Capítulo I
Aspectos introductorios.
1. Presentación.
El rostro boruca de Curré.
Durante el primer semestre de 1999, estando ya muy avanzado el programa lectivo de la Maestría en Antropología, y encontrándome a punto de abandonar esa meta por falta de recursos para realizar una tesis, solicité el apoyo del “Proceso de Planificación Ambiental” del ICE, dependencia que me planteó la posibilidad de realizar una investigación en Curré, comunidad indígena que podría ser objeto de una reubicación en caso de llegar a construirse el proyecto hidroeléctrico Boruca. En un principio me preocupó incursionar en este tema, que se ubica en el espacio de tensión que se abre entre un proyecto de desarrollo y una comunidad indígena. Ese espacio de contradicción característico de la Antropología Aplicada, al que alude Roger Bastide (1971). Mi preocupación era mayor por el hecho de trabajar en el ICE, desde hace muchos años, aunque, ciertamente, en otras actividades. Temía que la comunidad me rechazara, o bien, que el ICE me pidiera realizar labores de promoción del proyecto, lo que indudablemente habría dado al traste con mi labor.
Dichosamente, el ICE no puso condición alguna sobre el enfoque de esta investigación, como tampoco mi función fue, en modo alguno, la de “promotor” del proyecto, sino la de un investigador, a quien se le facilitaron recursos para conocer, de manera respetuosa, la realidad y la cultura curreseña. Por su parte, la comunidad de Curré me recibió con hospitalidad, circunstancia en la que pesó significativamente la madurez de sus dirigentes y la generosidad de ese pueblo. La actitud de estos dos actores sociales me permitió, hacer un trabajo etnográfico que pretendo sea de interés para ambos. Por ser esta una situación de particular vigencia, los borradores de esta tesis se fueron entregando, tal y como se iban produciendo, a la comunidad y a los sectores técnicos del ICE, involucrados en el estudio de la variable social de proyectos hidroeléctricos, que fueron quienes auspiciaron la investigación. Algunas temas se expusieron oralmente a ambos auditorios, respectivamente.
El tema de la identidad étnica, va mucho más allá de la mera conservación de juegos, danzas y artesanías tradicionales, para convertirse en un asunto político de derechos y conciencia de grupo, que atañe a las relaciones entre las diversas etnias que coexisten al interior del Estado nación. Se trata de Pueblos en interacción de convivencia y poder, que reclaman derechos derivados de su ancestro, de su historia, de la legislación nacional y de acuerdos internacionales como el Convenio No. 169 sobre Pueblos Indígenas y Tribales de la OIT, ratificado por el gobierno de la República de Costa Rica, “reconociendo las aspiraciones de esos pueblos a asumir el control de sus propias instituciones y formas de vida y de su desarrollo económico y a mantener y fortalecer sus identidades, lenguas y religiones, dentro del marco de los Estados en que viven…” (Convenio No. 169, Introducción). Los indígenas son un pueblo dentro de otro pueblo. A diferencia de otras etnias de Asia o África, en su proceso de descolonización, los pueblos indios no lograron la independencia, sino que siguen sometidos a los criollos, “no solo habían sido conquistados sino invadidos, ocupados e internamente colonizados…” (Adams, 1996: 226, 227). A ello se debe que sus sociedades quedaran subsumidas y a veces ocultas, o más bien, “negadas” bajo la fachada de las sociedades criollas (Bonfil, 1989: 39). La identidad étnica asume entonces visos reivindicativos y políticos.
En ocasiones los pueblos indígenas tuvieron la suerte de conservar parte de lo que fue su territorio ancestral. Tal es el caso de los indígenas de Boruca y Curré, que aún se asientan en las mismas tierras en que han vivido desde tiempos inmemoriales, anteriores a la llegada de los europeos. Con el derecho que se arroga el conquistador, estas tierras fueron luego “otorgadas” a los indios por la Corona bajo la figura legal de la “reducción” de Boruca, y más tarde ratificadas como tierras indígenas en varias legislaciones sucesivas, desde 1939 con la Ley de Terrenos Baldíos, hasta 1977, año en que se crea la Ley Indígena actualmente en vigencia (Guevara y Chacón; 1992: 46). Esta ley reitera que “las Reservas Indígenas son inalienables e imprescriptibles, no transferibles y exclusivas para los que las habitan” y estipula que “todo traspaso o negociación de tierras o mejoras de éstas en las Reservas Indígenas, entre indígenas y no indígenas, es absolutamente nulo, con las consecuencias legales del caso” (Ley Indígena, No. 6172. Art.3).
Ubicada junto a la Carretera Interamericana, la comunidad de Curré comparte una serie de rasgos culturales de la sociedad nacional. Esto hace que con alguna frecuencia se escuche decir a otros que los curreseños ya no son indios. No es por casualidad que entre los más interesados en cuestionar su identidad étnica, estén aquellos que se sienten afectados por el ejercicio de sus derechos, por parte de los indios. Algunos no indígenas que viven dentro del Territorio Indígena, por ejemplo. Muchos de ellos compraron tierras a los indios — se dice que muy baratas (Bozzoli, 1975: 130) — pero según la Ley Indígena, esas transacciones no tienen ningún valor legal. Es por eso que desearían desaparecer esa Ley, para poder poner a derecho su posesión. O, en su defecto, desaparecer a los indios, para que la ley no tuviera sentido. Y una forma de “desaparecerlos” es, demostrar que no existen, es decir, que si bien, todavía hablan, caminan y respiran, ya no son indígenas. En otras palabras, que han perdido su “identidad étnica”. ¡Estos ya no son indios¡
Un no indígena radicado en Curré, por ejemplo, insiste en que los curreseños ya no son indígenas, y que el Territorio Indígena de Curré, ya no debería ser “reserva”, porque según su criterio, las “Reservas” no tienen adelantos como carreteras, teléfono y electricidad. Los verdaderos indios son los que “cocinan sobre piedras”.
Parece que una Reserva no tiene que haber carreteras. No tiene que haber teléfono. No tiene que haber eso… que no puede haber, no sé si la ley es así. Pero resulta que aquí, aquí ya…, aquí tenemos, ¿y diay? teléfono, tenemos, eh…, electricidad. Tenemos todo eso. Entonces yo no sé cómo, cómo es esta Reserva. Cómo tiene que ser una Reserva. Yo no me explico.
No indígena radicado en Curré. Testimonio Oral No 6.
En efecto, una de las cosas que más confunde a los no indígenas, e incluso a algunos indígenas, es cómo interpretar el cambio cultural y el mestizaje, en relación con la identidad étnica. ¿Puede el indígena tener desarrollo, cambio tecnológico, aprender otras costumbres y seguir siendo indígena? Hoy sabemos que la identidad étnica, no es un asunto de cultura solamente, sino una forma de verse y sentirse en relación con los miembros de nuestro propio grupo étnico y frente a los miembros de los otros grupos. Dicho de otro modo, la identidad étnica es una ideología, esto es, una forma de representación colectiva, funciona como un clasificador social y se consolida en la interacción – confrontación de los diferentes grupos étnicos, al interior de la sociedad (Cardoso, 1992).
¿Cuáles son los atributos que definen al indígena? ¿Cuándo se deja de ser indígena? Estas son preguntas centrales en esta investigación, así como también ¿cuándo se vuelve a ser indígena? Porque, como se ha demostrado, existen los procesos de reetnización y revitalización étnica (Cardoso, 1992; Díaz Polanco, 1997). Sabemos que la identidad étnica es un fenómeno colectivo, pero como se verá, tiene mucho de experiencia personal de carácter existencial. Los jóvenes de Curré, por ejemplo, experimentan en ocasiones una tensión entre el llamado de la colectividad étnica y el de la sociedad nacional. Sin embargo, la pregunta central quizá sea, esta otra: ¿Si una buena cantidad de rasgos culturales han desaparecido, qué hace a Curré indígena? ¿Lo es todavía?
Una vez, en la cocina de doña Fidelia, ese sitio público y privado donde tantas cosas se cuecen en Curré, mientras Enid me preparaba la comida, tocó este tema y se lamentó con dolor: “son tantas las cosas que hemos perdido…” Pensé entonces, que lo realmente asombroso, es que todavía hoy, cinco siglos después, allá en Buenos Aires, junto al Térraba, los pobladores de seis territorios sigan reconociéndose indígenas: Boruca, Curré, Térraba, Cabagra, Salitre y Ujarrás. Y aunque a veces parece que se apagan, siguen encendidos entre la ceniza que va dejando el tiempo, como seis tizones de un antiguo tinamaste, golpeado por el viento de la historia. El “dolor de lo perdido” sale a relucir frecuentemente en las conversaciones de los curreseños, a veces, en medio de las lágrimas de los mayores, como Anita Rojas, y quizá sea este dolor un indicador importante de su identidad, evidencia de ese esfuerzo consciente por no ser absorbidos por la sociedad nacional, aun en medio del cambio cultural; o de la “agresión”, como la denomina Daniel Leiva, cuando exhorta a los curreseños a la “resistencia”, y asegura que:
Ya nos quitaron una mano, pero somos indios. Nos están quitando el idioma, pero somos indios. Eso quiere decir que sí somos bruncas. Dichosamente somos bruncas, aunque solo tengamos un dedo en el cuerpo, pero somos bruncas.
Daniel Leiva. Taller de Identidad étnica.
Mi certeza en cuanto a la existencia de una identidad étnica en Curré, no surgió de manera inmediata, sino mediante un proceso reflexivo, en el transcurso de la interacción con la comunidad, indagando a veces por métodos indirectos, y otras veces, mediante preguntas directas sobre el sentido y el valor de “seguir siendo indio”. También se realizaron talleres de reflexión colectiva diseñados para profundizar en torno al tema. Sin embargo, donde se tornó irrefutable la existencia de una identidad étnica en Curré, fue cuando los acontecimientos hicieron que esa forma y manera de ser se manifestara en la práctica, en eventos concretos como la actividad ritual del Juego de los Diablitos, pero muy especialmente, en el proceso social experimentado frente al Proyecto Hidroeléctrico Boruca.
Existe en Curré un proyecto étnico. No es un proyecto estructurado. No hay una constitución, no hay un acta de fundación. Es solo el acuerdo tácito de los curreseños, o al menos de la gran mayoría de ellos, en cuanto a seguir siendo indígenas, en lo colectivo y en lo personal, y dar continuidad étnica a su comunidad. Eso es todo. Y alrededor de esto surgen algunas premisas en defensa de las condiciones que hacen posible tales cosas, como las que atañen a la defensa del Territorio, a la exigencia de respeto por parte de los otros actores sociales, a la demanda de reconocimiento para sus líderes.
La contradicción Curré – Proyecto Hidroeléctrico, es en realidad la contradicción que se produce entre dos proyectos: el proyecto nacional de desarrollo, por una parte, y el proyecto étnico de Curré, por el otro. El Proyecto Hidroeléctrico, es percibido como una amenaza porque atenta contra la continuidad étnica de Curré y contra su estabilidad, en tanto destruye terruño, espacio geográfico, acervo ecológico y legado arqueológico, todos estos elementos convertidos en símbolo de su identidad étnica. La represa, consideran en Curré, pone además en peligro la figura legal de la “reserva”, que garantiza sus territorios comunitarios y “el actual modo de vida”. Temen no poder sobrellevar el proceso de adaptación económica y social que la reubicación significa y ven con gran desconfianza que el proyecto convoca a su alrededor, a una serie de agentes históricos de la región, que en el pasado han demostrado ser contrarios a la causa curreseña de sobrevivencia étnica. Argumentan que hasta ahora, el ICE no ha hecho un planteamiento claro de lo que pretende hacer con sus vidas (propuesta de reubicación), de modo que no ofrece una clara certidumbre acerca del modo y manera en que, con Proyecto, podrían sobrevivir económicamente y además, seguir siendo brunkas, ellos y sus hijos, y de ser posible, los hijos de sus hijos. Mucha de la oposición de los curreseños con respecto al proyecto se alimenta del temor a desaparecer como etnia y como territorio, a verse reducidos en su estatus legal, y a no ser respetados como Pueblo dentro de otro pueblo. Como etnia dentro del Estado nación. Dicho de otro modo, gran parte de la resistencia al proyecto hidroeléctrico, proviene de la ausencia de tacto y perspectiva étnica en el manejo de la relación con la comunidad.
Durante los últimos tres años la zona Sur del país ha experimentado un proceso de perturbación social, asociado a las gestiones realizadas en la región con miras a la eventual construcción del Proyecto Hidroeléctrico Boruca. En la base de esta situación ha estado presente, de modo preponderante el tema de la conflictividad interétnica y el modo en que ha sido manejado el proceso. Muestra de ello ha sido la posición asumida por la Iglesia Católica, a través de la Diócesis de San Isidro del General, mediante una carta en donde expresa su respeto de la autonomía de los pueblos indígenas y previene al ICE en cuanto al peligro de “destruir una etnia: confrontar los pueblos, dividir las comunidades, enfrentarles con los mestizos o con la comunidad nacional (Nota al Ing. H. Fournier, 02/05/02).
Nunca hasta ahora el ICE, esta institución del Estado, respetada y querida por los costarricenses, se había encontrado en una situación semejante respecto a las comunidades indígenas. Como resultado de estas experiencias, el ICE tendrá que hacer un balance de lo acontecido durante estos meses en la Zona Sur. A nuestro juicio, una zona cuya composición social es resultado de un largo proceso histórico de diversidad y conflictividad interétnica, requiere un análisis más profundo y una lectura más intensa de la región y de sus contradicciones interétnicas, especialmente en una época en que comunidades indígenas, y no indígenas, se han vuelto más conscientes de sus derechos, más cautelosas en lo que respecta al manejo de los recursos de su localidad, y más críticas con respecto a los proyectos de desarrollo y a las acciones que se promueven desde los centros hegemónicos.
Dentro de la compleja realidad social de estos últimos años, que en general ha vuelto más difícil la interacción con la sociedad civil, lo cierto del caso es que el ICE, sigue siendo una institución clave del Estado costarricense. Y esto es casualmente lo delicado del asunto: la tensión ICE – Curré, ha sido tan solo una forma de manifestarse la contradicción Etnia – Estado nación. Es por eso que lo que aprendamos de esta experiencia, podría ser fundamental para el futuro de las relaciones entre el Estado y los pueblos indígenas en Costa Rica.
Mientras escribía las últimas líneas de esta investigación, el ICE ha publicado en los periódicos un texto donde propone lo que parece ser el marco conceptual y de valores en el que pretende retomar su actividad en la región. Asegura que “estamos convencidos de que nuestro papel no puede ser dogmático ni impositivo, y que la interacción y el acuerdo deben ser prioritarios. Lo mismo esperamos de nuestros interlocutores. Ahí tenemos a municipalidades, campesinos, grandes y pequeños propietarios, ambientalistas, políticos, opinión pública y, principalmente, a los pueblos brunka, teribe, cabécar y bribri, que hoy son actores en la toma de decisiones”. Seguidamente afirma que en el ICE se seguirán cinco criterios fundamentales para generar un gran proceso de negociación, con el objetivo de resolver las diferencias de enfoque y esos cinco criterios que allí se desarrollan son: comprender, respetar, escuchar, dialogar y proponer (La Nación, 01/06/02).
Esta iniciativa es promisoria y ojalá signifique la integración de una perspectiva étnica a la interpretación y las acciones vinculadas al proyecto Boruca en la región. Aspiramos a que esta etnografía, contribuya de algún modo, al importante objetivo de “comprender”, que allí se plantea.
No debe olvidarse que la nación costarricense se construyó desde el Valle Central, sobre la falsa premisa de que esta es una nación blanca y homogénea (Ovares y otros, 1993). Dichosamente, durante los últimos años es mucho lo que se ha avanzado en la aceptación de nuestra identidad diversa. Pese a ello, aquella imagen, fuertemente acendrada, todavía asoma en nuestra ideología y nuestra práctica cotidiana. Como cuando un diputado electo, molesto por una marcha indígena exclama: “yo me voy a encargar que el Proyecto Hidroeléctrico de Boruca se haga y se inunde todo esto. Y los indios que se vayan pa´l diablo” (Informativo electrónico CEDIN, 25/10/01).
Esta es la razón por la cual una de las tareas más importantes de nuestro tiempo, es contribuir a la construcción de una representación colectiva de nuestra nación, que corresponda a la realidad multicultural y pluriétnica de su sociedad. Tan solo en el Territorio Indígena de Curré, sin ir más lejos, convive una comunidad de indígenas que aspiran a la continuidad étnica de su pueblo, y aboga por los derechos correspondientes, un grupo menor de indígenas que han estado planteándose cambios en el estatus de las reservas, terratenientes no indígenas en buena medida desvinculados de la vida de la comunidad, y otros no indígenas, que conviven y trabajan en conjunto con ella, llevados por la cotidianidad y la vida en común. Hay entonces una realidad legal y otra realidad social, y se plantea entonces la necesidad de encontrar soluciones salomónicas, en donde quizá la buena fe no sea suficiente, pero de seguro será necesaria. En el trasfondo de todo, aparece la letra de la ley indígena, esa ley que aunque a veces lo pareciera, no es menos ley que todas aquellas otras, conque se rigen los destinos de este país.
Frente a esta complejidad social, legal, ética y política, tendrá que darse un aprendizaje por parte de las instituciones y de toda la sociedad, en torno a la diversidad étnica y a la tolerancia, y en torno a la necesidad de escuchar más, de escucharse mutuamente, por parte de todos los actores, sin excluir a ninguno. Por otra parte, una mayor participación de la sociedad civil, exige a todos más responsabilidad en la consecución de objetivos sociales comunes, cuando estos sean considerados por todos como de interés general, y esto incluye por supuesto a la comunidades indígenas, que no podrán evadir importantes decisiones y tareas pendientes en lo atinente al futuro de sus pueblos, y al futuro de la nación costarricense, en la que están inmersas, y de la que son parte.
En cualquiera de los casos, una cosa es cierta y esa es la que atañe a nuestro estudio: la identidad brunka de Curré existe, es como una flor morena que crece junto al Térraba, cerquita de los platanares, entre el río y la carretera. Al igual que ocurre en los otros pueblos indígenas de la región, térrabas, borucas, bribris y cabécares, la identidad indígena de Curré, se inmuta a veces frente al ventarrón integrador de la sociedad nacional y otras veces se yergue desafiante. En ocasiones interactúa con el Estado – nación y otras veces se atrinchera, y huye como Cuasrán, el héroe cultural brunka, a un sitio perdido en los parajes míticos del ensueño, donde, se dice, vive para siempre lo “eternamente boruca”. Pero en realidad, bien lo sabemos, nada es eterno, y lo boruca cambia día con día, y Curré cambia, como cambian los curreseños, como cambian esas máscaras del juego de los diablitos, que de tanto golpe contra “el toro”, en el diario enfrentamiento con la otredad, se desastillan, se rompen, se transforman, pero siguen siendo el rostro y la identidad boruca de Curré.
Al mismo tiempo, la sociedad nacional también cambia. Se enriquece de nuevos rostros, de nuevas y viejas identidades de las que se alimenta, y así se construye, permanentemente, la identidad multiforme de nuestro pequeño país.
2. Introducción
2.1 Tema
El tema de esta investigación es “identidad étnica y polarización social en la comunidad indígena de Curré, ante la posible construcción del Proyecto Hidroeléctrico Boruca”.
2.2 Justificación
¿Por qué realizar una etnografía de la comunidad indígena de Curré en el contexto del Proyecto Hidroeléctrico Boruca? ¿Cuál es la razón de poner el énfasis en el tema de la identidad étnica?
La realización de etnografías de comunidades indígenas ha sido un ejercicio tradicional clásico en la práctica antropológica, que se remonta a los orígenes de la disciplina. En este caso concreto, la particularidad reside en su realización en el contexto de la eventual construcción de una planta hidroeléctrica. En tal sentido, varias razones justifican la investigación, tanto desde la perspectiva del ICE, como desde el ámbito de intereses de la comunidad, así como también desde una perspectiva teórica y académica, según se verá.
El ICE ha venido estudiando desde los años setenta, la posibilidad de construir el Proyecto Hidroeléctrico Boruca, proyecto que se considera de alto interés por estar ubicado en la cuenca de mayor capacidad hidroenergética del país. Se trata de una obra infraestructural de grandes proporciones, con un área de embalse que cubriría hasta 180 Km2, dependiendo de la modalidad que finalmente se elija. Por su magnitud este proyecto conlleva una serie de impactos socioambientales, entre los que destaca la reubicación de la comunidad indígena de Curré (ICE, 2002).
La reubicación de una comunidad, y en particular una comunidad indígena, trae aparejada implicaciones técnicas, sociales, políticas y éticas, razón por la cual se requiere una caracterización sociocultural de las comunidades afectadas, que permita conocer su cotidianidad, historia, modo de vida, dinámica económica, social e ideológica. Para el ICE, esta investigación es importante desde una perspectiva formal, porque existe legislación nacional y convenios internacionales que exigen estudios socioculturales, como requisito previo a la construcción de obras que modifiquen el medio ambiente (ICE, 1998: 3). Esta información tiene una serie de aplicaciones. En primera instancia, será tomada en cuenta, junto a otros insumos, a la hora determinar, desde la perspectiva del impacto socioambiental, si conviene o no, construir el proyecto hidroeléctrico. Más tarde, dentro de un respetuoso proceso de negociación con la comunidad, esta información podrá ser utilizada para enriquecer el criterio de los negociadores. Posteriormente, en caso de que el resultado de la negociación fuera positiva, esta información sería útil en el diseño de las diferentes fases del proyecto de reubicación, de manera tal que el proceso se adecue a la realidad sociocultural de la comunidad, fortalezca sus áreas débiles y potencie sus áreas más vigorosas, en procura de la adaptación, el desarrollo y el bienestar de las personas. Organismos como el BID, son enfáticos al señalar que los reasentamientos deberán convertirse en una oportunidad real de desarrollo para los pueblos afectados, para lo cual se deberán seguir una serie de principios, entre los que se incluye la importancia de “obtener información precisa”, especialmente en lo que toca a los grupos vulnerables” (BID, 1999: 05).
Nuestro aporte está orientado a interpretar la comunidad de Curré, generar y divulgar conocimiento acerca de su realidad, tal y como la viven los curreseños, y ofrecer elementos que puedan servir para conocer mejor la repercusión social de esta obra de infraestructura hidroeléctrica. Las tendencias y visiones de mundo que se observan en la comunidad, tienen que ver con el futuro de Curré, con lo que el pueblo de Curré quiere para sí y su futuro, y esto atañe directamente a la empresa constructora, en tanto que esa visión de la comunidad de Curré, debería ser tomada en cuenta a la hora de interactuar con la comunidad, negociar y planificar una eventual reubicación.
En esta investigación nos hemos propuesto aportar información básica de primera mano en torno a la realidad socioeconómica de Curré, de qué vive la gente, qué se produce, cómo es la vida comunal, de qué manera se organiza la comunidad, quiénes son los representantes que expresan el sentir de la comunidad, qué otros grupos existen que también deben tomarse en cuenta en una negociación. Cómo es la cultura en Curré y qué aspectos convendría reforzar, también nos hemos preocupado por interpretar los sentimientos de los curreseños. Qué significado tiene para ellos el espacio y la localidad. En el caso concreto de esta comunidad, que ha tenido una actitud frontal de oposición al proyecto hidroeléctrico, nos hemos preocupado por comprender cómo debe interpretarse esta oposición, cuáles son las causas. Cuál es el fundamento de su oposición, sus temores y sus expectativas. Cuál es “su” verdad.
Esta etnografía se ubica dentro de lo que Carmona denomina “la dimensión cultural en los estudios de impacto ambiental”, cuyo propósito genérico es “evaluar la vulnerabilidad de los grupos humanos en su especificidad cultural, frente a los cambios impuestos por un proyecto y orientar la gestión necesaria”, así como también visualizar “el potencial que tienen las poblaciones humanas involucradas en los proyectos para enfrentar los impactos ambientales y dinamizar sus experiencias históricas adaptativas a las nuevas circunstancias ambientales” (Carmona, 1997: 4)
¿Por qué razón se optó por realizar esta etnografía centrada en el tema de la identidad étnica? La identidad étnica ha estado presente en todo el proceso de reacción frente al Proyecto Boruca, no solo como tema del discurso, sino como fenómeno operante. Desde un inicio la comunidad de Curré ha insistido en plantear el tema de su identidad, mediante repetidos llamados orientados a que se le dé el tratamiento propio de una comunidad étnica: respeto a su territorio, respeto a sus entidades representativas, consulta y participación en las decisiones. Ha apelado a los derechos que se derivan de su condición de comunidad indígena, en especial la Ley Indígena y el Convenio 169 de la OIT “Sobre pueblos indígenas y tribales”, como principales recursos en contra de la realización del proyecto hidroeléctrico y ha argumentado que este proyecto es una amenaza contra su continuidad étnica (Ver Cap. IX y Cap. X). El asunto de la identidad étnica trasciende para convertirse en una cuestión de derecho y de interacción política con otros actores sociales de la región y del Estado, en este caso el ICE.
El tema de la identidad étnica tendría importantes implicaciones prácticas en caso de una eventual reubicación, y demandaría un planteamiento conceptual distinto al tratarse de una comunidad indígena. Todo el proceso de reubicación, consulta, manejo de la relación con la comunidad, está sujeto al reconocimiento de la especificidad étnica de las comunidades indígenas y de las disposiciones legales en torno a su Territorio y a sus derechos en general.
El manejo de este concepto tiene que estar presente en la toma de decisiones importantes, en lo relativo a la alteración del modo de vida futuro, en determinaciones cruciales respecto a si la reubicación se da de manera conjunta, o por segmentos, o bien, en lo que respecta a si se estaría propiciando, o no, migración a las ciudades. Cada una de estas disyuntivas deberían analizarse, con un amplio criterio técnico y ético, acerca de cómo se estaría afectando la identidad y la continuidad étnica de la comunidad.
Es nuestra intención que esto resultados puedan ser útiles para la comunidad de Curré, independientemente de la realización del Proyecto Hidroeléctrico Boruca, especialmente en la elaboración de programas orientados al desarrollo y la dinamización de esta comunidad que tanto lo requiere. A nuestro juicio estos resultados deberán ser analizados por las fuerzas vivas de la comunidad, sus maestros y dirigentes, las instancias estatales vinculadas a la temática indígena, los Ministerios, la Iglesia, especialmente la Diócesis de Pérez Zeledón y su Pastoral Social, así como las ONGs que de una u otra forma tienen que ver con el futuro de las comunidades indígenas y su desarrollo futuro, asunto que debería ser un reto para todos, con proyecto o sin proyecto. Los aportes en el tema específico de la identidad étnica, serán útiles para Curré, porque la tarea de preservar su existencia y su identidad étnica es permanente (por lo menos mientras los curreseños así lo deseen).
Finalmente, como es propio de toda indagación etnográfica, en su análisis, esta investigación ha considerado de manera muy especial, la perspectiva de la comunidad estudiada. Por esta razón, uno de sus aportes ha sido sistematizar el discurso de la comunidad de Curré en términos de su visión de mundo, lo que incluye su posición en defensa de su territorio, sociedad, visión de mundo, cultura, tradición e identidad.
3. Problematización
3.1 Principales problemas de la investigación
El problema de investigación que aquí se plantea, pasa por la interrogante ¿Qué es ser indio? ¿Cuándo un pueblo dejar de ser indio? ¿Puede “el desarrollo” o un proyecto hidroeléctrico afectar la identidad étnica de una comunidad indígena? En el caso concreto de Curré, el planteamiento de estas interrogantes requiere revisar antes los siguientes aspectos:
a) La comunidad de Curré y su realidad actual.
b) Proyectos hidroeléctricos e implicaciones sociales.
c) Efectos actuales del P. H. Hidroeléctrico Boruca.
d) Identidad étnica y reubicación.
La comunidad de Curré Centro y su realidad actual.
La comunidad de Curré está asentada en una reserva o territorio protegido por ley, el que sin embargo está en más de un 50% en manos de no indígenas (Morales, 1999). Gran parte de este terreno está deforestado o es tierra de sabana, y muy poco de vocación agrícola, cosa que sí sucede con las vegas del río, área que los curreseños valoran altamente por su fertilidad. En definitiva, las tierras cultivables son pocas. [1] A lo anterior se suma el hecho de que las fuentes de empleo de la comunidad y de la zona en general son escasas, lo que trae como consecuencia una tendencia migratoria de los curreseños, especialmente de los más jóvenes, los que emigran de la comunidad manteniendo lazos cuya consistencia oscila, y en algunos casos finalmente se rompe. Podría suponerse que las segundas generaciones ya no tengan esos vínculos identitarios tan acendrados. Sobre este aspecto la maestra del pueblo nos ha dicho:
Al terminar (la primaria) algunos se van para San José. Trabajan en San José en pintar, supermercados, trabajo doméstico, también se da la prostitución. Algunos son policías. Vienen a las fiestas de la comunidad. Muchos no regresan, tienen hijos, están largo.
Sra. Victoria Lázaro, entrevista.
Las fuentes de empleo son escasas. Al inicio de nuestro trabajo de campo, (mediados de 1999), una empresa bananera, en Palmar Sur, había generado empleos para cerca de 25 trabajadores de Curré. Esto permitió que muchos de ellos regresaran de Guápiles, sitio al que habían emigrado, en busca de una oportunidad:
La gente se iba a las compañías bananeras, en Guápiles, Limón, pero regresaron a trabajar a Palmar Sur…
Sra. Victoria Lázaro.
Esta situación dio un pequeño respiro económico a Curré. Sin embargo, ya para mediados del 2001, este grupo de curreseños había perdido su empleo como resultado de la crisis bananera que ha afectado al país y en especial a la Zona Sur. Actualmente la situación económica en Curré es realmente crítica (Ver Cap. VI).
Proyectos hidroeléctricos e impactos sociales.
Normalmente, la construcción de una gran obra de infraestructura genera impactos cuyos efectos pueden ser directos o indirectos (Borge, 1993: 10[JLA1] ). Los efectos indirectos, también llamados “efectos de olas”, por su remanencia, y porque no se manifiestan en el epicentro del proyecto, no son planificados, ni están, las mayoría de las veces, en el propósito primario de quien los genera (Doughty, 1974: 153). Son efectos colaterales causados por la dinámica de construcción del proyecto, por agentes adicionales que el proyecto acarrea o por la acción de otros cambios, que se generan en la zona y retornan sobre las comunidades. Se producen de los más diversos modos: a través de la inserción laboral de los lugareños al proyecto, por vía de los grupos foráneos que se hacen presentes para la construcción de las obras, por incremento de la actividad comercial, movilización de dinero en la región, aumento en el poder adquisitivo, nuevos hábitos dietéticos y de consumo, cambio de las relaciones de poder comunales e intrafamiliares, cambios culturales y en el ritmo y la dinámica social de las comunidades, todo lo cual puede convertirse en eventual causa de conflictos existenciales y desajustes personales por efecto de “cambio rápido” (Amador, 1991).
La posible reubicación de una comunidad es un efecto directo y su solución plantea una serie de preguntas, especialmente tratándose como en este caso, de una comunidad indígena. En el caso concreto que nos ocupa, se deben considerar las pautas culturales del grupo social, de manera que las soluciones atiendan a las necesidades, a la funcionalidad, formas de apropiación cultural del espacio y visión de mundo de los curreseños, minimizando los perjuicios del impacto en los campos económico, social y cultural. Para ello se requiere un conocimiento detallado de la comunidad, que parta de la observación de la actividad humana real en sus diversos aspectos y que responda, desde la comunidad, y desde la cultura y la identidad de Curré, a la pregunta: ¿Qué es Curré y cómo viven los curreseños?
Efectos actuales del P. H. Hidroeléctrico Boruca.
A la situación socioeconómica de Curré, planteada anteriormente, se suma un nuevo factor de inestabilidad, cual es el de la posible construcción del P. H. Boruca. Si bien este evento podría llegar a convertirse en un factor de desarrollo en la región y a la larga de bienestar, lo cierto es que al inicio de esta investigación, desde la óptica de Curré, se percibían efectos negativos en la región, entre ellos inestabilidad, zozobra, movimientos organizativos asociados a tensiones interétnicas y polarización social. De las entrevistas iniciales colegimos las siguientes posiciones:
- Muchos indígenas de Curré preferirían reubicarse solos (sin los habitantes no indígenas de la Reserva), aunque temen que esto signifique que se les reconozca menos tierra, dado que ya casi no tienen acceso real sobre su propio Territorio.
- Los no indígenas afincados en el Territorio, temen que no se les reconozcan sus actuales posesiones (adquisiciones irregulares).
- En razón de lo anterior, algunos no indígenas de Curré en busca de apoyo, se habían integrado a la “Asociación para la defensa y desarrollo de las comunidades afectadas por el P. H. Boruca”, con sede en la comunidad no indígena de Potrero Grande.
- Los indígenas de Curré, en cambio, prefieren apelar a su condición étnica y defender sus posiciones al amparo de la Ley Indígena, el Convenio 169 de la OIT y la solidaridad de sectores nacionales e internacionales.
La eventual reubicación de la comunidad es el punto. Este tema aporta incertidumbre y genera preocupación, especialmente en las personas mayores de la comunidad, como se observa en las palabras de don Santos, cuando dice:
“me desvela pensar qué será de los más pequeños, de los cumiches, si nos vamos de aquí…” Y agrega: “Las tierras que tenemos son capaces de producir plátanos casi sin abono.” Expresa su preocupación porque el Estado “nunca nos dio escrituras de las tierras…”
Santos Rojas, entrevista personal.
En efecto, a las contradicciones actuales de la comunidad de Curré, sus luchas internas y su profunda miseria, habría que agregar una serie de aspectos generados por el Proyecto Boruca en caso de que fuera construido, entre los que se prevén los siguientes:
- Alteración del medio.
- Presencia de contingentes laborales foráneos en la zona.
- Cambio cultural por inserción de lugareños en nuevas actividades laborales (Amador, 1991)
- Esfuerzos adaptativos (desgastes) e innumerables retos derivados de la reubicación (Carmona, 1999).
- Luchas por obtener influencia y poder en la región (Un caso en Molina Ludy, 1988).
- Exacerbamiento de fuerzas e intereses que históricamente han luchado por la posesión de las tierras indígenas y en contra de los beneficios que la ley indígena otorga a estas comunidades, e intentos por manipular esta coyuntura. Un antecedente se registra en 1986, cuando en medio de un debate para beneficiar a los indígenas, dos diputados de la región, pretendieron reducir el área de los Territorios (Guevara y Chuprini, 1989).
Hasta ahora, los posibles efectos benéficos del proyecto no han sido visualizados por la comunidad. Una especie de “trauma previo” a la reubicación la ha conmocionado e inhibido el planteamiento de posibles efectos positivos sobre la economía y el futuro de la comunidad, que pudieran ser generados por la represa y el proyecto hidroeléctrico. La conflictividad regional y la ausencia de una imagen de futuro, propuesta por los promotores del proyecto, hacen más difícil la visualización de posibles efectos benéficos.
Reubicación, impacto ambiental e identidad étnica.
Cómo cambiarlo todo, sin perder la identidad.
José Domingo Lázaro
El tema de la identidad étnica ha estado presente desde nuestro primer acercamiento a la comunidad de Curré. Se plantea reiteradamente el temor a perder la identidad ante una posible reubicación causada por la construcción del Proyecto Hidroeléctrico. Este aspecto se alude permanentemente en el proceso de enfrentamiento al Proyecto Hidroeléctrico Boruca, de manera indirecta o manifiesta. Se le percibe como tema del discurso, pero también como fuerza actuante en el proceso, que motiva y da cohesión al grupo.
Al inicio de nuestra investigación realizamos entrevistas al líder de un pequeño pero dinámico grupo que adversa a la Asociación de Desarrollo de Curré, quien plantea que la identidad étnica de Curré ya no existe y promueve su integración a la sociedad nacional. En esa oportunidad llegamos a creer que existían dos líneas de pensamiento en Curré, una que promueve la continuidad étnica y otra que aboga por la ruptura, y así se planteó de manera categórica en nuestro “avance de investigación”. Más tarde logramos constatar que el pensamiento dominante en Curré es el pensamiento étnico, que aboga por la continuidad étnica de la comunidad y se expresa políticamente en torno a la Asociación de Desarrollo y al Grupo de Mujeres con Espíritu de Lucha. Sin embargo, fuera de la comunidad de Curré Centro, algunas personas, tanto indígenas como no indígenas, sostienen que la comunidad de Curré no es indígena y opinan que debe integrarse plenamente a la sociedad nacional.
Si bien la ley es clara al caracterizar a Curré como comunidad indígena a la que se le confiere un Territorio y se le acoge dentro del sistema legal que otorga atribuciones a las Comunidades Indígenas, una serie de actores sociales cuestionan en forma velada o manifiesta la identidad étnica de esta y otras comunidades indígenas de la región (Ver Cap. IX). Desde hace años existe en la región una corriente que promueve la derogación de la Ley Indígena y la eliminación de los Territorios Indígenas. Este movimiento en el que participan algunos indígenas, tiene gran presencia de no indígenas poseedores de tierra en los Territorios, y cuenta con el apoyo legal, organizativo e ideológico del Movimiento Libertario (Semanario Universidad, 23/02/00).
Se trata de sectores interesados en consolidar su control sobre las tierras y transformar el estatus de las tierras de los Territorios Indígenas (reservas) a tierras privadas, abiertamente regidas por las leyes del mercado. Esta situación hace más vulnerable la posición de la comunidad de Curré y más fuerte su temor ante la eventual construcción de un proyecto hidroeléctrico, sobre todo cuando en la práctica, gran parte de su Territorio está en manos de no indígenas. Muchos de estos no indígenas, se comprenderá, son cuestionadores de la identidad étnica de Curré.
El tema de la identidad se torna complejo. La misma comunidad de Curré, que no duda en definirse como india, experimenta a veces un sentimiento de “dolor de lo perdido” al saber que ya no cuenta con aquellos rasgos culturales que otrora funcionaban como indicadores visibles de su identidad indígena. No logra siempre manejar, conceptualmente y existencialmente, el hecho de ser indígena, sin poseer tales rasgos, y manifiesta incluso algún grado de pena o de pudor, al presentarse ante la sociedad nacional, y ante otras comunidades indígenas, sin portar elementos como el traje tradicional o la lengua vernácula.
Tampoco es extraño el cuestionamiento, a veces ingenuo y sin malicia, de parte de técnicos y funcionarios, que no logran explicarse por qué estas comunidades son indígenas y acreedoras a determinados programas específicos, cuando no poseen tales o cuáles rasgos, que se supone, son evidencia de la identidad étnica. ¿Son realmente indígenas, cuando no tienen una lengua, un vestido y en cambio hay mestizaje? Cómo dijera sarcásticamente José Domingo Lázaro, indígena, maestro, director de escuela, licenciado en educación y defensor de la identidad étnica: “algunos esperan vernos con taparrabo y una pluma grande” y agrega lo siguiente, refiriéndose a la sociedad nacional: “la otra sociedad está más mal informada que nosotros” (Taller de Identidad Étnica, Cap. VIII).
La escasa comprensión del fenómeno étnico por parte de funcionarios del Estado, podría traer consecuencias nefastas sobre las comunidades, en salud, en educación, en justicia, y en especial en lo atinente al respeto que ellas demandan. Un caso concreto donde el mal manejo de la cuestión étnica traería numerosos problemas, es este que nos ocupa, y que tiene que ver con la eventual reubicación de una comunidad indígena. La poca claridad de parte de los funcionarios respecto a la identidad étnica de una comunidad indígena en proceso de reubicación, podría dar pie a un mal manejo en varios momentos del proceso.
En las fases de comunicación y negociación, por ejemplo, la poca claridad al respecto, podría hacer pretender que la situación es la misma entre una comunidad indígena y otra que no lo es. Una de las razones que ha dificultado más el entendimiento entre el ICE y la comunidad indígena de Curré, es el hecho de que el ICE en determinados momentos, no ha hecho distinción en términos de la identidad étnica de la relación con las comunidades. Así por ejemplo, la comunidad de Curré, se ha visto afectada en la medida en que se han realizado reuniones informativas, con la participación de sectores no indígenas, que sí están interesados en la construcción del proyecto al que se opone Curré, porque supone su reubicación. Vale decir que Curré es la única comunidad indígena importante, cabecera de un Territorio, por lo demás, que sería reubicada. Como se trata de temas donde diversos actores tienen posiciones distintas y se avanza hacia una negociación, en medio de posiciones contrapuestas, esto que parece tan simple, genera una serie de reacciones de incertidumbre y rechazo por parte de la comunidad.
Otro de los aspectos que la comunidad tipifica como falta de respeto a su condición de comunidad indígena, es el uso de su Territorio, para la celebración de reuniones de grupos provenientes de otras comunidades, que sustentan posiciones adversas a la de Curré. Lo anterior se explica mejor, si se comprende, que esta es una región de antiguos conflictos interétnicos, donde existe una tradición de enfrentamientos y resentimientos, en donde conviven actores con intereses distintos, en función de su diversidad étnica, de sus expectativas e intereses. Cierto es, en todo caso, que la situación de cada uno de estos actores de la región, los indígenas, los no indígenas, los no indígenas afincados en territorios indígenas, deberá ponderarse en una situación de respeto y especificidad, en el marco de una negociación que se desea justa y equitativa.
Otra de las demandas de la comunidad de Curré, que atañe a su identidad étnica, es la que tiene que ver con el respeto a las instancias representativas, elegidas por la comunidad, en este caso la Asociación de Desarrollo Integral (ADI). Esta entidad, no es solo la que señala el reglamento a la ley indígena como legítima, sino que en efecto, goza del reconocimiento por parte de la comunidad (Cap. V). Sin embargo, la comunidad de Curré ha planteado que en determinados momentos, el ICE no ha dado a la ADI el reconocimiento que merece, sino que ha prestado más atención a otros actores, no representativos del sentir general (Cap. X).
El tema de la identidad étnica tiene una serie de repercusiones prácticas. Problemas adicionales derivados del no reconocimiento de la identidad étnica, se podrían dar en el momento mismo de la reubicación, específicamente en su conceptualización y planeamiento. Decisiones técnicas en cuanto al manejo de la reubicación, podrían afectar la continuidad étnica. Una reubicación que no fuera de toda la comunidad, sino que dividiera al grupo, segmentándolo. Un manejo de la reubicación, que promoviera la solución de casos individuales, fomentando la indemnización y con ello la dispersión y la migración. En estos casos el Proyecto Hidroeléctrico se convertiría en un factor disolvente de la comunidad indígena. Lo deseable, en cambio, sería propiciar un proceso que favorezca la integración, el fortalecimiento de los lazos comunales, y el desarrollo social y económico con robustecimiento de la colectividad. Esto significa alimentar las condiciones sociales que hasta ahora han permitido la solidaridad y la continuidad étnica. Lo anterior no excluye la posibilidad, deseable, de encontrar soluciones para aquellos casos que persiguen su realización individual fuera de la comunidad.
Ciertamente las relaciones dentro de las comunidades no son idílicas, sino que en medio de las vicisitudes y la miseria existente, hay cantidad de circunstancias que favorecen el enfrentamiento. De manera que si un proceso como el que nos ocupa, no se maneja con el debido cuidado, si la distribución de recursos no fuera equitativa, por ejemplo, se promovería un estado de cosas propicio al enfrentamiento. Tal y como ha sucedido en otras latitudes, los procesos de promoción de proyectos hidroeléctricos pueden convertirse fácilmente en fuentes de energía encaminada a la divergencia y la polarización social (Molina Ludy, 1988). Lo contrario, sería lo deseable, orientar energía y recursos al desarrollo, en un contexto de armonía, integración y fortalecimiento de los lazos sociales a través de la identidad étnica y comunal.
Por todos estos aspectos, es legítimo plantearse académicamente las siguientes preguntas: ¿Es realmente Curré una comunidad indígena? ¿Qué elementos coadyuvan a que esta identidad funcione? ¿Existe realmente esta identidad? ¿Cómo afectan el mestizaje, el cambio cultural, la migración, las modas, el desarrollo? Y sobre todo, ¿cómo ven estos proceso los curreseños? ¿Cómo se definen los curreseños, respecto a su identidad? Estas son las preguntas que están en el trasfondo de este trabajo etnográfico.
3.2 interrogantes o problemas de esta investigación
Las interrogantes que sirvieron de guía a esta investigación, y fundamento a nuestros objetivos, son las que se exponen seguidamente.
En el ámbito de la construcción simbólica de la identidad:
- ¿Qué hace a Curré una comunidad india?
- ¿Qué elementos simbólicos o de otro tipo, dan soporte a la identidad étnica en Curré?
- ¿Qué significado tienen el contexto geográfico y la localidad, como símbolos en la
- construcción de la identidad?
- ¿Cómo se expresa la identidad étnica en actividades cotidianas, domésticas, rituales,
- simbólicas, a nivel político y de alianzas, en su confrontación – asociación con otros, y qué significado tienen estas manifestaciones?
- ¿Qué piensan los curreseños que están fuera de Curré, esa especie de curreseños en el exilio, que es para ellos ser indios, cómo viven su etnicidad?
En el ámbito de la confrontación, el contraste y la imagen de sí mismos:
- ¿Cómo influencian grupos externos y contradicciones con grupos de poder y presión,
- nacionales o regionales, en la construcción de la identidad étnica de una comunidad indígena como Curré, esto es, en la imagen de sí mismos. Qué papel juegan aspectos como la lucha por la tierra y la preservación del entorno ecológico?
- ¿Desde una perspectiva étnica, cómo se miran a sí mismos los curreseños? (Cómo se
- miran los hombres, las mujeres, niños, jóvenes y ancianos)
- ¿Cómo sienten que son mirados por los diversos actores sociales con los que alternan?
- ¿Cómo es percibida (construida) la etnicidad por otros sujetos significativos, de la
- comunidad misma y de la región, vecinos no indígenas, funcionarios, religiosos, otros indígenas no curreseños? (Comité de Afectados del P. H. Boruca, Potrero Grande, por ejemplo).
En el ámbito de la pugna interna:
- ¿Qué procesos ocurren actualmente al interior de Curré, (sociales económicos etc.) que
- afecten su identidad étnica?
- ¿Cuáles son los grupos y las tendencias que se mueven al interior de Curré con
- respecto a la identidad étnica y cuál es su vínculo con fuerzas o procesos externos?
En el ámbito del Proyecto Hidroeléctrico y sus repercusiones:
- ¿Cómo podría el desarrollo, o más concretamente un proyecto hidroeléctrico afectar la identidad étnica de esta comunidad indígena?
- ¿Qué riesgos corre la identidad étnica de Curré como producto de la construcción de
- Boruca y su eventual reubicación?
En suma:
- ¿Cuáles son y cómo operan los procesos de construcción de la identidad étnica en Curré, como se manifiestan en la realidad y en la vida cotidiana de esta comunidad y cómo puede incidir en ellos la construcción de un proyecto hidroeléctrico?
Todos estos interrogantes constituyen, en términos generales, nuestra problemática. No todas llegaron a contestarse. Sin embargo, hemos querido dejarlas tal y como se concibieron, porque ellas fueron los derroteros que se tradujeron en objetivos y nos condujeron luego a lo largo de la investigación. En algunos, estaban planteadas sobre falsas premisas que la experiencia etnográfica se encargó de derribar.
4. Objetivos de la investigación
Objetivo general.
Interpretar los procesos de construcción (afirmación y/o cuestionamiento) de la identidad étnica que operan actualmente en Curré, precisar cómo se expresa esa identidad en la vida y cultura de la comunidad, y prever interferencias sobre la identidad étnica de Curré, que pudieran ser causadas por la construcción del proyecto hidroeléctrico Boruca y la eventual reubicación de esa comunidad indígena.
Objetivos específicos.
Primero:
Realizar una caracterización etnográfica que permita visualizar la situación social y económica de la comunidad, y comprender sus articulaciones y contradicciones con el entorno regional y nacional, a efecto de explicar los procesos de construcción y replanteamiento de la identidad étnica de Curré.
Segundo:
Identificar elementos simbólicos (representaciones colectivas) que sirven de soporte a la identidad étnica de Curré. Verificar la importancia de rasgos tradicionales, cultura material, costumbres y valores, émicamente considerados como representativos del modo de ser indígena curreseño o boruca.
Tercero:
Determinar procesos de construcción de identidad por confrontación y contraste con otros actores sociales. Esto comprende A) Percepciones respecto al “otro” y respecto a sí mismos. Valoración de la supuesta percepción de los otros hacia ellos. B) Participación en acciones de solidaridad o confrontación étnica. Proyectos políticos de carácter étnico, acciones reivindicativas, lucha por la tierra u otros recursos.[2]
Cuarto:
Determinar, cómo influyen grupos externos y contradicciones con grupos de poder y presión, nacionales o regionales, en la construcción de la identidad étnica de Curré.
Quinto:
Caracterizar la actual lucha entre bandos que cuestionan y defienden la existencia de la identidad étnica en Curré, interpretar esa confrontación y establecer las posibles causas socioculturales para ambos fuerzas sociales. [3]
Sexto:
Establecer la influencia que ha tenido hasta ahora el Proyecto Hidroeléctrico en los procesos de cuestionamiento o revitalización de la identidad étnica de Curré y visualizar posibles afectaciones de la eventual reubicación de Curré, sobre la identidad étnica de esta comunidad, a efecto de hacer recomendaciones que sirvan para evitarlas o mitigarlas.
5. Antecedentes
Hemos ordenado la exposición de antecedentes en dos ámbitos. En el primero de ellos se ofrece una síntesis histórica de la Región Brunca, complejidad social y cultural del cantón de Buenos Aires y las experiencias etnográficas efectuadas anteriormente en Curré. En un segundo momento nos referimos al Proyecto Hidroeléctrico Boruca y sus implicaciones sociales y ambientales, reubicaciones anteriormente realizadas por el ICE y experiencias de comunidades indígenas en otras latitudes, frente a proyectos hidroeléctricos.
5.1 Historia, región y comunidad
La interpretación etnográfica de la comunidad de Curré, el estudio de su identidad e incluso el análisis del proceso confrontativo experimentado en relación al Proyecto Hidroeléctrico Boruca, solo es posible mediante la comprensión de las relaciones interétnicas y la multiplicidad de intereses contrapuestos existentes en la región. Es por eso que se hace necesario visualizar la historia de la región y algunos rasgos del cantón de Buenos Aires. Al final de este apartado nos referiremos a la comunidad de Curré y a las experiencias etnográficas anteriormente realizadas en esa comunidad.
5.1.1 Aspectos históricos de la Región Brunca
La Región Brunca y en especial Boruca y Térraba, fue una región de refugio y aislamiento. No es sino hasta finales del siglo XIX con la fundación de Buenos Aires y especialmente a mediados del siglo XX a partir de la construcción de la Carretera Interamericana, cuando se produce la incursión masiva de madereros, ganaderos y colonos costarricenses procedentes del Valle Central, generando profundos procesos de cambio en la dinámica social, económica y cultural, así como en las relaciones interétnicas.
A su llegada, los españoles encontraron en la región de la cuenca del Térraba una serie de tribus y cacicazgos. Todos estos grupos pertenecieron a la Tradición Cultural Sudamericana denominada “área circuncaribe” según Steward o “núcleo cultural de bosque tropical” según Snarkis (Ferrero, 1997: 190). Hablaban lenguas chibchas emparentadas con grupos de la zona de Panamá y Colombia, posiblemente Brunca o Boruca (Carmack, 1993).
El Siglo XVI fue para los españoles un periodo más de exploración que de asentamiento en la región. Los europeos intentaron someter a estos grupos, y fundar poblaciones bajo su control, que permitieran subyugar mano de obra indígena para la extracción de riqueza, pero esta pretensión se vio reiteradas veces frustrada. En 1563 Juan Vázquez de Coronado fundó la ciudad de Nueva Cartago. Sin embargo, tras un primer contacto y aparente sumisión, los indios huyeron hacia la cordillera de Talamanca. En 1571 Perafán de Ribera fundó Nombre de Jesús, pero más tarde el pueblo desapareció al dispersarse los indios (Carmack, 1993: 21-22). De este modo el Valle del Térraba, junto con la región de Talamanca, se convirtieron en “zonas de refugio” para los indígenas que intentaban evadir la explotación española y más tarde la dominación de los criollos (Bozzoli, 1975: 53-54).
En el siglo XVII las cosas empezaron a cambiar, por la fundación de asentamientos controlados por españoles. Fue así como en 1629, tras reducir a los boruca, los españoles fundaron la población de “Boruca” como asentamiento indígena controlado por ellos (Guevara, 1992). Esta acción tuvo por objetivo resguardar un camino de mulas abierto en 1601, que iba de Nueva Granada en Nicaragua a Panamá, para el transporte de mercadería a las ferias de Portobelo y ciudad Panamá ( ICE, 1979: 32) La explotación de la comunidad indígena de Boruca no se hizo esperar y se realizó por diversas vías, producción de pita, hilo morado y arreo de mulas, entre otras. Los boruca intentaban huir reiteradamente y no se acostumbraban a vivir en pueblos a la usanza española (ICE, 1979: 34) En 1689 los españoles lograron establecer un segundo asentamiento en la región. Nacía de este modo San Francisco de Térraba, esta vez con indígenas teribes traídos de la región Atlántica de Panamá (Carmack, 1994). Térraba y Boruca son las dos poblaciones centrales durante buena parte de la historia de la región. De una de ellas, Boruca, se desprendería la actual población de Curré.
El siglo XVIII fue poco halagüeño para estas comunidades, dado que la explotación y el abuso hicieron que los indígenas huyeran o fallecieran y las poblaciones decayeran drásticamente. En 1711, “con amargas palabras”, el gobernador de la provincia, expresó: “esta es la causa de que los indios forman pueblos numerosos y con el tiempo reducen sus pueblos a aldeas, porque el trato cruel y continuado de sus jueces es el tirano y verdugo de sus vidas.” La explotación y mala administración de los pueblos de indios por los españoles fue causa de la decadencia de las comunidades con gran perjuicio para los aborígenes, algunos de los cuales huyeron para Nicoya o Chiriquí con sus mujeres e hijos. A mediados del siglo el pueblo de Quepo había desaparecido, Térraba apenas se sostenía y Boruca era un caserío de veinticinco casas de paja (ICE, 1979: 35)
El inicio del siglo XIX no marca ninguna diferencia para las comunidades, incluso se habla nuevamente de reubicarlas al Valle Central. Con la independencia se debilitaron aún más las misiones en Térraba y Boruca, dado que en Guatemala los liberales extinguieron los conventos (ICE, 1979). No está de más recordar que en 1821, España no había sometido aun la región talamanqueña y el dominio de la región atlántica era dudoso (Bozzoli, 1975: 49). Para el imaginario nacional, los indígenas no eran todavía costarricenses. Más aún, los costarricense están por esas épocas, a duras penas “inventando” su patria, en y desde el Valle Central (Palmer, 1994) y no están muy interesados en “los limítrofes”, como les llamaría Braulio Carrillo a los indígenas (Guevara y Chacón, 1992: 40). El Atlántico y el Sur, así como sus habitantes, no están todavía incorporados al discurso de la patria; están, por decirlo así, fuera de “la casa paterna” (Ovares y otros, 1993)
Pero los cambios importantes estaban por llegar. A mediados del XIX se produce el auge cafetalero y son muchos los que quieren conquistar nuevas tierras y probar suerte más allá del ocupado Valle Central. En 1870 Pedro Calderón funda Buenos Aires en un llano donde se dice, soplaban “las brisas”. Se desata entonces “la fiebre de la colonización”, en pos de tierras, madera, oro y guacas. Se iniciaría también un proceso de campesinización del indio, lo que viene aunado a otros elementos como el desbalance ecológico causado por la destrucción del bosque, pastoreo de ganado, quema de sabanas a orillas del Ceibo (Carmack 1993: 27). Al inicio del siglo XX ya es clara la influencia de los habitantes de la meseta y se habla de más de quinientos habitantes en cien casas.
El Siglo XX, va a ser el siglo de la modernización pero también de la pobreza y el deterioro ambiental. Los indígenas pierden sus tradicionales “regiones de refugio”. En palabras de María E. Bozzoli, “la expansión de la vida civilizada moderna va eliminando las características geográfico – naturales de la región de refugio (…) Entonces tratamos con regiones que mantienen la marginalidad social, pero no el aislamiento geográfico” (Bozzoli, 1975: 54) En 1938 llegaría la Carretera Interamericana a San Isidro aún como trocha y para 1945 ya se estaría usando (Calderón, 1996: 11) En 1959 Potrero Grande es transitable en jeep y a caballo (Ice, 1979: 32). En 1967, los tractores abren las trochas para la construcción de la carretera interamericana que atravesaría el poblado de Curré (Santos Rojas, Testimonio Oral).
Una serie de leyes hacen el reconocimiento histórico del derecho inalienable de los indígenas a la tierra, pero por otra parte permiten al Estado promover la colonización de la región por diversos medios (Guevara, 1992: 45). En 1939 se establece la Ley General de Derechos Baldíos, en 1945 se crean las Reservas Indígenas, aunque como ha señalado Carmack, solo un 11% de las tierras asignadas a los indígenas es de vocación agrícola. En 1961 la Ley de Tierras y Colonización derogó la ley de Derechos Baldíos del 39 y entregó la administración de sus tierras al itco. En consecuencia, para 1964 los blancos ya eran dueños del 40% de las tierras de la población de Boruca – Térraba (Carmack,1994).
El reordenamiento agrario de 1970, permitió al ITCO el arrendamiento de tierras de las reservas a blancos, lo que trajo como resultado la destrucción del bosque. En 1982 China Kichá perdió su estatus de Reserva Indígena. Nuevos intentos por cambiar las leyes que regulan la tenencia de la tierra por parte de los indígenas se produjeron en 1985 y siguen produciéndose. Esto ha generado diversas reacciones defensivas de parte de los indígenas, como la lucha de los Boruca contra la explotación irregular de la madera que se prolonga de 1985 a 1989 (Guevara, 1992). [4]
En el año 1982, el Territorio de Boruca, uno de los Territorios Indígenas más antiguos en la legislación del país, se dividió en dos, mediante el decreto No. 16580 – G, dando así origen al Territorio Boruca de Curré (Chacón, 1998: 80 y 84).
5.1.2 El Cantón de Buenos aires
Este cantón, perteneciente a la provincia de Puntarenas, tiene un extensión 2. 371, 22 Km2 y alberga una población de 40. 139 habitantes, lo que significa una densidad de unos 17 habitantes por Km2 (INEC, Censo 2000). Buenos Aires limita al Este con los cantones de Talamanca y Coto Brus, al Oeste con Pérez Zeledón, al Norte con Talamanca y Pérez Zeledón, y finalmente al Sur con el Cantón de Osa, Golfito y Coto Brus. Está constituido por siete distritos que son Buenos Aires, Volcán, Potrero Grande, Boruca, Pilas, Colinas, Chánguena y Biolley. En el territorio de Buenos Aires se ubican seis Territorios Indígenas, al Sur Salitre, Cabagra y Ujarrás y Norte, Térraba, Boruca y Curré.
Todas las fuentes consultadas coinciden al señalar a esta región como una de las zonas más pobres del país y con menor desarrollo (Bozzoli, 1985; Carmack, 1994; Guevara y Chacón, 1992, Gobierno de la República, 1996; ICE, 1980). Esta apreciación se confirma al observar los datos más recientes del Ministerio de Planificación Nacional y Política Económica, que ubica al cantón de Buenos aires con uno de los índices de desarrollo social cantonal más bajo de todo el país, ocupando la posición 77 de los 81 cantones del país, con una puntuación de 22.2 en escala de 100. Este índice es calculado mediante una fórmula que conjuga siete variables: infraestructura escolar, acceso a programas educativos especiales, mortalidad infantil, relación de mortalidad en niños menores de cinco años con la mortalidad general, retardo en talla de niños del primer grado de escuela, consumo promedio de electricidad residencial y nacimientos de niños de madres solas (Mideplan, 2001).
Un estudio realizado en 1996 por una dependencia de la Presidencia de la República, enfatiza la relación entre pobreza del cantón, población presencia indígena, discriminación y negligencia estatal: “El cantón de Buenos aires ha sido sistemática y persistentemente discriminado y segregado del desarrollo nacional (…). Una proporción de casi el 30% de la población indígena, con un historial de antagonismo y enfrentamiento con otros grupos étnicos por usurpación de tierras irrespeto de su cultura aborigen. Una proporción de esta magnitud pone al cantón en una situación vulnerable a ser objeto de la discriminación, el desconocimiento y el rechazo por parte de la elite de la Meseta Central. Esta discriminación se expresa en hechos como ser único cantón de la región Brunca que no cuenta con un hospital , que un 31% de los niños menores de 6 años tienen algún grado de desnutrición y que no cuenta con un sistema de alcantarillado, con la consecuente contaminación de las aguas” (Gobierno de la República, 1996: 14).
Este mismo documento subraya el problema del desempleo y la migración por razones laborales, aporta estadísticas en donde se registra un 60 % de las viviendas con clasificación de deficientes o malas, inadecuados sistemas de eliminación de excretas desechos y basuras, no acordes con el medio ambiente, tan solo un 10 % de la red de caminos asfaltado, 17. 5% en lastre y 72.3 en tierra. Se estimaba que únicamente el 6 % puede considerarse como buena. Las calles de distritos como Potrero Grande, lucen sin asfaltar (Gobierno de la República, 1996: 45).
Si bien se aprecia un proceso de urbanización reciente en el centro del cantón, Alonzo repara en el hecho de que se trata de un proceso dependiente de la presencia de la transnacional PINDECO. Dado que este es el único foco de desarrollo urbano del cantón, el autor se plantea el peligro de que una eventual ausencia de la empresa afecte radicalmente a Buenos Aires (Alonzo, 1994: 81).
Una de las características de Buenos Aires es su diversidad. En Buenos Aires se da la coexistencia de diversos grupos étnicos y modos de producción, pero también la tensión y la confrontación de intereses contrapuestos. A la par de la producción frutera transnacional, todavía los indígenas y campesinos mantienen elementos de economía de subsistencia que aún no se insertan plenamente al mercado. Como hace ver Carmack, los conflictos políticos más frecuentes son los que se observan entre intereses “tradicionales” y “modernos”, que se sostienen en contradicciones que, en su base, son étnicas y de clase. Carmack destaca las contradicciones entre el centro urbano y la periferia rural, donde hasta las cabezas distritales todavía están tan débilmente urbanizadas. Señala además las contradicciones y resentimientos entre indios y “blancos”, y asegura que esta es una “división racista que afecta cada aspecto de la vida social del cantón especialmente en las zonas rurales” y se caracteriza por prejuicios mutuos, y señalamientos de perezosos atrasados y resentidos por un lado y de explotadores, ladrones y mezquinos, por el otro. Analiza también la contradicción entre meseteños y chiricanos de origen panameño, actualmente en retroceso, pero no por ello del todo inexistente. Los chiricanos ven a los meseteños como tardíos, que han venido a dominarlos.
La deforestación es uno de los problemas más graves del Cantón de Buenos Aires. Ya desde la década de los 80, con ocasión del conflicto suscitado porque los indígenas de Térraba y Boruca se oponían a la extracción de madera de los bosques de su Territorio, la Dra. Ma. Eugenia Bozzoli emplaza, en una carta, al director del periódico la Nación, por reducir su análisis tan solo al aspecto legal, y explica que: “Buenos Aires es el cantón con más altas tasas de deforestación en el pacífico Sur y con más baja proporción en tierras de labranza y cultivos permanentes. En 1980 sus cultivos eran 15%, sus terrenos en zacates (los pastos para ganado) eran 55%, los terrenos en bosques y charrales, un 30%. De este último porcentaje más del 20% ya está en charral y montes no utilizables como madera (…) Y agrega: ¿Por qué acelerar más la desertificación de Buenos Aires? (La Nación, 23 de Mayo 1985) Pág. 16 A. Todavía en fechas recientes hay quienes afirman que “la extracción de madera a menudo no cuenta con los permisos de la Dirección General Forestal del Ministerio de Recursos Naturales, Energía y Minas” (Gobierno de la República, 1996: 53).
La mayoría de los autores coinciden al expresar un sentimiento de “pesimismo realista” respecto al futuro de esta región. Sin embargo, Carmack observa que Guevara y colaboradores, dejan encendida una luz de esperanza, cuando proponen asumir “un proyecto histórico consciente, voluntario, racional” que respete la autoridad local de los mismos indígenas, que acepte su derecho para desarrollarse de acuerdo con sus propias ideas, y que no espere resultados iguales a los alcanzados por los blancos que ya están integrados a la cultura nacional. Recomiendan, además, que el etnodesarrollo se integre con los nuevos programas de ecología y desarrollos sostenible (En Carmack, 1994: 190).
El propio Carmack indica que “frente a la perspectiva de problemas tan formidables como estos, se creará una gran responsabilidad política: la de entrar en un nuevo contrato de unidad que permita al pueblo formular y ejecutar el proyecto ya mencionado”. Será necesario “elevar los intereses políticos más allá de la ganancia personal en beneficio comunal” (Carmack, 1994: 191). En lo que nuevamente todos coinciden, es en que esto no va a ser fácil.
No es aventurado agregar, que un megaproyecto a desarrollarse en la región, tendría necesariamente que plantearse una estrategia de interlocución y concertación con todos estos actores. La consigna “divide y vencerás”, no sería, al menos en este caso, la mejor estrategia, puesto que ya el contexto social no puede estar más dividido. Por el contrario, la región espera la fuerza de una energía que la haga creer en un destino común, aun dentro de la diversidad.
5.1.3 El pueblo de Curré
Investigaciones y etnografías anteriores.
Curré o Currés, es una comunidad de la etnia boruca. Se localiza en el cantón de Buenos Aires, provincia de Puntarenas, 28 Km. al S. E. de la cabecera del cantón por la carretera Interamericana, a orillas del Río Térraba. En su mayor parte la localidad se ubica entre Quebrada La Vieja y el Río Campana por el Norte y el Chánguena por el Sur; el pueblo vecino de Boruca se localiza a 7 Km. al Oeste (Bozzoli, 1975: 71). Aunque “la historia reciente de Curré da inicio a principios del siglo XX, cuando varias familias de indígenas provenientes de Boruca, migraron al lugar en razón de las buenas tierras para el cultivo del arroz”, se sabe por evidencias arqueológicas que este sitio se ha mantenido ocupado por grupos humanos desde hace más de 3. 000 años (Corrales, 1998).
Varios autores hacen referencia al pueblo de Curré. El sitio es mencionado en los mapas de José María Figueroa quien visita la región a finales del siglo XIX (ICE, 1979: 56). En 1949 Doris Stone se vuelve a ocupar de Curré en su obra The Boruca of Costa Rica (1949). Veinte años después Ma. Bozzoli retoma el estudio de esta comunidad. Posteriormente, estudios del ICE en sendos informes del 79 y 80 vuelven a hacer alusión de Curré. Veinte años después de aquellos estudios del ICE se realiza la presente investigación.
Utilizando como referencia la etnografía de Stone, Bozzoli determina modificaciones y persistencias de 1949 a 1967, bajo los siguientes rubros: rasgos sustituidos, rasgos abandonados, (pérdida cultural o deculturación), rasgos de origen indígena que también persisten en otras partes del país y se consideran nacionales, rasgos exclusivamente indígenas. Finamente analiza cambios mayores y rasgos persistentes importantes y hace una evaluación del cambio y del conservatismo en 1972. Aporta además una serie de “notas etnográficas”, sobre cosechas, animales domésticos, pesca, cacería, comidas, trabajos, vivienda, vestimenta, comunicación, matrimonio, notas genealógicas, prestigio, salud, costumbres funerarias, recreación, juntas o peonadas y experiencias personales en testimonios breves. Nos parecen importantes además algunas referencias a la construcción de carretera Interamericana y su impacto en la comunidad (Bozzoli, 1975: 81), así como referencias con respecto a actitudes ante el progreso (Bozzoli, 1975: 86)
Los estudios realizados por la extinta Oficina de Reubicación de Poblaciones del ICE (1979 y 1980), estaban orientados a aportar información para manejar el impacto ambiental de P. H. Boruca, y para ello se buscaba “conocer la problemática de la región a través de los estudios socioeconómicos, culturales y ecológicos. Tratar de involucrar a las diferentes poblaciones en un proceso de participación activa para lograr soluciones e informar a la población afectada acerca del proyecto…” (ICE, 1979: 4). Observa que las casas se ubican sin un patrón fijo sobre el terreno, a distancias de unos 30 metros unas de otra. Las hay más alejadas. Veinte años antes las casas eran en su mayoría de techo pajizo, algunos son ahora de madera, techo de zinc y sin pintar, no tienen piso ni cielo raso. Muchos ranchos solo tienen unas pieza dentro de la cual se distribuyen el espacio de estar, camones y cocina, y se halla independiente el espacio principal donde están los cuartos, con una construcción aledaña separada para la cocina. Las casas cuentan con jardín, siembros ornamentales, hierbas medicinales o para las comidas. Arboles frutales para crear un ambiente más fresco, plantas colgando… (ICE, 1979: 170). Servicios e infraestructura escasos. La actividad principal es la agricultura de granos, los que se siembran en fincas ubicadas fuera del pueblo. La mayor parte son agricultores y trabajan en lo propio.
En 1980 se contabilizan 360 habitantes y 75 viviendas, lo que equivale a un promedio de 4. 8 habitantes por vivienda: 29 viviendas eran de piso tierra, pared de cañuela, y techo de paja, mientras que 46 eran de piso tierra, madera, pared de madera, techo de zinc. No se reportaron casas de piso de cemento o mosaico, pared de bloque y techo zinc. De estas casas, 63 eran propias, 10 prestadas, 1 alquilada y 1 en condición de precario (Ice, 1980: 181.)
En el ámbito de los servicios sociales, se informa que Curré tenía en ese entonces una red pública de servicio de agua, aunque al parecer muy precaria, de ella se abastecían 54 habitantes, 17 de una naciente de río y 4 de un pozo (La red de cañería era de cinco llaves públicas y veinticinco llaves privadas, ubicadas en los patios para lavar trastos. La ropa se lava en el río y el baño corporal. ) El baño se ubicaba fuera de la casa en 73 casos y solo en dos se halla integrado a la casa. El servicio sanitario era en campo abierto 10 casos, 64 casos en pozo negro y 1 caso en tanque séptico. Se informa de 51 casos de parásitos, desnutrición o ambos, y solo 15 con buena salud. Estos datos se asocian con las fuentes de agua, mala alimentación, y parásitos por andar descalzos en áreas donde hay animales domésticos (ICE, 1979: 184).
Es importante que Curré era un pequeño centro de servicios y comercio (intermediario de granos básicos, por ejemplo) para otros poblados más pequeños, como Kantú (6.5 Km.), Bajos de Mamey (4.5 km.), Vegas de Chánguena (4. 5 Km.), o Lagarto (8.5 Km.), comunidades ubicadas al otro lado del río. El hecho de que Curré ejerciera mayor o menor influencia como centro, aparece condicionado al estado de los caminos y la crecida del Térraba. El cruce de los ríos se hace por lo general en bote. Al mismo tiempo Curré depende de otras comunidades como Buenos Aires a 32 Km. y de San Isidro a 93 Km. (ICE, 1980: 186). Es clara la importancia de la Carretera Interamericana para la venta de excedentes, que en ese tiempo, finales de los años setenta, eran especialmente frijol, maíz, plátano, naranjas y cacao.
5.2. LOS Proyectos Hidroeléctricos y sus repercusiones sociales
En este punto se ofrece información acerca del P. H. Boruca y su impacto socioambiental; anteriores experiencias del ICE en el ámbito de la reubicación de poblaciones y cuatro casos de impacto de represas hidroeléctricas en comunidades indígenas.
5.2.1 Proyecto Hidroeléctrico Boruca y su impacto social
El Proyecto Hidroeléctrico Boruca, se localiza 120 Km. al sur este de San José, dentro de la cuenca media del río Grande de Térraba, Cantón de Buenos Aires. Por su tamaño, constituye una obra de gran complejidad. Estaría en capacidad de producir hasta 1 124 MW con una energía promedio de 4 476 GWh. Los estudios relacionados para la construcción del P. H. Boruca se iniciaron desde la década de los años setenta. Actualmente se están realizando estudios técnicos sociales y ambientales que completarán la etapa de factibilidad del Proyecto (ICE, 2002: 2).
La realización del proyecto fue desestimada a inicios de los años ochenta. Según la información institucional del ICE, durante los últimos años, dos hechos han contribuido a que vuelva a ser considerado como candidato para una eventual construcción: en primer lugar, la demanda eléctrica del país. En este aspecto se observa un crecimiento sostenido, cercano al 6% anual. A esto debe agregarse la posibilidad de contar con un mercado externo para la colocación de energía en Centroamérica, al menos durante los primeros años de operación de la planta. En segundo lugar, el desarrollo tecnológico alcanzado en los últimos años en el diseño y construcción de grandes presas, permite replantear la concepción original del proyecto y ofrece condiciones técnicas más favorables a su construcción, que en el pasado. Entre las nuevas tecnologías se citan las “presas de hormigón compactado con rodillo” y las “presas de enrocamiento con cara de concreto”. La inclusión de estas nuevas opciones, ha permitido reconsiderar la optimización del esquema del proyecto, su escala, disposición de las obras, replanteamiento de la construcción por etapas, plazo constructivo y costos (ICE, 2002: 1). Esta misma fuente da cuenta de que actualmente, el ICE continúa con el estudio del Proyecto con el propósito de “culminar la actualización” de la Fase de Factibilidad, lo que incluye el Estudio de Impacto Ambiental, que deberá estar concluido en el año 2004. Para su realización se contratará una empresa consultora internacional, financiada por el BID.
La cuenca del río Grande de Térraba, dentro de la cual se enmarca el P. H. Boruca, abarca una extensión de 5 077 Km2, lo que la convierte en la mayor del país. El área del embalse es considerable y cubre entre 60 y 181 km2, dependiendo de la modalidad del proyecto que se elija. Anteriormente se consideraban cifras mucho mayores pero han venido siendo desestimadas. Entre de los principales aspectos a ser considerados desde la perspectiva del impacto ambiental de este Proyecto, el ICE (1999, reunión No. 01- 99 P. H. Boruca) menciona los siguientes:
- Reservas indígenas: Existen 7 reservas indígenas que ocupan 1. 021 km2, ocupando un 20% del área de toda la cuenca.
- Rescate arqueológico: Se reconocen depósitos arqueológicos y asentamientos precolombinos importantes.
- Reubicación de poblaciones: Para los casos del P. H. Gran Boruca y P. H. Alto Boruca existiría la necesidad de reubicar cierto número de familias y poblaciones, incluyendo obras de infraestructura.
- Reubicación de caminos: Alrededor de 60 Km. de la carretera interamericana deberán ser reubicados en el caso del desarrollo del Gran Boruca.
- Otros efectos ambientales: Es necesario considerar la situación litoral costera, tomando en cuenta los efectos sobre el humedal Térraba Sierpe, así como los efectos sobre la flora y la fauna y otro tipo de impactos ambientales.
- Efectos benéficos: Dentro de los beneficios asociados al proyecto que prevé el ICE, figuran: mejor control de avenidas, desarrollo de la zona, aumento de recursos y empleo, mejora de servicios públicos, mejora de la economía regional, cobertura eléctrica, nueva infraestructura, mejora del paisaje, turismo acuático, etc.
Las etnias más directamente involucradas con el P. H. Boruca, desde la fase de la construcción son los Boruca, y los Térraba que habitan en las cercanías de las obras hidráulicas del proyecto. Se considera que unos 1200 indígenas podrían verse afectados por el llenado del embalse, pero el resto de la población indígena podría recibir efectos indirectos en términos de relaciones productivas o familiares o bien de accesos a servicios públicos o privados. Entre estas poblaciones una de las que mayor preocupación genera en el ICE, es la Comunidad Indígena de Curré, cuya reubicación tendría que hacerse desde el propio inicio del proyecto (ICE, 1996: 12). El Territorio Indígena de Curré se halla en el cantón de Buenos Aires, Provincia de Puntarenas.
5.2.2 El ICE: Anteriores Reubicaciones
Reubicación de Loaiza
A nivel nacional han existido varios antecedentes de reubicación de poblaciones con la participación del ICE. Durante la construcción del P. H. Cachí (1968 – 1972), se requirió inundar el caserío de Calle Loaiza (Obando, 1981: 7). El IMAS aportó los estudios sociales y las viviendas (ICE, 1979: 42). Esta reubicación no fue planificada en sentido estricto, aunque se da la colaboración del ICE en la consolidación de la nueva comunidad.
Reubicación de Arenal y Tronadora.
En 1977 tendría lugar esta “…experiencia única en el país de dos poblaciones que nacieron en forma planificada” (ICE, 1977: 4). El embalse del Proyecto Hidroeléctrico de Arenal cubriría las poblaciones de Arenal, Tronadora, Mata de Caña, Piedras, Naranjos Agrios (la Argentina) Caño Negro, Guadalajara y parte de San Luis. “Esto significa que de una u otra manera, aproximadamente 2. 500 habitantes, serán afectados teniendo que abandonar sus tierras, trabajos y sus pueblos.” (ICE, 1977: 3)
Se consideró que la reubicación debería responder a dos objetivos básicos: Mejorar el nivel de las condiciones de vida de las poblaciones, sería uno de ellos. Y el otro, desarrollar un proyecto integral en el que se establecieran las bases necesarias, no solo a nivel físico (arquitectónico y urbanístico) sino también a nivel económico y social, para que, a partir de ahí, la población pudiera alcanzar su desarrollo en todos los campos (ICE, 1977: 3 – 4)
La metodología para el planeamiento de las reubicaciones comprendió el análisis a diferentes niveles. 1. Análisis Regional. Región de Guanacaste 2. Análisis micro regional, enfocado a la zona directamente afectada por el Proyecto Hidroeléctrico. “Estos dos análisis – dirían los ejecutores del proyecto – nos dieron una visión general que permitió ubicar las poblaciones afectadas dentro de su contexto, estableciendo de esa manera, relaciones de influencia dependencia, etc..” (ICE, 1977: 3). El Proceso de Reubicación siguió varias etapas: I Etapa: Estudio Humano. II Etapa. Contacto con las familias. III Etapa: Estudio de localización para los Pueblos Nuevos. IV Etapa. Compra de propiedades. V Etapa. Planteamiento Urbanístico y arquitectónico. VI Etapa. Restitución de propiedades. VII Etapa. Construcción. VIII Etapa Desarrollo Comunal. IX Etapa. Desarrollo agropecuario (En la ubicación de información de base, participan entre otros los antropólogos Ma. Eugenia Bozzoli y William Reuben).
Críticas a la reubicación de Arenal.
Se han hecho críticas a este trabajo, particularmente los de la socióloga M. E. Obando en su tesis de grado “La reubicación de la población de Arenal: Estudio sobre los efectos de un cambio planificado en una comunidad rural” (1981). Detecta malestar de algunos pobladores, especialmente por disconformidad con los avalúos (Obando, 1981: 34 – 37 ) Inconformidad por la calidad de las tierras de nuevo Arenal: “tierras áridas y suelos superficiales tendientes a la erosión, las tierras eran mejores en Viejo Arenal, el pasto de la zona no es adecuado”. Este criterio es respaldado por informes técnicos del Centro Científico Tropical (Obando, 1981: 76). Problemas de entrega de escrituras en finca la Rosita, causan que los campesinos no puedan ser sujetos de crédito (Obando, 1981: 76)
La autora concluye señalando que no se cumplieron a cabalidad los objetivos en cuanto a desarrollar un proyecto integral en todos los campos. Los estudios de carácter regional previos a la reubicación se realizaron con poca anticipación. Cuando el ice se retiró se produjo descontento, inseguridad y debilitamiento del sentimiento de pertenencia. Los habitantes no estaban preparados ni organizados. El ice no dio suficiente seguimiento, tampoco se hizo acompañar por otras entidades estatales. En su propósito de reducir la resistencia al proyecto, el ICE generó expectativas, tales como la construcción de carreteras u otros proyectos colaterales, que luego no pudo satisfacer. Los señalamientos que se desprenden de esta investigación, permiten visualizar aspectos que conviene considerar ante la eventualidad de futuras reubicaciones.
Estudios para la reubicación de poblaciones P. H. Boruca 1979 – 80
Durante los años 79 – 80 el ICE estuvo realizando estudios en la región Brunca tendientes a reubicar poblaciones en áreas que serían ocupadas por el embalse del Proyecto Boruca. El equipo investigador se propone llegar a una “Definición de Solución” a partir de un Estudio Integral de la Región Brunca. Dicho estudio tendría primero un Contacto Global, que inicialmente incluiría análisis de aspectos históricos de la región, descripción general y condiciones de vida. Se realizaría una encuesta en toda la región y un estudio de sitios potenciales de reubicación. Posteriormente se dividiría la región para su análisis en cuatro microrregiones: Curré, Brujo-Ceibo, Potrero Grande y Pilas. La “Definición de Solución” desembocaría en las siguientes acciones: 1. Planeamiento físico. 2. Desarrollo social 3. Construcción 4. Traslado. 5. Seguimiento (ICE, 1979 : 12). Para el segundo año de actividades se había concebido ya, que la visión integral estaría constituida por los siguientes elementos:
- Una encuesta realizada mediante un convenio con la Universidad de Costa Rica (ICE, 1980: 8). En ella se dio la participación de la antropóloga Ma. Eugenia Bozzoli y la socióloga Isabel Win Chin.
- El estudio ecológico realizado mediante convenio entre el ice y el Centro Científico Tropical, orientado a ubicar mejor la zona de reubicación (ICE, 1980: 7).
- Un estudio arquitectónico – cultural de viviendas “con el fin de conocer a fondo al tipología arquitectónica de toda la región.” (ICE, 1980: 7).
- Estudio socio económico de cada microrregión (Potrero Grande, Curré, Brujo, San Luis, Pilas).
El informe de 1980 evidencia que se intentaba poner el énfasis en el concepto del desarrollo y participación comunal, en la integración del funcionario a la comunidad y un esfuerzo por conceptualizar un modelo de participación integral de las instituciones del Estado y la comunidad en el desarrollo futuro de las comunidades reubicadas y de la región en general. Al parecer se persigue generar espacios de interacción y comunicación de doble vía entre las comunidades de la región y el Gobierno Central (Esquema N° 3. ICE, 1980: 15). Todo parece indicar que se procuraba compensar algunas de las deficiencias detectadas en su experiencia anterior en Arenal.
El proyecto hidroeléctrico Boruca fue postergado, pero la experiencia de investigación que se inició en el 79, nos parece de gran interés, casualmente en este momento en que se pretende retomar ese proyecto.
5.2.3 Represas hidroeléctricas y comunidades indígenas
La literatura antropológica reporta una serie de casos de impacto de represas hidroeléctricas sobre comunidades indígenas y sus reacciones. El estudio de estos casos nos permite observar diferentes facetas de esta problemática, el primer caso destaca las luchas interétnicas inducidas por un proyecto; el segundo caso evidencia la perturbación social generada por el manejo politizado del proyecto. El tercero es un caso de destrucción del ambiente y destrucción simultánea de la cultura tradicional. El último narra un proceso de resistencia y revitalización de la identidad étnica, por efecto de la oposición ante un proyecto hidroeléctrico.
Los Kuna y la represa de Bayano en Panamá.
Luchas interétnicas por la tierra.
Este caso es reportado por Guionneau (1995) y por Guevara (2000). La construcción se inicia en 1971 y el cierre de compuertas se efectúa en 1976. La zona de drenaje se extiende sobre 6. 676 Km2 y alimenta un lago de 350 Km2 de superficie y de 60 metros de profundidad en el lugar de la construcción de la represa. En 1971 la población de Bayano era constituida por amerindios kuna, emberá y wounana, bayaneros o cimarrones de origen africano y “colonos” de origen indohispánico, campesinos sin tierra. Para la construcción de la represa se plantean dos soluciones: los amerindios debían ser relocalizados en la misma región debido a que su régimen de vida no alteraba el ambiente. Los bayaneros y los colonos por practicar una ganadería extensiva fueron considerados peligrosos, se optó por indemnizarlos. Sin embargo 20 años después, el área de drenaje está otra vez habitada en su mayoría por colonos y bayaneros que han regresado y han iniciado una colonización desordenada e incontrolada, causando un problema ecológico y afectando nuevamente a los indígenas. En 1994 la población era de 14. 114 habitantes, de estos solo el 28 por ciento indígenas, 3 000 kunas y 1050 emberás y wounanas. Por la carretera han llegado además colonos colombianos. Todos presionan sobre las tierras de las represa pero más aún sobre las tierras de los indígenas. Se trata de un problema constituido por varios factores en conjunto: represa, vías de acceso – movimientos migratorios. Los Kuna y los embera-wounan se han visto enfrentados al problema de mantener sus posesiones. En 1990, los kuna – asegura Guionneau (1995: 110) – no vacilaron en tomar las armas e incluso tomar de rehén al gobernador, para defender sus derechos.
A la difícil situación de tensión étnica ya descrita, se suma la problemática económica. El represamiento afectó la economía de los kunas por el hecho de tener que reubicar sus cultivos en áreas menos fértiles. Es evidente también la incapacidad del Estado para controlar la invasión de colonos pobres y grandes empresarios que desde que empezó el represamiento y se abrió la carretera del Darién hacen su agosto en la región (Guevara 2000). No solo se trata de un desastre social, sino que también ecológico, afirma Guinneau quien aporta datos de fauna desaparecida (1995, 105). Ambos autores coinciden en que en medio de esta situación tan desventajosa para los indígenas, — y quizá a causa de ellas, – se han radicalizado las posiciones étnicas intensificándose sus luchas y en algunos casos, uniéndose grupos que anteriormente se adversaban.
Represa La Angostura, Chiapas.
Juegos de poder y muerte.
Virginia Molina Ludy analiza un caso realmente dramático de perturbación social generada por el manejo politizado y no planificado de la variable social de un proyecto hidroeléctrico en La Angostura, Chiapas, construido en la década de los sesenta. La autora enfatiza en el hecho de que en tales proyectos, la presencia de grandes presupuestos y funcionarios gubernamentales, aceleran algunos procesos sociales preexistentes de enfrentamiento, pudiendo provocar verdaderas catástrofes. En el caso que analiza indica que no se concibió el proyecto como un “programa de desarrollo regional”. El proyecto significó una inyección de dinero en la zona y generó una lucha interna entre los diversos grupos sociales para capitalizar beneficios de la nueva situación. En la ribera Sur los grandes propietarios emigraron en busca de nuevas fuentes de inversión dejando abandonados a los peones (3.500) que estuvieron hacinados en galerones esperando una respuesta durante un año. En la ribera Norte los organismos estatales dieron demasiado poder de negociación a unos individuos, aunado a un manejo de las tierras que lesiona los intereses de algunos sectores. “Esto ha significado matanzas, desapariciones, aprehensiones y la profundización de las divisiones dentro de la comunidad (emboscada y asesinato de nueve comuneros y de uno de los voceros avalados por las entidades estatales…” (Molina Ludy, 1988: 265). De la lectura del artículo es posible sistematizar que en este caso: * No existió un programa desarrollo planificado e integral de la región. * Se dio un manejo político y de intereses económicos. * Se exacerban las luchas de poder. * Algunos individuos manipulan la situación en su beneficio afectando a grupos débiles. * Se observa la interferencia de individuos que no son de la zona de impacto, pero sí son de la región. * Se da tráfico de influencias y exceso de poder en individuos que sirven de contactos para la negociación. * Las indemnizaciones se determinan con criterios económicos y políticos, no sociales. Esto causó efectos negativos. * Se hace evidente un tipo de diferenciación negativa de etnias y clases. * El manejo indebido del aspecto social del proyecto, provoca división y enfrentamiento entre quienes reivindican derechos y compensaciones.
Uxpanapa.
Fin del ambiente y fin de la cultura.
En 1973 se inicia la construcción de la Presa de Cerro de Oro en los límites entre Oaxaca y Veracruz, con un embalse de 36. 000 has, que afectaría a cinco mil familias en su mayoría indígenas chinantecos. Como solución se les dotaría de tierras y para tal fin se escogió Uxpanapa, en el extremo Sur de Veracruz, “una extensa área todavía inaccesible y cubierta en su mayor parte por selvas tropicales húmedas”. Los suelos tropicales, explica el etnoecólogo Víctor Toledo, son los menos aptos para la agricultura y la ganadería (Toledo, 1989: 113). Tanto los estudios de ecología, botánica y ecología humana, recomendaron la preservación de la mayor cantidad de áreas de selva tropical húmeda, la abertura mínima y paulatina de áreas de agricultura y ganadería, desmontar a base de instrumentos livianos. Pese a ello un poderoso programa de desmonte masivo a base de maquinaria pesada – 35 motosierras, 20 grúas, 70 tractores pequeños y 100 camiones inician la destrucción de las 85 000 has de selva. La justificación, dice Toledo, era que de este modo “ el gobierno ‘ahorraba’ a los campesinos e indígenas movilizados la tarea de desmontar por ellos mismos sus terrenos, y se los entregaba ya listos para la producción agrícola y/o ganadera. Durante la operación se extraerían 3 400 000 m3 de madera…”. El resultado fue “un enorme terraplén de tierras poco aptas para la agricultura.”
Estudios que se habían realizado en el modo de vida original de los chinantecos, dan cuenta de su conocimiento y adaptación al medio, con un mínimo de deterioro, con gran conservación de la selva, uso de huertas caseras con excelentes resultados para la dieta, esa adaptación es, decía uno de esos estudios, “su mayor bien”. Sin embargo, una vez destruido el medio, todo el conocimiento cultural de relación con el entorno, acumulado a través de siglos y quizá milenios, se volvió inservible. La ausencia de selva los convierte en proletarios. Desaparece la selva y queda tambaleante la cultura que daba soporte a la etnia. Para Toledo, (1989: 123) semejante proceso es entonces dos cosas a la vez: ecocidio y etnocidio.
Los Nahuas del Alto Balsas
Resistencia y revitalización de la identidad étnica.
Díaz Polanco (1997) reporta un caso de resistencia indígena ante la construcción de la Planta de San Juan Tetelcingo, en el Estado de Michoacán México, en la ruta hacia Acapulco. Indígenas nahuas que viven en ciudad México se enteraron del plan gubernamental que se concretaría en su territorio: el Alto Balsas, una región de pueblos indígenas en situación socioeconómica de notoria marginalidad. Desde su perspectiva “con la presa quedarían enterradas su historia sus costumbres, sus muertos viejos, sus muertos nuevos, las viviendas y los lugares sagrados. Desaparecerían también el barro rojo para pintar la cerámica tradicional, la madera para hacer las máscaras, el bejuco para hacerlas hamacas. En suma, estaban amenazada la historia acumulada de milenios de vida en esa región ( … ) El rumor sobre la construcción de la presa se extendió y con él la incertidumbre.
En respuesta al proyecto los indígenas elaboraron una organización denominada “Consejo de Pueblos Nahuas del Alto Balsas, CPNAB, que condujo a la lucha a 37 comunidades. Mediante marchas hasta a la gobernación del Estado y la Ciudad de México, barricadas en la carretera a Acapulco, huelga de hambre, denuncias nacionales e internacionales, y comunicaciones al Banco mundial y logran que se desista del Plan. La consigna del CPNAB, fue “para sacarnos de aquí primero tendrán que matarnos…” (Díaz Polanco, 1997: 96). Interpelado, el jefe de operaciones del Banco Mundial, desmiente que esa institución esté financiando un proyecto en México, sin embargo admite haber recibido carta del gobierno de México, en dónde se plantea esta inquietud, a lo que se le responde que “antes de tomar una conclusión sobre su construcción y financiamiento, se debe preparar un estudio ambiental y social, con la participación de pobladores que podrían ser afectados por el proyecto” lo que no había sido hecho (Díaz Polanco, 1997: 98). En su análisis Díaz Polanco destaca cinco aspectos clave que se evidencian en este caso:
- Revitalización de la identidad étnica ante la amenaza de la represa.
- Mediante la acción solidaria de las diferentes etnias logran impedir la realización del proyecto.
- La conducta oficial y privada, atentó contra los derechos indígenas, consignados incluso por las leyes nacionales.
- La resistencia de los pueblos del Alto Balsas, confrontó dos proyectos de vida y de civilización.
- La apelación al interés “nacional” no conmovió a los indígenas. Por el contrario, el movimiento nahua cuestionó severamente tal idea de nación – y otras nociones que le van asociadas, en cuyo nombre se eliminaría el hábitat de pueblos indios (Díaz Polanco, 1997: 101).
[1] “Buenos Aires es el cantón con más altas tasas de deforestación en el Pacífico Sur y con más baja proporción en tierras de labranza y cultivos permanentes. En 1980 sus cultivos eran 15%, sus terrenos en zacates (los pastos para ganado) eran 55%, los terrenos en bosques y charrales, un 30%. De este último porcentaje más del 20% ya está en charral y montes no utilizables como madera (…) Algunos Borucas, por ejemplo, para sacar la cosecha, tienen que dejar el terreno hasta diez años en barbecho.” (Bozzoli, 1985)
[2] En la práctica, los acontecimientos en torno al P.H. Boruca llenaron este espacio.
[3] Al inicio de la investigación nos pareció que el número de personas que cuestionan la identidad étnica de Curré era más de lo que realmente son. Este aspecto se analiza en el Cap. IX.
[4] Recientemente la Reserva de China Kichá fue nuevamente restituida mediante el Decreto Ejecutivo N° 29447-G, con una cabida menor que la original. Este hecho, entre otros, ha motivado al experto en asuntos jurídicos indígenas, Lic. Rubén Chacón, a referirse a estos Territorios como “Reservas de Papel” (Chacón, 2001)
[JLA1] Definicion autores de impacto ambiental.
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