad de cada hombre, lo que redunda entre otras cosas, en un redoblamiento de los controles de disciplina y asistencia.(Observación participante, P.H. Ventanas‑Garita, 1985). Se detecta además una formalización de las relaciones:

Por ejemplo si uno necesitaba ir a Cartago un día como mañana, tenía que decirle al capataz un día como ayer: «Mire voy a necesitar un día, y el capataz le decía vaya saque el permiso, se lo llenaba el planillero o el oficinista que estaba ahí, y ya iba donde el capataz, el capataz lo firmaba, lo firmaba el capitán que llaman ellos o el ingeniero y después la entregaba al inspector, él se lo llevaba a la oficina. Ya era muy diferente. Todo, todo, diferente a como nosotros nos manejábamos en la finca. (FT/O)

Este informante torna la vista atrás y echa de menos la relación tradicional en la hacienda. Evoca la imagen del antiguo patrón, pero inmediatamente reflexiona y señala aquello que a su juicio justifica el incremento de disciplina en la empresa moderna: la necesidad de orden y la importancia del papel de cada hombre en su puesto.

Comenzando por el patrón que era tan bueno y los jefes y el personal administrativo que tenía ahí y uno… (pero) realmente era desordenado en eso… es bonito y no es correcto porque el superior que uno tiene, tiene que darse cuenta por qué uno no llegó, porque talvés, lo están ocupando ese día o lo van a ocupar para determinado trabajo y uno se fue así a la bulla y ya se ve obligado a improvisar otro hombre para ese trabajo, que talvés no esta… (FT/O)

Naturalmente, también en este aspecto, la nueva experiencia laboral exigió adaptación de parte del antiguo jornalero.

Tiene que ir uno amoldándose, ya todo es más ordenado y hay que hacerlo con más cuidado. (FT/O)

 

 

Relación con el capataz

Se aprecia una supervisión mucho más estricta que en la hacienda, siendo notoria la presencia constante del capataz en la obra, tomando decisiones e instruyendo al personal continuamente:

«Es totalmente distinto. En la finca a veces uno llegaba y ya.. talvez el capataz le decía, quédese haciendo estas orillas, y talvez se iba y no volvía adonde uno estaba trabajando. O talvez le decía, mañana usted va a hacer tal trabajo a paliar tal parte, a chapiar tal orilla o a limpiar tales zanjas, y ya uno se iba y ya duraba talvez hasta una semana sin verse con él. En cambio en el ICE no, porque el capataz está continuamente con uno, dirigiendo el trabajo. Este trabajo así y así, este otro así y así, principalmente con nosotros que no conocíamos los trabajos, verdad, explicando los trabajos. ( FT/O)

Cabe recordar que en la hacienda el «saber hacer» era parte integral del bagaje personal del peón (saber tradicional). Por el contrario el proceso de construcción de túneles está lleno de circunstancias novedosas, particularmente para el recién llegado jornalero; motivo por el cual se hacía más necesaria la constante intervención del capataz. No solo los aspectos técnicos y organizativos resultaban novedosos y demandaban orientación constante, sino que las condiciones físico‑ambientales del túnel se constituyen en permanente causa de riesgo e imprevisibilidad. Por lo demás el trabajo en el túnel es eminentemente colectivo y exige la presencia permanente y activa de un organizador e integrador del equipo humano y éste es el capataz. Esto se aprecia principalmente situaciones de emergencia, bajo condiciones de riesgo de pérdidas humanas o materiales, y ante la inminencia de desastres, ocasiones en que la autoridad del capataz llega a su punto máximo.

La adaptación a este aspecto tampoco fue fácil. Los capataces del proyecto son obviamente más estrictos y rigurosos que en la hacienda. Se recordará que en la hacienda el capataz es un miembro de la comunidad, quizá hasta un familiar. En los proyectos es un funcionario dentro de una organización formal y esto subraya su autoridad y su jerarquía. Por otra parte «botar» a un tunelero no era problema, por cuanto habían decenas de cachiseños ofreciendo sus servicios a raíz de la crisis producida por la quiebra de la hacienda.

«Ya uno tenía mejor disciplina y mejor comportamiento con los compañeros y con el capataz. Si uno le respondía mucho al capataz, aunque fuera con la razón, si no lo tranzaba muy bien a uno, lo reportaban e inmediatamente lo botaban.

En la finca desde que llegaba un encargado «mire que tal cosa es así y así…» bueno, «esto y esto así y así, uno se defendía, pero no había nada. Uno se defendía, mientras que uno hablara correctamente. Pero es que en el ICE no, en ese tiempo no permitían nada de eso. Ahora ya el ICE es muy diferente». ( …) (FT/O)

A juzgar por la última frase, es posible suponer que con el paso del tiempo y a medida que se impuso la adaptación, selección y modelación conductual de los tuneleros, internalización de pautas, formalización de procedimientos disciplinarios, etc., la rigurosidad de los capataces pudo ser disminuida. Antes de ello, acostumbrarse a este tipo de supervisión y de conducta organizacional debió implicar un fuerte enfrentamiento cultural y hasta generacional.

MALOS PRESAGIOS

MALOS PRESAGIOS. Esta foto fue tomada en Tapanti (1967-1972), tras haber ocurrido un derrumbe parcial del techo del túnel por efecto de la presión de agua. Empezaban a observarse las primeras manifestaciones de la enorme fuerza del agua contenida en el interior de la cordillera de Talamanca.
Dionisio – Nicho- León, capitán de túnel a quien vemos de frente, perdería la vida 300 metros más adelante de este punto, al caer sobre su pecho una enorme masa de material, desprendiéndole el corazón, según el decir de los tuneleros.

 

Adaptación al nuevo grupo laboral

Disipado el pánico inicial, el tunelero muy pronto descubre que para sobrevivir en el túnel cuenta con dos aliados: la cautela al trabajar y su propio grupo de compañeros. Esta situación configura una especie de ética del tunelero, muy elemental, pero muy útil. Y esa ética toca dos puntos básicos, la seguridad personal y el cuidado al compañero. Dos aspectos que en el túnel podrían significar lo mismo.

«Bueno, para mí cada día lo que sigue habiendo es una diferencia con respecto al cuidado. Más que nada trato más bien que el compañero no se entregue al peligro. No acobardar a otra persona sino que darle el valor necesario. Pero eso sí, siempre y cuando abriendo la vista: que no se entregue al peligro así no más. Porque hay tantas formas de meterse a unas partes peligrosas que no es el caso que nos vamos a meter de buenas a primeras, sino que hay que pensar en alguna cosa. La prevención primero que nada». (FT/I)

Todo parece indicar que dentro del túnel el grupo es bastante receptivo con el compañero nuevo, y muy probablemente la actitud receptiva de los capataces y del grupo de trabajadores sea fundamental para el éxito del proceso de adaptación. La observación de la actividad laboral de estos trabajadores y la lectura de sus autobiografías, permite corroborar la existencia de solidaridad grupal entre los tuneleros. Solidaridad no ideológica sino pragmática, muy inmediata, que se expresa en la armonía del trabajo en equipo, en la identificación que se da entre tuneleros de los diversos frentes y cuadrillas, en la ausencia de conflictos fuertes entre tuneleros y en la existencia de un claro sentido de pertenencia grupal. (Observación participante P.H. Ventanas Garita, 1985). Dicha solidaridad es al mismo tiempo cruda y sin romanticismos. Cargada de un realismo que no todos podrían soportar.

«He visto a un amigo o compañero pasarle una vagoneta por encima y dejarlo como con secante y también he visto muchos momentos alegres. El momento de encontrarse un túnel con otro, el momento de romper un récord junto con ellos. Que se vienen las lágrimas por alegría y otros por la tristeza…» (FT/D)

TÚNEL BLINDADO DE ACERO

TÚNEL BLINDADO DE ACERO. Soldadores sellan láminas de acero durante el revestimiento metálico de un túnel. Este tipo de blindaje se emplea en trayectos de muy alta presión de agua. La vida sigue bajo la tierra: los trabajadores construyen día a día su grupo y su cultura laboral.

 

Efectos del proceso de adaptación

Tal y como hemos descrito, la magnitud y complejidad del proceso de transición experimentado tan sólo en el plano de lo estrictamente laboral, exigió la adaptación a los más variados niveles: medio ambiente, tecnología, indumentaria, organización del trabajo, conceptualización del tiempo, etc. Pero sabemos que la transición vivida también afectó a la comunidad y a la familia, según hemos analizado en otros sitios. Existen elementos para considerar que el proceso de ajuste requerido demandó aún mayores esfuerzos de los que el mismo tunelero recuerda, y que el impacto emocional de la adaptación debe buscarse en conductas extralaborales como la evasión y el alcoholismo. Hoy, pasados los años, los tuneleros «se han acostumbrado», como dicen ellos, a la nueva labor:

… uno va agarrando una costumbre tan grande que después hasta se le olvida todo eso. (FT/I)

La construcción de túneles es su actividad cotidiana y ya se ha perdido un poco el asombro y el miedo del primer día. Las condiciones del túnel han pasado a ser para ellos lo rutinario, y lo rutinario no siempre se relata con todo detalle. Se convierte en “cultura”, y se hace invisible para los que lo viven todos los días. Somos los que llegamos de fuera, un poco como invasores, quienes nos maravillamos al redescubrir el mundo cotidiano que construyen los trabajadores. Hermosa tarea, que hemos pretendido realizar en este aporte, desde la antropología del trabajo.

 

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